Tienen entre 5 y 8 años y no estoy seguro de si han disfrutado más
ellos con el viaje o nosotros al acompañarles. Paloma y Javi (el Presi)
son los padres de Alex y Martín, Eva es la madre de Martín y David.
Todo empezó hace casi un año, en el viaje con Eva y Pako por Marruecos.
Nos dijimos, hay que traer a los niños aquí. Además Eva no visitó el
desierto y lleva un año diciéndome que no fue al desierto por mi culpa,
jajaja…. A los niños, también les hace muchísima ilusión ir al desierto
y montar en dromedario, lo están deseando. Se han pasado las últimas
semanas preguntando cuanto queda. Salvo el avión y el hotel en
Marrakech para el día que llegamos, no tenemos nada preparado. Hemos
intentado alquilar una furgoneta que nos valga a todos, pero no ha sido
posible, ya que en Marruecos un coche para más de siete personas es
obligatorio con conductor.
Nuestro avión ha llegado con retraso, y además nos toca esperar un montón en la aduana para el control de pasaportes. Los niños están jugando, persiguiéndose, junto a las colas que esperan para llegar hasta los policías que sellan los pasaportes. Fuera del aeropuerto los taxistas nos abordan, para llevarnos al centro. En lo que estamos negociando vemos un autobús, es un servicio que lleva hasta la plaza de Jemma el Fna y además sale en un momento, pues ala, lo cogemos. Aunque es tarde, nos dan de cenar en el hotel, hoy es el primer día y no queremos ir a la plaza a cenar en los puestos, hay que acostumbrar al estómago antes.
Negociamos el alquiler de dos coches, durante ocho días. No se nos da demasiado mal y a las 12h30 ya los tenemos. Lo malo es que nos han dicho que tardaban diez minutos en darnos el segundo coche y en realidad han tardado casi una hora. Hemos estado jugando al fútbol (que buena idea tuvo Eva trayendo el balón) frente a la plaza, lo malo es que en ese tiempo podríamos haber visitado algo del zoco o de la plaza. Sin demasiados problemas salimos del bullicio de Marrakech con rumbo hacia el Atlas.
El tiempo es bueno, no parece que vaya a haber ningún problema…. Según nos acercamos a las montañas, la cosa cambia, empieza a llover, cada vez más fuerte. Vemos incluso algún coche que baja con nieve en el parabrisas, no es de extrañar, ya que aquí hay montañas de más de cuatro mil metros. Llegamos a un punto en el que hay coches parados, un autobús está atravesado en la carretera, tarda un buen rato en salir de allí. Cuando llegamos allí vemos que se ha derrumbado un poco de ladera y la carretera está llena de barro. Nosotros vamos delante, hemos hablado de que para pasar esto hay que meter segunda y acelerar… Cuando entramos en el barro, nos quedamos atrapados, el coche no tira nada en segunda y además es muy bajito. Empujándolo un poco podemos sacarlo pero hacia atrás, cuesta abajo. Lo intentamos otra vez, no hay suerte y el coche empieza a calentarse. Estamos un poco nerviosos, no sabemos muy bien que hacer. Javi le dice a Eva, “déjame que yo lo paso” y se sube al coche. Está bastante nervioso y apenas si acierta a arrancar, cuando intenta meter la marcha se da cuenta de que no entra bien, se pone más nervioso, pero “este coche, ¿Cómo se conduce?”, no acierta, incluso nos decimos que si hace falta nos damos la vuelta…. Eva vuelve a subirse al coche, “¿Qué hacemos, nos volvemos?”, “Venga, inténtalo otra vez”. No hay forma, se vuelve a quedar atascado, pero esta vez nos ponemos a empujar Javi y yo, enseguida aparece un chico extranjero y otros más que nos ayudan, “BIEN”, lo hemos conseguido. “Uff!, menos mal” Arriba en el puerto seguimos algo nerviosos porque está nevando y no sabemos si tendremos algún problema como este. No, poco a poco la nieve desaparece, aunque no para de llover. Más tranquilos vamos bajando la montaña por el otro lado. Entre unas cosas y otras ya es un poco tarde, vamos pensando que no podremos llegar a donde queremos cuando, otra cola de coches tenemos delante. Nos acercamos a ver que pasa, nada, que como llueve bastante pues hay un río que pasa por encima de la carretera, así que no podremos pasar. Llueve mucho, y no parece que vaya a parar en un buen rato así que nos damos la vuelta y nos ponemos a buscar un lugar para dormir.
