El Camino del Norte que conduce a Santiago apenas si tiene terreno llano, la mayoría del recorrido transcurre entre fuertes pendientes (rampas-muro las llaman), largas o fuertes bajadas, algunos sitios son bastante técnicos y no hay manera de recorrerlos encima de la bicicleta. Hemos pasado también por caminos que sólo usan los caminantes donde la vegetación es tan frondosa que al salir de ellos llevábamos ramas y hojas enganchadas a la cadena. En paralelo a la costa hemos disfrutado de vistas sin igual, donde se nos olvidaba por momentos el cansancio y la dureza del recorrido. No todo el tiempo hemos ido en la bici pues de vez en cuanto se pasa alguna ría a bordo de un barco que le da más encanto al recorrido de ese día. También hemos compartido buenos momentos con otros peregrinos o bicigrinos (los que vamos en bicicleta) y también con gentes de los lugares por los que pasamos.
Eva y yo hemos ido desde Irún a Villaviciosa. Una media de 55km/día, a priori parecen pocos, pero dada la dificultad del recorrido la media es más que aceptable.
La mejor manera de llegar a Irún es en autobús. Son un montón de horas, pero es la única manera de llevar las bicis de una manera razonablemente asequible. Sólo hay que sacar un billete con derecho a llevarlas y envolver la cadena en un plástico.
En Irún nos esperan nuestros amigos del pueblo: Mábel, Mari Jose, Jose y Gorka. Es el último día de las fiestas de San Marcial, hay mucho ambiente por la calle. Cenamos con las bicis aparcadas en una farola antes de ir a dormir un poco tarde ya.
Etapa 1: Irún – Zarautz
Mábel y Jose se han levantado para desayunar con nosotros a pesar de que llevan varios días durmiendo lo justito. Estamos algo nerviosos con ganas de empezar.
Nos dirigimos al ayuntamiento de Irún para que nos sellen la credencial, según pone en la guía lo hacen las 24h. No es así, allí no hay nadie ni se le esperaba ese día. Así que nos hacemos una foto conmemorativa del inicio del recorrido y nos dirigimos a la búsqueda de las señales del camino. Estas se encuentran en la salida hacia Hondarribia. Pronto nos encontramos con el primer escollo de la ruta, la subida al monte Jaizkibel. Tras unas rampas fuertes nos encontramos con una zona de obras, el camino no existe, todo está levantado por máquinas que están trabajando. Un hombre nos dice que es debido a las fuertes lluvias de este año. Este mismo hombre ayuda muchísimo a Eva empujando la bicicleta ya que con la fuerte pendiente y el mal estado del camino somos incapaces de ir sobre ella. Es el primer tramo para irnos habituando a empujar la bicicleta que se convertirá en parte de nuestro itinerario.
Un tramo muy largo bordeando el monte Jaizkibel pone a prueba el estado de nuestras bicicletas. Aunque es prácticamente llano el camino se encuentra en mal estado y no dejamos de pasar por encima de baches y de zonas embarradas. No conseguimos coger un buen ritmo y sentimos un gran alivio cuando llegamos a una carretera que nos llevará hasta Pasajes de San Juan. Este es un punto de esos que esperamos con ilusión pues tenemos que subir la bicicleta a una barca para pasar al otro lado de la bahía. Antes hemos tenido que bajar la bici a cuestas por un largo tramo de escaleras. También nos hemos pasado por la oficina de turismo para que nos sellaran la credencial por primera vez.
En la barca coincidimos con un par de bicigrinos, Miguel y Ángel. Tío y sobrino que quieren hacer el camino hasta Santiago. Durante varios días nos hemos ido encontrando con ellos con muy buen ambiente. Salimos de Pasajes siguiendo las indicaciones del GPS que lleva Miguel para en muy poco tiempo llegar a San Sebastián.
Pensaba darme un bañito en la cocha, pero no he tenido ganas, había muchísima gente y además hemos tardado más en llegar de lo que pensábamos a priori que tardaríamos. Continuamos camino por el Monte Igüeldo y la sierra de Mundizorrotz. Es increíble que apenas diez minutos después de abandonar una ciudad como Donostia estemos en un medio totalmente rural con caseríos y vacas pastando y de senderos estrechos llenos de vegetación.
Hemos tenido que llevar la bici a rastras varias veces. Unas porque las subidas son muy duras y otras porque las bajadas son peligrosas ya que hay muchas piedras y un sendero muy estrecho. También nos ha tocado pasar por varias cercas que hay que ir cerrando detrás nuestra para que no se vaya el ganado.
Bastante cansados pero contentos llegamos a Zarautz y decidimos que ya está bien por hoy. Nos instalamos en el albergue que está fenomenal pues no son literas sino camas individuales, además de que en nuestro dormitorio dormimos sólo 7 personas y es muy grande. Lo malo es que a las 22h cierran la puerta y hay que estar dentro. Así que cenamos un buen bocata en el jardín después de estirar un poco y hacer la primera colada del viaje.
