19 de diciembre de 2006

Kilimanjaro, la montaña de las flores (5.895m) (05, 13/12/2006)

Un intento de subir el techo de África (5.895m). Un grupo de discapacitados y guías de la SEMED.

Creo que ha sido lo que más me ha sorprendido de este viaje, la cantidad de flores que hemos visto. Y sobre todo la variedad y diferencia entre ellas. Además del contraste de andar por una selva, de repente pasar a una zona alpina con vegetación de alta montaña para acabar en una planicie desierta a los pies del cono final….

Somos un grupo pequeño, siete personas solamente. A algunos ya los conozco desde hace un tiempo, a otros los iré conociendo estos días. Con Angelito y Juan Antonio (médico y director del grupo) ya he estado en otras expediciones, mi amigo Fernando Picazo también viene. Con Miguel Ángel y Manuel Masedo apenas si he tenido contacto y Maria José que viene de Murcia, a la que no conocía.

El inicio de la expedición tiene lugar en el Marangu Hotel. Allí están, por la mañana, un grupo de guías y porteadores que se van ocupando de pesar y preparar nuestros petates para subirlos a la montaña. Cada porteador llevará 25kg que se corresponderán, más o menos, con 15kg nuestros, otros 5kg del grupo, es decir comida y material. Y por último 5kg personales, las cosas que necesite para si mismo. Nosotros llevamos lo que necesitamos para andar durante el día. No me gusta mucho que alguien vaya cargado, pero es lo que hay y es su manera de ganarse la vida. Llevaremos 18 porteadores. Dejamos abajo todo lo que no me sirve, para que la mochila pese lo menos posible. Además vienen con nosotros 6 guías de montaña más un interprete que habla castellano bastante bien.

En una camioneta nos llevan hasta la entrada al parque. Hombres y mujeres van caminando por la carretera. Ellos van vestidos, más o menos, al modo tradicional, ellas, sin embargo, visten al modo vistoso de África. Llevan faldas o blusas de vivos colores, muchas llevan también un pañuelo en la cabeza. Después de un rato con los trámites de entrada al parque, nos ponemos en marcha. Los primeros momentos son algo desagradables pues niños y jóvenes se acercan a nosotros para conseguir algún dinero, nos ofrecen banderas, o quieren cantar la canción del Kilimanjaro a cambio de algo de dinero. También piden caramelos y que les demos cualquier cosa que llevemos. Miguel Ángel me dice que cuando bajemos les dará algo a los niños. Le explico mi posición, para mi eso es un error. Estos niños están aquí porque consiguen dinero fácil, así que no asisten a la escuela y probablemente sus padres no trabajen porque sus hijos consiguen dinero pidiéndolo a los turistas. No se si tendré razón o no, pero a mi me parece que esto es así aquí y en casi cualquier lugar del mundo, va contra mis principios darle algo a un niño que me está pidiendo y menos aún dinero.

Pronto nos olvidamos de todo esto, el recorrido es fantástico. Estamos rodeados por una espesa e impenetrable selva. Todo es verde, árboles y plantas se mezclan por todos lados, no se ve más allá de unos metros dentro de la selva. De vez en cuando hay algún riachuelillo con unas cascaditas junto al camino. El color verde lo inunda todo, ya que los árboles están recubiertos de líquenes o bien de lianas que cuelgan por todos lados. Se oyen pájaros y monos y se sienten los picotazos de los mosquitos. Vamos con pantalones largos y camisetas largas, hay que cuidarse del mosquito que porta la malaria. Por suerte, sólo tendremos que tomar precauciones el primer día, porque a partir del segundo día andaremos por una altura superior a la que vive el mosquito.

El camino por el que circulamos está muy bien cuidado, medirá un poco más de metro y medio y está bordeado por piedras y por unos canales para que pase el agua. Hay que tener en cuenta que por aquí pasan miles de personas al año, si no hubiera un camino fácil e inequívoco, probablemente habría muchos caminos para llegar al mismo sitio, que además estarían mucho más sucios y descuidados. Parece ser que hay una organización (Noruega, creo) que se encarga de cuidar y mantener el parque. La verdad es que todo está muy, muy limpio. Incluso las áreas de los refugios y las letrinas están sorprendentemente limpias, para la cantidad de gente que venimos aquí.

Se pensaba que no íbamos a comer bien. Los que han venido a anteriores expediciones dicen que han pasado algo de hambre. Llevamos cosas que hemos comprado: lomo, chorizo, salchichón, frutos secos, chocolate… La verdad es que en la mayoría de los casos no hubiera hecho falta llevar nada, hemos comido de maravilla. Tanto de cantidad de comida como de calidad, la mayoría de los días comíamos algo de verdura fresca. Un buen desayuno, un picnic que nos daban para comer por el camino, algo para picar cuando acabábamos la marcha y una buena cena eran las comidas diarias. Todo ello regado de un montón de tes o cafés.

