Aprendiendo por tierras de Honduras (28/08/06 al 22/08/06)
Esto de dar clases no es fácil. No es que lo pensara, ni mucho menos, pero al intentarlo es cuando se ve lo difícil que es. Por lo menos para mi, enfrentarme a veinte muchachos y muchachas e intentar explicarles cosas básicas del mundo de los ordenadores ha sido toda una experiencia.
La primera semana fue un poco rara. Yo venía con la idea de empezar enseguida, ya sabemos las prisas que tenemos los de Madrid. Ni mucho menos, Rosman el encargado de Ayuda en Acción en Honduras me recogió en la Terminal de buses y pasamos el fin de semana haciendo algo de turismo por zonas del interior del país. La idea era dar clases de matemáticas y unos días de informática. Yo estaba preocupado porque no he dado nunca clases de matemáticas ni tenía ningún material. Enseguida llegamos a la conclusión de que lo mejor es que de clases de informática. En algunos lugares tienen ordenadores sin utilizar porque nadie sabe y nadie a formado a los chavales. Es un alivio para mi porque en este terreno me siento más seguro.
Aunque yo quiero empezar enseguida, Rosman me dice que no que esta semana me relaje, que tenemos varias cosas que hacer y hay que coordinar las cosas. Esto me ha servido para ver y entender como funcionan las cosas en este país. Un día antes no parece haber nada hecho, pero sin embargo las cosas funcionan. Paso un par de días con Raúl, recorriendo los alrededores de La Libertad, el municipio en el que me encuentro alojado. Esta es una zona montañosa, dedicada principalmente al cultivo del café. En las partes bajas se da sobre todo el maíz, guineos (plátanos) y los frijoles, en cuando se empieza a subir aparecen las plantaciones de café que lo llenan prácticamente todo. Vamos en una moto, pues las pistas son de tierra. Como nunca he viajado así el primer día voy muy tenso, pero poco a poco me voy relajando. Influido por el paisaje tan soberbio y espectacular. Todo son montañas, pequeñas lomas que vamos subiendo y bajando, todo es de color verde con una exuberante vegetación. Nos hemos dedicado a coordinar las clases que daré en los próximos días. Y también a visitar centros donde Ayuda en Acción está haciendo algo, sobre todo hemos visitado la construcción de keenders (guarderías). El primer encuentro con los chavales es en uno de los colegios a los que hemos ido a hablar, Raúl me invita a entrar en la clase y platicar (conversar) con los chavales. No he podido negarme, he tenido que entrar. Por suerte para mi, ellos están más cortados que yo, que me siento muy, muy pequeñito. Poco a poco van surgiendo algunas preguntas, ¿como es España?, ¿es grande?, ¿hay árboles?, yo trato de enrollarme y contar muchas cosas, para que así no tengan que pensar en otra pregunta y para ganar tiempo y tratar de relajarme. El peor momento es cuando abandono la clase, porque las maestras tienen la costumbre de despedir al visitante con un aplauso. También he visitado unos centros en los cuales los habitantes de pequeñas poblaciones han formado una especie de sociedad que se dedica a prestar y a guardar dinero. Sirve para hacer pequeños préstamos a los campesinos y ganaderos de su comunidad, los intereses son bajos y no se requiere mucho trámite. Gracias a proyectos como estos, hay pequeñas comunidades que pueden disponer de un local para reunirse, también han comprado una porqueriza (para la cría de cerdos), una piscina para criar peces…. Me voy dando cuenta que más que lo que yo pueda ayudar o enseñar aquí, lo importante es que la gente me conozca, me vea. ¿Por que? pues porque así saben que hay alguien al otro lado del mundo que se interesa por ellos. Algunos de los niños de las escuelas son niños apadrinados por ONG’s españolas, me cuentan que algunos se sienten decepcionados porque sus padrinos no les envían ninguna carta. De alguna manera la presencia de un voluntario es un pequeño impulso para que los niños sigan trabajando y estudiando.