Etapa 2: Zarautz – Monasterio de Zenarruza
Nos fuimos tan pronto a la cama que nos hemos levantado enseguida. Aún así somos de los últimos, la gente que va andando sale muy temprano para llegar pronto. Los que vamos en bici no tenemos tanta prisa, los kilómetros se hacen más fácil y aunque haga mucho calor en la bici no se nota tanto, ya que estamos más alejados del suelo y a poco que lleves algo de velocidad siempre corre un poco de brisa.
Desayunamos en el paseo marítimo, que está despertando a estas horas. Gente paseando a los perros o tomando un café y leyendo el periódico. Nosotros aprovechamos para ultimar detalles y leer la ruta que tenemos por delante. Como nos sucedió ayer y nos sucederá en los días que vienen, siempre hemos pensado llegar a un sitio y hemos acabado en otro.
El primer tramo hasta Zumaia lo hacemos por la carretera. Nos lo han aconsejado porque por el camino subes unas rampas infernales que están muy mal para la bici para luego bajar a la costa. Así que vamos por la carretera de la costa que es muy agradable. Antes de llegar a Deba cogemos el Camino que sale a la derecha. Se trata de una bajada muy rápida y luego una subida muy fuerte en la que tenemos que volver a empujar las bicis. Si hubiéramos ido por la carretera habríamos hecho un tramo llano en un momento, hay muchos sitios así que dan un rodeo para evitar andar por la carretera. Nada más llegar al pueblo nos encontramos con Miguel y Ángel que han salido de Zarautz por el camino infernal pero que este último tramo lo han hecho por la carretera. Nos volvemos a separar puesto que nosotros queremos subir a la Ermita del Calvario desde aquí y ellos van a saltarse un tramo por la carretera.
La mayoría de los ciclistas llevan un GPS que les va indicando el camino a seguir. Nosotros hemos decidido venir sin él, traemos únicamente una guía y llevamos la idea de ir preguntando a la gente para saber por donde ir. La guía que hemos comprado no nos ha gustado nada. El principal problema es que el que la ha escrito ha hecho este camino sin llevar alforjas y tiene una visión bastante diferente de la nuestra. Muchos sitios los pone como ciclables y no hay manera de ir encima de la bicicleta. También nos cuesta seguir algunas de sus explicaciones, no acabamos de entenderlo del todo bien.
La subida a la Ermita del Calvario es dura, pero muy agradable. Sobre todo porque nos hemos salido de la carretera y vamos más por el campo. Las vistas desde arriba son chulas, tenemos el mar cantábrico al fondo. A nuestros pies hay un grupo de vacas comiendo relajadamente. Aunque parezca raro hay un bar junto a la ermita, así que nos quedamos a comer un bocata y una ensalada que nos sientan de maravilla.
El siguiente tramo es de lo más bucólico de camino hacia Olatz. En ligera bajada pasando por caseríos llegamos al pueblo y paramos a tomar un café. Son unos momentos de reposo antes de afrontar una de las subidas más duras del viaje. Una pista de cemento por la que cuesta subir pedaleando, eso sí el entorno es espectacular pues estamos rodeados de árboles y de vegetación que nos permiten ir subiendo a la sombra sin pasar demasiado calor. Un ciclista nos ha pasado y nos dice que aún nos quedan muchas rampas. Poquito a poco vamos ganando metros hasta que llegamos arriba, ¡por fin! De repente se ha acabado el bosque y nos encontramos en una explanada con un caserío en medio y un cartel pintado en una madera que indica Markina, nuestro siguiente punto. La bajada es larguísima, por una pista de cemento que pasa por grupos de caseríos en los que vamos preguntando si vamos bien.
Desde Markina llamamos al monasterio de Zenarruza para asegurarnos de que podemos dormir allí y de que hay plazas. También nos dicen que nos dan de cenar y de desayunar. Nos quedan pocos kilómetros y tenemos que pasar por el municipio de Bolivar (de donde viene la familia del libertador sudamericano). Allí decidimos parar a tomar un helado y mientras estamos en ello aparecen tío y sobrino, que han hecho un recorrido paralelo al nuestro con algunos puntos comunes. Ellos van a avanzar más, así que ya no nos cruzaremos más, ¡Buen Camino! Esto es lo que se le dice a los peregrinos.
