24 de agosto de 2007

Una sonrisa desde Transilvania (22/07/07 - 02/08/07)

Eva quería que hiciéramos un viaje a un lugar en el que yo no hubiera estado, para descubrirlo juntos. Un amigo nos había dicho que era una buena idea ir a algún país de los nuevos de la Unión Europea. Así que por aquello de ver los Cárpatos y un poco por las leyendas…, nos decidimos por Rumanía.
El primer día lo pasamos en Bucarest, pronto nos dimos cuenta que no necesitábamos mucho tiempo para visitarla. Por dos razones, porque no nos gustan mucho las ciudades y porque no nos pareció demasiado interesante. Gran parte de las construcciones son de la época comunista y tienen ese aire de algo útil, pero terriblemente feo. La palma se la lleva el palacio del parlamento,
que lo mandó construir Ceaucescu y que sólo se puede calificar como la locura de un loco. Este edificio es el segundo más grande del mundo, sólo superado por el pentágono. Ya empezamos a
darnos cuenta de que el carácter rumano no es lo que esperábamos. La mayoría de la gente es seria y más bien arisca. Nos cuesta mucho encontrar a alguien a quien podamos preguntar algo, la mayoría de la gente no nos hace ni caso y apenas si intentan hacerse comprender, aunque sólo sea por señas.

Brasov, es nuestro próximo destino. Nuestro primer fallo es ir en autobús (más mío que de Eva). La estación de autobuses está en un lugar incierto de la ciudad, sin demasiadas indicaciones. Al salir del metro preguntamos a alguien, que no nos hace ni caso. Por suerte al lado hay una señora que nos empieza a hablar en inglés y que se ofrece a llevarnos. Ata a su perro, pues lo estaba paseando y nos conduce hacia la estación. Por el camino nos va diciendo que la gente es estúpida, que no ayuda nada y que tampoco hay indicaciones para llegar a los sitios. Durante el trayecto, pasamos por varias zonas montañosas que nos alegran la vista y nos reafirman en que nos gusta el campo, más que la ciudad.

Cuando llegas a Brasov, te preguntas si no te has equivocado de lugar. Llegas a la parte moderna, que es más bien fea, llena de edificios y fábricas. Por suerte en cuanto vas a la parte antigua y empiezas a caminar por la parte peatonal, la cosa cambia. Todo está muy bien cuidado y limpio. Hay mucho turismo, ya que esta zona es una buena base para explorar los cárpatos. Nos empezamos a encontrar con que todo es bastante caro, desde el alojamiento a tomar un simple café. Los precios son muy similares a los de España, aunque no así el nivel de vida, ya que un trabajador normal gana unos 150 Euros al mes.
Hace mucho calor, durante el mediodía, no podemos hacer otra cosa que buscar un sitio fresco para comer o para relajarnos un rato. Nos sentimos un poco incómodos porque hay mucho turismo extranjero, pero aún así merece la pena. Todo el centro es peatonal y gira alrededor de una plaza enorme. A su lado está la Iglesia Negra, que se llama así porque se quemó y la piedra tiene un color oscuro. Por fuera es muy bonita, no tanto por dentro que nos defrauda un poco. Detrás de la ciudad, hacia unos montes que rodean la parte vieja, hay una zona muy agradable y fresquita. Se puede subir hasta la Torre Blanca, desde la que se obtienen muy buenas vistas de la ciudad vieja y de la Iglesia Negra.

Cerca de aquí, está el castillo de Bran. Que llaman el castillo de drácula, aunque no tiene apenas relación con él. El castillo es muy bonito, también el lugar en el que se encuentra, muy cerca de las montañas. No es tétrico, ni nada parecido, tiene más bien un aire familiar. La visita es un poco rollo porque hay muchísima gente, casi vamos en una especie de atasco, recorriendo las habitaciones, hay que abstraerse un poco y relajarte observando las vistas desde algunas habitaciones o lo bien ambientadas que están. Los alrededores del castillo son un bosquecito muy agradable y en la parte de abajo hay una especie de museo con las casas tradicionales de la zona. En ellas se muestra como vivían las gentes hace unos años y a que se dedicaban.

