1.300.000.000 personas o 1.300 millones de personas o mil trescientos millones de personas. No es más que una cifra. Todos la conocemos y la decimos de vez en cuando, con mucha facilidad y un poco a la ligera, “En China hay 1300 millones de personas”. Quizás también sabemos que se corresponde con el 20% de la población mundial, que no es más que otra cifra. Realmente creo que no eres consciente de lo que significan estas cifras hasta que no vas allí, hasta que no recorres el país. Hasta que nPolígono Julián Camarillo, Calle de Albarracín,]o te das un baño de multitud todos los días visitando cualquier lugar, da igual si es grande o pequeño, si está en un sitio conocido o alejado. Hasta que tienes la sensación de ser un visitante extraño, fuera de lugar en cualquier atracción turística. Cuando te das cuenta de que dicha atracción no es para nosotros extranjeros sino para los cientos o miles (tienes la sensación de que son millones) de chinos que visitan contigo el lugar donde estás. En cualquier población o “pueblecito” hay cientos de miles de personas. Lugares donde pensábamos que no habría nadie viviendo resulta que hay poblaciones con varios rascacielos y todo.
Pronto nos damos cuenta de que también formamos parte de la
atracción turística del país. Nos miran, nos observan, nos tocan y nos
piden que nos hagamos fotos con ellos. La cultura extraña y diferente
que vamos buscando ellos la encuentran en nosotros. Algunas veces nos
miran de arriba a abajo con superioridad. Otras, por el contrario, nos
animan a participar en lo que están haciendo, ya sean bailes, tai-chi,
juegos o lo que sea. Rara vez hemos sido Eva o Ricardo centro de su
atención, casi siempre son Martín y David los que les llaman la
atención. No parecen estar muy acostumbrados a ver niños rubitos con los
ojos azules ni tampoco que sean dos hermanos en un país donde está,
prácticamente, prohibido tener un segundo hijo.
Hace tanto que sacamos los billetes que ya ni nos acordábamos del viaje.
Habíamos mirado algunas cosas y planificado una especie de posible
itinerario. Unas ideas sólo, porque nos gusta dejar que el propio viaje
vaya surgiendo. Darle al viaje la oportunidad de cambiar, de ir
decidiendo por si mismo el camino que tomará. Esto nos permite cambiar
de planes sobre la marcha, también hacer caso a los viajeros que sobre
el terreno nos cuentan cosas que han visto y que les han gustado o por
el contrario que no les han parecido interesantes.
Con ganas ya de empezar y mucha ilusión encaramos las 14 horas de vuelo que nos esperan. Eva se ha dado una vuelta por el aeropuerto y ha comprado a los niños unas peonzas. Una idea de última hora que tendrá a los niños entretenidos varios días. Llevamos varios días levantándonos pronto, por aquello de irnos adaptando al cambio horario, ya que en China son 6 horas menos que en Madrid. Queremos intentar dormir algo en el avión, para llegar a Beijing lo más frescos posibles. Se nos hace difícil pues en el avión cada uno tenemos un DVD con bastantes películas y series a nuestra disposición, así que los niños están nerviositos y sólo quieren ver películas y cosas. Aún así después de la cena conseguimos que se duerman. David se ha tumbado en el suelo, a nuestros pies, en una colchoneta que traemos sólo para eso. Martín tiene dos asientos y los pies encima nuestros. Una hora nos dura esto pues debido a que hay bastantes turbulencias a David le hacen subirse a un asiento (el azafato ha pasado dos veces, la segunda con una linterna y nos ha pillado). Para David no es un problema pues sigue durmiendo en el asiento tan a gusto. Los demás no, nos hemos desvelado y ya no ha habido manera de dormir.
Al aterrizar en Beijing empezamos nuestra pequeña cruzada con la
Gripe A. Eva se ha traído el Dalsi y un termómetro por si alguno empieza
a toser para hacerle bajar la fiebre rápidamente. Tenemos que quedarnos
sentados en nuestros asientos hasta que aparecen unos operarios por el
pasillo que van con una mascarilla y unas gafas como las que salen en
las películas catastrofistas. Tienen una especie de pistola con la que
te apuntan a la frente para tomarte la temperatura, lo van haciendo a
todo el avión, de uno en uno. Si alguien tiene algo de fiebre le hacen
ponerse en pie y continúan con los demás para luego revisarle. Unas
filas antes de la nuestra han levantado a un chaval chino, que tiene una
cara entre miedo, terror e incredulidad. Mucha tensión en el ambiente y
suspiros de alivio cuando la pistolita no detecta que tengamos fiebre.
Al chico chino le han mirado de nuevo y le dejan sentarse. No acaba aquí
el tema pues al salir del avión y ya caminando pasamos por un escáner
de temperatura de nuevo. Además todos los trabajadores en el aeropuerto
van con mascarilla y nos tratan como si fuéramos armas biológicas en
potencia. Un control sanitario más y el de los pasaportes tenemos que
pasar antes de poder ir, por fin, a recoger nuestras maletas. A nosotros
nos vienen las dos que llevamos enseguida, no así a unas chicas de
Sevilla a las que les han perdido una y a las que ayudamos un poco con
el inglés a hacer la reclamación. Empezamos a descubrir que hablar en
inglés no va a ser fácil, pronuncian muy, muy raro y nos cuesta mucho
hacernos entender.
Beijing
En el hotel que tenemos reservado aún es más difícil entender el inglés que hablan. Conseguimos entenderles porque al fin y al cabo es un hotel, tenemos una habitación y tenemos que pagar una fianza. Dejamos las cosas y vamos a comer, queremos hacerlo cerca del hotel para luego relajarnos un rato. Nos metemos en un Hutong, que es un barrio de casas bajas, muy humilde, donde vive la gente de pocos recursos y donde puedes encontrar cualquier cosa pues la gente vive en la calle. Hemos entrado a comer a un lugar de comida rápida china. Los platos están escritos en chino y la mirada de incredulidad de la chica que nos atiende tras la barra cuando le hablamos en inglés nos dice que no debemos esforzarnos más en hablar. Así que pedimos tres platos señalando a los que está comiendo la gente. No está mal, por 5 euros que nos cuesta la comida de los cuatro.
