Nos levantamos bromeando con que si están cansados y no quieren hacer
otro barranco hoy. Nada de eso, están como una rosa, deseando empezar.
Aunque El Formiga lo hicimos el año pasado con Eva, a ella no le importa
volver y creemos que puede estar bien para hacerlo con los niños. Hoy
sólo viene Agus con nosotros.
El acceso ya nos resulta familiar. Entre huertos y
viñedos la primera parte. Tras una subida un poco más fuerte, llegamos a
los restos de una edificación que está en una cueva. Un poco más alante
nos ponemos los arneses ya que el camino va por una ladera bastante
inclinada y nos tenemos que asegurar a una sirga (cable de acero). Al
final de este cable está el acceso al barranco tras hacer un pequeño
rápel.
A la hora de ponerse los neoprenos se nota que están algo más cansados que ayer. Les hemos tenido que ayudar más, les cuesta mucho tirar del traje hacia arriba. Pero, es sólo un momento ya que están deseando meterse en el agus.
Enseguida empieza la juerga, un tobogán. Un par de metros apenas y
curvado, muy bonito.
Martín hace el tobogán de entrada
David ayer pasó un poco de frío, así que hoy le hemos puesto la
capucha y subido la cremallera hasta arriba. Se le nota que no va del
todo calentito, va dando saltitos todo el tiempo. Aún así se le ve
encantado.
Pequeños saltos, toboganes y pasos por debajo de las rocas se
suceden.
En la parte más estrecha se encuentra un sifón, justo después de un
rápel. Eva lo ha pasado y ayuda a los niños que van detrás ante la
atenta mirada de Agus.
Se han puesto a contar los saltos que lleva cada uno. Los pequeños
no valen, así que van preguntado si cuentan como uno o no.
El resalte más espectacular de este barranco es un tobogán-salto.
Hay varias opciones, bajar rapelando, saltar desde la piedra que hay en
medio o seguir el curso del agua para hacer un tobogán que acaba en el
aire hasta el agua.
Martín hace el tobogán-salto
Agus y David saltan
Martín y Eva saltan a la misma poza
Un poco antes de acabar el barranco hay una zona estrecha donde alguien se ha entretenido construyendo pequeños hitos (unas piedras sobre otras). Los ha puesto en las paredes de ambos lados, como si fueran estanterías. El resultado es muy curioso ya que contrasta el color blanquecino de las piedras con el más oscuros de la roca. Por desgracia alguna gente se ha dedicado a tirarlas.
El día de vuelta a Madrid, decidimos pasarnos por el monasterio de
piedra. Antes aprovechamos para visitar un puente medieval que está
junto al camping donde hemos dormido.
El montasterio de piedra es precioso. No deja de sorprender la
cantidad de agua que cae por todos lados contrastando con lo seco que
parece todo alrededor.
Fuimos también a ver la exhibición de aves y cuando la chica que
hablaba pidió un voluntario, Martín salto como un resorte. Una de las
aves se posó en su brazo…
Son impresionantes las fotos! Me estais dando muchisima envidia con ellas. Ojala algun dia pueda hacer yo un viaje asi, me encantaria..
ResponderEliminarMenos mal que habeis puesto las fotos por aqui y asi podemos disfrutar todos de lo que disfrutasteis vosotros, en menor medida, pero algo es algo! Que es lo importante.
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