Hemos preguntado en un sitio que está lleno. En un albergue pequeñito, le decimos al dueño que venimos con cuatro niños y que necesitamos un lugar para dormir… Los marroquíes son muy hospitalarios, no pueden dejarnos en la calle, como el albergue está lleno, nos va a dejar dormir en su propia casa. ¡Que guai! Cenamos en el albergue una tortilla berebere que está buenísima a la luz de una vela. Nos ha dejado dos habitaciones de su casa, en una hay unas camas muy estrechas y la otra es un salón, en él ha dispuesto una cama sobre la alfombra con varias mantas. Los niños están encantados de dormir en el suelo. Además poco a poco vamos aprendiendo a usar algunas palabras en bereber, como gracias u hola. Los bereberes son un pueblo nómada que habita la zona de las montañas y el desierto, son más o menos el setenta por ciento de la población del país, sin embargo es la minoría árabe la que ostenta el poder y tiene el dinero. Los bereberes no son extremistas, ni siquiera religiosos, sus creencias están más bien en la naturaleza, son increíblemente hospitalarios, tolerantes, abiertos y alegres, les encanta la fiesta y la música.
Que pronto amanece aquí!, son las cinco y media y ya entra mucha luz. Pronto estamos en pie, ha dejado de llover y el sol empieza calentar de lo lindo. Un dromedario pequeñito está pastando fuera de la casa, que ganas tienen de llegar al desierto, no paran de preguntar cuando llegaremos. El lugar por el que no pudimos pasar ayer ya ni se reconoce, en cuanto ha parado de llover el agua ha dejado de pasar. En Ourzazate hay una Kash’ba (castillo o cuartel) que aprovechamos para visitar, así no estamos tanto tiempo en el coche. Desde fuera es bonita y hay algunos lugares del interior interesantes, lo demás, son habitaciones que lo único que tienen son vendedores de cuadros o de artesanías para turistas. Eso sí, los niños se lo han pasado muy bien entrando en todos los pasadizos y subiendo por todas las escaleras posibles. Antes de entrar y al acabar, mientras nos tomamos un té, ellos han estado jugando al fútbol en el descampado frente al castillo. Siempre hay alguien que se acerca a jugar, suelen coger el balón e intentan malabarismos, pero a los niños no les interesa, ellos quieren jugar, van a lo suyo.
Las paradas para comer suelen ser de unas dos horas. Solemos pedir tajines y se tardan en hacer. Están buenísimos aunque los pequeños prefieren las brochetas (pinchos morunos). Poco a poco irán probando la comida marroquí, tajines, couscus, sopas… Es una comida con bastantes especias, aunque no les ha gustado demasiado, han comido bastante bien y probado de todo. Mientras nos traen la comida ellos a lo suyo, a jugar al balón, a perseguir gallinas o a tirar piedras. Si podemos, buscamos sitios donde puedan quedarse jugando sin molestar a nadie o sin una carretera cerca. La garganta del Todra nos espera, el oasis que forma el río nos cautiva, todo tan verde rodeado de montañas marrones y sin nada de vegetación es precioso. En los miradores en los que vamos parando siempre hay alguien que quiere algo, les ponen unos turbantes a los niños para hacerse una foto y que les pagues algo, o bien están con unos lagartos enormes que los niños cogen en sus manos sin ningún miedo…. Aún así, merece la pena pararse pues las vistas son una pasada. Un día, volviendo hacia Marrakech, hemos parado en una curva en medio de la montaña, al poco hemos visto bajar a un tío corriendo por la montaña, venía con piedras para vendérnoslas!
La garganta del Todra, nos va pareciendo preciosa, por debajo de nosotros está el oasis que recorre toda la garganta. Esta parte es toda verde con campos cultivados y muchísimas palmeras. Por encima de este verde están los pueblos de barro, algunos de ellos ya abandonados. Aunque estos lugares son preciosos, a mi me gusta más la parte final, donde se estrecha la garganta y las paredes se elevan casi verticales hacia el cielo. Buscamos alojamiento en esta parte, a mi es donde más me gusta. Mientras Eva y Javi van a preguntar, los niños empiezan a escalar piedras, hay que tener cuidado con ellos que seguirían subiendo sin preocuparse de que luego tienen que bajar. Nos han toreado un poco con lo del alojamiento diciéndonos que tienen habitaciones de cuatro, pero no es verdad, al final buscamos en el otro hotel y nos dan dos habitaciones bastante chulas. Antes de cenar han estado jugando al pilla pilla en un patio del hotel, se lo han pasado de miedo, sin parar de correr. En la cena, los niños van cayendo como moscas, de uno en uno se van quedando dormidos, hay que llevarlos a la habitación, vestirlos y meterlos en la cama. Al pobre David, algo le ha sentado mal y ha devuelto por la noche. Encima lo ha tenido que recoger Eva solita porque por la noche apagan el generador y no hay luz, menos mal que tenía el frontal (linterna) a mano.