De vuelta en Brasov, vamos a cenar a un barrio de las afueras. Nos ha gustado mucho una iglesia ortodoxa que hay allí, aunque no la podemos visitar porque ya es tarde. La cocina rumana no es tan variada como la mediterránea. Al final siempre es lo mismo, prácticamente hay la misma comida en todos los restaurantes. Echamos en falta más platos de verduras y legumbres, prácticamente lo único que hay son ensaladas y carne. Nos han gustado mucho los Mici que son una especie de salchichas de carne picada a la barbacoa. Como todo está tan globalizado, parece que uno de los platos típicos es la pizza, que se puede encontrar en todos los lugares. Echamos de menos alguna cervecita con limón bien fría, aunque los últimos días dimos con la solución de comprar una botella de limón en una tienda y mezclarla en el restaurante con la cerveza que pedíamos allí.

No teníamos muy claro cual iba a ser el recorrido. A mi me gusta llegar al país y una vez allí tomar un poco el pulso y decidir hacia donde y como ir. Como tenemos poco tiempo habíamos pensado en no ir a la zona norte, a los monasterios de Bucovina. Sin embargo, una vez aquí decidimos intentar visitarlos y para ello viajar alguna noche en tren, para así sacar el tiempo para ello. A las 23h15 sale nuestro tren nocturno, nos llevará de Brasov hasta la región de Moldovita, queremos ir al desfiladero de Bicaz. Tenemos suerte, pues no hay nadie en nuestro compartimento, así que podemos dormir tumbados, cada uno en una fila de asientos. A las seis de la mañana hay que bajarse, tomaremos un par de buses que nos llevan hasta Bicaz. Para mi este ha sido uno de los recorridos más bonitos, ya que estamos en una zona de campos de cultivo, llena de vegetación y de árboles por todos lados. Las casas que hay junto a la carretera, todas tienen un bonito jardín lleno de flores. También se pueden ver muchos carros tirados por animales. Todo parece ir a otro ritmo, a una menor velocidad. Me parece un sitio bastante idílico.

Para subir el desfiladero de Bicaz y llegar al Lago Rosso (rojo) que es donde queremos dormir, ya es un poco tarde, no hay transporte, o al menos no conseguimos que nadie nos indique como hacerlo. Nos vamos en busca de un taxi y negociamos con él. El transporte si es bastante barato, por pocos leis llegamos a nuestro destino. El Leu (plural Lei) es la moneda rumana, ya que hasta dentro de algunos años no entrará el euro. Por cierto, una cosa que nos resulta curiosa, es que las monedas no las usan mucho y además tienen poco valor, por lo que a veces cuando hemos comprado algo, nos hemos encontrado con que no nos dan las vueltas o bien en vez de darnos alguna moneda nos dan algún caramelo de cambio.

El desfiladero de Bicaz que conduce hasta el Lago Rosso es muy bonito, o por lo menos se intuye ya que están consiguiendo afearlo a marchas forzadas llenando la carretera de puestos de souvenir. El Lago Rosso es un lugar muy turístico, más rumanos que extranjeros suben hasta este precioso lugar. Se dedican a montar en barcas de remos y a comer en los chiringuitos que hay junto al lago. Estamos en una zona de montañas, llena de árboles. Pasamos el día paseando alrededor del lago ya que en la zona en apenas cinco minutos, cuando te alejas de la carretera, la naturaleza y la tranquilidad te envuelven, las vistas son muy bonitas, disfrutamos mucho paseando y relajándonos por aquí. El color rojo no lo hemos visto, aunque tampoco se puede decir que el agua sea azul o verde. Por la tarde, cuando la mayoría de turistas se han marchado es cuando mejor se está, la tranquilidad invade el lugar. También el fresco, que es bienvenido por el calor que hemos pasado estos días.

Creo que lo que más nos ha gustado de este país han sido los monasterios de Bucovina, no sólo por lo que hemos vivido allí, sino porque son algo digno de verse. Menos mal que hicimos el esfuerzo y decidimos venir a verlo. Salimos de Bicaz con dirección a Suceava que es la capital de esta zona. Tenemos la idea de dormir en un pueblo y visitar uno de los monasterios. Antes de tomar el bus, desde Suceava al pueblo al que íbamos a dormir, fuimos a comer a un sitio cercano a la estación. Un hombre nos empieza a hablar en español, nos ofrece sitio a su lado y se ofrece a traducirnos la carta. Es Juan, lleva siete años trabajando en Calatayud y está encantado de vivir en España, además de agradecido porque tiene un buen trabajo y las cosas le van bien. Mientras comemos, charlamos con él, se ofrece para llevarnos a visitar los monasterios. Nos dice que su amigo conoce a alguien en uno de los monasterios y que nos podrían alojar allí, incluso. Se va a hacer unas gestiones, mientras nosotros aprovechamos para visitar las iglesias ortodoxas de Suceava. Nos llama cuando ha acabado y viene a buscarnos.