La plaza de Tianan’men es la más grande del mundo. Son como 4 estadios puestos uno al lado de otro. Es tan grande que ni siquiera lo percibes estando dentro de ella. Muchos chinos están allí, muy cerca de un palo con una bandera china. Están esperando algo, nos imaginamos que la recogida de la bandera o algo así. Un buen rato más tarde han salido unos militares de la Ciudad Prohibida y la han retirado. En ese espacio de tiempo han cortado el tráfico de la plaza y nos hemos quedado atrapados pues hasta que no ha terminado no hemos podido salir de allí. Empezamos a ver como se hacen las cosas en China, se corta la calle y lo que haga falta, la gente no es importante.
Nuestra mala experiencia en china la vivimos este primer día. Luego no tendremos ningún problema más y poco a poco nos sentiremos más cómodos. Estamos buscando un taxi para ir a cenar a un sitio donde ponen Pato Laqueado, que es famoso en Beijing. Mientras estamos mirando la guía se nos acerca un bici-rickshaw (personas que llevan un carrito enganchado a una bici y que funcionan como taxis). Nos pregunta si queremos ir a un restaurante y al decirle que queremos ir a uno nos hace un gesto como un pato. Nos alegramos pues nos ha entendido a la primera y negociamos con él el ir allí. El sitio que estamos buscando está cerca, así que cuando nos dice un precio bajo 3 yuanes (30 céntimos), nos parece que está bien, pues tampoco sabemos cuanto cuestan estos transportes. Subimos los 4 y el hombre empieza a hablar por teléfono, un poco más adelante para junto a otro rickshaw y nos dicen que vayamos dos con cada uno, que tiene que ser así porque vamos a ir por una vía rápida. Nos parece bien y montamos uno con cada niño. Estos van encantados en este transporte incluso van medio echando una carrera. Al llegar al restaurante, no lo hacen por una calle principal sino por una secundaria que está poco iluminada y paran un poco lejos, en la parte oscura. Nos bajamos y empiezan a decirnos que les tenemos que pagar 300 yuanes (30 euros), que en vez de yuanes nos habían dicho otro nombre (no era así, dijímos yuanes claramente) y además para que no haya dudas traen un folleto publicitario donde viene el número (300 yuanes). Empezamos a discutir con ellos (son dos tíos bastante grandes), pero les decimos que no, que no les damos ese dinero. Todos estamos asustados, sobre todo los niños, mientras yo discuto con ellos y me pongo en medio, Eva va tirando de los niños hacia la luz, y yo también voy hacia allí. Me dan un par de empujones, pero no entro al trapo, lo que queremos es acercarnos hacia la luz y hacia la gente. Empezamos a decir que llamamPolígono Julián Camarillo, Calle de Albarracín,]os a la policia y aunque siguen protestando, saben que han perdido la partida, ya estamos en la zona iluminada y hay gente por allí. Los niños no han acabado de entender que pasaba, David estaba muy asustado y se escondía detrás de un coche, mientras Martín estaba a mi lado curioso y recogiendo el dinero (los 3 yuanes que habíamos acordado más otros 3 que les queríamos dar por ser dos) del suelo. Eva está tratando de quitarlos de en medio y llevárselos hacia la luz además de intentar guiarme a mi hacia allí. Yo ni me he enterado, pero uno de ellos se ha crujido los nudillos de manera amenazadora. Con bastante susto pero ilesos entramos en el restaurante que resulta que es muy lujoso y no es lo que queremos. Así que hemos vuelto a salir y tomamos un taxi pues no queremos tener más complicaciones con los de las bicis, aunque con el propósito de más adelante coger alguna bici de estas para que los niños vean que no hay problema.
Al día siguiente queremos ir a visitar la Gran Muralla, sin duda una de las principales razones por las que hemos venido a China. Tanto los niños como nosotros tenemos muchísima ilusión por verla. Ayer estuvimos intentando negociar con algún taxista para que nos llevara, pero no encontramos ninguno. Esta mañana al ir a desayunar unos taxistas se han ofrecido a llevarnos, hemos negociado y llegado a un acuerdo, pero no nos ha acabado de convencer el tema, quizás influidos por lo que nos pasó anoche. Hemos decidido ir en una excursión oficial que sale de una de las esquinas de la plaza de Tiannan’men, así que para allá que nos vamos. Al llegar nuestro turno para comprar los billetes la chica nos pide el pasaporte, nos dice que no podemos ir. “¿,Como que no podemos ir?”, nos señala un papel pegado al cristal. Allí dice que para poder ir a la Gran Muralla hay que llevar al menos 7 días en el país. Y el motivo es para evitar el contagio de la Gripe A Nos parece un poco estúpido, no podemos ir a la Gran Muralla pero podemos contagiar a toda la población de Beijing. Y más aún, no podemos ir en la excursión oficial pero si podemos hacerlo por nuestra cuenta
Pues ya que estamos aquí visitaremos la Ciudad Prohibida. Esta era
la residencia del emperador, que se construyo siguiendo patrones
taoístas y de filosofía Zen. Como que tiene que estar orientada al sur.
Que por el norte tiene que tener una colina para protegerla de los
vientos, colina que se construyó artificialmente trasladando tierras
para ello. También que tiene que circular un río que entre por el este y
dirigiéndose hacia el sur acabe llevándose las impurezas por el oeste.
Para entrar en la Ciudad Prohibida hay que pasar un buen número de
puertas, las primeras se encuentran más allá de la plaza de Tianan’men
que también formaba parte de la residencia del emperador. Imaginamos que
serían patios donde formarían los ejércitos para que el emperador
pasara revista. La entrada a la Ciudad Prohibida se hace por la puerta
donde está la foto de Mao. Se cruza un pequeño puente antes de acceder a
la puerta. En este lugar estamos nosotros cuatro rodeados de un millar
de chinos, es como un atasco de personas. Las taquillas están un par de
patios más allá, a esta parte se puede entrar sin pagar.
