Continuamos con nuestro viaje…
La ciudad de Chongqing es conocida como uno de los tres hornos de China. Nos ha bastado pasar un minuto en la calle entre que hemos salido del autobús y subido a una furgoneta para sentirnos como una barra de pan que es introducida dentro de un horno. Esta ciudad está cruzada por el río Yangtze y se desparrama a ambas orillas, llena de rascacielos y de carreteras a varios niveles. En un edificio muy alto nos recibe un hombre de la agencia y nos lleva a uno de los pisos de arriba. Supuestamente aquí podremos dejar los bultos hasta que llegue el momento de embarcar. Es casi la hora de comer y tenemos algo de hambre, además queremos hacer alguna compra para llevar alguna provisión antes de entrar en el barco. El hombre, muy amablemente, nos empieza a contar lo que tenemos contratado en el barco y también las excursiones que se pueden hacer, pero que no tenemos pagadas. No queremos ser descorteses y prestamos atención, a pesar de que los niños están cansados y hambrientos. Cuando ha terminado de contarnos estas cosas nos pregunta a donde vamos a ir al acabar el crucero. Se lo decimos y nos empieza a organizar el viaje hasta allí. De la manera más diplomática que podemos le decimos que queremos ir por nuestra cuenta. Comienza a decirnos que eso es muy difícil y que si no visitamos la presa de las Tres Gargantas llegaríamos, por nuestra cuenta, a Wudang Shan hacia las 2 de la mañana. Estamos nerviosos, queremos cortar esta charla y no hay manera, el tipo no parece darse cuenta de que no queremos nada y que además los niños están hartos de estar allí. Hemos tenido que decirle que no, que no queremos que nos organice nada, que lo haremos nosotros al llegar y que ya veremos si llegamos o no. Cuando por fin se ha dado cuenta de que no sacará nada de nosotros cambia de actitud y la amabilidad se convierte en una cara larga y agria.
El tipo nos ha dicho que a las 6 tenemos que estar de vuelta para ir al barco. Apenas si tenemos 4 horas para comer y comprar algo de comida que queremos llevar al barco. Por suerte hay un Carrefour (¡si, un Carrefour!) muy cerca, al que hemos llegado a duras penas entre el aplastante calor y preguntar a la gente que nos mira como si fuéramos extraterrestres. Hoy hemos comido en sitios distintos, los niños en un KFC (Kentucky Fried Chicken), los hay por todos lados, y nosotros en un sitio de comida rápida china, mientras ellos juegan a las cartas. Una de las camareras nos ha dicho algo en español, lo único que sabía porque luego ha sido incapaz de decir nada más. Compramos provisiones y una maleta para llevarlas y que luego nos pueda servir para llevar las compras que hagamos, la maleta nos ha costado 70 Yuanes (menos de 8 Euros). Volvemos a la casa del hombre este, que ya no nos hace ni caso. Estamos un rato que aprovechamos para conectarnos a internet y para asomarnos a la terraza que tiene unas espectaculares vistas sobre el río, pues estamos en un piso muy alto. Una chica viene a buscarnos para llevarnos a una agencia a esperar que podamos embarcar. Nos ha fastidiado el tipo pues podríamos haber visitado algo de la ciudad si llegamos a saber que no embarcamos hasta las 20h.
Cuando estamos pasando los controles para embarcar, ¡otra vez nos
toman la temperatura! Un chico de rasgos chinos se nos acerca y nos
empieza a hablar en “cordobés” (¡¡pa’vernos matao!!). Entre que él
parece no acordarse del español tras llevar unos días aquí y que
nosotros somos incapaces de tomarnos en serio a un “chino” hablando
“cordobés”, la conversación ha sido una risa.