El monasterio de Voronet es llamado la capilla sixtina de oriente, por sus frescos representando el juicio final. La particularidad de estos monasterios es que están pintados por fuera. En el exterior se encuentran representadas escenas de la vida religiosa y de la historia de esta zona. Las pinturas del lado sur se conservan perfectamente, no así los del ala norte que han sido barridos por años de lluvias y nieves. La base con la que están pintados es una capa de un azul muy chulo, es tan curioso que se denomina azul de Voronet. En el interior de la iglesia se está celebrando una misa, varias monjas completamente ataviadas de negro, cantan salmos. En una salita más adelante, se encuentra el sacerdote que está todo el tiempo dando la espalda. No entendemos lo que dicen, pero es chulo porque están todo el tiempo cantando y es bonito. Las iglesias ortodoxas son muy diferentes a las católicas, están llenas de pinturas y de objetos. De alguna manera todo está más accesible, no hay altar, sólo algunas sillas y algunas tribunas para leer las escrituras. Como las pinturas tienen muchas partes pintadas de oro, y las bombillas y velas están a baja altura, la sensación es curiosa, como si todo brillara. Al salir de la iglesia Juan ha comprado unas velitas para ponerlas en una especie de capilla de metal llena de velas encendidas y de cera, hay una división en un lado pone Vivos y en otra Muertos (en latín, creo). Hay que poner la vela en el lado de aquellos por los que queramos pedir…

Juan quería pagarnos la entrada al monasterio, nos hemos negado. Insiste en invitarnos a una cerveza. Después nos lleva a su casa, dice que para que vamos a pagar por un lugar para dormir, que mejor nos quedamos en su casa. Lo único malo, nos dice, es que no hay baño. Así conoceremos a su mujer, “la María”, de la que no para de hablar, a su madre y a su hijo. Son una familia encantadora, al niño lo hemos visto poco porque se va a jugar con sus amigos y no para mucho por casa. La María está embarazada y no se puede/debe mover mucho. La madre de Juan es una mujer curiosa, se pasa el día mirando la televisión, sobre todo un canal en el que ponen bailes regionales todo el tiempo, María le dice que hable con nosotros, que nos pregunte…, ella dice que le gustaría preguntarnos muchas cosas, pero que no sabe como. Nos acercamos a la taberna del pueblo, que es de su amigo, allí tomamos una cerveza y entramos en contacto con unos personajes curiosos. La mujer que lo atiende ha venido alguna vez a España a trabajar la fresa y se pone a hablar con Eva con las pocas palabras que sabe de castellano. En seguida hacen buenas migas. A mi me toca lidiar fuera del local con algunos parroquianos que llevan alguna cerveza de más encima.

Es un poco tarde cuando salimos hacia el monasterio de Moldovita. Habrá unos 30 kilómetros hasta allí, pero tardamos más de una hora. Las carreteras no son muy malas, están llenas de obras y de cruces de trenes, no hay manera de ir deprisa. Llegamos al monasterio casi de noche. Está vacío, ya se han ido todos los turistas. Nos están esperando a nosotros. Tatiana es la monja amiga del amigo de Juan, nos la presenta. Va vestida de negro, su cara parece resplandecer. La pobre no tiene voz, ya que lleva todo el día mostrando el monasterio a turistas, además parece cansada. Mientras ellos charlan, me acerco a un pozo, una monja está acarreando agua, me ofrece una taza, está buenísima. Tatiana comienza su explicación de los frescos de la parte de atrás de la iglesia. Poco a poco la voz se le va aclarando. Habla medio en italiano, medio en castellano, medio en rumano, poco a poco conseguiremos entenderla cada vez mejor. Tiene un puntero luminoso con el que va señalando la pintura sobre la que está hablando. Habla tan deprisa y pasa tan rápido de una a otra, que me cuesta seguirla. De repente, empiezan a cantar los pájaros, pienso que es normal, ya que está atardeciendo y estarán posados en los árboles del convento. Pues no!, no es eso, es el móvil de Tatiana que suena así…., nos miramos Eva y yo pensando lo mismo, una monja vestida totalmente de negro y hablando por el móvil, con muchísima soltura!