Una vez dentro
continuamos pasando por más patios de diferentes tamaños, en muchos de
ellos hay una estancia situada en el centro donde el emperador recibía a
diferentes personalidades. Según fuera de importante el trono era más
grande o más modesto. Todas estas estancias son puertas y tienen nombres
grandilocuentes (Puerta de la Pureza Celestial, Puerta de la Armonia
Imperial, Puerta de la Bravura Divina…). Los niños siguen una especie de
rutina muy simple, según entran en el patio dicen “Ala, que bonito” y
comienzan a tirar la peonza hasta que llegamos a la puerta con el trono.
Miramos desde fuera la estancia haciéndonos fuertes entre un montón de
chinos que también quieren mirar dentro y dicen “Qué trono más chulo!”
antes de proseguir con las peonzas. Cada poco rato unos chinos piden a
uno de los niños, casi siempre David, que se haga una foto con ellos,
como estrellas del rock’n’roll sonrien para la foto y continuan con su
peonza. Así vamos pasando los sucesivos patios y también recorremos las
estancias laterales donde estaban las habitaciones y lugares de estudio
del emperador y de su corte. En estas estancias no se puede entrar, a
duras penas se consigue ver algo a través de unos cristales llenos de
suciedad, o no los limpian o es imposible tenerlos limpios con tanta
gente pegando la nariz en ellos. Pasados los patios y estancias, un
jardín es la parte final de la Ciudad Prohibida. Se sale por la parte de
atrás, menos mal pues si tenemos que volver por donde hemos venido
tardaríamos una hora o más.
Detrás de la Ciudad Prohibida hay una colina, dentro del parque de Jingshan. Allí nos dirigimos después de comer pues nos ha parecido que tiene que haber muy buenas vistas. Los chinos hacen su vida en los parques, en ellos puedes encontrarte a gente bailando, o volando cometas, o cantando ópera, o escribiendo en el suelo con un pincel que mojan en el agua, o haciendo gimnasia en aparatos, o enfermos de un hospital cercano (con el pijama del hospital) que están paseando, o jugando a juegos de mesa, o cantando con un karaoke portátil que uno de ellos lleva, o jugando a pasarse con el pie una cosa con plumas y unas chapas para que pese más de un lado. A este último juego nos invitaron a jugar y estuvimos un buen rato intentando hacerlo bien. Como veían que no se nos daba demasiado bien, nos dejan una de estas plumas y ellos juegan con otra. Los niños quieren que les compremos una enseguida, claro.
Las vistas desde arriba son espectaculares. A nuestros pies se extiende, enorme, la Ciudad Prohibida. Como hay mucha calima no vemos bien los primeros edificios, los demás se perciben a lo lejos. Durante la subida hemos ido pasando por varias puertas y pérgolas y en la parte más alta hay un templo budista. Las escaleras están llenas de gente mirando hacia la Ciudad Prohibida. Ha empezado a llover y nos hemos tenido que refugiar en la entrada al parque junto con unos cuantos chinos que estaban cantando ópera. Eva se ha puesto a cantar haciéndole a un chino la réplica de lo que canta y la gente ha empezado a hacer coro, todos nos hemos reído mucho.
El Templo del Cielo es el lugar donde iba el emperador una vez al año a pedir por buenas cosechas para su pueblo. Como el taxista nos ha dejado en la parte norte, lo visitaremos en sentido contrario a como lo hacia el emperador, que entraba por la puerta sur, como mandan los cánones taoístas. Creo que esta será la visita que haremos acompañados de menos gente, en vez de miles de chinos sólo hay cientos. Además como el recinto es muy grande y está rodeado de un parque pues nos parecerá que hay poca gente. El Templo del Cielo es un edificio redondo (simboliza el cielo) que se encuentra sobre una plataforma cuadrada (que viene a ser la tierra). Este edificio se construyó sin utilizar clavos ni ningún tipo de ataduras. Está encajado como si de un puzzle tridimensional se tratara. Aunque ha ardido varias veces, su componente principal es la madera, ha sido reconstruido siguiendo el mismo esquema de su construcción. Tanto el interior como los aleros están decorados con pinturas de vivos colores predominando azules, dorados y rojos. El segundo edificio de este complejo se llama el del muro del Eco y está construido enteramente de ladrillo. Visto el primero este no es tan espectacular. Lo más curioso es que está rodeado de un muro circular (la base también es cuadrada) de ladrillo que tiene la particularidad de que si hablas en dirección a la pared el sonido se propaga a través de esta y puedes escucharlo en otro punto. Lo malo es que como hay más gente hablando por esta especie de teléfono antiguo, se producen interferencia y sólo escuchas bien a quien está más cerca. David y yo nos hemos pasado un rato diciéndole a Martín que nos hablara, que no tuviera vergüenza y resultaba que si estaba hablando, que no le oíamos porque había conversaciones de chinos entre nosotros. El tercer complejo es donde el emperador hacía las ofrendas que se quemaban en una pira. Lo más curioso es que está construido con múltiplos del número 9.
Tomar un tren es algo que puede ser fácil o difícil, en China casi siempre es difícil. La estación está bastante lejos del centro así que tomamos un taxi. Al llegar hay muchísimos coches intentando acceder y luego muchísima gente para entrar a la estación. Como encima hay que pasar un control de seguridad pues el atasco es grande. Como hemos leído que encontrar tu tren y luego entrar en él lleva bastante tiempo, andamos un poco agobiados con el tiempo que perdemos para entrar. Pero, nada de eso, todo nos resultará facilísimo. Nada más pasar los controles hay unos señores con una camiseta roja y un carrito, decidimos que nos lleven las maletas y a nosotros para que sea más fácil. El precio es fijo y se paga en un mostrador que hay allí cerca. Luego sólo tendremos que seguir al hombre con el carrito por toda la estación. El hombre no sólo se encarga de llevar el carro, sino que va pendiente de nosotros y nos va indicando por donde tenemos que ir. Cuando llegamos a la sala de “embarque” al tren, vemos que hay muchísima cola para entrar. El hombre del carrito se dirige a un lateral y pasa por detrás de las empleadas sin esperar nada de cola, ¡qué bien! Por último nos deja en la puerta de nuestro vagón.