Después de desayunar, damos un corto paseo por la garganta. El año pasado me llevé un chasco aquí porque habían derribado un poco de la garganta para hacer una carretera, este año hay muchísimos más puestos de venta de artesanías y muchísimos turistas en autobús o en coches particulares. No estamos mucho porque hay que llegar pronto al desierto….
Hemos parado a comer en un sitio donde no debe parar nadie, muchos niños vienen a vernos, nos miran con curiosidad. Por esta zona hay muchas mujeres completamente tapadas, Martín nos pregunta el motivo. Tratamos de explicárselo lo mejor posible, que es porque los hombres no quieren que ningún otro hombre vea a su mujer. La respuesta del niño es magnífica, tras un rato pensando dice “¿Y como saben los hombres cual es la suya???”
Atravesamos varios trozos de carretera llenos de agua, hay que ir despacio, no hay peligro. Los niños están encantados, nosotros también.
No hace falta ir con nada organizado al desierto, nos ha resultado bastante fácil. Antes de llegar a Merzouga, en la carretera hay carteles de los albergues y caminos que te llevan hasta ellos. Nos habían recomendado uno, pero cuando llegamos a él vemos que tiene piscina y todo, no hemos entrado a preguntar pues nos ha parecido demasiado pijo, no ha hecho falta ni decirnos nada. Desde hace un rato ya se ven la gran duna, que se alza de frente, de color rosado, destaca en el horizonte. El siguiente albergue, ya nos parece bien y entramos a negociar, Javi, Eva y yo. Paloma se queda fuera con los niños. Hemos hablado del precio que nos parece que tenemos que pagar, para tener un poco claras las cosas, creemos que estaría bien por 1200dH todos (unos 110Euros), pero que podemos llegar a 1500. Lo que se negocia es cuatro camellos, ir hasta la jaima al pie de la duna, cenar allí y el desayuno del día siguiente, también queremos que estén incluidas las bebidas. El menda con el que tenemos que hablar está vestido como si fuera un nómada del desierto con su traje de gala, nos recuerda a Eva y a mi a otro que conocimos en el viaje del año pasado al que llamábamos Alí Baba y los cuarenta ladrones (más por lo de ladrón que por otra cosa). Le explicamos nuestras condiciones y le decimos que no podemos pagar mucho, nos da un precio desorbitado 6800dH, se ha pasado un montón. “¿Qué dices?, nos vamos, si quieres te pagamos 500”, si el exagera, nosotros también. Nos detiene diciendo que va a hablar con su jefe (siempre hacen el mismo paripé). Tras un rato de teatro y bajando un poco el precio le decimos que no, que no podemos pagarlo y nos vamos. Cuando estamos llegando a donde están los niños vemos que viene detrás de nosotros…. Les decimos a los niños que nos vamos y a Martín que se quede jugando y que no nos haga caso, aunque le echemos la bronca. Queremos hacer como que nos vamos, pero también queremos escucharle. Martín se porta fenomenal, jugando aunque le estemos diciendo que nos vamos, que suba al coche. Viene diciendo que ha hablado con su jefe y llegamos a un acuerdo tras una negociación un poco dura, 1200 dH. Sonrisas y ala, para adentro, que salimos en un ratito.
Antes
de subir a los dromedarios, nos ponen un turbante a cada uno. Menos
mal, porque los niños querían uno y no hemos encontrado ninguno que nos
gustara. Cada mayor irá con un niño, ya que estos no pueden ir solos.
Los niños están encantados y emocionados. La subida al dromedario es
emocionante ya que se mueve bruscamente y si no estás bien agarrado, te
caes. Falta poco para que acabe el día cuando nos ponemos en marcha,
está oscureciendo poco a poco. Tardamos un ratito en entrar en la zona
de dunas. A los niños les gusta mucho, van encantados. Hay tiempo de
sobra para ir hablando o cantando. Alex y Javi, que van los últimos,
incluso están construyendo un poema que luego nos contará Alex en voz
alta. La zona de las dunas es más divertida, cuando vamos subiendo el
dromedario tiende a tirarnos hacía atrás, hay que inclinarse un poco
hacia delante para ir cómodamente.