Crucero río YangtzeNuestro camarote está muy bien, de hecho, es uno de los 4 mejores del barco. Lo malo es que nos habían dicho que podríamos dormir dos en cada cama… Son muy pequeñas de 80, así que habrá que buscar otra solución. En principio pensamos que David y yo podremos dormir en el suelo o en unos sillocintos, pero decidimos ir a preguntar. Tras un rato de gestiones conseguimos hablar con alguien que se comunica bien en inglés. Aunque el barco está prácticamente lleno hay una habitación muy cerca de la nuestra con una litera y baño. Es muy pequeñita y no tiene ventana, aunque alucinamos un poco con que haya gente que coja estos camarotes, decidimos quedarnos con él pues sólo lo necesitaremos para que los niños duerman en él y nada más. He probado a tumbarme en la litera y he tenido que subir los pies a la pared para poder estar estirado. Lo bueno de nuestro camarote es que tiene nevera. Teóricamente hay que pagar su uso, imaginamos que te dan un adaptador con el que haces funcionar la nevera. Pero lo que no saben es que nosotros llevamos ya el adaptador, que es un aparatito de esos que tiene diferentes tipos de clavijas dependiendo de en que país estemos.
Aunque no lo esperábamos tenemos una guía china que habla inglés. O eso cree ella, porque es dificilísimo entenderla. Todo lo acaba con “yeeee”, es decir para decir 8 dice “eightyeeeee”, y además habla gritando muchísimo como si por hablar más alto se entendiera mejor. Bueno, pues nos cuenta que para poder subir a cubierta, ir a la parte delantera del barco y a un saloncito que hay justo al lado de nuestra habitación hay que pagar una cantidad extra por Eva, por mi y por Martín pues David entrará gratis por ser pequeño. En cubierta hay una especie de bar/discoteca y una mesa de ping-pong, así que hemos pagado. Nos ha parecido extraño pero resulta que la mayoría de los que viajan en el barco no se lo pueden permitir, con lo que estas zonas están prácticamente vacias. La gente que viaja en segunda y tercera no se puede permitir este gasto y sólo pueden salir en la parte de atrás aun estrecho pasillo. Aquí es donde más hemos notado la diferencia de clases que hay en china, mucha gente viene al barco llevando su propia comida e incluso durmiendo con una colchoneta en el suelo.
La primera visita que tenemos es a la Ciudad Fantasma (Gosh City). Se madruga mucho, las visitas empiezan hacia las 7 a.m., supuestamente para evitar el calor pero realmente da igual pues en un rato estamos sudando litros de agua, los mismos que tenemos que ir reponiendo con agua mineral que se puede comprar en cualquier sitio. Los chinos son vagos, muy vagos. En la mayoría de los sitios hay coches eléctricos para trasladarlos de un sitio a otro. Si por ellos fuera no andarían ni un metro. La visita consta de dos partes: una primera más parecida a los templos taoístas y una segunda que parece más moderna y preparada para los turistas. A la primera se accede por puertas taoístas y se suben muchos escalones. Figuras de cemento más o menos tétricas flanquean las escaleras. En los templos que se visitan hay muchas figuras más bien patéticas, algunas representan cuerpos humanos con cabezas de animales, otras son personas fantasmagóricas o con largas barbas. Las vistas desde esta parte son realmente maravillosas, sobre todo desde una torreta a la que hemos subido. La otra parte de la ciudad parece más moderna, más preparada para atraer a los turistas. Pasadas la tiendas de recuerdos hay un templo taoísta donde los chinos queman barras de incienso a la vez que alguien golpea un gong. Junto a este hay una escalera flanqueada de grandes figuras de personajes estrafalarios. Al final de la escalinata hay un muro y una puerta con forma de boca tétrica por la que hay que pasar. Dentro se puede entrar a una especie de atracción patética de un mal parque de atracciones. Pasando por oscuros pasillos vemos personajes de pastiche iluminados con bombillas de colores y ruidos que quieren amedrentar y dan más bien pena. También hay un pequeño tren que da un par de vueltas mínimas. A David por lo menos le ha encantado y se ha montado varias veces en el tren además de recorrer la atracción dos veces.