Bueno, en realidad, de nuestros vagones pues estamos separados. Al
comprar los billetes nos dijeron que tendríamos que estar dos y dos, lo
que no imaginábamos es que encima estuviéramos en vagones diferentes.
Así que nos ponemos manos a la obra y comenzaremos a desarrollar una
técnica que nos ha venido muy bien en todo el viaje, puesto que en todos
los traslados nos han puesto separados, la mayoría de las veces 3
juntos y otro sólo. La técnica consiste en que los niños pongan cara de
pena y nosotros empecemos a decir que somos una familia y que nos han
separado…., todo esto, claro, buscando primero a alguien que hable algo
de inglés. Encima cambiar la plaza no es tan fácil puesto que el precio
varia si son las literas de abajo, las del medio o las de arriba. Y
encima en cada vagón hay un revisor que se queda con tu billete y te da
una ficha. Así que hemos tenido que buscar a dos personas que tuvieran
las mismas literas que nosotros, que no fueran con nadie más y que no
les importara cambiarse, además de hacer el cambio con los billetes que
ya habíamos entregado a los revisores. ¡Y todo esto, antes de que
saliera el tren!
Pingyao
La noche ha sido un poco dura. Todavía no estamos acostumbrados al horario, sobre todo los niños. Encima tardan muchísimo en apagar las luces y la gente no para de hablar. Cuando por fin está todo en silencio y las luces apagadas, resulta que hay gente que ronca. Los niños, que encima tienen ganas de juerga, son incapaces de pegar ojo. Con lo que ni han dormido ellos ni han dormido los que estaban cerca porque no han parado ni de hablar ni de bajarse de las literas. A las 5 a.m. ya es de día y un poquito más tarde llegamos a Pingyao. Ha debido llover esta noche pues el suelo está muy mojado. A la salida de la estación un hombre nos ofrece hotel, que es además al que queremos ir. Es increible el hombre ha dejado su motocarro en medio de un enorme charco, en vez de dejarlo en alguna parte seca… El hostel nos parece bien, es una casa tradicional con un patio muy bonito. Nos dan una habitación familiar que consiste en una cama enorme donde dormiremos los 4 y alguno más habría cabido. Como es muy temprano dormimos un rato antes de ponernos en marcha.
Unos huevos fritos y una tortilla con tomate de desayuno nos ponen
en marcha. Pingyao es una ciudad medieval que no ha perdido nada de
encanto y que está muy bien conservada. Nos dirigimos a la muralla pues
los niños quieren subir por ella. Antes sacamos la correspondiente
entrada que en este lugar tiene la ventaja de que sirve para visitar
todos los puntos de interés. Los niños van encantados por la parte de
arriba de la muralla, no paran de jugar ni de imaginarse cosas.
Además la vista de las callejuelas desde arriba es muy
chula. Si hubiera sido por ellos todavía estábamos recorriendo la
muralla. Cuando hemos visto que todo era más o menos igual nos hemos
bajado y recorremos unos cuantos callejones, entrando en todas las
puertas que están abiertas, la mayoría son patios de viviendas humildes.
Entramos a una de las casas tradicionales que se pueden visitar por la
parte de atrás, es tan grande que la han reutilizado para celebrar
espectáculos. Alguien está ensayando unos bailes dentro. Siguiendo
varios patios vamos pasando a distintas dependencias hasta llegar a un
recinto muy grande donde hay un templo taoista. Unos monjes bromean con
los niños preguntándoles si les gusta el kong-fu, lo hacen con gestos
¡claro! Fuera hay enormes barras de incienso que los fieles han colocado
en una pila frente a la puerta principal. También las barandillas
exteriores están llenas de colgantes de color rojo (el mismo que el de
las barras de incienso). En el interior hay figuras grandes y grotescas
que representan divinidades taoístas. Comenzamos a visitar más casas
tradicionales ya no tan grandes y con más aspecto de casas. La entrada
es una estancia pequeña que suele conducir al primer patio, desde el
cual se accede a sucesivos patios dependiendo del tamaño de la casa.
Estos patios tienen las habitaciones y cuartos dispuestos a ambos lados.
Farolillos rojos, plantas y bonsais dan un precioso colorido a estos
lugares, contrastando con el color marrón oscuro de la madera con la que
están construidas las edificaciones. No son muy altas, uno o dos pisos.
Por lo menos visitaremos veinte de estas viviendas, quedándonos más sin
visitar. Suelen ser muy similares aunque siempre se encuentra algo
distinto en cada una de ellas. Una es una especie de academia de policia
donde hay un lugar para entrenar con pesas de piedras y sacos colgados.
En otras hay ídolos y en una han puesto unas dianas para que los
turistas disparemos con una ballesta y con un arco, previo pago de una
módica cantidad, claro.
Dos calles centrales cruzan la ciudad, una que va de norte a sur y
otra de este a oeste. Más o menos en el cruce de estas calles hay una
torre central. Estas calles están llenas de tiendas y de hoteles para
turistas. También, de vez en cuando, alguna casa tradicional para
visitar. Como hemos visto una pizzería que tenía buena pinta, decidimos
cenar en ella por darnos un respiro con la comida china. En ella están
unos chicos de Vizcaya con los que acabaremos cenando juntos y nos
volveremos a ver en Xi’an, son Laura, Yulen y Viso. No hemos parado de
rajar y de contarnos planes y cosas que nos han pasado. Ellos están
haciendo tiempo pues toman el tren para Xi’an esta noche, nosotros
iremos en autobús. La del hotel nos ha dicho que es la mejor opción, que
se tardan sólo 6 horas, en tren son bastantes más. Tiene montado un
sistema curioso, un motocarro te recoge en el hotel y te lleva hasta una
autopista donde hay un autobús esperando a que te subas para continuar
viaje hasta Xi’an.