En las pinturas está representada la historia, tanto de la religión, como de la zona. El interior también es precioso, tenemos que estar muy atentos para no perder el hilo, pues Tatiana habla muy deprisa y cuenta muchas cosas. Cuando acaba de contarnos todo, todo, se relaja, salimos al exterior. Otra monja nos entrega una bolsa con bollos que hacen en el convento y comenzamos a hablar y a hacer fotos. Tatiana dice que las hagamos así o asá, que nos pongamos aquí o allá. Incluso en un momento dado, nos quita la cámara de las manos para hacer ella las fotos, jajajaja. Ha sido una risa. Nos dice que entremos al convento, que nos va a enseñar su celda…. Está llena de libros, dice que no es la celda de una monja normal y que no la tiene recogida porque no tiene ni tiempo de hacerlo. Empieza a buscar cosas para regalarnos, un relicario, unas postales…, hemos tenido que decirle que parara. Al salir llama a la puerta de al lado y habla con otra monja, nos dice que pasemos. Esta si es la celda de una monja de verdad, dice. Está muy ordenada, una cama, un armario y un escritorio, la pared está llena de figuras de santos. También empieza a buscar cosas para regalarnos, nos ha dado unas pulseras que sirven para llevar las cuentas en el rezo. Estamos encantados con todo.

A la mañana siguiente, visitamos el monasterio de Humor. Es, de los que no hemos visto, el que está más cercano. No vamos a ir a más, porque todos están bastante alejados y no nos apetece pasar mucho tiempo recorriendo carreteras. Ahora entendemos mucho mejor lo que vemos, gracias a la extensa explicación de ayer de Tatiana. En el muro exterior hay un puesto de vigilancia de piedra y madera al que se puede subir. Las vistas son muy chulas, debajo de nosotros se encuentra la iglesia del monasterio con sus frescos al aire. Podemos observar desde arriba, sus tejados de madera. También el pueblo situado alrededor del monasterio y el campo que se extiende a lo lejos. Como todos los monasterios, sus jardines están muy bien cuidados, con rosas y montones de flores de vivos colores.

Juan quiere que vayamos a un pueblo cercano que está de fiesta. En el escenario hay bailes regionales. Fuera, carpas con cerveza y barbacoas. Algunos puestos de artesanía y atracciones para los niños. Aprovechamos para ir al mercado a comprar algo de fruta. Esta noche nos iremos en tren, compramos algo para desayunar mañana. Antes, hemos estado pasando un rato en un bosque cercano al pueblo de Juan, también comiendo frutos silvestres del huerto de su amigo. Por supuesto que no falta la despedida en el bar del pueblo donde los hombres parecen igual o más borrachos aún, también hay una mujer que no para de beber cervezas y lingotazos de una bebida que no conozco pero que imagino que no será sin alcohol. Un poco abrumados por lo bien que nos han tratado, pero con ganas de seguir viaje, tomamos el tren. Íbamos con la idea del tren anterior, de tener un camarote para los dos. Nada de eso, hay mucha gente, los camarotes están llenos, tenemos que sentarnos en nuestro sitio y compartir el habitáculo con otras ocho personas. La noche se presenta dura, habrá que intentar dormir lo que se pueda. Después de un par de horas, Eva se da un paseo a ver si hay algún sitio libre. Viene rápidamente, ha encontrado un camarote donde sólo hay dos personas que están tumbadas en uno de los lados, el otro es para nosotros. Por lo menos conseguimos dormir más y estar más a gusto.

Hemos necesitado un cambio de tren para llegar a nuestro destino: Sighisoara. Lo que no esperábamos es que este fin de semana celebraran el festival medieval. La ciudad está tomada, hay gente por todos lados. La mayoría son jóvenes que vienen a beber y divertirse. Nos cuesta un buen rato encontrar alojamiento, la verdad es que hemos tenido suerte, estamos en una casa particular que tiene un agradable jardín y que se encuentra muy cerca del centro, pero a la vez alejada de los lugares por los que pasa el bullicio. La ciudad es una maravilla, está en lo alto de una colina y según te vas acercando, destacan sus tejados con forma de conos apuntando al cielo. Lo único malo es que el suelo es de arena y piedras, creo que un suelo de adoquines estaría fenomenal, bueno y también la cantidad de gente que hay. Tratamos, como podemos, de ver la ciudad y huir de la gente y del ruido. En la parte alta están los restos del castillo, allí hay menos gente e incluso por la tarde hemos estado escuchando a un grupo tocando música celta.