Hasta la excursión nocturna no tenemos nada más que hacer que pasar el rato en el barco mientras vamos navegando. Leemos en cubierta, también ponemos el diario del viaje al día y los niños pasan el rato entre leer, jugar a la nintendo y jugar al ping-pong. Pronto empiezan a jugar con otros niños al ping-pong o a perseguirse. Se rien mucho y aprenden varios gestos y palabras chinas. Eva y yo, mientras, hemos estado de cháchara con unos profesores de una universidad con los que da gusto charlar, tanto por su inglés perfectamente comprensible como por su conversación y cultura. Gracias a ellos hemos podido entender más de la cultura y de la vida china. Durante la navegación nos vamos sorprendiendo de pasar por enormes ciudades que están junto al río, algunas de ellas con varios rascacielos y todo. Nos quedamos un poco alucinados pues pensábamos que desde el barco apenas veríamos pequeños pueblecitos, o quizás es que estas “ciudades” con dos millones de habitantes son “pueblecitos”.
La excursión nocturna no nos ha gustado nada. Una avenida llena de puestos de venta de comida y de recuerdos nos lleva hasta un templo más bien moderno que no nos resulta nada interesante. Lo único que se puede salvar son las vistas desde la parte alta del templo y unas tablillas pintadas con letras chinas… Aunque por lo menos hemos salido del barco y caminado un rato.
Nuevo madrugón al día siguiente para recorrer la Ciudad del Rey Blanco. Sus templos no nos han parecido demasiado interesantes pero las vistas sin embargo han sido alucinantes. La entrada a la ciudad se encuentra elevada sobre el nivel del río unos 30 metros y enseguida se cruza por un puente que nos lleva a la ciudad. Este puente está sobre el inicio de las Tres Gargantas y la bruma matinal nos va a regalar unas imágenes muy bonitas. Como aquí no hay coches eléctricos se usan unas parihuelas con las que un par de hombres llevan a los turistas que quieren pagarlo.
De nuevo en el barco comenzamos a cruzar las Tres Gargantas, la parte más estrecha del río Yangtze y que da nombre a este crucero. Todo el mundo está en cubierta para ver el espectáculo. En la parte delantera del barco, que es donde estamos nosotros, está nuestra guía “yeeeee”. Va contando con la ayuda de un altavoz lo que se puede ver y lo mejor es que sobre la cabeza lleva un periódico abierto a modo de gorro para protegerse del sol. Se nos hace un poco royo estar pasando por un lugar precioso con una china hablando a gritos por un altavoz justo detrás de nosotros. Aún así las vistas han sido bonitas.
Después de comer, con “la caló”, haremos la visita más chula. Se trata de las Tres Pequeñas Gargantas. Subiremos río arriba por un afluente del Yangtze donde se pueden apreciar también tres gargantas sólo que más pequeñas. Nos hemos espabilado para salir del barco por coger un buen sitio en los barcos que nos subirán río arriba aunque no hará falta pues hay sitio de sobra y los chinos parecen más preocupados de ponerse cerca del aire acondicionado que de estar en un buen lugar. Son lanchas muy grandes, entraremos unas 200 personas o así. Por la pinta parece que van a ser lanchas rápidas, la realidad es que van bastante despacio. Aunque al principio nos parece bien el ritmo que lleva, luego pensaremos que es demasiado lento y se nos hará un poco largo el viaje, sobre todo la vuelta río abajo. La entrada al afluente nos impresiona pues sobre nuestras cabezas hay un puente en construcción que conectará las ciudades que hay a ambas orillas. El puente es altísimo y, de momento, está pintado con colores rojos brillantes que resaltan bajo el cielo azul/gris y el color pardusco de la tierra. La primera garganta nos impresiona mucho, nos pasamos el tiempo en cubierta a pesar del calor. Barcos más lentos y lanchas más rápidas van por el río, subiendo y bajando constantemente. Nada más subir al barco nos han mostrado un álbum de fotos y han comenzado a hablar por un micrófono, cuando llevamos más de una hora no paramos de preguntarnos que estarán contando, hacemos bromas diciendo que van contando las piedras o si no describiendo estas una a una. Mientras vamos río arriba el agua va cambiando de color, se va perdiendo el marrón del río Yangtze para volverse más transparente con las aguas más claras del afluente. Las aguas marrones del Yangtze son las que dan riqueza a las zonas ribereñas ya que bañan los campos de lodos traídos de las montañas que harán fértil la tierra a su paso.