Lo contrario cuando vamos bajando. Poco a poco vamos soltando las
manos, es más fácil de lo que parece, sólo tienes que moverte al ritmo
del animal. Se empiezan a oír los primeros quejidos, “¡Ay, mi culo!
¿Cuánto falta?”, pero merece la pena. La luna está casi llena y nos
acompaña por encima de la gran duna, que es donde vamos. Ya es
completamente de noche cuando llegamos a las jaimas, que son las
tiendas de campaña que usan los bereberes. Bereber significa, el que
hace camino, por eso sus casas eran estas tiendas que montaban
rápidamente y en las que vivían antes de mudarse a otro lugar.
La mayoría nos hemos quitado las sandalias cuando íbamos en el dromedario, al llegar andamos por la arena descalzos, aunque en esta zona es un poco desagradable porque hay muchas cagadas de dromedario secas. Loa niños no paran de hablar o de gritar, todo es nuevo para ellos. En la tienda están un rato tranquilos, hasta que Javi les propone que se vayan con él a subir un poco por la gran duna. Vuelven de uno en uno, encantados. La subida les ha resultado dura, pero aún así querían subir más, luego se han tirado por la ladera corriendo. Me dicen que vaya con ellos y subo un rato, al principio voy agarrado a uno de ellos, pero es difícil ir subiendo y tirando del niño, tengo que parar de vez en cuando a tomar aire. Les digo que ya está bien, que no subimos más, pero ellos quieren seguir subiendo así que arriba… Me pongo al lado de David que me va hablando, así se sube mucho mejor, usando las manos. Tras descansar un ratito, nos lanzamos hacia abajo, voy agarrado a David que no para de reírse, le voy diciendo “¡¡¡nos vamos a matar!!!, ¡no veo nada!”. Y el más se ríe aún, hasta que me digo a mi mismo, si total él ve bien y aquí no nos podemos chocar contra nada, así que ¡adelante! He disfrutado como un niño bajando a toda caña sin ver absolutamente nada, sólo fiándome de David. Cuando llegamos abajo, le digo, mañana ya verás, te voy a bajar yo más deprisa aún. La cena es dentro de la tienda, un tajine. Nos toca luchar un poquito para que los niños coman algo de verdura, no demasiado. Hay que acostarse pronto porque mañana nos levantaremos para ver el amanecer, hacia las cinco de la mañana. Duermen los niños a un lado de la tienda y los mayores estamos en el otro. Los hemos acostado vestidos y tienen varias mantas encima. Pronto están dormidos, demasiadas emociones para un día.
Ya
hay algo de claridad cuando nos llaman, deben ser las cinco de la
mañana. Martín no se quería levantar al principio, luego ha dicho que
sí, David decía que si se quería levantar, pero su cuerpo no
reaccionaba, está dormido. Empezamos a subir por la arena, está fría,
aunque rápidamente empinada cuesta nos va haciendo entrar en calor. Voy
tirando de Alex, que se agarra a mí como una lapa, cada vez que paso a
su lado. Cuando llegamos a la arista, vemos que todavía nos queda
bastante, los niños no paran. Me toca tirar de David y de Martín que
apenas si paran a descansar para seguir subiendo. Has más gente con
nosotros, son los de otras tiendas que también se han levantado. Muchos
se van quedando por el camino. Llegamos arriba justo cuando va a salir
el sol, los primeros en llegar han sido Alex y David, los más pequeños.
Los demás llegamos y nos sentamos todos juntos a ver el amanecer.
Estamos en silencio, es precioso estar allí todos juntos cuando sale el
sol.
Su luz nos llena y empieza, muy poco a poco, a calentar algo. Los niños
ya están jugando con la arena, lo del amanecer está bien, pero ellos a
lo suyo, a jugar.
Estamos
en la arista, cerca de la cima, los niños y yo. Estamos esperando a que
Eva llegue abajo, a las tiendas para que nos grabe la bajada. Uno, dos
y…. tres, a toda pastilla nos lanzamos hacia abajo. Llevo a David de la
mano, vamos tan deprisa, que al pobre casi no le dan las piernas, no
para de reírse y se cae de vez en cuando.
Que gozada, como mola
Un te nos espera, abajo, el desayuno lo tomaremos al volver al
albergue. Jugamos un rato en la duna y llenamos varias botellas de
arena, para llevárnosla a casa. El sol ya aprieta bien cuando volvemos
a ponernos los turbantes y a subir a los dromedarios. Vamos comentando
la subida a la duna y los que nos ha parecido.