Una última subida por carretera nos lleva al monasterio de Zenarruza. Un monasterio de monjes Cistercienses Trapenses que acogen a un máximo de 8 peregrinos en una habitación con varias literas. El lugar es una pasada, un remanso de tranquilidad. Todo es verde, lleno de flores y muy bien cuidado. El claustro y la iglesia son muy, muy bonitos. Todo es muy austero como corresponde a un monasterio. Charlamos un poco con los peregrinos que nos acompañan y nos acercamos a ver la iglesia durante la misa. La ceremonia es toda cantada y acompañada de un órgano que toca el monje que se encarga de tratar con nosotros. El hombre nos ha contado un montón de cosas tanto de este monasterio como de otros. Nos dice que vamos a cenar lo mismo que cenan ellos y empezamos a sospechar algo…. Decidimos sacar las mesas, como nos ha indicado el monje, para cenar fuera pues hace un tiempo buenísimo. Un perolo de guisantes con algunas judías verdes y unos trozos de pan es toda la cena que tenemos. Nos dice que es lo que cenarán ellos también, nos parece bien, pero vamos que quizás sea algo escasa para el esfuerzo que hemos hecho todo el día. Eso sí están buenísimos pues son de su huerta y se nota.
Uno de los peregrinos es profesor de Reiki y le ha dado un masaje a Eva en los pies que está encantada. También le ha quitado una contractura que tenía en el cuello poniendo las manos a la altura de la espalda separadas unos 20cm de esta, ¡no se como, pero ha funcionado!
La noche será dura pues hay un tío que ronca en estéreo. Además las literas son más bien malas, Eva las llama “camas barca” pues en cuanto te tumbas te hundes hacia el medio y no hay manera de salir de ahí. Yo me he salido a dormir a la calle hasta que se ha puesto a llover que he tenido que entrar en la habitación. Me ha costado un montón dormir con los ronquidos de dinosaurio de uno de los peregrinos. Lo mejor ha sido que ha madrugado mucho y luego nos ha dejado dormir tranquilos.
Etapa 3: Monasterio de Zenarruza – Bilbao
El desayuno, como era de esperar, también es frugal o austero. Un café con leche y unos trozos de pan sin tostar ni nada. Menos mal que uno de los caminantes ayer compró un tarro de miel y lo ha dejado por no cargar con el peso. Con el objetivo de tomarnos un buen almuerzo donde podamos, iniciamos la ruta.
El camino hasta Munitibar es espectacular. Entre una maraña de vegetación y piedras, tenemos que bajar con mucho cuidado, en bastantes sitios bajados de la bicicleta. Incluso hemos tenido que pasar las bicis por encima de un tronco que se había caído. Como además llovió anoche la humedad es muy alta y hay mucho barro en el camino. En una de estas zonas embarradas la bici me ha patinado, no he estado espabilado para sacar el pie del pedal automático y me he caído en todo el barro. Eva me pregunta si estoy bien, le digo que “es sólo daño moral”. Este tramo, seguro que lo han hecho más rápido los caminantes. También nos toca pasar junto a caseríos y abrir porteras para entrar en un prado donde las vacas que están pastando nos miran con curiosidad, seguro que piensan “están locos estos humanos”.
A Gernika vamos por la carretera, una bajada que nos permite ir rápidos y disfrutando. Paramos en una fuente a lavar un poco mi bici, tengo barro por todos lados. Nos acercamos a ver el Árbol de Gernika, donde el Lendakari jura su cargo. Es un sitio emblemático pues aquí se reunían los representantes de las diferentes aldeas o comunidades. El árbol lo han plantado hace relativamente poco tiempo, pero el lugar tiene cierto poso a antiguo y a sabiduría.
A la salida de la ciudad nos tomamos el merecido Amaiketako (en euskera lo de las 11 o almuerzo), unos pinchos de tortilla, cafés y croisant que nos sientan de miedo. Además lo necesitamos pues la salida de Gernika viene marcada en la guía como de las terribles. Una rampa-muro de las de aupa. Son unos 2km que se hacen largos empujando la bicicleta por un camino lleno de piedras. Unos chavales bajan con las bicis por este camino, claro que bajar es más divertido. Al llegar a un caserío la cosa se pone más fácil y ya podemos pedalear. Un poco más adelante empieza la bajada, en ella llegamos a un cruce y nos encontramos una señal en el suelo que indica la dirección a seguir. Es una señal hecha con palos y piedras puestas de manera que dibujan una flecha que indica el camino.