Cuando el río se va haciendo cada vez más pequeño llegamos a un punto donde desembarcamos para volver a embarcar en unas lanchas de madera en las que entramos unas 20 personas. Estas embarcaciones están techadas con una especie de lona y lo que al principio nos ha parecido fenomenal para protegernos del sol, se ha convertido en un engorro ya que apenas si se puede ver nada. La lona llega tan abajo que apenas si vemos el trozo final de las paredes del río. En la lancha van dos trabajadores: un timonel que controla el motor y otro que se pone en la parte delantera y va hablando. Al principio nos ha parecido gracioso, incluso hemos participado haciendo reír a los chinos ya que aplaudíamos o cantábamos sin entender ni lo que decían ni lo que cantaban. Nos hemos puesto en marcha y avanzamos lentamente, pronto nos damos cuenta que el menda este no se va a quitar de ahí y que no nos va a dejar ver nada. El resto de nuestros compañeros chinos parecen encantados con el show que está montando. Decidimos que me vaya a la parte delantera para poder hacer alguna foto. Me sieno cerca del hombre que dice que no puedo estar ahí, que me vaya para atrás. Ni de coña, le digo que hemos venido para ver el río, que no queremos verle a él. Un par de intentos más y desiste pues se da cuenta que pierde la atención de los chinos. El río es precioso, de aguas transparentes y altas paredes a los lados llenas de vegetación. Sin duda es la parte más bonita de todo el crucero. Mientras el hombre sigue con su show David se ha puesto junto a mi para poder ver algo más. El hombre se pone una especie de disfraz que son como unas alas a la espalda y un gorro en la cabeza, parecen hechos de paja y da la impresión de que serviría a los campesinos para trabajar y protegerse del sol. El hombre invita a los chinos a que pasen a la parte delantera y se pongan el disfraz para que les hagan una foto. Resulta curioso, nos está diciendo el hombre que no podemos estar allí delante porque puede ser peligroso y en realidad es porque es el lugar para hacerse las fotos. Los chinos que salen a hacérselas están encantados, ni siquiera se fijan en lo que tienen alrededor y en lo bonito que es el lugar, únicamente les importa la foto y el traje que llevan puesto. Con el movimiento de la gente para sacarse las fotos el resto de nuestro pequeño grupo, Eva y Martín, se ha instalado en la parte delantera. Nos intenta echar varias veces pero nos hemos hecho fuertes y no nos movemos. Le decimos, por gestos, que queremos ver el paisaje. También salimos a hacernos una foto, sin disfraz por supuesto y le digo, tranquilos no os mováis de ahí delante, vamos a aprovechar para ver esto bien y hacer fotos chulas.