Las sombras de los dromedarios en la arena, contrastan con el color
rosado de esta y el azul del cielo. Ya vamos todos sueltos, sin apenas
sujetarnos a la silla, mucho más cómodos, aunque el culo alguno lo
sigue teniendo dolorido. Un buen desayuno nos espera en el albergue.
Dejamos un rato a los niños jugando al fútbol con alguno de los
trabajadores, mientras nos toca pelear un poco con el dueño del
albergue que dice que hay que pagarle la bebida, le decimos que no, que
habíamos acordado que estaban incluidas, nos dice que el chico que
negoció con nosotros era nuevo, que no sabía, no se lo cree ni él. No
le queda más remedio que aceptar lo que le decimos, nos dice que tiene
una tienda en Erfoud, que paremos en ella, le decimos que si, pero no
tenemos intención de parar.
En el coche, los niños caen rendidos. Se han levantado muy pronto y se han dado una buena paliza. Aprovechamos para hacer bastantes kilómetros de camino a la Garganta del Dades. Esta garganta también es muy bonita, diferente a la del Todra, con formaciones de rocas curiosas un poco parecida a la pedriza. Abajo, por donde corre el agua, hay mucha vegetación, campos y palmeras. Hemos aprovechado para dar un par de paseos por la zona. Unos niños están sentados junto a una pared, les decimos a Martín y David que se pongan con ellos, para hacerles una foto, ha funcionado. Los niños se quedan ensimismados cuando les mostramos la foto que acabamos de hacerles en la pantalla de la cámara. Nos dejan hacerles otra foto con Eva y Javi también. La cena de esta noche es una especie de menú que sirven en el hotel, una sopa y couscus. La sopa es demasiado fuerte para los niños y el couscus dicen que no les gusta, así que tenemos que pedir unas tortillas. Poco a poco van probando el couscus y resulta que si les gusta a algunos, está muy bueno. De nuevo se han vuelto a dormir en el sillón, sin importarles que haya un par de hombres tocando unos tambores, Eva y Javi se han unido a los de los tambores un rato.
Vamos de vuelta hacia Marrakech, paramos a visitar la Kash’ba de Ali Ben Hadou, una de las más famosas. Está al otro lado del río, en una ladera, las vistas según bajamos al río son espectaculares. En el río hay varios muleros que nos dicen que no se puede cruzar andando que es peligroso, si claro, y que subamos en el burro, “¡ja!”. Agarrados de la mano, pasamos sin ningún problema, salvo que se nos mojan, lógicamente, los pies. El presi tiene un mal día, está negativo, así que decidimos pasar de visitar la Kash’ba, nos conformamos con dar un paseo por fuera, que es muy, muy bonito.
Hemos perdido algo de tiempo
y el camino es largo, eso significa que llegamos a Marrakech bastante
tarde. El tráfico es infernal, los últimos kilómetros. Todo está lleno
de motos, bicis, camiones, coches y personas circulando por la
carretera y además, la mayoría de ellos sin luces. Se hace muy difícil
adelantar a los camiones porque te puedes encontrar con una moto de
frente que viene sin luces, o un tío empujando un carrito de helados
que está haciendo una rotonda (por donde los coches) ¡un sin dios,
vamos! No tenemos alojamiento, así que pillamos uno cerca de la plaza,
un poco cutre pero que nos viene bien. Bajamos a cenar a la plaza,
teníamos muchas ganas de llevar allí a los niños. Se lo pasan de miedo,
entre que los camareros no paran de decirnos cosas, de cantar, de
ponerles gorros o de bromear.
Comen bastante bien a base de brochetas y de calamares. Ha merecido la
pena el agobio del coche. Por la noche tenemos jarana, resulta que en
una de las habitaciones no hay sábanas en las camas pequeñas, así que
se tienen que venir todos los niños a nuestra habitación, se quedan
solos Paloma y el Presi (¡que suerte!). Por la mañana, cuando los niños
van despertando es la revolución, los cuatro juntos en una
habitación…., no hay quien los pare.
Después de desayunar y mientras conseguimos sacar dinero, pues hay un pequeño problema con los cajeros, llevamos a los niños a la plaza de Jemma-el-Fna a ver a los encantadores de serpientes. Se han pasado dos horas de pie, quietos sin apenas moverse, mirando las serpientes. Antes les han puesto una a cada uno en el cuello para que se hicieran una foto, no han dudado ni un instante!!, se les ve encantados y entusiasmados. Habrá que comprarles unas serpientes de esas de madera que ofrecen por todos lados.