Xi’an
Ya en Xi’an no tenemos suerte con el hostel que queremos pues está bastante lleno, nos ofrecen habitaciones separadas que no nos convencen. Tras un par de vueltas y ver algún sitio que no nos ha gustado y alguno donde ya no había sitio, acabamos entrando en un hotel de chinos que está muy cerca de la Torre de la Campana que es más o menos el centro de la ciudad. Todas las habitaciones que hemos visto a lo largo del viaje, por modestas que sean, tendrán aire acondicionado obligatorio dado el calor que hace. En un sitio cercano cenamos de maravilla un pescado que te lo traen como si estuviera entero pero a la vez partido en trocitos y preparado para comerlo sin tener que quitar ninguna espina. Tardan tan poco en traer las comidas que bromeamos con que en la cocina hay 1.000 chinos esperando con el cuchillo preparado y en cuanto llega el pedido todos se ponen a trabajar rápidamente. Comer con palillos no es un problema salvo para David, que usará las cucharas pequeñas que suelen poner con el arroz o un tenedor que hemos traido por si acaso.
Una de las primeras cosas que dijeron los niños al hablar de venir a China era que querían ver los Guerreros de Terracota. Si en China hay muchos chinos este yacimiento no va a ser menos. Son tantos guerreros los que hay enterrados que no tienen ni dinero ni medios para desenterrarlos todos, además de que así es más fácil conservarlos. Y son tantos los que hay desenterrados que nos hacen olvidarnos de los “tres millones” de chinos que compartirán la visita con nosotros. Nos hemos levantado con la tarea de buscar donde podemos desayunar. Tras mirar un poco nos hemos decidido por comprar cosas en una tienda y comer en un parque. También hemos aprovechado para llevar la ropa a una lavandería cercana y nos ha salido fatal pues nos la han lavado mal y además nos ha costado un montón, no hemos sabido regatear y por no perder más tiempo hemos aceptado un precio alto. El yacimiento se encuentra a unos cuantos kilómetros de la ciudad, muchos taxis se ofrecen a llevarnos, preferimos ir en un autobús que sale de la puerta Este de la ciudad y que hace el recorrido de todo lo que hay que visitar en esa dirección.
Hace muchísimo calor mientras vamos caminando desde donde nos ha dejado el bus hasta la entrada al yacimiento al que sólo se puede acceder en coche eléctrico o a patita. Nos lo tomamos con mucha calma, nos informamos bien de donde están los pabellones y nos ponemos a hablar con unos españoles que llevan un guia chino y que ya han acabado la visita. Han venido con la escusa del eclipse que se verá en esta zona el día 22. En estas estamos cuando aparecen los vizcaínos de Pingyao. Los niños enseguida se abrazan a ellos pues se encontraron muy a gusto. Hacemos la visita tal y como dice la guía, empezando por lo último y acabando por lo primero, es decir dejando lo más espectacular para el final. El primer pabellón son los carros y caballos de bronce que se han rescatado. Están muy bien pero no nos dicen mucho aún, ya que están dentro de unas vitrinas y podrían estar sacados de cualquier lado. El segundo pabellón ya empieza a ser más interesante… en esta ya hay escavaciones de verdad.
En un nivél inferior al que nos encontramos se encuentran las que parecen ser eran las estancias de los oficiales del ejercito. Unos anchos muros delimitan las formaciones de guerreros que se encuentran todos mirando en la misma dirección. Lo primero que vemos son unas figuras que se encuentran detrás de unos caballos con un vacio en medio. En él, parece ser, que había un carro de madera que se ha podrido hace ya muchos años. A mi por lo menos pronto se me olvida lo que me queda por ver, me parece alucinante ver ahí esas figuras inmóviles, que parece que van a cobrar vida en un momento, como en las películas.
El siguiente pabellón nos sorprende porque es más grande que este y además no hay figuras desenterradas. Al contrario, esta sería una muestra de como se han encontrado el yacimiento. se puede ver perfectamente los muros que delimitaban las filas de guerreros y, entre estos, las figuras de los guerreros tapadas por una amplia capa de arena. Se ven protuberancias que nos indican que debajo se encuentran las cabezas de los guerreros. En esta sala también hay varias vitrinas con guerreros expuestos para que los podamos ver más cerca. Pronto nos llama la atención el sorprendente detalle con el que estaban realizados. Parece ser que no hay dos guerreros iguales, que todas las caras son distintas. Nos imaginamos que han utilizado modelos de verdad para hacer los moldes con los que después construyeron las figuras. Se pueden apreciar los detalles de las vestimentas e incluso los cordones y el nudo que atan sus zapatos. En uno de ellos se conservan aún restos de pintura que ha ido desapareciendo de los demás con el paso del tiempo. Una de las figuras expuestas es un caballo del que la primera reacción es apartarse pues parece que va a salir galopando sobre nosotros.
El último pabellón es el más grande. Será como un campo de fútbol más o menos. Al principio no tienes mucha idea de donde estás porque la luz es diferente a la de los otros pabellones, es más blanca o azulada no sabría decirlo. Pronto te das cuenta de lo que estás contemplando. Varias hileras enormes llenas de figuras en pie. Nos da la impresión de encontrarnos frente a un ejercito preparado para aplastarnos. La visita se hace alrededor, como si estuvieramos recorriendo el campo de fútbol por fuera. Como hemos entrado de frente a los guerreros al girar vemos que estos se encuentran todos formados frente a una especie de puerta. Parece ser que están así porque por ahí aparecería el Emperador en la “otra vida” para despertarles y así tener a su ejercito y sirvientes de nuevo. Impresionados por lo que hemos visto nos salimos fuera a comer una fruta. Estamos sentados a la sombra huyendo del calor, rápidamente aparecen un par de vendedores de figurillas de guerreros. Nosotros no estamos interesados pues pensamos comprar cosas más adelante. Nos dicen un precio de 10 y ellos mismos empiezan a bajar. Al llegar los vascos se dirigen a ellos pues parecen hacerles más caso. Pronto descubrimos que el precio de 10 no es por la caja que nos están ofreciendo sino por cada una de las 5 o 6 figuras que vienen, o sea que serían 50 yuanes. Yulen, creo, compra una caja a un precio mucho más bajo, creo que 20. Y cuando nos estamos marchando, los propios vendedores siguen bajando por debajo del precio que han pagado ellos obligándonos a comprarles una caja para los niños que no dicen nada pero están deseando tener una.
