8 de noviembre de 2004

Welcome to Siria

No es que quiera dármelas ahora de que sé mucho ingles, he puesto de titulo “Welcome to Siria” porque es lo que todo el mundo me dice por aquí. La hospitalidad y amabilidad de este pueblo es exagerada, estas en la calle dudando sir ir a la izquierda o a la derecha, dándole vueltas a un plano como todo turista que se precie, y enseguida aparece alguien que te pregunta si puede ayudarte, lo mismo alguien que sabe ingles o francés que un albañil que pasa por allí y te indica por señas. Ojala tratáramos nosotros igual de bien a los que nos visitan.

Mi llegada fue por la frontera con Turquía, os aseguro que fue una aventura y no sé ni como todo salió bien. Desde el lugar donde yo estaba, no había muchas posibilidades para cruzar la frontera, a pesar de que la gente me decía que no había problema. Tome un minibús (furgoneta), que en teoría me llevaría a Aleppo en Siria. Nada de eso, me llevo hasta el ultimo pueblo de la frontera, allí el conductor me llevo hasta una oficina y me dijo, por señas, que ellos me llevarían. Me piden el pasaporte y más dinero, todo por señas, y me suben en un coche. A los 300m el coche se queda parado, no tiene gasolina. Llama a alguien para que traiga una botella en una moto y continuamos nuestro camino. De repente estamos en la frontera, resulta que sin saberlo he pillado un taxi para que me cruce la frontera. Salir de Turquía nos lleva una hora, la gente se agolpa en las ventanillas para que les sellen los papeles y poder pasar, no es que seamos muchos, es que se lo toman con mucha calma. Después hay que esperar a que él de la aduana dé el visto bueno al coche para que pase. Buscan por todos lados, dando golpes para ver si hay algo en los dobles fondos. Por fin pasamos la parte Turca, en la Siria lo mismo pero con más tranquilidad. Miran y remiran los coches y los equipajes, a mí como soy un turista ni me lo tocan. Una vez sellado el pasaporte, me lo piden en tres ocasiones, en 50m de distancia, todos tienen caras serias, lo miran, lo remiran, me miran a mí y una vez que están conformes, cambian la cara, me sonríen ampliamente y me sueltan el “Welcome to Siria”. El taxi me lleva hasta Aleppo, han sido unas 4horas por unos 10 Euros, y menos mal porque el se ha encargado de todo en las fronteras.

Aleppo es una ciudad árabe en toda regla. El mercado es el centro de la ciudad, aunque también se puede decir que la ciudad es el mercado pues se vende de todo en todas partes. Yo creo que los árabes se dividen en dos, los que venden y los que compran y no hay más. Como Siria es un país árabe, aquí el Ramadam, se toma más en serio y cuesta más encontrar algún sitio para comer antes de la puesta del sol. Además no está bien visto comer en la calle durante el ayuno. Algunas comidas fueron curiosas, pues fui a un par de sitios donde solo tenían la carta en árabe y nadie hablaba inglés, tuve que entrar en la cocina y señalar lo que quería. En general la comida está muy buena, a veces bastante picante, tienes que ir separando los trozos de guindilla, son grandes como pimientos. Pasearse por el zoco es una delicia, ver a un hombre hacer pucheros de hierro, miles de puestos de especias, de cordones, de café, de jabón, de ropa, de alfombras,… Se vende cualquier cosa en estos lugares y aunque no lo parezca están bien organizados, normalmente se ponen todos los que hacen lo mismo juntos. Lo que es imposible de explicar son los olores del zoco, una mezcla de todo, desde jabones a colonias, especias que te taponan la nariz, carnes, basuras, y sobre todo olor humano a raudales. Aleppo tiene una ciudadela muy bonita, lo más espectacular me pareció la entrada, que desde lejos parece un acueducto, tiene un montón de sistemas de seguridad para que no fuera conquistada.

