22 de octubre de 2005

Un yaplé paseando por el Annapurna

Yaplé, significa en nepalí “melenas” y es como se me ha conocido durante el recorrido. Me encanta que me hayan llamado así.

No se muy bien como definir este recorrido. Vienes aquí pensando en ver montañas grandes, de más de ochomil metros, y efectivamente las ves, también otras más pequeñas pero muy bonitas, también. Empiezas el trecking con cierto estress por ver los picos, el cielo está nublado y llueve, no sabes si verás algo. Pero cuando llevas unos días andando te das cuenta de que lo más importante de este recorrido no son las montañas, sino los paisajes que vas viendo. Son tan variados que de 18 días que he estado andando sólo se han repetido dos días, y porque volví por donde había subido. La mayoría de los días el paisaje cambia varias veces. Se pasa sin transición de una zona desértica, donde sopla muy fuerte el viento, a un bosque de pinos al doblar una curva y sin que te des apenas cuenta.

Empecé en Bessisahar el recorrido circular alrededor del macizo de los Annapurnas. Hasta Bulbuble hay una carretera por la que piensas que es imposible que pueda circular ningún vehículo, salvo 4x4, hasta que te encuentras con un autobús que viene de frente. A la salida del pueblo una griterío de chiquillos que se están bañando en el rio pone una nota de color, bonita, a un pueblo bastante feo. Un poco más arriba se pasa el primer puente colgante sobre un río. Gruesos cables de hierro sostienen un armazón de maderas que se balancea según pasas por encima. Es de los pocos que quedan con el suelo de madera, pues la mayoría tiene rejas metálicas. Será el primero de un largo número de ellos a lo largo del recorrido. En ocasiones hay que esperar a que pase una caravana de burros cargados de vete a saber que. Hay que tener cuidado con los burros pues te llevan por delante sin contemplaciones. Los primeros días predominan los arrozales y cultivos de cereales, todo es verde brillante y da gusto andar entre ellos. El camino es muy fácil de seguir pues es el que se usa para comunicar los pueblos o aldeas de la zona. Un interminable número de porteadores, cargados como mulas, recorren los caminos llevando y trayendo mercancías de un lugar a otro. También los senderistas utilizan porteadores para llevar la mayor parte de su material. Llevan sus pesados fardos, a veces en cestas y otras atados como pueden, sobre la espalda y sujetos por una cinta sobre la cabeza. Uno de los días del trecking probé a coger uno de los bultos, pesaba bastante, pero lo peor fue llevar el peso sobre la cabeza, sentí que me marearía enseguida, bien es verdad que ellos llevan sus cosas así desde niños y tienen los músculos del cuello y cervicales muy desarrollados. No sólo son hombres, también hay mujeres porteadoras que llevan los mismos paquetes que los hombres. También los agricultores llevan sus frutos de la misma manera, hay muchísimos de ellos a los que apenas si se les ve bajo un enorme fardo de hierbas que acaban de cortar.

El segundo día encontré a Unai y Eukene, una pareja de vizcaínos con los que he compartido la mayoría del recorrido. Andaba yo algo intranquilo por el encuentro con la guerrilla maoísta, no quería estar solo y les dije que si les importaba que estuviera unos días con ellos. Al final esos días se convirtieron en casi todo el recorrido. Ellos llevaban a Sham de porteador y a Ngima de guía. Entre todos nos lo hemos pasado muy bien. En un control militar alguien se refirió a mi como yaple (melenas) y a partir de ahí todos me llamaban así. A Ngima, el guía, le hemos intentado enseñar algo de castellano, incluso le hemos hecho un diccionario muy básico para empezar a soltarse. El suceso de la primera tarde juntos fue un inglés, muy majo, que estaba en nuestro mismo alojamiento y que había ido a meter los pies en unos baños calientes, volvió con ellos llenos de sanguijuelas. Este bicho al morderte inyecta un anticoagulante, por lo que la herida tarda bastante rato en cerrarse. Lo mejor era una señora muy mayor, nepalí, que se reía y hacía gestos como diciendo que había muchas.

Al día siguiente los maoístas. Están puestos en un sitio que no se puede evitar y exigen el pago de 100 Rs por día de trecking, mínimo de 10 días (1000 Rs = 11 Euros). Intentamos decirles que no teníamos dinero, que si tal, que si cual, pero no hubo manera y tuvimos que pagar para evitar males mayores. Te sientes como si te hubieran tomado el pelo, pues no los vuelves a ver a lo largo de casi todo el recorrido.