La subida hasta Horombo (3.780m) empieza por la selva. Poco a poco la selva se va haciendo menos densa y aparecen claros con una vegetación diferente. Casi sin darnos cuenta la selva ha desaparecido, ahora todo lo cubre una vegetación de alta montaña. Son arbustos y plantas que cubren el suelo, de vez en cuando algún árbol o matorral más alto. Este será, para mi, uno de los días más bonitos. Con el cambio de vegetación, aparecen también las flores, las hay de muchísimos tipos. La mayoría de ellas no se parecen a nada que tengamos en España. Las hay rarísimas, la más curiosa o bonita, ha sido una que parecía un molinillo de viento y que era de colores rojo y amarillo. Empiezan también a aparecer los primeros “senesios”, son unas plantas muy grandes que a primera vista parecen una palmera, aunque también pueden parecer un cactus. Deben medir alrededor de dos metros, el tronco es como el de las palmeras, sus hojas salen de la punta y son fuertes. Algunos de ellos tienen un único tronco común del cual salen varios troncos comunes.

En Horombo vamos a pasar tres noches para aclimatarnos bien. La principal preocupación será el tiempo, queremos saber cual será el mejor día para intentar subir a la cumbre. Vamos preguntando a todos los que bajan, como está el tiempo arriba y como les ha ido. Aunque hemos tenido lluvia a lo largo de todo el día, ahora se ha despejado, frente a la cabaña que sirve de comedor, hay una explanada con unas vistas soberbias. Encima de nosotros está el Kilimanjaro, por fin se ha despejado y podemos verle a nuestro antojo. El cráter parece muy grande desde aquí, solamente la parte izquierda está cubierta de nieve. Debajo de nosotros hay muchas nubes, pero aún así se pueden observar varios lagos allí abajo.

Nuestro primer día de aclimatación consiste en subir al collado del Mawenzi, subiremos hasta 4.500m y allí pasaremos cuatro o cinco horas tratando de aclimatar lo mejor posible. La subida hasta allí nos ha traído un nuevo cambio de paisaje, poco ha poco ha ido despareciendo la vegetación, cada vez se ven más rocas y arena. Arriba, todo son rocas y desolación., pocas plantas aguantan en pie. El collado está lleno de “hitos”, son construcciones de piedras que han dejado aquí caminantes anteriores. Se trata de apilar unas cuantas piedras una encima de otra. Muy cerca nuestro se encuentra el Mawenzi, un pico de más de 5000m pero que resulta muy difícil de escalar porque su roca está muy descompuesta. Al principio no se ve nada, todo está nublado. Poco a poco la montaña va apareciendo, es preciosa, nos impresionan unas agujas que se pueden ver entre dos enormes grupos de piedras. En dirección opuesta al Mawenzi se encuentra el Kili, desde aquí se puede ver el último refugio (el de Kibo), al que subiremos para intentar llegar a la cima. Parece, por momentos, que está ahí mismo, sin embargo la distancia es enorme. Este es un muy buen mirador, desde aquí se observan perfectamente ambas montañas. Hemos comido un poco, también hemos construido algunos hitos y como no, nos hemos reído un montón. Por el camino he venido charlando con Elías (el jefe de los guías), que me cuenta que en su pequeña aldea, tienen una especie de orfanato que se dedica a cuidar o encargarse de niños y mayes. Me ha dicho que tengo que ir allí a dar clases de lo que sea, que les vendría muy bien, me ofrece, incluso, su casa para alojarme en ella.

Hemos aprendido, ya, varias palabras en swajili, es una gozada irlas usando siempre que se puede. Lo agradecen mucho. “Jambo” es la primera que se oye, significa “hola”. Otras son: “rafiki” (amigo), “mambo” (¿que tal?), “durri” (bien), “durri sana” (muy bien), “asante” (gracias), “asante sana” (muchas gracias), “yacula” (comida)…. El trato de guías y porteadores es exquisito, siempre están pendientes de todo, además de que son muy respetuosos.