Como andaba por aquí, pues me llevan a Tegucigalpa, la capital. Donde se lleva a cabo una celebración por el 25 aniversario de Ayuda en Acción. La mejor parte del acto han sido los números culturales, canciones, bailes regionales y sobre todo una obra de teatro que me ha gustado bastante. Los discursos, pues alguno ha estado bien pero quizás han sido demasiados, sobre todo para alguien que viene de fuera. Por aquí anda también una chica, María, que está de voluntaria en otro centro, ella ya lleva más tiempo, me cuenta sus impresiones y lo que hace ella. El fin de semana lo paso con Rosman y Juan en Olancho, vamos allí para concertar unas clases a carpinteros y ganaderos de la montaña. Según me cuenta Rosman, si quisiera organizarlo por teléfono sería imposible, la mejor manera es ir al lugar. Parece increíble pero es así, en poco rato se ha organizado todo. Hay dos maneras de volver a La Libertad, la primera es por la capital, por carreteras asfaltadas pero dando más vuelta y la segunda es atravesando las montañas por pistas de tierra. Elegimos la segunda para conocer otras zonas. Honduras es el país con mayor índice de personas armadas de Centroamérica, si te fijas un poco verás que muchos llevan una pistola o una escopeta en el coche o encima. A mi las armas no me gustan nada. Me han ofrecido ya varias veces ir a tirar, les he dicho que no, que no quiero, que no me gusta. Rosman para el coche en medio de la montaña y me dice que lleva allí la pistola, que si quiero probar a disparar. No, le digo que no. El insiste, me dice, venga hazlo y verás. Bueno, así que la he cogido y he disparado a una especie de colina. Si ya me gustaban poco antes, menos aún ahora. Yo pensaba que costaría más disparar, sin embargo el gatillo se aprieta bastante fácil y la pistola parece cobrar vida al disparar. Me he asustado del movimiento de la pistola y del ruido, que no se parece en nada a los de las películas.
Por fin llega el momento de ir al lugar en el que voy a dar clases la primera semana. Es una población en las montañas que se llama Laguna del Rincón. Está a treinta minutos de La Libertad en coche, por pistas de tierra. Hay un hotel, pero el dueño no se encuentra allí, así que vamos a ver a la casa de la profesora Bertha. Ya le habían avisado que iba a ir y nos dice que si quiero puedo quedarme en su casa, que ella tiene una habitación. Por mi no hay problema, así que me quedo allí. Ha sido una semana maravillosa, Bertha y Moncho tienen tres hijos dos niñas Mitchel y Astrid de 12 y 2 años y un niño Daniel de 6. Me he pasado la semana jugando con ellos con una pareja de niñas que estaba siempre por allí, Yesenia y Mariela. Me han enseñado los alrededores y hemos jugado a un montón de cosas. Me he sentido muy a gusto en su casa y todos parecían contentos de tenerme allí. Por las tardes-noches a platicar con Moncho, me ha contado muchísimas cosas de como es este país y también de las gentes de por aquí. Él se dedica al café, hemos visitado también una de sus fincas. Por ella pasa un río que forma una pequeña catarata, un lugar precioso. Dice que si tuviera dinero y el agua fluyera todo el año, haría allí un balneario.
Las clases. El primer día voy un poco nervioso, vamos todos juntos al colegio, Bertha y los dos niños mayores. Ella es profesora de los pequeños, incluso tiene a su hijo Daniel en su clase. Voy a dar clase a los chavales de último año, para que puedan salir un poco más formados. Bertha hace una introducción en la que insta a los niños a que aprendan lo más posible. Cuándo se va me quedo solo con los chavales, ¡uf! Bueno, ¡vamos pa’ya! me pongo a hablar y al lío. Tengo que tratar de explicarles todo desde el principio ya que salvo un par de ellos, ninguno ha utilizado antes un ordenador. Trato de ir poco a poco y contarles sólo las cosas importantes. Lo más difícil ha sido el idioma ya que aunque todos hablamos castellano, nosotros lo hacemos de otra manera y usamos las expresiones de forma muy diferente. Me doy cuenta de que a veces cuando he contado algo, la mayoría de ellos no me han entendido, es como si hablara en chino. Hemos tenido que ir muy despacito y repitiendo las cosas varias veces, incluso muchas veces tenía que ir casi ordenador por ordenador ayudándoles a hacer las cosas. Choca bastante ayudar a chavales de 17-18 años a hacer cosas que para nosotros son muy simples, como mover un ratón, encender una computadora, hacer click. Doy dos clases al día, de tres horas y media cada una. Son dos grupos distintos y noto gran diferencia en mis explicaciones de los de la mañana a los de la tarde. A los segundos creo que se lo explico mejor, ya que he visto que entendían bien y que les costaba más. Según pasan los días, también me voy encontrando más a gusto y creo que me salen mejor las ideas.
