El último mensaje os mandé fue desde Chile, al final de la carretera Austral, en Coyhaique. Allí estuve esperando 3 días hasta que saliera el autobús que me llevara a Argentina. Fueron tres días de tranquilidad en los que me ocupé de enviar la bicicleta a Santiago para recogerla allí cuando vuelva a España, a charlar con el dependiente de una librería, a pasear y poco más. La entrada en Argentina fue por la pampa, una explanada inmensa con llena de pastos y matorrales donde hay minolles y minolles de ovejas. Y un viento del carajo, en el periódico decía 120km/h. En Lanzarote es sólo sopla una pequeña brisilla. Para que os hagáis una idea, en un momento dado el bus paró para cambiar de conductor y se movía como si fuera un barco en un temporal, o cuando me baje del bus que a pesar de ir lastrado con dos mochilas me hacia tambalear. En dos días de viaje por la pampa, donde el cielo parece que se puede tocar con las manos a veces, llegué a Puerto Madryn, cerca de la Península Valdés, para avistar ballenas.
El recorrido por la península consistió en primero ir a visitar una colonia de elefantes marinos. Bajas a una playa y te sientas en la arena a unos 15 metros de un harem. Se trata de un macho dominante rodeado de unas 10 hembras y de sus crías, este grupo está rodeado de crías ya destetadas y de otros machos llamados periféricos, que se dedican a asediar al grupo en busca de una hembra o de desplazar al macho dominante. Toda la playa está llena de focas y elefantes tumbados al sol. Mientras estábamos allí vimos como un macho periférico se acercaba lentamente hacia una hembra, hasta que el macho dominante se cansó y se lanzó hacia él gritando, el periférico puso pies en polvosora y se alejó de allí. Aunque parece que van a ser torpes sus movimientos, se mueven con increíble rapidez. La mayor parte del tiempo están tumbados y lo único que hacen es moverse un poquito buscando enfriar un poco su cuerpo, para lo cual a veces se tiran piedras sobre el cuerpo. Emiten muchos gruñidos y algo parecido a enormes eructos. A veces es posible ver por aquí Orcas que cazan a los elefantes pequeños en la orilla con la marea alta, pero nosotros no tuvimos esa suerte. Sí vimos sin embargo varias ballenas navegando frente a la costa. Cerca de allí hay una pingüinera no muy grande, que se observa desde un mirador elevado unos 50 metros de la playa. Lo increíble es que como los pingüinos utilizan los agujeros que hay en la ladera para poner sus huevos, van subiendo por la ladera, bastante empinada, hasta sus nidos, muchos de ellos al borde justo del mirador, llegamos a tener dos pingüinos a menos de un metro de distancia. Alguien me ha dicho incluso que no se pudo resistir y que tocó a uno de ellos. Miden más o menos 50 cm y son tan graciosos como se ve en los documentales, a pesar de que se les ve torpes, son capaces de subir por la ladera bastante empinada hasta sus nidos, son bastante curiosos, te observan a ver que haces.
Por la tarde llegó el momento por todos esperado. El avistaje de ballenas. Cuando nosotros llegamos a la playa, la marea estaba baja, por lo que un tractor tiene que acercarse hasta el borde del agua y con un remolque muy largo saca la embarcación hasta un lugar más seco para embarcar. Una vez en el agua, se organiza un poco a la gente para que todos podemos ver, es decir que si las ballenas están en el lado izquierdo de la embarcación, los del lado izquierdo se sientan, los del medio se sientan arriba del asiento y los del derecho se ponen en pie, como una escalera. La lancha se pone en marcha y tras breves instantes llegamos a la primera ballena que resulta ser una madre con su cría. En total vimos unas 10 parejas de madre y cría, estábamos un rato viendo unas y cuando se sumergían un rato, buscábamos otras. La mayoría del tiempo, lo único que hacen es navegar, pero pudimos ver como jugaba un ballenato con su madre subiéndose encima de ella y girándola del todo. Es un animal enorme, dicen que miden unos 12-14 metros, pero parecen más grandes, nadan con mucha suavidad ondulando todo su cuerpo e impulsándose con la cola. Varias veces pasaron por debajo de nuestra embarcación, momento en el cual se puede ver lo enormes que son. La cabeza está llena de callosidades que son como huellas digitales que sirven para reconocer cada ejemplar. Pudimos también observar sus ojos, aletas y sus enormes colas. No tuvimos la suerte de poder ver cosas espectaculares que suelen hacer por esa zona como son: saltar o sacar la cola y navegar como si esta fuera una vela, pero aún así mereció mucho la pena sin duda.