Tras otro día de aclimatación, subimos por fin a Kibo. Este lugar no tiene nada que ver con lo anterior, es más bien inhóspito. Aquí ya no hay agua desde hace bastante tiempo. Además la gente parece estar de paso, apenas lo justo para pasar unas horas descansando antes del asalto a la montaña. Luego de bajada, el tiempo justo para recoger las cosas que se han dejado aquí y bajar hasta Horombo. El día es bastante feo, los que han subido hoy al Kili bajan contándonos que no han visto nada y que incluso les ha nevado durante la subida. Por suerte, la tarde cambia, las nubes van desapareciendo, todo está despejado. Subimos un poco para observar la subida y así aclimatar un poquito más. Guías y porteadores están sentados en una enorme piedra junto al campamento, están tomando el sol, es una bonita estampa. Elías, el jefe de los guías, ha tomado las riendas. La cena será a las 16h30, luego a descansar, nos despertarán a las 23h, tomaremos un te y unas galletas y a media noche a comenzar a andar. Juan Antonio cree que es demasiado pronto, pero es lo que hay. Aunque parezca increíble, hemos tenido cobertura telefónica hasta hoy, dicen que a veces incluso aquí hay cobertura un poco más arriba, e incluso que desde la cima del Kilimanjaro se puede llamar por teléfono (¡manda narices!, ¡en el culo del mundo y con cobertura!).

No hemos dormido mucho, estamos a 4.703m de altura, los nervios nos lo impiden. Quien más quien menos, cada uno ha descansado lo que ha podido tumbado en la litera. Son las 23h cuando nos llaman, traen unos tes y galletas, comemos algo y nos preparamos para salir. Se supone que hará muchísimo frío más arriba, de momento vamos bien, la noche es clara y estrellada. Salimos de los primeros, poco a poco se va distinguiendo una fila de luces (frontales) a nuestras espaldas. Somos muchísimos los que vamos a intentar subir la montaña, pero esta irá poniendo a cada uno en su sitio. Pronto se podrán ver luces que descienden, son aquellos que ya no pueden más o que no están suficientemente aclimatados a la altura, o que el frío a atenazado sus huesos y no pueden dar un paso más. Resulta increíble subir penosamente, con un equipo que podría servir para escalar una montaña de ocho mil metros en el Himalaya, mientras a nuestro lado viene un guía con muy poca ropa, sin guantes y que además viene pendiente de nosotros a la vez que va cantando una canción. Es un tema de aclimatación, ellos administran mejor el oxígeno, calientan mejor su cuerpo y respiran normalmente, a nosotros nos va costando cada paso que damos. Poco a poco vamos subiendo, Maria José se ha tenido que dar la vuelta, problemas de estómago (quizás por mal de altura), la han hecho cambiar de rumbo y bajar hasta el refugio. Un poco más arriba hemos contactado con ella por radio, ha llegado y se va a meter en el saco. Un pensamiento de envidia recorre mi cabeza, “que bien se tienen que estar en el saco ahora”. Está empezando a amanecer cuando llegamos a la parte final que da acceso al cráter y a la punta Gilman. Hace mucho frío, un frío raro, no te das cuenta de él y sin embargo tienes el cuerpo entumecido. Los últimos pasos se hacen difíciles, hay que parar de vez en cuando antes de acceder a la punta Gilman. Llegamos cuando acaba de amanecer son las 6h30 de la mañana. Me siento terriblemente cansado, con mucho frío y con mucho sueño. Estamos a 5.681m, las vistas son soberbias, el cráter está por debajo nuestro, los glaciares (nieves eternas) del Kilimanjaro están aquí mismo. A esta altura todo está despejado, las nubes están mucho más abajo, de ellas sobresale el Mawenzi, majestuoso.

Aún no se ha acabado todo. Aunque técnicamente esto supone haber subido al Kilimanjaro, aún hay que intentar llegar hasta la cima de la montaña, el pico Uhuru. Nos quedan aún 250m de desnivel, una hora y media más. Estamos, la mayoría, muy cansados, el sol nos da nuevos ánimos y seguimos adelante. Fernando va en la parte delantera del grupo, le oigo decir que no se encuentra bien, que se baja. Juan Antonio le dice que quizás sea lo mejor, no me lo puedo creer. Pienso en decirle que no, que siga subiendo, que podemos llegar, pero cuando le veo la cara… está blanco y se le nota el cansancio en los ojos. Yo no creo que esté mejor que él, pero si quiero seguir intentándolo. Le doy un abrazo, mientras mis ojos lloran, no soy capaz de decirle nada. Un poco más adelante paramos al sol, necesitamos descansar y que se nos caliente algo el cuerpo. Juan Antonio nos pregunta que tal vamos, yo digo que sigo que llegaré como sea, Miguel Ángel también, Manuel Masedo no lo tiene tan claro, Juan Antonio le dice que quizás sea mejor que se baje, finalmente dos guías Tanzanos se bajan con él. Quedamos cuatro, Miguel Ángel y yo que estamos muy, muy cansados y Juan Antonio y Angelito que parecen ir sobrados, vienen con nosotros William y Joseph, los dos guías que quedan. Me siento cansadísimo, no puedo más, voy sacando fuerzas de no se donde para seguir andando al ritmo de mis compañeros. Hasta que decido ir a mi ritmo, empiezo a ir un poco más deprisa y me voy encontrando mejor, les dejo atrás, prefiero ir a mi manera parando donde y cuando yo quiera. Estoy alucinado, la montaña me parece dura, durísima y el cansancio me vence por momentos… pero estoy encantado pues a mi lado están los glaciares del Kili, son paredes de nieve de unos veinte a treinta metros y que están a nuestra izquierda. El camino es fácil, sólo hay que tener cuidado de no resbalar en alguna plaza de hielo que pueda haber en las zonas de sombra.