Como es una novedad que la clase de computación este funcionando. Durante el recreo muchos chiquillos se asoman a las ventanas y miran a ver que estamos haciendo allí dentro. Raro era el momento que no había alguien en la ventana curioseando. Incluso alguna profesora ha venido a echar un vistazo. Entre las dos clases me traen el almuerzo. Luego los niños me vienen con un café. Cuando dejo a los chavales haciendo algún ejercicio me salgo al patio a jugar con los niños, andan todo el rato pidiéndome que les haga fotos y que se las enseñe. A la vuelta solemos ir caminando junto con algunos de los alumnos cada día más se atreven a hacerme algunas preguntas. Ya en la casa pues o nos vamos a dar un paseo, los niños y yo, o nos ponemos a pelar maíz para luego cenar o a jugar a las canicas…. Las dos niñas que también están todo el día aquí, me cuentan, son muy pobres. Van con camisetas rotas y apenas si pueden ir al colegio, Bertha les paga por que limpien el patio. En realidad les paga para que vengan a jugar con sus hijos, aunque ellas recogen un poco el patio todas las tardes. Le he dado algo de dinero a Bertha para que las compre algo de ropa y cosas para el colegio. Son unas niñas encantadoras, la pequeña dice que se quiere venir conmigo a España, yo le digo que soy una mala persona y ella me mira como diciendo, ya!.
El último día de clase ha llegado, los chavales me agradecen que haya estado con ellos. Me dicen que tengo mucha paciencia, creo que ha merecido la pena el esfuerzo, aunque poco, creo que algo han aprendido y que les podrá servir para usar ordenadores. Para mi ha sido una semana fantástica, se me ha pasado en un suspiro, estoy encantado de haber conocido a esta gente. Bertha me dice que tengo que volver al 15 cumpleaños de Mitchell, en muchos países de Centroamérica es una fecha muy especial, le digo que lo intentaré, que no la prometo nada. De verdad me gustaría venir, es una muy buena razón para volver aquí, ya veremos!
Vuelvo a la realidad para viajar al norte del país, donde pasaré el fin de semana con la gente del grupo donde está María, otra voluntaria española. Vamos a la zona norte, a Puerto Cortés. Vamos a comer a una playa, pido pescado y resulta que es de rió, ¡vaya! Las playas no están nada cuidadas, más bien llenas de basura por todos lados. Hay incluso algunos barcos varados por el huracán Mitch que pasó por aquí en el 1997 y que todavía no han quitado. Se encuentran a apenas 100m de la orilla. Visitamos la fortaleza de Omoa, construida por los españoles para protegerse de los piratas. Entre todos tomamos un guía muy bueno que nos explica todo. La fortaleza no es demasiado espectacular, pero tiene algunos lugares bonitos y bastante historia. María quiere cenar fruta, el único lugar que encontramos para ello es un Pizza Hut, ¡pa’vernos matao! La comida en Honduras no es demasiado variada, tortillas de maíz, frijoles con mantequilla, plátano frito, aguacate, queso, huevo y carne. Salvo el tema de la carne del cual me canso un poco, lo demás me encanta. Prácticamente como eso todos los días y tres veces al día, sobre todo los frijoles (judías) con mantequilla y los plátanos fritos.
De vuelta de Puerto Cortés hemos parado a ver las cuevas de Taulabé. Es una cueva caliza llena de formaciones, se puede entrar unos 300m y está muy bien iluminada. Con algo de imaginación se puede ver un Indio, un sombrero, un cerdo, el velo de una novia…. Comayagua es la ciudad más cercana a donde yo me encuentro. Me han traído hasta aquí para que me recojan los de La Libertad. Cae una chupa de agua espectacular, parece que llega el fin del mundo. Al rato deja de llover y paseamos un rato por la ciudad. Es de estilo colonial y tratan de mantenerla así evitando nuevas construcciones que no conserven el estilo.
Las clases de la segunda semana son en un instituto cercano a La Libertad. A unos dos kilómetros, por lo que estoy alojado aquí y o me llevan en moto o voy caminando. Ya me siento más confiado en la clase, aunque no se bien por que pero con este grupo no tengo el mismo “feeling” que con los dos anteriores. Aquí sólo doy una clase, de 12 a 16h. El resto del día pues me aburro un poco, por las mañanas voy a la oficina de Ayuda en Acción, las tardes pues las paso en la plaza del pueblo hasta que se hace de noche, viendo a los muchachos jugar al futbito y algunos ratos charlando con un chavalín que siempre me dice “Como anda, España?”.
El viernes es el día de la patria. Los muchachos en las escuelas se han pasado toda la semana preparándose para los desfiles y haciendo trabajos. Durante ese día hay actos cívicos en la plaza, los niños representan obras de teatro y cantan canciones. El fin de semana lo he pasado en Comayagüa, la ciudad más cercana a La Libertad. Me he bajado yo solo, porque los de Ayuda en Acción tienen ahora mucho trabajo. Me entero, aunque un poco tarde, de que están tocando el Réquiem de Mozart en la catedral. Es una obra que siempre me ha gustado mucho, así que me voy para allá corriendo. Es la orquesta y coro de Honduras. Suena muy bien y aunque he llegado un poco tarde, he pasado un buen rato.