Con la sensación de haber estado en un sitio precioso y alucinados todavía con los espectáculos que les gustan a los chinos, volvemos al otro barco. Hemos tardado dos horas en llegar hasta aquí y aún nos faltan dos horas de vuelta (pensábamos que iría más rápido río abajo pero no es así). Lo lógico sería que la gente se relajase y aprovechara para echarse un sueñecito, pero no… La misma chica de antes no ha parado de hablar en todo el trayecto ni un segundo. Encima los altavoces están altísimos y no hay manera de escapar. David ha caído dormido rendido de cansancio y calor, pero nadie más se puede dormir con semejante rollo. Hemos hablado con un chico estadounidense que sabe chino y nos dice que están hablando de tonterías, que cuentan el número de habitantes que hay en cada población y sobre todo que están vendiendo cosas a los chinos…
Es la última noche en el barco. Por la mañana hay una excursión tempranera, a las 7a.m. Hemos decidido no ir y dejar a los niños dormir y descansar. A las 5:30 a.m., como todas las mañanas, nos despertamos y Eva se va a la excursión ya que no hay otra cosa que hacer. Primero montan en unas canoas, esta vez sin techo ya que es por la mañana y no es un problema el sol. Suben río arriba hasta un lugar donde hay unas corcheras y, al llegar a las mismas, apagan el motor y hacen que la gente vaya remando al ritmo de un tambor. Apenas 30 metros pasados los cuales encienden de nuevo el motor y continúan. Les dejan en un sitio donde pueden ir caminando sobre una pasarela que flota en el agua. Por este camino se van adentrando en el barranco, para regresar en un recorrido circular por una senda que sube con unas escaleras montadas por los chinos en la montaña. En lo alto de la montaña se puede ver a unos funambulistas haciendo equilibrios con una moto y una bici sobre un cable, suspendido a unos 50 metros del suelo. Por si esto fuera poco hay un escenario sobre el cual representan una obra de teatro y unas danzas con no demasiada gracia. El lugar es precioso y no necesitarían estas chorradas, aunque los chinos parecen encantados.
No teníamos del todo claro si visitaríamos la Presa de las Tres
Gargantas. La principal pega es que queremos llegar a Wudang Shan que
está bastante lejos y el hombre de Chongqing nos dijo que no podríamos
llegar antes de las 2 de la mañana si no visitábamos la presa. Aunque no
nos lo creemos tenemos algo de incertidumbre, decidimos visitar la
presa y si fuera necesario dormiríamos en otro lugar. La verdad es que
lo tienen muy bien organizado, nuestra guía nos ha vendido los ticket
para la visita. Nos dice el número de nuestro autobús y dejamos allí
nuestras maletas pues será el que tomaremos después de la visita a la
presa. Dentro de la presa nos moveremos en unos autobuses que están
continuamente circulando llevando a los turistas de un sitio de interés a
otro. Estos sitios son tres, el primero es un mirador en la parte más
alta desde el que se puede observar todo el complejo.
A nuestra izquierda tenemos la muralla que sujeta el agua. Desde aquí no
parece demasiado grande salvo que te fijes en el agua del embalse, es
tan grande que no somos capaces de abarcarlo con la vista, ni de ver
hasta donde llega. A nuestra derecha se encuentran las esclusas que se
usan para subir y bajar los barcos que recorren el río. En cada esclusa
entran varios barcos de los grandes y en tres niveles diferentes han
salvado el desnivel de la presa. Una maqueta nos permite apreciar el
complejo desde más cerca. Mientras estamos esperando el autobús que nos
lleve al segundo punto se ha organizado un pequeño tumulto al colarse un
hombre sin respetar la cola. El segundo punto es la propia presa,
estamos muy cerca de la pared y podemos apreciar que aún falta bastante
para que se llene del todo. Si la llenan del todo tendrán que reuvicar a
millones de personas que viven en las orillas, además del enorme
impacto que se producirá en el medio ambiente de kilómetros y kilómetros
a la redonda. Por si fuera poco, parece que la presa no sólo retendrá
las agua sino también las enormes cantidades de basura que las
industrias arrojan al río, esto según los ecologistas podrá suponer la
muerte del río por falta de oxigenación. Seguramente la razón principal
por la que no se ha llenado del todo es… que han aparecido grietas en la
presa y temen que se pueda venir abajo. Si esto sucediera, el agua y
los restos acabarían con varias ciudades y millones de personas en
minutos. Los ingenieros afirman que estas grietas son normales en
construcciones de este tipo y los detractores afirman que se construyó
la presa demasiado rápido, acabándola incluso antes del plazo previsto.