El viaje hasta Ushuaia desde Península Valdés en bus es larguísimo, se necesitan dos días, el primero se llega a Río Gállegos, donde como no hay conexión tienes que pasar un día para tomar el bus a Ushuaia el día siguiente. Lo mejor del trayecto a Río Gállegos fue una puesta de sol espectacular, todo el horizonte estaba iluminado, desde el este hasta el oeste, el este tenía un color ligeramente anaranjado de diferentes tonalidades según donde se encontraran las nubes. La vista en el lado oeste fue inolvidable, el trozo de cielo entre la tierra y las nubes, era de un color rojo chillón que hacía que los bordes de las nubes parecieran luces de neón. Un hombre con el que hablé más tarde describió los atardeceres de la Patagonia como imperdibles. En el tramo hasta Ushuaia coincido con cuatro valencianos, Maria, Emilia, Marta y Juan, médicos que han estado trabajando y ahora están recorriendo Argentina. Para pasar a la isla de Tierra del Fuego hay que entrar en Chile, atravesar en ferry el Estrecho de Magallanes y volver de nuevo a Argentina. El cruce del estrecho fue muy bonito, por la historia que tiene. El viento era muy fuerte, antiguamente era uno de los caminos más fáciles para pasar al Pacífico, el paso por otros sitios más difíciles como el Cabo de Hornos debía ser algo tremendo. En el ferry Maria, Juan y yo estábamos en cubierta soportando estoicamente el viento hasta que el capitán nos dijo que entráramos en la cabina de mando, nos enseñó la carta de navegación con el estrecho de Magallanes y nos pudimos hacer fotos allí, muy simpático. En Ushuaia vamos todos al Refugio del Mochilero, también vienen Zia una chica francesa, y una pareja de alemana y australiano que han echo el trayecto en bus con nosotros.
Ushuaia, El Fin del Mundo, es la ciudad más al sur, está en una bahía dentro del canal de Beagle. El otro lado del canal es Chile, allí hay unas pequeñas poblaciones. Dicen que por aquí puedes tener las cuatro estaciones en un día, y efectivamente podemos comprobarlo el primer día pues nieva, llueve, sale el sol, todo varias veces en apenas tres horas. Entre fiesta y fiesta que montamos en el albergue visitamos varias cosas. Un día de un poco de montaña subiendo al glaciar Le Martial que como ha nevado, no se ve, está cubierto. Pero la subida hasta un collado que hay en frente es muy bonita ya que desde allí se puede observar el Canal de Beagle, la ciudad de Ushuaia y el final de la cordillera de Los Andes, hay bastante nieve y todo está muy bonito. Otro día estuvimos caminando por el Parque Nacional Tierra del Fuego, es la zona con bosques más al sur. Pudimos observar un dique construido por castores, yo pensaba que eran más pequeños, el dique debía tener unos cincuenta metros. Como el parque está en el borde entre Chile y Argentina llegamos a estar en la frontera. En Bahía Lapataia en el canal del Beagle tuve un tropezón me caí al agua sin querer, menos mal que me dio tiempo a quitarme la ropa para bañarme un par de veces, os podéis imaginar que el agua no estaba para quedarse mucho rato pero estaba muy bien. Antes de esto me encontraba un poco preocupado pues después de un mes y pico por aquí no tenía un triste bañito que contar.