El primer ochomil, el Manaslu. Se ve a través de un valle que se deja a la derecha y se ve desde lejos, pero no por ello deja de impresionar con todo nevado y resplandeciente, pues se ve a primera hora de la mañana, con el cielo azul detrás de fondo.

Los campos de arroz van dejando paso a plantaciones de cereales y también a bosques, algunos de tipo alpinos y otros muy húmedos. En Pisang ya se empiezan a ver picos nevados, de más de 6000m. Y en Manang ya tienes la sensación de estar en las montañas con las que has soñado. Pudimos ver entre nubes y claros, los Annapurnas II, III y IV, el Gangapurna, el Tilicho, el Lamjung Himal y algunos más. La mayoría aparecían de repente en el camino al llegar a una elevación, se podían ver al fondo, un monte nevado que resaltaba sobre el verdor de las montañas próximas. En Manang se suele hacer un día de aclimatación, para no tener problemas unos días más tarde en el Thorong La el paso más alto del circuito a 5416m de altura. Subimos la tarde de nuestra llegada a un mirador lleno de banderas de oración desde el que pudimos ver por primera vez, bien, los Annapurnas, y quedar impresionados por el glaciar del Gangapurna que baja muy cerca de donde nosotros estamos y va a parar a una laguna azul. El día de aclimatación subimos 1200m de desnivel, hasta el Ice Lake que está a 4700m de altura. El lago no está helado y lo mejor son las vistas que se pueden ver desde allí, pues enfrente está el macizo de los Annapurnas, con el II, el III, el IV en primera línea y el Gangapurna aún más impresionante visto desde aquí que desde cerca. También es muy bonita la subida pues se recorren praderas muy altas que son pasto para los yaks. El yaks es parecido a una baca, que vive a mucha altura y que soporta el frío con un pelo muy largo que le llega casi hasta el suelo, podría ser una mezcla entre vaca y oveja. Se utilizaba y se usa aún como animal de carga para transportar mercancías a través de las montañas. Muy interesante también ha sido ver a los agricultores recoger sus productos, arrancan el trigo con las manos, así no tienen que arar después. Las espigas las cortan golpeándolas contra una especie de rastrillo y separan los granos de la paja echándolos al aire, para que este se lleve la paja y caiga el grano al suelo.

El camino hasta Thoron Phedi, el último lugar antes del paso, se va pareciendo cada vez más un paraje de montaña con matorrales bajos que son de varios y vivos colores, rojos, amarillos, marrones y verdes. En este sitio hace frío, pero se está bien, el alojamiento tiene las mesas del restaurante distribuidas de modo circular, lo que incita a compartir impresiones con los demás. La gente sale para el paso muy temprano, entre las 3 y las 5 de la madrugada. Los que salen muy pronto lo hacen con la intención de ver amanecer arriba, yo creo que es un error, pues las vistas más bonitas son las de la primera hora en la que se puede ver amanecer sobre el macizo de los Annapurnas. Será la última vez que veremos las montañas desde este lado. Unai y Eukene han salido a las 5, yo salgo una hora más tarde, cuando se hace de día. Las vistas son tan bonitas que en cada curva del camino me paro a hacer una foto. Son 1000m de desnivel hasta el paso y en cuanto sale el sol hay que ir quitándose ropa pues hace calor subiendo. No lo sabíamos pero se puede dormir aún más arriba a 1h o a 2h de Thorong Phedi. A mitad de camino empieza a aparecer la nieve y hay que pisar con cuidado pues está helada y resbala. Como estoy muy aclimatado por haber estado hace poco a más altura que la del paso, voy pasando a gente que sube como puede. La mayoría de las montañas que nos rodean no llegan a 6000m pero es muy chulo cuando el sol sale por detrás de ellas y empieza a brillar la nieve. En casi tres horas estoy en el paso, allí están Eukene, Unai y Ngima, abrazos y un poco de emoción. Fotos en el paso, y lo más increíble, aquí arriba hay una cabaña en la cual te puedes tomar un te, un café o comer algo caliente. A mi me viene muy bien pues se me han quedado las manos heladas haciendo fotos.