Tras comer con nuestros amigos, nos volvemos a la ciudad. Nos separamos con la idea de ir a la Pagoda del Gran Ganso, a ver el espectáculo de luces y agua que hay allí. Pensábamos que nos podríamos ver allí. Misión prácticamente imposible pues es de noche y como cualquier otro lugar turístico está lleno, repleto, colapsado de chinos. La Pagoda nos pareció más bonita esta mañana de lejos. Tan de cerca no parece demasiado interesante. Cuando empieza el espectáculo de las luces y el agua no estamos bien situados así que nos subimos a los bancos, enseguida ha llegado un policía vestido de blanco impoluto a decírnos que nos bajáramos. Más o menos lo hemos visto bien un rato, aunque no nos ha parecido gran cosa y como todos estábamos cansados nos hemos ido antes de que acabaran.
Hoy vamos a desayunar al hostel donde están los vascos que es al primero que intentamos ir y que no había sitio. Hemos venido atraídos por lo que nos contaron ellos ayer. El desayuno es occidental, destacando las tostadas francesas con sirope de chocolate que han encantado a los niños.
Nos gusta viajar con la Lonely Planet, pensamos que es una de las
mejores guías para hacerlo del modo en que viajamos nosotros. Pero la de
China nos ha defraudado un poco. Sobre todo en lo que a las cosas que
se pueden visitar se refiere. Lo que peor nos ha sentado ha sido lo del
Tang Paradise al que hemos venido en Xi’an.
Según
la guía es un parque “tipo Disney”. Quizás estemos equivocados, pero
para nosotros un parque tipo disney es un lugar ambientado en algo con
atracciones y espectáculos. Por darles una tregua a los niños hemos
decidido ir a pasar el día, con la idea de montarnos en todas las
atracciones chinas que se nos pongan por delante. En la entrada hay las
fuentes de agua que suele haber en todos estos parques y en las que los
niños se empapan jugando. La entrada es similar a la de cualquier otro
parque y encima nos recibe una especie de grupo con banderas y música
vestidos como se supone que lo hacían en la época de la dinastía Tang.
Comenzamos a andar en busca de las atracciones, aunque
desde aquí sólo podemos ver un enorme lago con barcas de remos y carpas
de vivos colores. Estás serán las únicas atracciones que hay! Damos un paseo cada vez más decepcionados pues no
hay nada que nos resulte interesante. Lo único bueno que hemos sacado de
este lugar es una conversación con unos jóvenes estudiantes que hablan
relativamente bien en inglés. Pensábamos estar todo el día pero, visto
lo visto, nos vamos a la ciudad para recorrer el barrio musulmán.
Este se parece a cualquier barrio musulmán de cualquier ciudad
árabe. Con la única diferencia de los rasgos de la gente, que son
chinos. Por lo demás, callejuelas estrechas llenas de puestos y de gente
y vehículos pasando por ellas. David ha tenido mala suerte con la
comida, en cuanto ha visto unas brochetas en una brasa, ha dicho que las
quería, y aunque le hemos dicho que no picaran por los niños no ha
servido de nada. El callejón por el que se accede a la mezquita está
lleno de puestos para turistas, venden camisetas, relojes, palillos…
Según
pasamos nos ofrecen de todo, sobre todo a los niños. La mezquita es un
lugar curioso, muy parecido a las casas tradicionales que visitamos en
Pingyao. Más parece un lugar chino que musulman, los techos y las casas
son como el resto de las casas chinas. Lo que es más estraño, hay
figuras de animales que se encuentran prohibidas por el corán y no
habíamos visto nunca en ningún país árabe. A la mezquita propiamente
dicha no podemos entrar, sólo si fueramos musulmanes podríamos hacerlo.
Encontrar un sitio para conectarse a internet puede ser una dura tarea. Lo primero no hay muchos y lo más importante, como le dices tu a un chino que buscas un ciber-café. Y más aún si sabes como decírselo y lo haces, como entiendes lo que te está diciendo? Y ya para colmo si encima entiendes lo que te está diciendo y vas a donde te dice, como reconoces que es un ciber? Eso nos ha pasado hoy. Tras preguntar a varias personas (incluidas dos chicas de la oficina de turismo), dar un buen número de vueltas y más de una hora de búsqueda, hemos descubierto que el ciber se encontraba en la segunda planta de una enorme sala de juegos. Para no tener problemas coneste tema,hemos visto que lo mejor es alojarse en hostels que suelen tener ordenadores con internet gratuitos. Y mejor aún llevarse un portátil con wifi que también es gratuito en los hostels.
Aunque en un principio no pensábamos tomar ningún avión, el hecho de
que el viaje a Chengdu son 14 horas en tren por 2 en avión, nos ha
decidido a cambiar de idea. Además el precio es casi el mismo o incluso
más caro si consiguiéramos literas blandas para los cuatro. También hoy
hemos ido a desayunar al hostel, además nos viene muy bien porque está
junto a la muralla que queremos recorrer en bicicleta antes de ir al
aeropuerto. Si, efectivamente, recorrer una muralla en bicicleta y por
la parte de arriba. Las bicicletas son medio regulares pero no se
necesita mucho para hacer este recorrido por un suelo de baldosas en
bastante buen estado. Como no hay bicis pequeñas Eva y David compartirán
un tándem. El alquiler vale para 100 minutos, 1h40. Tiempo suficiente
si no te entretienes demasiado para dar la vuelta completa a la parte
amurallada de la ciudad.