Como hay muy buen rollito en el albergue, nos proponen hacer un asado una noche. Compramos vino, cervezas, ensaladas, pan, carne…. En el patio tienen ya preparadas las brasas, Víctor es el parrillero, la carne tiene que hacerse lo más lentamente posible, tiempo que dedicamos a charlar y picar algo además de tomar algo de vino. Por allí están varios amigos de Víctor, un chileno al que llaman chile que cuenta un montón de historias y de cosas que ha visto por aquí, otro que es argentino pero tiene rasgos arios y dice que le toman por extranjero y que también cuenta muchas cosas. Cuando la carne está lista, Víctor me dice que me quede en el patio y me enseñan a comer asado a la manera de los argentinos, es decir, se parte un trozo de carne directamente de la parrilla y se como con los dedos. Creo que es la carne más rica que he probado en toda mi vida, sobre todo lo mejor fue el modo en que la comí y estar allí con ellos charlando, riendo, comiendo, bebiendo…
Llegó el gran momento, a muchos os di la tabarra antes de venir, de intentar doblar el Cabo de Hornos. Para quien no lo sepa, es el punto más al sur de Sudamérica y de cualquier otro continente, es decir que más abajo de esto sólo está la antártica. Si sólo fuera esto, no habría ido hasta allí, lo más importante es que es un punto mítico para los marineros ya que es uno de los pasos más difíciles que existen y donde han muerto muchísimos marineros tratando de doblarlo. Es tan difícil, entre otras cosas porque al ser el punto más al sur del mundo, allí los vientos giran alrededor de la tierra sin nada que los frene, lo mismo que las corrientes. A esto hay que unir que los vientos que van por el atlántico en dirección este-oeste chocan con la cordillera de Los Andes y se van dirigiendo hacia el sur alcanzando cada vez más velocidad, para finalmente alcanzar el Cabo de Hornos como si fuera la punta de un látigo. Mi idea era buscar, en Ushuaia, alguna embarcación que fuera hacia allá, en esta temporada sólo hay dos posibilidades, una es alquilar un velero y que te lleve, si consigues que vaya más gente sale más barato pero aún así el precio es prohibitivo. La otra opción, que a mi me gustaba menos, fue la que tuve que tomar y es un crucero de aventura en un barco de lujo (a mi me lo pareció), el precio para que os hagáis una idea fue 858 dólares por 4 días/3 noches y eso que a mí fue al que le salió más barato, ya que lo cogí dos días antes de que saliera, el precio normal son más de 1300 dólares. A lo que íbamos, embarqué con un poco de sensación de estar en el lugar incorrecto. Te reciben como si fuera un hotel de 5 estrellas, hasta hay un hombre que te lleva el equipaje a la habitación, yo cada vez me siento más fuera de mi lugar. La habitación es una pasada, tiene un ventanal impresionante a un metro del mar. Por la tarde, tras una charla del capitán y de la tripulación, nos ponemos en marcha. El capitán ha dicho que podemos circular por toda la nave, incluso por el puente, le tomo la palabra y me voy a ver zarpar. Por la noche la navegación es bastante tranquila, al día siguiente llegaremos al Cabo de Hornos, como tengo muchas ganas de verlo y además quiero ver amanecer, a las 4:30 ya estoy en pie. El amanecer no es espectacular, pero la sensación de estar en un barco rodeado de agua e ir ver apareciendo poco a poco las islas y el agua es muy bonita. A las 6 llegamos al Cabo de Hornos, en unas zodiacs desembarcamos, nos llevan a una playita de piedras en la parte norte, desde allí se sube por una escalinata hasta la parte alta de la isla donde está el faro, la casa del farero, que permanece allí un año con su mujer recibiendo víveres de vez en cuando, y un monumento homenaje a los marinos que han muerto en esas aguas. El monumento representa un albatros volando, un ave que vive por aquí, y de la que se dice cada una de ellas guarda el alma de un marinero muerto, es muy bonito y no desentona con el lugar. El día es espléndido, a pesar de estar nublado, no hace mucho viento y el mar está en calma, esto hace que el capitán decida doblar el Cabo de Hornos. Esto no se hace siempre, sólo cuando el tiempo lo permite que suele ser muy pocas veces. Desembarcar me hizo mucha ilusión y me pareció impresionante, pero doblar el Cabo fue grandioso. Sabes que más al sur sólo está la antártica, a unos 800km y que aquí el tiempo puede cambiar en unos instantes. El cabo no es un sitio especialmente bonito, lo que más se siente es su historia. Por supuesto que estuve arriba haciendo fotos como un descosido, prepararos a ver el Cabo de Hornos desde todos los puntos de vista. Como he dicho el mar estaba en calma, pero al entrar a mar abierto para doblarlo el barco empezó a menearse de manera espectacular, según el capitán teníamos mar de fondo, esto quiere decir que una tormenta en el otro lado del mundo está moviendo el agua por debajo, a pesar de los vaivenes del barco y del viento flojo pero que como te descuides te tira fue una gozada estar allí. Me da igual lo que veamos el resto del viaje, ya a merecido la pena.