El Hamam (baño turco). Ya llevaba tiempo deseando probarlo, en Turquía hice una tentativa, pero el sitio no me gustó demasiado. El Hamam de Aleppo, es precioso y sin duda la experiencia mereció la pena. El día que quería ir yo, las mujeres iban por la mañana y los hombres por la tarde, a las 18h30 (aquí a las 17h ya es de noche). Decidí arriesgarme pues tenía que cruzar la ciudad para llegar aquí, pensé que a malas cogía un taxi y ya está, pero no hubo problema para llegar hasta allí, además vi cosas curiosas, como unas 100 personas rezando en la calle, pues la mezquita estaba llena. Lo primero que se ve del Hamam es la sala de descanso, es donde se espera para entrar al baño y donde después de este te relajas, suelen ser altas, espaciosas y muy bonitas, esta lo era en especial. Había que esperar pues unas chicas habían reservado y estaban dentro, venían con dos suizos que luego entraron conmigo. Cuando llegó el momento, me dieron una especie de trapo/toalla para que me cubriera con él, después de desnudarme. Nos condujeron hasta una sala donde había mucho vapor y con un cuenco, una pastilla de jabón y una esponja nos indicaron que nos laváramos bien y que sudáramos. Valla que si sudé, tuve que hacer meditación hindú para no salir de allí corriendo del calor que hacía, de vez en cuando te echabas agua por encima para mitigar el calor, en 10 segundos te secabas y en otros 10 estabas de nuevo empapado en sudor. Nos fueron llamando uno a uno, para el baño. Un hombre te sienta en el suelo, y ya tu dejas de ser una persona para ser un objeto en sus manos, sólo sirves para cambiar de posición cuando el hombre te lo pide. Va recorriendo tu cuerpo a tramos, primero los brazos, el pecho y las piernas y luego te das la vuelta y espalda y piernas. El hijo de su madre, pues no tiene otro nombre coge un guante de crin (no sé como se escribe) negro, con muy malas intenciones, y empieza a frotarte a fondo. Es en este momento cuando piensas que maldita la hora en que se te ocurrió buscar una versión autentica, no light para turistas. Después de sacarte la roña acumulada te da jabón y un masaje, el masaje es casi tan doloroso en algunos puntos como el guante, no sabes que es mejor. Cuando ha recorrido todo el cuerpo, te vuelve a enjabonar y te aclara. Para que os hagáis una idea es como cuando nuestra madre nos bañaba con la piedra pómez de pequeños, pero pagando y además un tío con bigote. Después descansas un poco en una zona templada y por último te aclaras bien, el hombre se encarga también de taparte con toallas para que te seques y de esa guisa sales a la sala de descanso donde te tomas un té y te sientes realmente nuevo y bien. ¡Muy recomendable!

Siria es un país muy pequeño, lo más que tardas en ir de un sitio a otro son 2 horas.

De Aleppo, me marché a Hama. La ciudad de las norias. Las norias se utilizaban para elevar el agua desde el río a las partes más altas, la ciudad y los campos de regadío. Todavía funcionan muchas y a mí me ha gustado mucho verlas. Hacen un ruido bastante extraño, dicen que de ahí viene su nombre, están chirriando todo el tiempo, pero es muy bonito ver como suben el agua y como gotea esta por las maderas del artilugio. Justo al lado de una hay un restaurante que se llama El Sultán y donde se cena de maravilla escuchando el ruido de la noria y viendo caer el agua, cené dos veces justo a la hora del fin del ayuno, esperando a que sonara el petardazo que indica el final del ayuno para empezar a comer. La gente suele llegar antes para reservar sitio y piden la comida para cuando llega el momento liarse a comer. Llevan 12 horas sin probar nada, ni de comer, ni de beber, y en teoría sin fumar. Desde Hama hice una excursión a las ruinas de Apamea, era una antigua ciudad romana y se conserva bastante bien la columnata que indicaba el centro de la ciudad romana, esta calle medía 1850m, toda ella recorrida por columnas, por supuesto que ahora no quedan en pie más que unas cuantas, pero es muy interesante recorrerlas. El resto de la ciudad está en bastante mal estado, hay que perderse por entre las piedras y tener mucha imaginación. Y paciencia para decir que no a todos los que vienen ofreciéndote monedas antiguas y figuritas, se las dan de comer a las ovejas y cuando las expulsan, parecen viejas. Los mosaicos que se encontraron aquí están en el museo del pueblo, que es un caravasar (un antiguo hotel para las caravanas de camellos), le falta un toque al museo pero la idea de poner los mosaicos en los suelos del caravasar, a mí me ha parecido muy buena.

El siguiente paso es el Krak de los Caballeros. Yo estaba muy interesado en ver esto y realmente me ha valido la pena. La mayor parte del país está en una planicie, las montañas separan Siria del Líbano, justo en un hueco entre las montañas es donde está situado el Krak, es un punto estratégico desde el cual se podía vigilar tanto lo que venía del mar (oeste), como lo que venía del interior. fue construido por los cruzados cuando vinieron a conquistar a los infieles y creo que fue uno de los últimos bastiones que aguantó. El castillo o fortaleza está muy bien conservado, paseando por él parece que estás en la edad media, es mucho mejor que ver una película y más real. Las vistas además desde allí son espectaculares. También ver el castillo desde lejos es muy bonito. El alojamiento donde yo estaba está pegado al castillo y no había nadie salvo yo, de repente aparecieron tres mujeres españolas, de Madrid. Yo llevaba un mes sin hablar castellano con nadie, así que os podéis imaginar la ilusión que me hizo. Nos tomamos unas cervezas y lo pasamos realmente bien.