La bajada por el otro lado son 1500m de desnivel, que salvo un tramo, más empinado, se bajan muy fácil. Llegamos a la zona más árida, casi desértica del recorrido, todo es gris con formaciones que parecen lunares. Salvo en los lugares por donde pasa el agua donde, como en un oasis, crecen los árboles y los campos de cultivo. En Muthinakh hay un importante centro de peregrinación, tanto para hinduistas como para budistas. Vienen hasta aquí para ver la llama eterna que por lo visto nunca se apaga. Es muy curiosos pues ambos templos están en el mismo recinto rodeados de árboles de hoja caduca que tienen un color marrón y tiñen el suelo de hojas. También hay una zona donde los peregrinos apilan montoncitos de piedras que dan un toque muy curioso al lugar. Los pueblos de esta zona parecen del oeste, casi parece un decorado para un spaghetti wester, a veces hasta se oye un silbido que entona la música de alguno de ellos. Hay polvo y muchos animales por la calle, caballos, burros, gallinas, vacas…

Kabgeni es un pueblo precioso que señala la entrada al reino de Mustang, un reino perdido que lleva hasta el Tibet. Todo es árido y solo hay vegetación junto al lecho del río, el Kali Gandaki, pero el paisaje y las vistas son sobrecogedoras. El Gompa (templo budista) que hay en el pueblo es muy antiguo y muy interesante, además el monje que nos explica la historia del lugar se expresa tan bien que no hace falta saber ingles para entenderle. Nos cuenta que un grupo de monjes están meditando en cuevas durante 3 años, 3 meses, 3 días y 3 horas, que meditan por la humanidad entera y que ni ven ni hablan con nadie durante todo este periodo, alguien les lleva comida a un sitio y ellos se encargan de cocinarla.

La bajada de Kabgeni a Jonson es casi irreal, el viento sopla con muchísima fuerza y levanta nubes de polvo. Vamos a toda pastilla con pañuelos en la cara y parece que no llegaremos nunca, da la impresión de que te hallas en medio del desierto de Sahara. Jonson es como una ciudad pues tiene aeropuerto y mucha gente empieza o acaba aquí el trecking, también lo usan los peregrinos. Hay un par de pueblos conectados por una especie de carretera por las que circulan un par de tractores llevando gente, en sus remolques se puede leer “Express service” (servicio rápido). Claro que lo más espectacular de este lugar son las vistas de los Nilgiris, unos picos que llegan a casi 7000m y que están prácticamente sobre la ciudad. De nuevo el paisaje va cambiando en los días siguiente y pasamos del desierto a paisajes de montaña y a bosques, después llegarán los cultivos. Empezamos a ver el Dhaulaguiri (8.167m), lo tenemos encima y nos empieza a impresionar. No parece ser posible subirlo por el lado en el que estamos, cara este. Desde Khalopani, por fin, divisamos el Annapurna I (8.091m), el ochomil que llevamos varios días recorriendo. Espectacular se eleva sobre nosotros, tenemos el Dhaulaguiri detrás y el atardecer es de ensueño, con ambos picos brillando y la luna saliendo, casi llena, cerca del Annapurna.

En el siguiente pueblo de parada Tatopani, hay unos baños termales donde pasamos un buen rato. El agua está tan caliente que tengo que meterme en el rio Kali Gandaki antes de poder entrar en los baños. Lo mejor es la gente que hay por allí, fuera de los turistas, son los porteadores y guías que aprovechan para lavarse completamente y también gentes del lugar que vienen a lo mismo. Desde aquí tenemos una subida de más de 1600m de desnivel hasta Ghorepani, para mi ha sido el mejor día del trecking. Hemos pasado por un valle precioso lleno de campos cultivados, pero lo mejor estaba a nuestras espaldas, el Dhaulaguiri que se iba elevando majestuoso sobre el horizonte a medida que subíamos. Cada vez los vamos viendo más completo, es su cara sur, y nos parece aún más imposible de subir que el otro lado. Paramos a comer en un jardín lleno de flores con el coloso enfrente y no nos cansamos de mirarlo.

En Ghorepani la vista es aún más alucinante pues se pueden ver además del Dhaulaguiri, el Annapurna I, desde aquí se ve la cima principal, el Annapurna South (sur), el Himchuli, los Annapurnas II y III y el que para mi es el pico más bonito que he visto, el Machhapuchhre. Este pico de casi 7000m es también conocido como el FishTail, porque visto de lado su cima semeja una cola de pescado, visto de frente parece una pirámide casi perfecta. Este pico no ha sido nunca escalado, por dos razones. La primera es que es una montaña muy sagrada para los habitantes de la zona y la segunda es porque hace unos años el rey de Nepal decidió dejar un pico sin escalar y eligió este. Una decisión acertada sin duda, pues si no hoy estaría lleno de cuerdas fijas y de gente subiendo a él, pues es asequible.