Las casas son de piedra y tienen un cierto aire de misterio. Creo que este lugar tiene que ser muy interesante para hacer fotos en una tarde fría de invierno, cuando no hay casi nadie en la calle y los pasos resuenen en las piedras de las casas…

Sibiu es la capital europea de la cultura de este año. Pensábamos que habría mucha gente, aunque queríamos ir. No ha sido así, había gente, si, pero la justa. La ciudad es muy agradable, no se parece en nada a las que habíamos visto antes. Es de un estilo más alemán, las calles son bastante anchas y muy rectas. Da la impresión de que todo está controlado. Además tiene cosas, que sin ser espectaculares, son preciosas. La plaza central es muy grande, parecida a la de Brasov, en el centro hay chorros de agua que salen de repente, está lleno de niños empapados que parecen llevar en el agua todo el día. La catedral es enorme con un techo muy curioso. Las calles cercanas son un encanto. También hay una iglesia ortodoxa que es una réplica, en pequeño, de Aya Sofia en Estambul. Por la noche, las calles se han llenado de gente, intentando refrescarse un poco, nos ha costado encontrar un sitio donde nos dieran algo de cenar.

Hay una carretera que va al sur y que cruza los Cárpatos. Debe ser una cosa espectacular, va pasando por montañas altísimas y además está cerrada durante gran parte del año. Hemos pensado en alquilar un coche ya que no hay transporte público que vaya por ella, pero no lo hemos conseguido, la opción era hacer muchísimos kilómetros y no nos ha parecido bien. De todas formas, vamos hasta Curtea de Arges, que es donde acaba esta carretera y además, cerca, está el verdadero castillo de Vlad Tepes (Drácula). En esta zona hemos visto muchos “zíngaros” (gitanos), se les distingue perfectamente por sus rasgos más salvajes, su piel más oscura y su forma de vestir, más informal. Nos alojamos en la pensión Roxi, que según la guía es de las mejores de Rumanía, en relación calidad precio. Ya nos parece fenomenal cuando la vemos y nos hemos alojado, pero es que además el precio es, por fin, barato. Pero lo mejor llegará el día siguiente, cuando desayunemos, es sencillamente espectacular, imposible comerse todo lo que nos han puesto.

El castillo de Vlad Tepes está al final de la Transfagarasa, la carretera que queríamos haber hecho. Se encuentra en lo alto de una colina, en un lugar estratégico, como todos los castillos. Los restos del castillo no son demasiado interesantes, lo que es una pasada son las vistas que hay desde allí. Y también la subida hasta él, por un bosque donde apenas si se ve el cielo. El camino que sube está asfaltado y con escalones, a mitad de camino está el hombre que se encarga de cobrar la entrada. Se hace el despistado con el tema de la cámara, ya que en teoría hay que pagar más si quieres hacer fotos. No hemos parado en toda la subida, llegamos arriba sin resuello, pero a la vez extasiados por las vistas. En la parte de atrás está la carretera, sólo estamos viendo una pequeña parte, lo suficiente para darnos cuenta de que tiene que ser espectacular. Recorremos los enormes muros que quedan en pie buscando vistas diferentes.

Por fin un día de relax. Ya hemos visto lo que queríamos ver, las posibles opciones cercanas a Bucarest no nos interesan tanto como para ir a verlas. Decidimos quedarnos en este pueblo y recorrerlo tranquilamente, paseando sin ningún tipo de prisa. El monasterio de Curtea de Arges está en reconstrucción, aunque los jardines son bastante agradables. Hemos entrado a la iglesia y observado, con incredulidad, como una familia de alemanes entregaba un billete (creemos que de unos 70 Euros), a un sacerdote o monje para que bendijera a la familia. Lo que más nos ha impresionado ha sido la cara del sacerdote, con gesto serio y aburrido, que parecía repartir bendiciones como los que reparten publicidad en la calle.