En seguida que se dobla, se toma un canal donde el agua está mucho más en calma y el barco deja de menearse. Por la tarde nos llevan a la bahía Wulaia, es un lugar donde vivían los indios Yámanas, hacemos una marcha de 30 minutos hasta un mirador desde donde se observa un canal enorme en calma y muchas montañas y glaciares. Los guías nos piden que nos sentemos y permanezcamos en silencio, es precioso. Desde el barco se pueden observar algunas aves que vuelan detrás de nosotros, el albatros y el petrel que van siguiendo al barco sin mover las alas prácticamente, usando únicamente el viento sea este de la intensidad que sea, van subiendo y bajando constantemente, algunas veces las rachas de viento en contra las suben 50 metros del golpe. Ya he empezado a conocer a alguna gente, hay unos chicos españoles muy majos, con los que me llevo muy bien y que alucinan un poco con mis aventuras en la selva y en Perú. Hay otro grupo de españoles, un poco más mayores que parecen sacados de la moraleja, uno de ellos incluso se ha quejado al capitán por haber doblado el Cabo de Hornos ya que no venía en la información que hay en internet. Salvo algun/a que otro/a estirado/a, el resto son gente maja.
Durante el tercer día navegamos mucho para por la tarde llegar a un canal rodeado de glaciares, queremos visitar el de Günter Plüschow, pero está rodeado de mucho hielo el agua y no es muy seguro, nos llevan a otro, el glaciar Pilot. Vamos en la zodiac por un canal donde se pueden ver varias cascadas, antes del final, está lleno de trozos de hielo, y nos introducimos entre ellos como se ve en los documentales, el agua del canal era negra pero aquí es azulada por el agua que cae del glaciar. Lo tenemos a unos 30 metros y es una de las cosas más bonitas que he visto en mi vida, el hielo tiene colores que van desde el blanco de los trozos más recientes a casi azul de los más antiguos. Vemos incluso caer un poco de hielo dos veces. No sé que contaros, nunca pensé estar tan cerca de un glaciar así y no creía que fuera tan bonito. Al lado hay una colonia de cormoranes (aves) que se meten en el agua helada como si tal cosa. Están todos de espaldas, una chica ornitóloga nos explica que es porque la parte de atrás es negra y la orientan hacia el sol para coger más calor, igual que los pingüinos. Todo el mundo está alucinado, ha sido precioso. Por la noche uno de los chicos ha preguntado si podemos visitar la sala de máquinas del barco y nos han dejado, yo no entiendo mucho de motores pero mola entrar a ver como funciona un barco, lo más sorprendente es que esperas encontrarte todo lleno de grasa y cosas así, más bien parece un sitio para comer, todo esta impoluto.
El último día desembarcamos en la isla Magdalena, dentro del estrecho de Magallanes. Allí vive una colonia de pingüinos de unas 60000 parejas, son muy graciosos, cuando uno va hacia el agua otros diez o doce salen detrás, están por todos lados, muchos incluso se pueden ver en sus nidos que son agujeros en la tierra. La llegada a Punta Arenas estaba prevista a las 11 a.m. pero se ha levantado un viento de narices y han cerrado el puerto, cuando sales a cubierta parece que vas a salir volando a la mínima. Hay mucho oleaje, sin embarco el barco se mueve menos que en el cabo de Hornos. Tras tres horas de espera, podemos acceder al puerto y aquí estoy, en Punta Arenas, de nuevo en Chile.
Sé que muchos estáis muy ocupados trabajando para que yo pueda disfrutar, pero os pido que dediquéis unos minutos a enviarme algo, no me importa que sean críticas, insultos o lo que sea pero responder. O incluso si no tenéis nada que hacer me podéis enviar un mensaje sin que yo os haya escrito nada, os lo agradeceré mucho.
Como siempre, muchos besitos a todos y a todas
Ricardo (Vuestro chico viajero)
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