De camino a Essaouira, compramos algo de pan para comer unos bocatas. Llevamos cosas y hay que gastarlas. Algo tan sencillo como un pozo al que acuden hombres y niños a llenar bidones de agua para llevarlas a su casa, les ha tenido un buen rato entretenidos. Es lo que hay, si no hay agua corriente pues todos los días al pozo a buscar agua. Me ha encantado la cara que ponían los hombres al ver a esos chiquillos por allí, mirándoles trabajar. Por no hablar del contraste de ropas entre las de ellos que son de colores neutros, casi anodinos y las ropas de los niños de múltiples colores.
Essaouira lo tiene todo, un castillo, murallas, un puerto, callejones, muchísima gente, algunos turistas pero que pasan casi desapercibidos y sobre todo playa. Vamos a donde estuvimos alojados el año pasado, que nos gustó mucho. Me encantó porque cuando llegué allí el año pasado con Eva, el hombre se acordaba aún de mi nombre, pero ahora, había pasado un año, no se acordaría. Entramos todos en el hotel, yo el último, cuando el hombre acaba de fijarse en tanto niño, dice “Hombre, yo a ti te conozco”, jajajaja, Eva me mira sorprendida, yo estoy encantado. No tiene sitio, está lleno, así que llama a un amigo suyo, que tiene sitio aquí al lado. Sin demasiadas esperanzas vamos allá, siguiendo al hombre, entramos en un portal un poco destartalado, y subimos una interminable escalera de caracol, que pena voy pensando con lo que molaba el otro hotel. Nos enseña un apartamento, una chulada con cocina un salón y cuatro camas, el otro es un poco más pequeños los niños tendrían que dormir en los sofás. Pero lo mejor es la luz que tiene, una pasada y es muy grande, nos viene fenomenal para hacer nuestra vida allí sin estar en un hotel. Que ganas tienen los enanos de ir a la playa. ¡Al agua!, pero ¡jolines! Que fría está y ellos ni se inmutan, ala a jugar con las olas. De ven en cuando se me acerca Alex, tiritando y con los labios morados, corre, le digo, vete a que te seque mamá y sale corriendo, vuelve ya calentito y se vuelve a meter en el agua otro rato y vuelta a empezar. Se lo han pasado bomba jugando con las olas.
Los atardeceres de Essaouira son todos preciosos, siempre. Además está lleno todo de gaviotas que a estas horas están muy activas porque muchos pescadores están limpiando el pescado. Cenamos en los chiringuitos que hay junto al puerto. Tienen una especie de mostrador con todo el pescado de que disponen, queremos pescado y marisco, un poco de todo, lubinas, rodaballos, calamares, cigalas, cuatro bogavantes y dos centollos enormes. Los niños se conforman con el pescado, salvo Martín, que ha probado el marisco y le ha gustado. Bueno le ha gustado no es la palabra, porque hay que correr para que el niño no se coma él solito los dos centollos y además sin dejar ni pizca de carne por arrebañar.
Por
fin un día tranquilo, sin coger el coche. Hemos desayunado en el
apartamento, muy bien, gracias a los bollos y zumos que hemos comprado.
Damos una vuelta por la muralla y por los cañones que hay en ella.
Luego un poco de tiendas, aunque los niños se aburren un poco. Nos
bajamos a la playa después de comer, allí si que disfrutan los niños
jugando al fútbol, con la arena o en el agua, “¡no está fría!” dicen,
con los labios morados. Otra buena cena a base de lubinas y un centollo
para todos nos sirve para despedirnos de Essaouira. Al día siguiente,
después de desayunar nos iremos a Marrakech.
Pensábamos que el zoco de Marrakech les iba a entusiasmar, pero no ha sido así, se han cansado enseguida. Salvo un rato que han estado jugando con el camaleón que había en una tienda de especias. No importan, mientras unos compran y visitan el zoco, otros juegan con ellos al fútbol en el parque junto a la Kokoubia. Les hemos comprado unos turbantes chulísimos y unas serpientes de madera, se han portado fenomenal, se han merecido eso y mucho más.
Imagino que ahora mismo no serán conscientes de ello, pero la enseñanza que han debido recibir de este viaje, de este país y de sus gentes debe ser enorme.
Hola tron,
ResponderEliminarsólo he tenido tiempo de ver las fotos.
Me envío el link a casa, a ver si allí tengo tiempo de leer toda la chapa que has metido ;-)
Javi F.
¡Hola Ricar! Solo he tenido tiempo de empezar a leer un poco y ver las fotos, pero me he partido de risa al reconocer a un marroqui en la foto, el del restaurante camino de Ourzazate, que tiene una terracita al lado de la carretera. Seguro que Juan y Javi también le reconocen. Seguiré leyendo cuando haya otro huequillo.