En Zamudio paramos a comer. Buscamos algún sitio y como es domingo sólo podemos comer de pinchos en un bar del PNV. ¡Qué maravilla! hemos cogido unos cuantos pinchos, a cual más rico, y el camarero nos ha preparado una ensalada enorme, con unas cervecitas y listo, ¡a seguir! Cuando ya nos íbamos nos hemos encontrado con Blas, que ha dormido con nosotros en Zenarruza. Ha salido antes que nosotros y en teoría tenía que ir más rápido, parece que se ha perdido un par de veces, el GPS le ha gastado una mala pasada. No será la única que vez que nos pase esto con él…
Tras pasar por Lezama, hemos parado sólo a ver la iglesia, comenzamos la subida al Monte Avril. La primera parte es preciosa por un parque cuidado con un camino preparado para pasear. Luego pasamos por debajo del puente de la autovía y vamos paralelos a esta, escuchando los coches pasar a toda pastilla. Cuando llegamos a un alto vemos una población grande abajo y pensamos que ya hemos llegado al final de la subida, que aquello es Bilbao. No es así, apenas si hemos empezado a subir. Por un camino de tractores vamos subiendo hacia un lugar incierto, no sabemos muy bien a donde vamos. La autovía se va separando de nosotros y cada vez oímos menos los coches. Tras mucho rato de empujar la bici llegamos a lo alto del Monte Avril. No somos los únicos que la empujamos, tres chavales han llegado a la vez que nosotros y también vienen tirando de la bici. Con Bilbao a nuestros pies nos lanzamos a una vertiginosa bajada por una pequeña pista asfaltada hasta que llegamos a los alrededores de la ciudad. Nos dirigimos al Guggenheim para desde allí buscar información y un sitio donde dormir.
Como hemos dormido bastante mal hoy pasamos de albergue y nos buscamos un hotel en el barrio viejo. Hemos estado fenomenal paseando por las Siete Calles e incluso hemos cenado un menú de sidrería.
Etapa 4: Bilbao – Islares
Qué bien hacen los vascos los bidegorris (carriles bici). Una pasada, nos han encantado. El que sale de Bilbao junto a la ría está muy bien. Luego se mete por Deusto y está fenomenal. No está en la acera sino en la carretera, pero separado del tráfico por un escalón. Los semáforos y cruces están muy bien señalizados y el carril va por detrás de las marquesinas de los autobuses (en La Elipa, Madrid, han tenido la genial idea de ponerlo por delante de las marquesinas, cuando pasas por allí tienes que tener mucho cuidado de no llevarte a alguien por delante). Y luego el carril que está fuera de la ciudad y que va de Portugalete a La Arena es una pasada ya que tiene la zona por la que van los peatones pintada de otro color, para que no haya error. Parece una tontería, pero vas por el anillo verde de Madrid y la gente anda por donde le da la gana, casi siempre por en medio del carril bici. Sin embargo aquí van cada uno por su sitio.
Desayunamos muy cerca de la ría, en un sitio que pone que hay churros. Eva ha pedido una tostada con aceite y tomate, le van a hacer una de pan bimbo y ella pide que si puede ser de pan normal, le responde el camarero que no tiene. Como tiene una barra de pan delante de la plancha, Eva le dice que si puede hacerla de ese pan y el señor le dice que “no están preparados”. Al final se la hace pero muy mosqueado porque allí “no están preparados para ese tipo de tostadas, en Bilbao se toman de pan bimbo”. Hemos tenido mucha coña con lo de “no estamos preparados”.
Cogemos el paseo que va por la parte derecha del Nervión. Cuando hemos llegado al puente de Deusto teníamos que haber girado a la derecha, pero no lo sabíamos y había marcas de carril bici de frente así que hemos seguido paralelos al río. Un coche de policía nos ha parado para decirnos que íbamos mal, así que hemos tenido que dar la vuelta. Ha estado bien pasar por Deusto y llegar de nuevo al Nervión. Vamos por una carretera con poco tráfico y a nuestra derecha hay muchos almacenes, que tendrían mucho que ver con la industria metalúrgica y que ahora o están vacíos o reaprovechados para otras cosas. Al otro lado se pueden ver muchísimas grúas o elevadores de esas industrias que ya no se usan apenas. Nos ha encantado llegar al Puente Colgante, que hemos utilizado para cruzar la ría. Coches, bicis y peatones entramos en una especie de plataforma sujeta por unos cables y que nos transporta al otro lado.
No se acaban aquí las sorpresas agradables pues para subir desde la ría a la parte alta hay unas rampas mecánicas, de las que suele haber en el metro, que nos permite subir sin dar pedales. Pronto tomamos el bidegorri que nos llevará a la playa de La Arena. Hoy si que me doy un baño, que ya está bien, entre unas cosas y otras todavía no he probado el agua del mar. Estamos con otros tres bicigrinos que nos hemos encontrado al salir del Puente Colgante. Eva se queda guardando las bicis mientras los demás nos vamos al agua, lo de nos vamos es literal ya que la marea está baja y hay que andar una tirada. El agua está buenísima y aunque tampoco es plan de estar mucho rato jugando con las olas, lo pasamos bien. Nos duchamos bien con agua dulce para no tener problemas antes de ponernos en marcha. Al final de la playa un señor vende melones en un camión, hemos comprado uno nosotros y otro los otros tres y nos hemos comido los dos entre los cinco, ¡qué ricos!
