21 de octubre de 2003

Hola desde Coihaique

Aquí he acabado mi ruta por la carretera austral.

En Santiago quedé con Panchulo, un amigo que he conocido a través de Internet. Me llevó a ver a un amigo suyo que me quería vender una bicicleta, yo había preguntado que tenía que hacer para llevarla en el avión y me habían puesto bastantes problemas, además tenía que comprar una rejilla, una bolsa para llevar las cosas, un caso, guantes…, por lo que a pesar de que la bici estaba bien decidí comprar todo en Puerto Montt. Así si tenía algún problema podría descartarlo y seguir camino sin bicicleta. Después de esto nos fuimos a tomar, como dicen aquí o sea a tomar unas cervezas. Panchulo llamó a un amigo suyo y estuvo muy bien, hablamos de muchas cosas interesantes, de política, de música ….

Ya en Puerto Montt, busqué una tienda de bicis donde me vendieran todo lo necesario y la compré por $252000, unos 315 Euros, con rejilla, bolsa, casco, cuenta kilómetros, guantes. Creo que está bastante bien.

Al día siguiente decidí ponerme en marcha ya que mi camino iba por la isla de Chiloé y tenía que tomar un catamarán en el extremo sur de la isla el domingo, lo cual me daba 4 días. Si no llego el domingo, tengo que esperar una semana entera ya que ahora no hay manera de llegar por el continente ya que hasta el verano no funciona un ferry para pasar un río. Pues eso que me puse en marcha y ¡ala! casi 100km pa’l body, para estrenar la bicicleta, en medio de estos pasé en un ferry hasta la isla. ¡Pensé en hacerlo nadando, pero no es muy ortodoxo nadar con una mano y en la otra llevar una bicicleta! Fuera de bromas, llegué a Ancud, un pueblo al norte de la isla de Chiloé. El paisaje aquí, no tiene nada que ver con el norte ya que hay muchísima vegetación y además como estamos a principio de la primavera todo está en flor, la isla tiene un color amarillo, ya que está llena de arbustos que dan flores de dicho color.

El día siguiente, carretera hasta Castro, la ciudad principal de esta isla. Este día fue más duro ya que tuve que pasar por 15km de zona de obras, que estaba bastante mal. Además de tragar un montón de polvo. Más o menos voy parando cada 20-30km a comer algo. Cuando paré esta mañana, en el punto más alto del recorrido, lo hice a la puerta de un colegio y se acercó a charlar conmigo el director del mismo, me ofreció incluso que pasara dentro para que me dieran un plato de comida. La gente por aquí, en todo Chile creo, es encantadora, cosas como esta me han pasado varias. En Castro el día siguiente amaneció muy malo. Como tenía un día de sobra decidí quedarme allí e ir a Achao, un pueblo muy bonito que se encuentra en otra isla. El domingo, llegué a Quellón con tiempo de sobra para tomar el catamarán (no sé si se escribe así). ¡Es una pasada!, va a toda pastilla, además como el mar estaba totalmente en calma, parecía un coche por una autopista. Las vistas además según nos acercamos al continente fueron impresionantes, ya que fuimos viendo el volcán Corcovado todo el tiempo, es un pico imponente completamente nevado. El catamarán llega a Chaitén un pueblo que se encuentra junto al mar, pero rodeado de montañas por todos lados, y con todas las casas de madera, es precioso, además aquí debe haber como 20 coches en total, por lo que os podéis imaginar la tranquilidad que se respira.

El tiempo es bueno por lo que me pongo en marcha, tras 12km de carretera asfaltada empieza la pista de tierra (ripio), que será mi compañera casi hasta el final, hay tramos mejores, en los que se va muy bien, y tramos peores en los que no hay manera de avanzar, unas veces porque hay muchos hoyos, otras muchas piedras, otras mucha arena o combinaciones de las tres. Tras unos 80km llego a Villa Santa Lucia, si Chaitén es pequeñito, este pueblo es mucho más. Apenas si hay dos sitios para hospedarse, que son casas familiares habilitadas, donde yo me alojé, la señora era muy amable y no paraba de hablar.