El lunes no tengo ningún destino. Andan tan atareados que no han podido buscarme nada. El martes subimos a una población llamada Las Lajas, también en la montaña. Daré clases allí de Miércoles a Viernes. Voy encantado porque antes de salir he hablado con mis amigos de La Laguna del Rincón y voy a pasar el fin de semana con ellos. Las clases se hacen duras, tengo dos grupos de 14 alumnos, y doy cuatro horas a cada grupo. Vamos que salvo el rato de comer que paseo un poco hasta donde me dan la comida apenas si salgo de la clase. Andaba yo preocupado por si valdría para algo esto que estoy haciendo, cuando ha venido una profesora a darme las gracias en nombre del director. Me dice que gracias a esto los niños han podido aprender algo de informática, de otra manera son pobres y no pueden permitirse mandar a los niños a clases de informática. He procurado dejarles que hicieran cosas por su cuenta, me pongo en la parte de atrás de la clase y veo como ellos solos son capaces de irse moviendo por un sistema que hace apenas tres días no habían visto nunca. Creo que ha merecido la pena!!!!
Estoy nervioso el último día de clase. Tengo muchas ganas de volver a ver a mis amigos, la profesora Bertha, sus hijos y demás chiquillos. Han venido a buscarme a Las Lajas para irnos todos juntos a su casa. Hacemos el recorrido en la paila (la parte de atrás de los pick-up), vamos todo el camino jugando, agarrados bien fuerte a las barras porque la calle no está muy bien y vamos deprisa porque amenaza la lluvia. Van a ser dos días muy buenos, charlando con ellos y jugando con los niños. Me cuentan que tenían muchas ganas de verme, dicen que cuando me fui, sentían que me necesitaban. A mi me pasaba algo parecido, quería volver a verlos antes de seguir viaje. El primer día vamos todos a comer a la finca donde trabaja Moncho, el padre. Con la comida a cuestas y sin parar de jugar andamos durante una hora. Hace un calor muy fuerte, hay que parar de vez en cuando a la sombra. Comemos cocos, orejones (son unos frutos riquísimos que no tienen que ver con los que conocemos nosotros), … Y después de comer un bañito en un riachuelillo que hay allí, rodeado de campos de café. No cubre nada, apenas si llega el agua por las rodillas, pero los niños se lo han pasado de miedo. Los demás también. El domingo al levantarnos, me ha dicho la profesora, acompañe a los niños a por naranjas. Hay tantos árboles por aquí que sólo hay que buscar alguno con los frutos maduros, encaramarse a él y bajar todas las que se quieran. Los suelen sembrar entre los cafetales para que les de sombra. Por la noche, se siente la tristeza porque al día siguiente ya me voy. Cenamos todos juntos y después hemos comido un bollo que habían echo en el horno y que está buenísimo. Me han regalado varias cosas, yo les he entregado lo poco que tenía. Me quedo, sin duda, con el cariño que nos hemos dado todos!
Ya estoy de vuelta en La Libertad, estaré aquí un día más porque los de Ayuda en Acción me van a hacer una fiesta de despedida esta noche. Mañana iniciaré el resto del viaje. La idea es ir a las Islas de la Bahía, un lugar paradisíaco con arrecifes de coral y muchos peces para ver. Luego volveré a Guatemala para recorrer la zona sur, Antigua, Lago Atitlan, Chichicastenango, … Luego al norte de Guatemala a Livinstong, más arrecifes de coral. Para entrar en Belize y recorrerlo de sur a norte. Volver de nuevo a México hasta Cancún, para viajar a casita desde allí. Calculo que para finales de Octubre….
Para todos, todo.
Salud, república y rock’n'roll.
Ricardito
Ya no nos queda nada para disfrutar de nuestro amigo viajero.
ResponderEliminarYo no sé los demás pero yo tengo unas ganas locas de verte y darte un abrazo de oso, aunque eso no hacía falta que lo pusiera aquí porque ya lo sabes, pero como sé que te gusta….
Un besazo.
Eva.
Eva — 10 January 2007 @ 12:00 am
solo quiero felisitarlos por su pagina esta muy bonita y quiero mandarles saludes desde new york
ResponderEliminarorbin soler guerrero — 12 February 2008 @ 4:30 pm
Para el amor de mida que lo extraño mucho para ti Edin con mucho amor de laurent castillo desde las vegas nv usa te necesito mi osito
ResponderEliminarAnonymous — 2 July 2008 @ 6:34 pm
muy buena descripcion del lugar y de las personas me senti nuevamente en mi tierra que a pesar de todas sus dificultades es un lugar con gente maravillosa te felicito por tu labor y aunke pareciera poca cosa para nuestra gente que alguien extranjero se tome el costo de hacerlas es una gran bendicion
ResponderEliminarJenny — 20 December 2011 @ 9:31 pm