Nuestra vuelta a Bucarest nos reafirma en que no nos ha gustado mucho la gente rumana (salvo excepciones, claro). El hombre que nos tiene que dar las llaves del apartamento que hemos reservado, está enfadadísimo, nos estaba esperando a la salida del metro y no nos ha visto, cuando nosotros hemos quedado en la puerta del apartamento, no en el metro. Luego nos hemos recorrido los centros comerciales de la ciudad intentando encontrar algo que comprar a los niños de Eva y ha sido decepcionante, no sólo por ir a centros comerciales y no encontrar nada, sino por la poca ayuda que ofrece la gente cuando le preguntas algo. Una mujer a la que le íbamos a preguntar que autobús nos llevaba al centro ha salido corriendo sin mirarnos. Cuando por fin tomamos el bus, no somos capaces de meter los tickets en la máquina, tiene que venir un hombre desde atrás a decirnos que no es esa máquina que es la que está en la parte de delante, la gente de alrededor que lo estaba viendo, no nos ha dicho nada. En esa máquina metemos los tickets pero no se cancelan, hay dos mujeres delante mirando como Eva intenta cancelarlos y no le dicen nada. Tiene que venir el mismo hombre, desde la parte de atrás para decirnos que hay que empujar una cosa blanca, que ni de coña parecía una palanca, para cancelar el ticket.

Lo que si nos ha encantado de Bucarest es un restaurante típico que se llama Caru Cu Bere, parece una antigua fábrica de algo, con los techos altísimos y una decoración preciosa. Hemos comido fenomenal, acabando con un postre espectacular, dos bollos que parecían donuts rellenos de queso y con mermelada que estaban buenísimos. La anécdota final, nos sucede de camino al aeropuerto. Vamos hasta la parada del autobús urbano que nos llevará allí. Es un autobús igual a los demás y que tarda un buen rato en llegar, vamos bien de tiempo, pero tampoco nos sobra demasiado. Junto a las paradas de buses hay una caseta donde venden los billetes, compramos dos y subimos al bus. El conductor está dentro de una cabina y no se puede acceder a él. De nuevo, tenemos problemas como ayer, no somos capaces de cancelar los billetes. Una chica nos explica que los billetes que tenemos no son, que son otros especiales que cuestan un poco más. Decidimos seguir, ya vamos en marcha y no queremos bajarnos y tener que esperar a otro. Cuando llevamos un buen rato, ya nos hemos olvidado del tema, viene el revisor. Antes de que nos diga nada, le explicamos el tema, le decimos que nosotros no sabíamos que el billete era distinto y que la de la taquilla no nos ha dicho nada (ya le vale a la tía!, dos turistas con mochila en la parada donde paran los que van al aeropuerto). Le decimos que nos dé un billete y lo pagamos, el dice que nones que tenemos que pagar 50 Lei. El tío se pone chulito, nosotros no queremos pagarle a él, nos parece injusto porque nosotros no hemos tratado de colarnos ni nada parecido, nos parece que no nos merecemos eso. La chica que nos había dicho lo del billete se lo explica, le dice (creemos) que nosotros no teníamos ni idea. Tratamos de explicárselo, pero él dice que no le pagan por hablar en inglés, y se pone a berrear en rumano, yo alucino, le digo que no entiendo lo que me dice y el sigue hablando hay un momento en que me parece que nos insulta y todo. Decidimos que cuando lleguemos a una parada, Eva se baje para comprar dos billetes y ya está. Se baja y, mala suerte, está cerrada la taquilla. Me he acercado a la puerta para vigilar que no arranque el bus y me ha sujetado otro revisor que estaba allí, no me quiero bajar, sólo estar al loro. Se lo tratamos de explicar, creo que él lo entiende pero el que manda es el otro. Dice que nos llevará a la policía en el aeropuerto. Pues vale, hablamos con la policía! Llegamos al aeropuerto y nos arriman a la ventana, no abren la puerta de atrás, para que no salgamos por ella, la gente tiene que salir por delante, cuando pasan a nuestro lado le dicen al revisor cosas (imaginamos que le dicen que nos dejen en paz, que no tenemos la culpa), están enfadados con él. El menda me ha pedido el pasaporte, ja, está listo si piensa que se lo voy a dar. Nosotros queremos salir, no nos gusta que nos retengan, queremos ir a la policía, no que nos lleven ellos. Así que Eva piensa que lo mejor es hacer como si tuviera un ataque de claustrofobia y empieza a golpear la puerta y a gritar “Open the door, open the door, please!”, el espectáculo es dantesco, pero el autobusero que debe estar harto, decide abrir la puerta, Eva sale rápidamente y yo me desembarazo de los dos revisores y salgo con la mochila. Preguntamos donde está la policía, que queremos ir a verla, pero nos damos cuenta de que ya ha pasado todo, que no merece la pena…..