Tras una pequeña subida salimos del País Vasco y entramos en Catabria. Una fuerte rampa sobre asfalto nos deja claro que las cuestas no se han acabado con el cambio de provincia, que durarán todo el camino. Comemos un menú muy grasiento y eso que habíamos pedido un pescado a la plancha, encima hemos tardado muchísimo en salir. Ha sido un error, nos va mejor tomar un bocata y una ensalada o algo así. Así pues cuando hemos llegado a Castro Urdiales que era donde pensábamos quedarnos, tenemos todavía la comida en la garganta y decidimos continuar un rato más.
Vamos por caminos rurales que unen pequeñas poblaciones. No sabemos muy bien donde estamos, si la población que acabamos de pasar era un pueblo o sólo un barrio…, aunque el camino está bien marcado y se sigue con facilidad. En Islares hay un albergue, decidimos ver que tal está y nos quedamos. Es medio privado y nos cuesta 5 Euros dormir, en vez de la voluntad como es en otros sitios. Blas está también aquí, hemos reconocido su bici. Hacemos la colada y demás antes de salir a dar un paseo. Qué pena que no lo hayamos echo antes pues hay un lugar para bañarse chulísimo. Nos ha parecido un rincón precioso. Cenamos en el camping que está junto a la playa y de postre una quesada casera buenísima.
Etapa 5: Islares – Santa Cruz de Bezana
Salimos de Islares sin desayunar porque no hay nada abierto. Pronto abandonamos las costa para dirigirnos al interior. Desayunamos en un pueblo muy tranquilo que se llama Rioseco, en una terraza debajo de un melocotonero. Acaba de abrir el bar y la temperatura es ideal, algo fresca, muy agradable.
Con buen ánimo vamos pasando por una zona donde hay grandes caseríos, alguno con torreones que parecen castillos medievales. Una fuerte subida nos lleva a La Magdalena, desde lo alto se aprecia el valle de Liendo que tenemos que atravesar. La vista es chula ya que las casas están repartidas por todo el valle ocupando una gran extensión. En el centro se puede apreciar el pueblo de Hazas distribuido alrededor de su iglesia. El recorrido es muy agradable hasta el centro del pueblo. Allí compramos algo de fruta y nos acercamos a comerla a un parque. Se nos acercan unos peregrinos que nos preguntan por el albergue. Son franceses y vienen de Santiago ya de vuelta. Salieron desde su casa y pretenden regresar a ella también caminando. Sólo hay unos tramos en Francia que harán en el tren porque es una zona industrial y no les gusta. Nos dicen que estarán más de seis meses fuera de casa.
El siguiente punto que tenemos por delante es Laredo. Queremos llegar pronto para buscar una tienda o taller de bicis para cambiar las zapatas de los frenos. Con tanta rampa-muro se nos han desgastado. En el taller nos dicen que vayamos a tomar un café que al volver ya las tendrán listas. Nos han cambiado las pastillas y ajustado un poco todo. Hay un hombre en la puerta que parece pasarse el día allí dando palique a los que se acercan. Con las bicis a punto nos vamos al Puntal de Laredo donde tomaremos una barca para cruzar la ensenada y ahorrarnos una buena vuelta. Esta barca mola más que la de Pasajes. Primero porque se accede a ella desde la misma playa, se accede por una pasarela desde la arena. Y segundo porque el que la lleva tiene puesta música rock (tipo Dire Straits) a todo trapo, me dice que a él le gustaría poner cosas más fuertes (AC/DC, Metálica) pero que su jefe no le deja. Una travesía de lo más agradable, al menos para mi.
Pasamos por varias poblaciones turísticas de la costa que no nos gustan demasiado. El entorno se hace más bonito cuando llegamos a la zona de San Miguel de Meruelo, con un entorno más rural. El camino se desvía para visitar su iglesia, merece la pena el esfuerzo de subir una cuesta más. A la salida se pasa por un puente medieval y se vuelve a subir por una zona de caseríos y pueblos pequeños. Aquí en Cantabria el tema de las cuestas ha cambiado, en el País Vasco subías durante mucho tiempo para luego hacer una bajada larguísima, aquí subes y bajas continuamente.
Nuestra idea es llegar a Somo y quedarnos allí. Pero no nos ha llamado la atención y decidimos ir a Santander. Tomamos un barco que cruza la ensenada y nos deposita en el mismo centro de la ciudad. Habíamos llamado a Reyes, la hermana de Eva, para que nos buscara alojamiento aquí, pero cuando nos estamos dirigiendo hacia el lugar nos hemos dado cuenta de que no queríamos estar en una ciudad tan grande, que preferíamos un sitio más pequeño. De repente los coches, la gente y el ruido nos resultan insoportables así que nos hemos puesto en marcha para largarnos. Es por la tarde y hay bastante tráfico, tenemos que salir por la carretera de Torrelavega, todo va bien hasta que llegamos a una rotonda que conduce a la autovía. Nos hemos agobiado un poco con tango coche y decidimos coger el Feve (tren de vía estrecha que recorre la cornisa cantábrica) y salir de la ciudad con más seguridad. Nos bajamos 3 paradas más allá, en Bezana. Siguiendo el camino vemos un hotel en una especie de urbanización y allí nos quedamos. La habitación está fenomenal y nos han dado muy bien de cenar.