Nos ha
gustado mucho el recorrido, pues hay numerosas torres en las que hay
artilugios que se usaban para la defensa de la ciudad o para hacer
trabajos. Además todo el camino está lleno de farolillos y de puntos
desde los que se tiene una buena vista. Nos llama la atención modernos
rascacielos que tienen una especie de casa tradicional en la parte de
arriba. Parece que el china ha abandonado las construcciones cuadradas
de estilo comunista y busca mezclar tradición y modernidad. El
aeropuerto de Xi’an está en Toledo, es decir a 70 kilómetros de la
ciudad. Hemos tardado casi una hora en llegar pasando bastantes
autopistas y el taxi nos ha costado 100 yuanes (unos11 Euros), incluidos
los peajes.
Durante la preparación del viaje nos surgió una duda: ¿vamos a ver a
los Osos Panda? Para ello teníamos que ir a Chengdu que, en principio,
estaba un poco fuera de nuestro recorrido. Como no sabíamos que hacer se
lo dijimos a los niños para que tomaran ellos la decisión. Por separado
y sin dudarlo dijeron que querían ir. Un tiempo más adelante fuimos al
zoo de Madrid y vimos los dos Osos Panda que allí hay. Volvieron a
surgirnos las dudas de si merecería la pena ir para verlos, pero como ya
los niños habían tomado una decisión nos dijimos: adelante con ella.
Chengdu
Hay que madrugar mucho para ir a ver a los Osos Panda y como además no estamos seguros de poder tomar un taxi a esas horas, nos hemos apuntado a la excursión que organiza el hostel. Martín y Eva no han pasado una buena noche. ya que Martín tiene un poco de diarrea. Visitará a los Osos Panda agarrado a una botella de suero que le hemos preparado. La reserva donde están los Pandas está en las afueras de la ciudad. Resulta curioso entrar en ella, tienes la sensación de entrar en otro mundo ya que apenas unos metros más atrás se han quedado el ruido de coches, motos y camiones. Nada más franquear la entrada nos encontramos en otro mundo, mucho más tranquilo, relajado y natural. Da la impresión de que el bosque empieza aquí y se extiende interminablemente. Comenzamos viendo unos Pandas adultos que están dormitando en distintas plataformas dispuestas en los árboles o en el suelo. Aunque nos recuerda algo a los que hay en el zoo, es muy distinto. El entorno en el que se encuentran parece mucho más natural, menos forzado. Además los chinos adoran a estos animales, se les nota en las expresiones de sus caras cuando el animal se mueve. Muchos han traido a sus padres o madres ancianos para que puedan verlos.
Los Pandas Rojos son mucho más pequeños, como gatos grandes. Además tienen una larga cola parecida a la de un zorro. Estos son mucho más activos que los otros Pandas y se mueven bastante. El lugar donde están las crias de Osos Panda ha sido el que más nos ha gustado, el que ha hecho que todo haya merecido la pena. Estos son mucho más activos que los adultos, más aún que los Pandas Rojos. Salvo alguno que dormita en una plataforma el resto no para de hacer cosas… Uno, por ejemplo, se sube a una especie de tobogán en la pared y cae resbalando. Los más graciosos son tres que no paran de jugar y de pelearse (en broma) entre si. Sobre todo dos de ellos no paran de perseguirse y hacerse travesuras, el tercero aparece de vez en cuando a meter cizaña a los otros dos.
Para pasar la tarde vamos a un parque cercano que es donde más
suelen hacer la vida los chinos. Estamos dando una vuelta cuando vemos a
un grupo bailando. Nos acercamos Eva y Ricardo mientras los niños se
quedan, al lado, viendo jugar al badminton. Cuando nos vamos a ir una
mujer toma a Eva del brazo y le dice que baile con ella (bueno, se lo ha
dicho en chino claro, eso es lo que hemos entendido).
Apenas
si hay cuatro parejas bailando con un estilo un poco salsero una música
china. Eva baila un poco con la mujer hasta que se acaba la canción. Un
hombre la saca a bailar y comienza a hacerla girar rápidamente como un
mal bailador de salsa que sólo sabe hacer girar a la chica. La gente
empieza a aplaudir y cuando nos damos cuenta ya nadie más está bailando…
la gente hace corro mirando a Eva. Al acabar la canción la señora le
dice a Eva que baile a su manera, Martín se anima a entrar con su madre y
se desata la locura. La gente está encantada les rodean por todos lados
y aplauden sus gestos. Ellos entregados bailan al estilo Travolta en
Pulp Fiction…
El hostel que hemos cogido en Chengdu está en una calle peatonal que
tiene mucho ambiente. Cuando llegamos un grupo de hombres y mujeres
están haciendo gimnasia en una plaza. También hemos visto a un hombre
con un frontal y unos palos llenos de algodones que está quitándole la
cera de los oidos a alguien. Como, por los audífonos, Ricardo suele
tener mucha cera en los oídos se ha decidido a probar. Ójala hicieran
esto en la seguridad social española, ha acabado diciendo que hacía
mucho que no oía tan bien, y con la sensación de tener los oidos
limpios.
Por la
noche nos quedamos por aquí a cenar. Aunque en un principio pensábamos
que los restaurantes estaban bien, nos hemos dado cuenta de que la
comida era un poco fuerte, parecia todo casquería, ranas y sapos. Además
le hemos pedido a la del hotel que nos escribiera “tortilla francesa”
en chino, para que la cene Martín. No ha habido manera de conseguir la
tortilla, nos hemos tenido que conformar con un guiso en el cual había
algo de unas verduras raras, un poco de casquería (vete a saber lo que
era) y como TRES KILOS de guindillas cayena.
Sin exagerar, ha sido imposible acabarlo. También hemos pedido unas
brochetas para David que estaban picantes también a pesar de haberle
intentado decir que no lo fueran. Chengdu tiene fama dentro de china
porque sus guindillas pican más y además ellos echan más en los platos.
David y Martín se han tenido que conformar con un plato de arroz.