Un poco más arriba de Ghorepani está Poon Hill, una colina con, probablemente, el mirador más espectacular del mundo. Desde arriba se puede ver aún mejor lo que llevamos viendo varios días. Se suele subir para ver amanecer y es alucinante ver como el sol va iluminando poco a poco, primero el Dhaulaguiri y después todo el macizo de los Annapurnas. Extasiados todavía por las vistas en la bajada nos esperan los maoístas, nosotros tenemos suerte pues sólo tenemos que enseñar nuestro recibo y ya está, pero la gente que viene andando por aquí tiene que pagar 15 Euros, no importa cuantos días anden.

Aquí me separo de Eukene, Unai, Ngima y Sham, han sido unos días muy buenos. Con muchas bromas y chascarrillos que hemos compartido. Yo me voy hacia el campamento base de los Annapurnas o santuario. Llegaré allí en tres días. Tengo un pequeño problema, y es que la tarjeta de memoria de la cámara de fotos la tengo casi llena y no estoy seguro de que me quepan las que me quedan por hacer, por suerte siempre hay solución para todo y en el siguiente punto donde paré, Dharapani, había una china muy maja con un ordenador portátil recién cargado que utilicé para copiar las fotos a mi disco duro y vaciar la tarjeta. De nuevo el paisaje cambia, desaparece el Dhaulaguiri y el resto de las montañas a medida que se baja y aparece la jungla, si la jungla. Enormes cantidades de vegetación y de agua, donde se pueden oír los monos y las chicharras que cantan a sol y a sombra, haga frío o calor, hay tantas que el sonido parece único. El único pico que se ve es el Machhapuchhre que aparece fantástico encima del valle cuando hay algún claro entre los árboles. Uno de los días he visto un mono en medio del camino, me pareció un perro por lo grande que era, hasta que me fijé en la enorme cola que tenía levantada. Era de color gris, la cara negra y el borde de la cara blanco, la punta de la cola también era blanca. No me dio tiempo ha reaccionar pues algo le asustó y se perdió en la vegetación en un instante.

El tiempo empieza a cambiar, cada vez hay más nubes. Tengo suerte y en el santuario llego a verlo todo despejado, al atardecer y al amanecer. Es alucinante situarse en un sitio alto y girarse en redondo viendo el Machhapuchhre, los Annapurnas II y III, el Gangapurna, el Annapurna I, el Annapurna South, El Himchuli y otros con nombre irrecordables, y por debajo de los picos, los glaciares alucinantes tan cercanos que casi parece que se pueden tocar alargando las manos. Me he juntado con una pareja de madrileños y unos andaluces, bajamos deprisa pues el tiempo empeora por momentos. Llegamos a Chhomrong un bonito pueblo en una ladera al que se llega por una subida extenuante de escalones. Es un buen lugar, pues al día siguiente no parará de llover y lo pasaremos jugando a las cartas y contando historias de montañas y viajes. Por suerte el día siguiente nos da una pequeña tregua que nos permite llegar hasta la carretera para coger un bus a Pokhara. La primera parte es un bonito camino entre cascadas y campos de cultivo en terrazas hasta que se llega cerca de la carretera y se va volviendo cada vez más feo. El bus va lleno y el cobrador nos dice que subamos al techo, donde los equipajes, la primera parte la pasamos bien, es un aventura ir subidos encima del bus, hasta que empieza a llover cada vez con más fuerza, mientras subimos un puerto. En la cima el bus se para y aprovechamos para meternos dentro, en el pasillo donde no cabe nadie más, la aventura está bien, pero tampoco es plan de llegar con una pulmonía.

El trecking es muy fácil de hacer, los caminos se siguen bien y no hay mayor problema que ir tranquilos hasta pasar el paso para no tener problemas de mal de altura. Cada una o como mucho dos horas hay un lugar donde se puede dormir y comer. La comida típica, y única, nepalí es el Dal Bhat que comen para almorzar y para cenar, consiste en un plato con arroz, vegetales y una sopa de lentejas, lo comen con la mano y lo bueno que tiene es que puedes repetir cuanto quieras. De todas formas en todos los sitios hay muchísimos más platos, tanto indios como occidentales y pasteles o dulces muy buenos. Los niños andan por todos los pueblos y muchos dicen cosas a los turistas para que les den algo, los más descarados piden bolis o caramelos, alguno me ha llegado a decir que le diera el reloj. He repartido un montón de bolis, procuraba dárselos a aquellos que no me pedían y me caían bien, en algún que otro pueblo han salido niños de debajo de las piedras para coger un boli, y algún que otro adulto.

Lo peor puede ser que en un par de sitios están construyendo una carretera, quien sabe si dentro de poco tiempo no la harán. Ello haría perder gran parte, si no todo, del encanto que tiene el recorrido.

Besitos para todos.
Salud, república y rock’n'roll.
Ricardito

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