ResponderEliminarUn besito
Como siempre sorprendiendo. Es un placer volver a viajar contigo. Ahora por Marruecos, que chachi. La facilidad con la que cuentas las cosas hace que te vuelva a decir: TU LIBRO PARA CUANDO CHAVAL. A cuentos lectores nos tienes con el rabo entre las piernas sin poder disfrutar de un escritor en potencia tan estupendo… pero esa vida disoluta, vencida hacia el trabajo diario tan intenso, tan falto de tiempo que llevas te impide la labor creativa y austera de un monje escritor solo frente a la inmensidad del papel. ¡Qué le vamos a hacer!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, sobre todo porque introduce a los niños en un territorio extraño para ellos, y que sin embargo se torna muy familiar.
Un abrazo.
Ciertamente amigo, casi he podido sentir el tacto suave de esa arena en las plantas de mis pies, los olores de ese zoco ocupando mi oxígeno, la luz de tu ocaso en el desierto en el centro de mi emoción. Ojalá algún día nos volvamos a encontrar, por aquí o por allá. Abrazo berciano.
ResponderEliminarJolines!! El quinto niño tenía que ser yo!!
ResponderEliminarQué viaje tan bonito. Saludos a Eva, me ha alegrado mucho volver a ver a los nanos (Martín y David)que desde el Ironcat no los había visto.
Un abrazo muy fuerte para todos!!
Muchas gracias por colgar las fotos y por contarnos a todos
ResponderEliminareste increible periplo. Con unos guías tan experimentados es fácil viajar a cualquier parte,ja,ja… Me tienen admirada, con chiquillos y todo al mundo árabe, impresionante. Enhorabuena!!
Consigues contagiar el entusiasmo y las ganas de descubrir nuevos territorios. Ya me apetece ir a Marruecos, pero eso sí, contigo como guía.
Un fuerte abrazo.
Buenas Ricar,
ResponderEliminarSólo he visto las fotos de pasada, tu visión fotográfica
me encanta, a ver cuando encontráramos un rato e
intercambiamos unas diapositivas o unas fotitos,
seleccionadas, que si no no terminaríamos nunca.
Vaya viaje chulo que tiene que haber sido, como
han dicho por ahí no me importaría haber sido el
décimo niño.
Besitos
Oscar
P.D.: esto también para los que dicen que nunca
escribimos en los blogs, para leer todo de momento
no tengo tanto tiempo :-)
Como siempre, es muy interesante, y da bastante envidia. Yo creo que para los niños ha tenido que ser magnífico. Lo pienso por mi sobrino, que le habría encantado.
ResponderEliminarEspero que hagamos algún viaje este verano. Lo del libro, piénsatelo, pero a este paso va a ser bien gordo el libro. Un abrazo.
Manolo
Alguna vez más hemos dejado comentarios, aunque no siempre que leemos tus correos, oye las fotos muy bonitas y por las caras de los crios se vé que se lo han pasado en grande, me alegro de que sigas así con tus viajes y tus historias, por cierto creo que este verano nos veremos en Bodón en un evento.. ¿No?... si no nos vemos antes, ya sabes donde estamos, un abrazo gordo y a seguir disfrutando…¡ Salud y Rock n´Roll.
ResponderEliminarAlmudena y Pablo.
Se te va a poner cara de moro de tantas veces que vas para marruecos (y
ResponderEliminarfalta que me lleves a mi ). muy buenas las fotos, como siempre, y pareces el
quinto niño de lo bien que te lo pasas.
Un abrazo.
Para el próximo me apunto, Me dejas?. Viaje maravilloso pero en tí eso no es nada nuevo.
ResponderEliminarbesazos
Hola! Me he divertido mucho leyendo lo que cuentas de vuestra aventura por Marruecos. Yo también estuve por esa zona y me has hecho repetir el viaje con la imaginación.
ResponderEliminarEspero que no tardes mucho en contarnos algo nuevo!
Un beso y hasta pronto.
es curiosa la visión de viaje que das centrandote en los niños, divertida, animada y exploradora; da gusto imaginarlos allí, y en verdad dan ganas de llevar a otros a disfrutar de la misma manera, pero estoy de acuerdo en que tendría que ser contigo como guia.
ResponderEliminarUn beso
Karen
Acabo de leer tus aventuras por Marruecos y NO ME DAS ENVIDIA,porque aunque es verdad que los atardeceres en el desierto son muy bonitos,yo prefiero un atardecer dentro de un tunel de la M30 en pleno atasco,donde puedes disfrutar de la infinita gama cromática que proporcionan los tubos fluorescentes,del aire puro perfumado con el humo de los tubos de escape y el murmullo agradable que proporcionan mil motores.