El siguiente punto es, La Junta, que se llama así porque se juntan por aquí 3 ríos. Justo antes de llegar al pueblo veo venir hacia mi un hombre a caballo, es un gaucho (por aquí le dicen huaso), es tal y como había leído de ellos, al caballo y el hombre parecen un único ser. Aquí tengo que permanecer dos días parado ya que hace mal tiempo y casi no para de llover. Podría haber continuado camino, pero estoy aquí para ver cosas, si está tapado, no veo nada y para eso no vengo hasta aquí. Por fin el tercer día por la tarde, creí que me quedaba un día más, se abrió un poquito y decidí ponerme en marcha hasta Puyuhuapi que es un pueblo que está en medio del parque Queulat. Este parque es una pasada, nada más entrar en el la vegetación se hace más exuberante si cabe. En vez de quedarme en Puyuhuapi decido seguir un poco más hasta un hospedaje que hay 15km más adelante. Es una casa solitaria junto a un brazo de mar que llega hasta aquí (yo pensé que era un lago, hasta que me sacaron de mi error). Es un sitio alucinante, la casa, como todas, es de madera tiene un jardín con muchas flores justo delante, además desde las ventanas divisas el brazo de mar todo el tiempo. Muy cerquita de aquí se encuentra en ventisquero colgante, como el día siguiente amanece malo, no puedo seguir ya que me interesa mucho verlo y las nubes están muy bajas. Paso el día paseando, charlando y leyendo lo que me dejan en la casa, ya que he acabado el libro que llevaba y no tengo nada que leer. Por la noche llegan una pareja encantadora, él es argentino y ella israelita. Estuvimos charlando hasta las tantas, me caen fenomenal. El argentino ha dicho que el día siguiente será bueno, y medio lo es, por lo menos lo suficiente para ponerse en marcha. Voy al ventisquero colgante y cuando llevo allí 5 minutos aparece la pareja, la mejor descripción del lugar, la hizo él; “Puta, que es relindo esto!, merece la pena estar vivo para ver algo así!”. Es el frente de un glaciar que se encuentra asomado a un balcón que forman dos montañas y del cual caen dos cascadas de agua. Se puede ver el azul del hielo y las formaciones del mismo. Nos despedimos aquí, ya que ellos van hacia el norte, de todas formas es posible que nos veamos más adelante, ya que iremos a un sitio común, más o menos en las mismas fechas, El Chaltén (zona del Fitz-Roy). Están buscando un lugar para instalarse y quizás dedicarse al turismo.

Unos kilómetros más adelante hay una cascada enorme, allí estoy sólo, no hay nadie por los alrededores. Tras pasarla empieza una subida muy fuerte que me llevará casi a la altura de las nieves, está nublado y hace algo de frío pero el espectáculo es gratificante. La bajada por el otro lado es vertiginosa, mi destino es Villa Amengual. Unos 20km antes de llegar, el ripio se hace insufrible, está lleno de hoyos de arena y de tierra. Se me hacen eternos, en las subidas casi no puedo avanzar ya que la rueda de atrás va patinando con la arena. El día siguiente voy hasta Villa Mañihuales, los primeros 35km son de la misma pista de ayer, asquerosos, voy tan concentrado que apenas puedo mirar el paisaje, hasta que aparece el asfalto. Me bajé a besarlo y todo, tales eran las ganas de abandonar esa pista.

Durante todos estos días he visto muchos animales, unos muy curiosos, son unos pájaros que se llaman Bandurrias y que cuando están cerca de la carretera, al pasar los asustaba y salían volando emitiendo un chillido con lo cual me asustaban a mí, al principio, que no los había visto. Las poquitas casas que hay al borde de la carretera, tienen un timbre muy curioso, uno o varios perros a la puerta que empiezan a ladrar cuuando pasa alguien. Se ponen a perseguirte al pasar y parece que te van a comer si paras, o si no paras, nunca lo sabes muy bien.

La parada en Villa Mañihuales parecía un trámite, ya que no puedes llegar a Coyhaique de un tirón. La señora del alojamiento, el único que había, es un poco ruin, cobra la toalla, calentar algo en el microondas, me dice que no se me olvide apagar las luces cuando vaya a acostarme. ¡Tiene que haber de todo! Lo mejor a sido que por la tarde fui a dar un paseo y me encuentro con la entrada a un parque nacional (no viene nada en la guía, no sabía que existía), di un paseo por él. No es para ir expresamente a visitarlo, pero sirvió para pasar la tarde.

Algo malo me tenía que pasar!, cuando ya tengo casi todo hecho, ya estoy en una carretera asfaltada y me faltan unos 60km para llegar a mi lugar de destino, ¡zas! se rompió la cadena de la bicicleta. Por suerte para mi fue aquí donde hay algo más de tráfico. En seguida pasó un coche que me llevó hasta Coyhaique.

Han sido unos 650km +ó-. Ha sido muy bonito, estar con una bici entre montañas todo el tiempo.

Ahora, estaré un par de días aquí y el viernes (no hay buses antes) iré a Argentina, creo que iré a Península Valdés para ver ballenas, si no cambio de idea….

Besitos, abrazos, achuchones, etc…, yo os los mando, vosotr@s os los repartís.
Ricardo

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