11 comentarios:

  1. Hola Eva, hola Ricardo!! Vaya, vaya con el viajecito…no se yo si iré a Rumanía alguna vez, tela marinera. Bueno, al final lo que queda es la experiencia y al recordar todo lo visto y vivido se da cuenta uno que hasta la próxima aventura. Un abrazo!!

    Germán Pardo — 7 September 2007

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  2. Ricardito

    Y yo que pensaba que con mis experiencias antárticas y de zonas “calientes” de nuestro Planeta había visto mucho Veo que me sigues ganando, cosa que sinceramente me alegra. Aemás observo que la familia va “in crescendo”.
    Un fuerte abrazo. Espero que nos veamos de nuevo con una cuerda por los montes…

    Rafa — 14 September 2007

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  3. Hola Ricardo quiero decirle que lo felicito son hermosas sus fotos y los paisajes en ella tambien, le manda muchos saludes la profesora BERTHA de la comunidad de la Laguna del RINCO la Libertad y los niños tambien, bueno cuidece hasta pronto.

    un beso bye.

    cinthia — 28 September 2007

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  4. Hola, estaba buscando información sobre Transilvania y me he encontrado con vuestra página. Soy una espanola que vive en Eslovenia Mi sueño de siempre ha sido visitar el castillo de Bran y el de Vlad Tepes, y estoy buscando rutas para un posible viaje. Leer vuestra página me ha ayudado mucho, ya sólo me queda averiguar cómo voy desde Ljubljana.
    Me encantaron las fotos. Saludos, Susana

    Susana — 9 January 2008

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  5. Solo me gustaría preguntarles que si no tuvieron problemas con algún tipo de situaciones como políticos de religión o de alguna otra índole así como conflictos de racismo u otros.

    Mi intención es visitar bucarest y porsupuesto los demas sitios, pero estoy recolectando informacion para estar mejor informado.

    Me gustaria saber a que otras cosas se enfrentaron como a la descriminacion o a la distinta ideosincracia de esa region.

    Gracias totales.

    Fernando — 11 February 2008

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  6. yo soy de Russia y estuve en una gira en Rumania y quiero decir que me encanto es un pais maravilloso. A mi tambien me encanto la ciudad de Sibiu y quiero decir que no solo los rumanos son muy serios la mayoria de los de Europa de este son serios. Tambien los rumanos tienen mucha comida tipica si quiereis probarla teneis q alojaros en una pension por que alli se hace comida tipica como: sarmale, mamaliga, mici, y muchos tipos de sopa(ciorba).

    Konstantyn — 14 February 2008

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  7. Hola Ricardo. He leido tu viaje y me parece muy bueno (se de lo que escribes; soy español y mi mujer rumana y suelo ir a Rumania de vacaciones). Me alegro que os haya gustado el viaje. Un saludo

    Rafa — 25 February 2008

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  8. quiero ir a transilvania con mi hijo pero a ver castillos…que época les parece la mejor? gracias

    joaquin — 25 March 2008

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  9. Hermoso, que espectacular paseo, buenisimo…....
    Me encantaria conocer Transilvania.

    katherine — 19 July 2008

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  10. nteresante articulo…yo soy rumano y me alegro de que os ha gustado mi pais; pero no entiendo pq no os han gustado los rumanos…tenemos mucho en comun con los españoles (la estupidez,la falta de respecto,la groseria, la vulgaridad, la falsidad)...por esto hay tantos rumanos en España y no en Alemania por ejemplo…en fin, quizas no sois españoles 100%
    aah…las cosas no estan muy complicadas en rumania, sino que hay que usar un poco el cerebro…por ejemplo comprar un billete antes de subir en el autobus, o comprarte un mapa de la ciudad que vas a visitar…seguro q alli pone donde esta la estacion de autobus…asi que para concluir..no hay paises malos sino turistas TONTOS!

    Dani — 28 July 2008

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  11. me encantaria conoser BRASOV , deve ser muy linda la ciudad… en el hi5 cono ci ami novia que es de alla , estoy en planes para viajar pero necesito una alternativa economica

    justin machuca — 12 October 2008

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