ResponderEliminarAhora a soñar con el próximo viaje ¡Que siga la aventura!
Un abrazo de Paula y Salvador.
Yo también quería ir en ese viaje, pero nunca como padre de los niños (de los niños que han ido y de los que se apuntan como tales). ¿Para cuando el próximo? ¿Y el libro?
ResponderEliminarUn saludo y hasta la próxima
EL TIO DURRUTI….....os felicita por lo bien que lo habeis pasado en territorio marroqui,sobre todo con el pueblo berebere,del cual tambien me dejo un buen recuerdo en los anteriores viajes que realice a estas tierras de AFRICA.
ResponderEliminarAsi me gusta que hables mas de los niños DAVID,MARTIN,ALEX Y MARTIN….. y de tu compañera EVAy a los compañeros PALOMA Y EVA">JAVI.
Ya veo que os dedicasteis a todos los deportes…..el futbol,correr por las dunas,sortear las aguas,subir a los camellos…......pero falto alguno que debistes echar de menos…......ADIVINA….ADIVINANZA.
Las fotografias y videos estan muy bien realizadas,se nota que llevas tiempo en el arte de viajar.
LOS QUE HABLAN DE PARA CUANDO UN LIBRO…...TENDRAS QUE SER INSTRUIDO POR EL GRAN DURRUTI PARA LA CONSECUCION DE ELLO…..............PORQUE VIAJANDO TAMBIEN SE PUEDE REALIZAR LA FUTURA REVOLUCION SOCIAL.
Apartir de ahora tendras que contar con una compañera para el gran recorrido que es la VIDA.
SALUD A TODOS LOS QUE VIAJAMOS CON GANAS DE CONOCIMIENTO DE CULTURAS,ETNIAS,PAISAJES,MONTAÑAS…..ETC
SALUD,REPUBLICA Y ANARQUIA
Pues vamos a poner comentarios para que Ricardo sea feliz…
ResponderEliminarLa verdad es que este viaje ha sido una experiencia ¡En todos los sentidos!.
El viaje ha sido maravilloso, hemos disfrutado muchísimo tanto los niños como nosotros. Y sólo nos han quedado buenos recuerdos y ganas de repetir.
David ha dicho que de mayor quiere ser “Viajero como Ricardo”.
Y yo le he dicho que yo también, pero como no puede ser… seguiré currando y seremos viajeros CON Ricardo cuando podamos… y el resto del tiempo viviremos de los recuerdos de esos viajes.
Muac, muac.
Más vale tarde que nunca, o por lo menos pájaro en mano que ciento volando.
ResponderEliminarPasote de viaje Ricardo. Pasote de viaje. Igual de pason, pero bien distinto, de que aquel en el que nos conocimos en Nepal. ¡que guapo es viajar! ¡y sobre todo con vosotr@s, con los colegas! Y con los chicos… pufff. Pason, ya digo.
Ahora que has vuelto de Sudamerica ya estoy pensando (y supongo que tú también) en lo que nos espera en los Alpes italianos. Que bonito pasado, que bonito futuro y sobre todo que bonito presente. Os quiero.
A ver cómo nos montamos el próximo con los chavalines… yo propongo Malasia, ya sabes ;-)
hola soy reduan de norte de marruecos me gustan mucho los fotos y los niños son muy lindo enhorabuena
ResponderEliminarDespues de buscar bastante por internet, decidimos contratar un tour de 4 dias desde Marrakech hasta el desierto de Merzouga con Saharaenmarruecos, y la verdad que nos alegramos muchisimo de haber elegido esta compañia. Nuestro guia fue Mohamed, es muy buen conductor, super amable y ha sido una experiencia increible el poder disfrutar de su compañia estos cuatro dias. Compartimos un montón de experiencias y nos contó muchisimas cosas de su cultura.
ResponderEliminarTanto los hoteles como los restaurantes estan perfectamente elegidos, ambos son muy agradables con buena comida, limpios y con un servicio excelente.
Una de las mejores experiences fue pasar la noche en el desierto, la excursión en dromedario y pasar la noche junto la hoguera bailando y tocando los tambores!!!
Recomendamos 100% esta compañía y estamos muy agradecidos a Mohamed por haber hecho de este viaje toda una experiencia!!!
Si tenemos oportunidad de volver a este precioso país no dudamos en volver a contratar estos servicios.