Lo siguiente es Palmira, otra ciudad romana, pero esta vez en medio del desierto. Lo más bonito es sin duda el color de la piedra, tirando a rosa que hace que las columnas y los templos romanos resalten mucho más aún. Aquí había otras dos mujeres de Zaragoza y el guía que las acompañaba me obligó a recorrer varias cosas con ellos, me enseño cosas muy curiosas que yo no hubiera visto de ninguna manera. Lo malo de este lugar es que es una ciudad que ha crecido al borde del yacimiento de cara al turismo. Está lleno de niños con camello que te invitan a dar una vuelta en el animal, otros te venden postales, dátiles o lo que sea. Cuando estaba paseando por allí uno de los que tenía un camello me pidió que le diera un mosquetón pequeñito que llevaba en la cámara. Al rato de habérselo dado, aparece y me obliga a montar en el camello, me dice que como le he regalado el mosquetón que me lleva al hotel gratis. Sólo he aguantado 5 minutos, no me apetecía recorrer las ruinas en un camello y preferí seguir a pie. He cenado con una pareja de argentinos y luego he charlado con dos de Madrid que vienen desde la india en bicicleta y todavía les queda tela que cortar.

Damasco, la capital. Lo primero fue una decepción, aquí la gente ya no es amable ni hospitalaria, parece que lo único que tienen es prisa. La ciudad es un inmenso atasco, todos los coches van pitando enfurecidamente y es una locura. Las bicicletas y a veces los van en sentido contrario. Bueno, en algunas autovías he visto coches, tractores y motos circular en dirección contraria y la gente no parece inmutarse. Además aquí todo es mucho más caro, casi el doble que en el resto de la ciudad. Bueno esa fue la primera impresión, luego ya vas conociendo a gente amable y simpática que merece la pena y se te pasa el agobio. Como el día siguiente a mi llegada es Viernes, y todo estará medio cerrado, me voy a visitar Maloula que es un pueblo donde la mayoría de la gente es cristiana o judía. Hay iglesias, mezquitas y sinagogas conviviendo sin más. Aquí todavía se habla el Arameo, que es la lengua en la que hablaba Jesús. El pueblo es bonito, está como pegado en la ladera de un desfiladero. Hay un par de monasterios curiosos, muy bonitos pues están construidos con piedra rugosa. En el de San Sergio, una guía recitó un padre nuestro en arameo, no me enteré de nada pero fue curioso. Por la tarde, ya en Damasco, he entrado en la ciudad vieja, en el zoco y me ha empezado a gustar la ciudad. La mezquita de los Omeyas es al Islam como la catedral de San Pedro a los católicos. No es un lugar especialmente bonito, ni tiene tanto lujo como la de Roma, pero tiene más vida. Aquí dentro la gente viene a leer, a sentarse a pensar, a charlar con un amigo, a curiosear, a dormir incluso y por supuesto a rezar, todo ello con un montón de crios jugando por allí, corriendo y riendo. Dentro parece que el tiempo se detiene y te invade una sensación de estar muy cómodo. Bueno, cuando a sonado el petardazo anunciando el fin del ayuno, la gente se ha puesto a comer sin más miramientos. Justo antes del petardazo un hombre me ha dado dos mazapanes. Las callejuelas de alrededor tienen mucha vida y por lo menos no hay coches ni tanto ruido como fuera de la ciudad vieja.

Bosra, esta casi en Jordania. Lo más bonito es sin duda que los yacimientos y la ciudad están juntos, mezclados. Puedes ver a niños jugando a la pelota junto a las ruinas romanas. Muchos de los niños que te encuentras aprovechan para practicar el ingles que saben, todos te preguntan lo mismo, de donde eres, como te llamas…, lo malo es que muchos acaban diciéndote money. Bosra tiene además el teatro romano mejor conservado del mundo, esta rodeado de una especie de fortaleza y se conservo tan bien porque se cubrió de arena. Tiene una acústica espectacular, dicen que si sueltas una moneda en el escenario, se puede oír en todo el teatro. No pude hacer la prueba pues no podía estar soltando la moneda y escuchándola a la vez, no había nadie por allí. Esta casi completo, solo le faltan las estatuas que habría en el escenario, casi parece que acaban de salir de allí los romanos.

Lo que peor llevo es el tema del velo en las mujeres. La mayoría de ellas va con el pelo cubierto, una parte pequeña va con todo cubierto, salvo los ojos, y muy pocas van con todo cubierto. En según que sitios hay algunas chicas y mujeres que visten a la manera occidental. En los minibuses y autobuses, las mujeres se suelen sentar delante y si pueden lo arreglan para que no se sienten una mujer y un hombre que no se conocen juntos. Imagino y espero que las cosas Irán cambiando poco a poco.

Por cierto aquí las puertas del armario son enormes pues hay muchos gays, alguno me ha tirado los tejos y todo. Otro me ofreció una esposa Siria…, mucha gente me dice que parezco árabe.

Besitos para tod@s
Ricardo

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