Lo malo ha sido que entre unas cosas y otras hemos hecho más de 65km, que quizás sean demasiado.
Etapa 6: Santa Cruz de Bezana – Comillas
Anoche oímos que daban mal tiempo, que llovería. Así que me ha tocado meter todas las cosas en bolsas de plástico. A Eva no porque sus alforjas son impermeables. El día está muy nublado y a ratitos chispea un poco, pero nada más. Al llegar a Boo de Pielagos tendríamos que haber tomado un desvío que nos ahorra 7km, pero la explicación de la guía es bastante mala y no hay manera de enterarse. Justo antes hemos adelantado a unos caminantes que si toman el desvío y a los que nos tocará adelantar después. Lo bueno que ha tenido el desvío es que hemos pasado por unas zonas muy chulas cerca del pueblo de Arce. También hemos visto un puente medieval muy bonito que con el cielo nublado, el agua y el verde de la vegetación nos ha gustado mucho.
Por delante tenemos una zona bastante rara. No es un paisaje espectacular pero si curioso. Primero el camino nos hace subir por una avenida cubierta de césped para llegar a la ermita Virgen del Monte. Después pasamos por la población de Mogro, recorriendo una amplia zona con casas individuales. Por último nos hemos encontrado bajando hacia Requejada al lado de un gaseoducto con dos tuberías de color marrón.
A media mañana hemos llegado a Santillana del Mar. No hay mucha gente, se nota que los grupos de visitantes van llegando en este momento. Conseguimos recorrer algunos lugares prácticamente solos, mientras que en otros tenemos que ir con mucho cuidado de no llevarnos a alguien por delante con las bicis.
La siguiente población importante es Güemes, un pueblo caracterizado por su arquitectura indiana, es decir la que traían los que habían hecho fortuna en Sudamérica. La iglesia es muy curiosa con dos torres frontales y colores más bien vivos que contrastan con el resto de las iglesias que hemos visto, de corte más bien románico. Nos encontramos aquí con Blas que está buscando un sitio para comer y que se queda alucinado de que nuevamente le hayamos adelantado, nos dice que se ha perdido varias veces siguiendo el track del gps.
Como Güemes no nos dice nada nos vamos a Comillas que es más bonito. El camino que sale de aquí y va hacia La Iglesia nos parece una chulada, una pista fácil entre una exuberante vegetación brillante por la lluvia caída. El albergue de Comillas está lleno, nos toca buscar donde dormir. Hemos estado un buen rato en una pensión del centro donde tenían una habitación muy grande pero la chica no se atrevía a dejarnos pasar con las bicis hasta que no hablara con el jefe. Hartos de esperar nos hemos ido fuera del centro y cerca de la playa a otra pensión con una mujer encantadora.
Un cúmulo de casualidades nos ha llevado a charlar con una pareja de caminantes… Estaban en Güemes hablando con Blas, luego les hemos pasado de camino a Comillas. Al encontrarnos con el albergue lleno, hemos pensado en ellos, que cuando llegaran aquí tendrían que buscarse otro sitio. Después de ducharnos y de hacer la colada, cuando nos vamos a ir a la ciudad a cenar, al salir nos los encontramos. Resulta que vienen a nuestra pensión, que han venido directamente hacia aquí, ¡mira que bien!. Después de tomar algo y de cenar, hemos decidido comprar una Quesada en una tienda de productos típicos y a Eva se le ocurre que la compartamos con estos chicos. Yo pienso que es una tontería, que como les vamos a encontrar. Pues oye, ha sido llegar a la pensión y ellos estaban saliendo para ir a cenar algo, así que les hemos acompañado y después de que ellos cenaran nos hemos tomado la quesada entre los cuatro. Y la casualidad más grande, resulta que son de Madrid y uno de ellos es profesor en la escuela de escritura a la que va Eva.
Etapa 7: Comillas – Llanes
El tramo que tenemos hasta San Vicente de la Barquera lo hacemos por la costa, no por el camino propiamente dicho. Creo que ha sido un acierto pues vamos por un buen arcén y también por una especie de carril peatonal. Las vistas son alucinantes pues pedaleamos paralelos a la costa todo el tiempo y pasamos junto a playas enormes y vacías de gente.
Es curioso como poblaciones que te han gustado cuando las has visitado en coche pierden interés al llegar a ellas de esta manera. Nada más entrar en San Vicente de la Barquera tenemos claro que no la vamos a visitar y casi salimos de ella lo más rápido posible. Vienes de recorrer kilómetros de costa y poblaciones pequeñas con mucho encanto con lo que el tráfico y el barullo nos quita las ganas de entrar en estos lugares. En Santillana del Mar no nos pasó esto porque entramos desde unos barrios altos directamente a la zona turística sin cruzarnos con ningún coche.