Entre visitar el Buda más grande del mundo que está a 70km o la montaña taoista de Quingcheng Shan nos decidimos por la segunda. Primero porque estamos un poco cansados de ciudades y queremos visitar algo de campo o monte y segundo porque nos han dicho que hay enormes colas para acceder al buda. Antes de ir a la montaña hemos recorrido la ciudad buscando la Panda Card (tarjeta Panda) que cuesta 1 yuan y permite entrar gratis en cualquier sitio turístico de Chengdu. Puesto que las entradas a la montaña nos habrían costado más de 300 yuanes, la búsqueda ha merecido la pena. Lo malo ha sido encontrar un taxi después de comprar las tarjetas, nos hemos pasado dos horas buscando uno!! Hemos cambiado de lugar varias veces en busca de una mejor ubicación, ¡no había manera!
Los templos taoístas están diseminados a lo largo de una montaña. Según vas subiendo los vas visitando. Los más importantes son los que están arriba del todo, aunque no siempre serán los más bonitos. En Quingcheng Shan hay un templo precioso antes de entrar en el parque propiamente dicho. Una vez dentro comenzamos a subir escaleras. Todos los recorridos por montañas están perfectamente trazados con montones de escalones. A pesar de que estamos en la montaña el calor es asfisiante, siempre tenemos que llevar agua fresca encima, aunque en todos los sitios por muy altos que sean se pueden comprar. Eso si, pagando un poco más. Comenzamos a subir las escaleras con mucha decisión, estamos rodeados de árboles y el lugar es muy bonito. Un cartel nos indica que podemos tomar dos caminos, uno por el que se sube caminando hasta arriba en unas 3h u otro por el que podemos subir en teleférico. Decidimos ir andando aunque pronto nos damos la vuelta pues vemos que se nos hará muy tarde y no podremos llegar arriba. En todos los sitios que hay algo de subida hay un teléferico para que la gente pueda subir sin agotarse, también hay unas parihuelas en las que te suben a hombros dos hombres. Los precios de estas parihuelas se pueden ver en un cartel. El teleférico nos sube muy arriba, las vistas por él han sido muy chulas, además nos hemos pasado el viaje diciendo “Nijao” (hola) a los chinos que bajan. Muchos de ellos nos hacen fotos, como a seres extraños que somos. Aún nos queda un buen trecho de subida hasta el último templo. Iremos pasando por puertas chinas y por otros templos menores. Detrás de una puerta hay una barandilla llena de candados cerrados y colgados, los hay que parecen llevar muchos años. Los templos son muy bonitos por fuera, sin embargo dentro no son demasiado interesantes. Dentro suele haber figuras algo grotescas frente a las cuales la gente se arrodilla y prende una barrita de incienso. En algunos de estos templos hay budas, ya que en Asia no hay una sóla religión sino una mezcla o amalgama de ellas. En China la mezcla sería entre Taoismo, Confucionismo y Budismo, además del Laicísmo promovido por la revolución cultural de Mao.
Martín, David, Eva y Ricardo
Me ha encantado vuestra crónica, me ha hecho revivir mi ya remoto viaje de 3 semanas a China en 1984, realmente entonces me marcó, y produjo en mí una fascinación que a pesar del transcurrir del tiempo aún continua viva con respecto a ese país, sus gentes y su cultura.
ResponderEliminarDices que la gente todavía se sorprende de los turistas occidentales, pues imagínate hace 25 años, su sorpresa y curiosidad por otros seres humanos diferentes, que por entonces comenzaban a visitar el país con relativa frecuencia.
Detalles tan singulares, como: la lecturas comunales de la prensa diaria, esto es, filas interminables de chinos leyendo el periódico hoja por hoja expuesto en la pared, la forma de sentarse sobre sus pies sin apoyar el culo, la infinidad de bicicletas, y carretas variopintas transitando por sus calles, los niños bebes con agujeros en sus ropas para facilitar el defecar u orinar en cualquier sitio, los ejercicios matutinos de Tai Chi, los chinos escupiendo con total naturalidad en la vía pública y sobre todo chinos por doquier, hasta en la sopa, a propósito de sopa, también me sorprendió la costumbre de finalizar las comidas con la sopa.
Por lo que contáis las principales ciudades han seguido creciendo sin parar y la picardía occidental se ha instalado en las costumbres de los chinos, la evolución humana tristemente todo lo contamina, es un lamentable precio que estamos pagando.
No se si habéis visitado Hang Zhou, antigua capital del imperio, ciudad maravillosa en torno al Lago del Oeste y verdadero paraíso terrenal, donde al atardecer o al amanecer parece haberse detenido el tiempo, de ser así, por favor, contar vuestra impresión y de haber fotos, por favor, publicarlas.
El haber ido con los chicos, ha sido un gran acierto, será un viaje inolvidable para toda su vida, y un consejo, de tener oportunidad, tratar de que aprendan el idioma chino, es una inversión de futuro y además un acercamiento a una cultura y filosofía ancestral y maravillosa. Yo hace dos o tres años empecé las clases de chino mandarín, pero la experiencia resultó desastrosa, aunque es una asignatura pendiente y no descartó retomarla en alguna ocasión, pero como ellos son jóvenes y son verdaderas esponjas, ahora sería el momento óptimo para iniciarse.
Resumiendo, que me ha encantado saber de vuestras vivencias por “La Imperial China”. Enhorabuena
Un cordial saludo.
Jesús Navarro Rodríguez — 21 August 2009
Enhorabuena por este viaje tan maravilloso que habéis hecho!. Me alegra mucho que os hayáis decidido a hacerlo con vuestros hijos, y que “nosotros hayamos tenido algo que ver” en esa decisión, porque han disfrutado un montón y ha sido una experiencia maravillosa e inolvidable…¡seguro que ya están pensando en la próxima aventura!. Lamento el “incidente” con esos chinos impresentables, ¡vaya susto!, tuvisteis la mala suerte de dar con los pocos ladrones que puede haber en China.
ResponderEliminarUn abrazo para los 4
Marga Sánchez — 25 September 2009