La cima, se va acercando, me doy cuenta de que voy a llegar, se que me va a costar, pero puedo llegar. Son las 8h30 cuando llego a ella. Me siento a descansar, estoy tan cansado que no puedo ni disfrutar de la vista. Un ratito más tarde aparecen mis compañeros, nos abrazamos, ¡lo hemos conseguido! Estamos en el techo de África a 5.895m de altura. Unas fotos en la cima y para abajo. Se hace muy duro llegar a la punta Gilman, no hemos perdido mucha altura y además hay pasos por la nieve donde no debemos descuidarnos, un pequeño descanso y nos lanzamos a la bajada. Una pendiente muy fuerte pero llena de arena que nos permite bajar rápidamente. Conforme bajamos las fuerzas nos van volviendo, por fin dejamos atrás la altura y la sensación de cansancio. Llegamos a Kibo, solo pienso en meterme un rato en el saco para tratar de calentarme y de descansar un rato.

Ese ratito de sueño y un poco de comida son suficientes para que recuperemos las fuerzas suficientes para bajar, de nuevo, hasta Horombo, donde pasaremos nuestra última noche en la montaña. Ya no tenemos problemas con la altura, nos tomamos varias cervezas y nos contamos la ascensión, aunque hayamos ido prácticamente juntos, cada uno la ha visto de su manera. Durante la cena, tenemos una sorpresa, Manuel se ha traído una botella de vino y una de champán, brindamos por lo bien que se nos ha dado todo.

La bajada del día siguiente es placentera. El trabajo ya está hecho, por detrás vamos Miguel Ángel y yo, llevamos un montón de cámaras cada uno y vamos deleitándonos con las flores y tirando fotos a todo lo que vemos. William viene con nosotros, que vamos absortos en nuestra conversación, y nos avisa, aquí hay un camaleón. Pobrecito, hemos estado cinco minutos haciéndole fotos desde todos los ángulos, hasta que se ha cansado y se ha ido.

La nota cómica del viaje llegó en el aeropuerto. Cómica aunque algo trágica al principio…., entregamos nuestros bultos y los van pesando. Nos dicen que llevamos 40kg de más!!! Así que nos hacen pesar los bultos de mano para ver cuanto suma todo al final…, aún nos sobran 25kg, empezamos a llorar un poco. “Miren, es que somos una expedición de discapacitados, acabamos de subir al Kili (Manuel arrímate aquí que te vean), (poner cara de cordero degollao), no tenemos dinero, lo hemos gastado todo, en Madrid no tuvimos problema….”. “Esperar que voy a hablar con el jefe”, dice la chica. Este nos dice que nos perdona 15kg, pero que tenemos que pagar 400 dólares por los 10kg de más. “Ah, si? pues vale, nos vamos a poner todo lo que llevamos encima…., ala chicos poneros las botas, plumíferos y todo lo que pese encima para que no nos cuente como peso en el equipaje”. Teníais que vernos, en el aeropuerto con un calor y una humedad brutal, poniéndonos las botas de alta montaña, algunos incluso llevaban puestos los cubre botas!!!!, los forros, forros, plumíferos y chupas de gore, también. Las risas y las pintas son de órdago. Ala, a pesarlo de nuevo… El jefe se ha largado, le ha debido decir a la chica que nos deje pasar y ya está. Por si fuera poco, al pasar los controles de seguridad a alguno le pitan las botas y se las tiene que quitar y pasar descalzo.

Como en todos los viajes, lo mejor ha sido la gente. Tanto los guías y porteadores que hemos tenido como los compañeros o como TÚ, que te has venido conmigo sin que nadie se diera cuenta.

Salud, república y rock’n’roll
Ricardito (Your working boy)

2 comentarios:

  1. buscaba la palmera de siete cabezas en africa…ustedes saben en que pais se encuentra? hya una en Ica Peru y otra en africa…

    ResponderEliminar
  2. Jajaja! vuelvo a entrar de nuevo esta vez el dia 19/01/2018... y es porque leo mi propio comentario sin quererlo!

    ResponderEliminar

Deja tu comentario ...