Al salir de la población nos encontramos con un caminante que viene de Eslovenia, alto y desgarbado, pero que va a toda máquina. Después de una bajada y una subida nos paramos a tomar un plátano, al poco ha llegado este hombre que parece ir corriendo más que andando, nos hemos quedado alucinados y al decirle que va muy rápido, nos responde que no, que se ha parado a hablar con unas chicas.
Pronto volvemos a encontrarnos con nuestras queridas rampas-muro y con el ambiente rural y salvaje que caracteriza este camino. Nos dirigimos a la población de Serdió donde se encuentra la Torre de Estrada. Un torreón medieval que se ha restaurado y que ahora alberga una exposición sobre los maquis muy interesante. Hemos charlado con la chica encargada que nos ha hecho muy buenas recomendaciones para los próximos kilómetros y eso que nos dice que nunca ha viajado en bicicleta. Nos dice que nos desviemos del camino y visitemos las rías de Tina Menor y Tina Mayor, antes de llegar a Unquera. Para ello hay que desviarse hacia Pechón.
Como nos ha parecido muy buena idea, le hacemos caso. Y sin duda es un acierto. Nos han encantado las dos rías, sobre todo la de Tina Menor. La carretera por la que circulamos no tiene casi tráfico y nos permite disfrutar de unas magníficas vistas de la ría que va ondulando como una S según la vamos recorriendo, para llegar a la parte final que parece una puerta que da al mar. Un mirador en lo alto nos permite parar y disfrutar un rato más relajados aún.
El camino de Unquera a Llanes es de las partes más bonitas e interesantes que hemos recorrido. Nos encontramos con un poco de todo. Primero llegamos a un puente romano en el que no tenemos muy claro el camino que debemos seguir. Luego descubrimos que frente a nosotros se alzan Los Picos de Europa. Pasamos junto a calas salvajes con formaciones rocosas curiosas. En una de ellas me he dado un magnífico baño, aunque con algo de respeto pues las olas venían de tres puntos a la vez y rompían violentamente en diferentes puntos. También hemos llegado al bufón de las Arenillas, una curiosa formación resultado del empuje de las olas sobre la roca. Poco a poco las olas van cavando una cueva en la roca, esta va subiendo hacia arriba hasta que consigue horadar un pequeño agujero. Por este agujero sale el agua a presión como si fuera un géiser si las mareas y las olas son propicias, sino se oye un ruido tremendo cuando entran las olas en la cueva como si un dragón estuviera rugiendo. Esto último ha sido lo que hemos visto nosotros. Hemos atravesado un bosque de Eucaliptos que se elevan rectos hacia el cielo. Todo ello por un camino de arena lleno de subidas y bajadas, rodeado de vegetación y con gente caminando.
En Llanes nos hemos buscado una pensión muy recomendable. Nos habían dicho que el albergue cuesta 15€ por persona y la habitación que hemos cogido son 40€ para los dos. Además es preciosa y está en todo el centro. Nuestros amigos y compañeros César y Sonia vienen a hacernos una visita desde Oviedo. Hemos recorrido con ellos la población y cenado tomando unas sidriñas, como corresponde.
Etapa 8: Llanes – Berbes
Ya nos empezamos a encontrar cansados, cada vez se nos hacen más duras las subidas. Seguramente nos esté pasando factura el día de Santander que hicimos más de 65km. Según dice nuestro amigo Rafa, cuando en la bici coges un ritmo de un número de kilómetros y un día te pasas, luego te cuesta mucho recuperarte.
La salida de Llanes es por un camino muy similar al que seguimos para llegar, una pista de tierra que sube y baja paralela a la costa. Se siguen sucediendo rincones muy chulos como la ensenada del río Niembro donde una iglesia parece estar levantada encima del agua.
((No se muy bien lo que ha pasado, pero con el cambio he perdido el resto de este artículo. Voy a escribir un poco por encima lo que recuerdo. Perdón por las molestias!))
Poco a poco nos dirigimos al interior. Subimos entre bosques de eucaliptos poco a poco. Nos vamos dirigiendo al pueblo de Pría. El último tramo es bastante curioso pues tenemos que subir por un campo, sin ningún camino a la vista, en dirección a la iglesia de Pria que nos vuelve a conducir a una carretera asfaltada.
En Ribadesella tenemos que parar un ratito, hemos llegado pronto y queremos preguntar algo en la oficina de turismo. Además tenemos una rueda pinchada que aprovechamos para reparar. En el puente que cruza la ría nos aborda un chaval. Tiene la cara pálida, un poco demacrada, nos pregunta que a donde vamos. El nos iba a recomendar un sitio para dormir, pero como queremos continuar pues nos cuenta otras cosas. Nos ha dicho que es vegetariano y que en Asturias están todos locos, que no le extraña pues nadie come nada de verdura, sólo se come (según él), fabes y carne. Con la sensación de que al menda le faltaba algo de lucidez, aunque también algo de razón tenía en alguna de las cosas que dice, nos vamos de Ribadesella.
Tenemos un par de subidas que empiezan a pesar sobre nuestras piernas. Paramos a comer en un algo. Un sitio lleno de niños y de veraneantes, pero comemos bastante bien.
En el pueblo de Berbes decidimos pararnos. No queremo continuar. Hay un bar, luego nos dirán que es un salón social..., donde el dueño nos tratará de maravilla. Nos dice que podemos dormir en una casa rural que hay enfrente, que todavía no ha abierto, pero que seguro que no tendremos problema. Efectivamente, la mujer es encantadora, aunque todavía no ha empezado la temporada nos da una habitación bonita e incluso nos lava la ropa en su lavadora. Hemos charlado con ella y nos ha caído muy bien. El del bar nos ofrece su coche, dice que lo cojamos para ir a la playa a visitar lo que queramos..., no lo hacemos pues no queremos ir a ningún sitio, luego la señora de la casa nos ha dicho que el año pasado se lo ofreció a unos chicos y se lo devolvieron 3 días después.
Cuando vamos a cenar el hombre se sienta con nosotros en la mesa, como si fuera a cenar con nosotros. Nos ha encantado, hemos charlado con varios parroquianos mientras cenábamos un pulpo encebollado que estaba estupendo.
Un pueblo que siempre tendremos en nuestra memoria, de los que te reconcilian con el mundo.
Etapa 9: Berbes - Villaviciosa (y Oviedo)
Salimos más tarde de lo que pensábamos. Tenemos que cambiar la rueda que reparamos ayer. Además casi no tenemos repuestos por lo que tendremos que comprar.
La bajada de Berbes es espectacular, empinadísima y trepidante. La llegada al mar es aún más espectacular pues cogemos un sendero por donde apenas cabe una persona. La vegetación nos rodea por todas partes y vamos enganchando rapas y plantas en los pedales. El camino es tan pequeño que desde arriba de la bici únicamente se intuye. Enseguida llegamos al pueblo de La Isla. No hay tienda de bicis, nos dicen que en Colunga si habrá, así que allí nos dirigimos.
Nos lo hemos pasado fenomenal, hemos tenido varios tramos diversos, primero una carretera. Nos salíamos por un sendero por el campo, paralelo al mar y de repente... una cerca nos impide el paso. Hay unas escaleras por donde pueden pasar los que van caminando, a nosotros nos toca subir las bicis por encima de la cerca. Una peregrina francesa nos ofrece su ayuda para subir la bici y le decimos que vale, que nos ayude haciéndonos una foto mientras la pasamos.
En Villaviciosa es la hora de comer. Preguntamos y nos recomiendan un sitio cercano con un menú de los de antes en Asturias, tres platos. Nos hemos puesto en la terraza hasta que se ha puesto a llover, nos ha tocado trasladar todo al interior a la carrera.
Hemos encontrado la tienda de bicis, llevamos otra rueda pinchada. No tienen recambios para nuestra bici, así que hay que parchearla. Eva ha decidido que ya no quiere pedalear más, que ya ha sido suficiente. Nos quedan apenas 40km a Oviedo que era la meta que teníamos cuando comenzamos en Irún. Así que he decidido irme yo hasta Oviedo en la bici mientras Eva se va en el bus. Subiendo el puerto que hay al salir de Villaviciosa hacia Pola, se ha puesto a llover bien, me he tenido que poner el chubasquero e incluso parar un ratín en la bajada, por lo demás he ido muy bien hasta Oviedo. Bueno, con una salvedad, según me acercaba a Oviedo los kilómetros variaban, hay carteles de 8km a Oviedo y un rato más adelante te encuentras con uno de 9km a Oviedo???
Nos ha encantado la experiencia de hacer una ruta en bici, seguro que repetiremos!!!
Por casualidad he accedido a tu blog y he visto que ya tenías relatado este viaje que me habíais contado y me he puesto a leerlo y poder dejarlo. He añorado bastante esos viajes en bici que hacíamos antes y que un día retomaremos con la ilusión de un principiante. He reconocido algún sitio de nuestras vacaciones este verano, nosotros hicimos con los niños el tramo de Pendueles a Andrín, acabando con baño en esa bonita playa, es lo que más se parece a lo que habéis hecho vosotros, pero también encantados disfrutando de otras coasas
ResponderEliminarUn beso muy fuerte, ya estoy deseando veros, que hace mucho tiempo que no os abrazo
Oscar
Oscar — 11 August 2011
Enhorabuena por el blog, mucha información y propuestas de sitios bonitos, ya conozco muchos de los sitios que aparecen en las fotos, pero hay otro preciosos que me dejaron con ganas de conocerlos.
ResponderEliminar