Wudang Shan
La montaña taoísta de Wudang Shan está declarada Patrimonio de la Humanidad. Para llegar aquí hemos tenido que tomar tres autobuses desde la presa de las Tres Gargantas. El primero nos ha llevado hasta Yichang, este lo teníamos contratado con el crucero. Nada más bajarnos hemos ido a la taquilla para comprar los tickets, nos escriben en el billete que el bus sale dentro de 1h30, así que nos vamos a comer algo. Cuando estamos comiendo unos bocatas en la sala de espera un hombre nos viene buscando, que ya sale el bus nos indica por gestos. Hemos recogido todo corriendo y vamos allá, no entendemos que ha pasado pero salimos 1h antes de lo que nos marcaba el billete. A Wudang Shan llegamos ya de noche, hacia las 20h. Algo cansados nos quedamos en un hotel que hay muy cerca de la carretera, en lo que pensamos que es el pueblo. No hay nadie más aquí, nos han atendido fenomenal. Lo mejor ha sido que para cenar encendían el aire acondicionado y se les iba la luz así que han acabado poniendonos un ventilador. Damos un paseo por algunas tiendas de recuerdos que hay aquí y nos vamos a la cama.
Preguntando en el hotel nos han dicho que hay una lavandería más abajo, siguiendo la carretera. Como pensamos que es un pueblo pequeñito, Voy andando a llevar la ropa. Al girar en una curva, un poco más allá de donde llegamos anoche, una larguísima calle se descubre. Lo que pensábamos que era un pueblito resulta ser una ciudad con edificios por todos lados. Más de veinte minutos andando y varias personas preguntadas después ha llegado a la lavandería. La vuelta al hotel la hago en motocarro.
Muy cerquita del hotel está la entrada a la montaña de Wudang Shan. Anoche no había nadie por aquí, pero hoy parecen estar aquí todos los chinos de la región. La entrada es carísima, pero bueno ya que estamos aquí no vamos a quedarnos sin entrar. Hay un sistema de autobuses que recorre la montaña sin cesar, sólo tienes que subirte en el que te interese y bajarte donde quieras. Nosotros nos dirigimos al punto principal con la idea de subir al Templo de Oro. Llevamos unas cuantas botellas de agua en la espalda aunque sabemos que no serán suficientes dado el calor que hace. De todas formas hemos visto que hay puestos con neveras por todos lados. Nos hemos equivocado de camino y hemos andado 10 minutos en dirección contraria, hacia otro templo (mea culpa). Ya en el camino bueno constatamos que la cosa empieza mal ya que tenemos que bajar un buen tramo de escalones. Los niños pronto han aprendido que bajar es malo, ya que todo lo que bajemos lo tendremos que subir. Por el camino van apareciendo pequeños grupos de casas donde se dispensa comida y bebida o algún que otro templo. Los templos no nos parecen demasiado interesantes, al menos por dentro, ya que las figuras son un poco cutres. David ha cogido la costumbre de arrodillarse a rezar en los cojines que hay preparados para ello, ¡como le gusta hacer el payaso!. Muchos árboles que hay por el camino tienen colores rojos muy vivos, la razón es que la gente cuelga de sus ramas cintas de este color. Por suerte el camino va casi siempre en sombra dentro de la mucha vegetación de estas montañas. Las pérgolas también se suceden por el camino, en ellas la gente se sienta a descansar un ratito. Hemos ido por el camino de las puertas del cielo pensando que podía ser el más bonito. Cada vez que llegábamos a una de estas puertas era una alegría, que se convertía en decepción al ver que al pasarla las escaleras empezaban a bajar. Todo el camino está asfaltado y lleno de escaleras, algunas de ellas bastante altas, empinadas y estrechas.
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Llevamos un buen rato buscando motivaciones para seguir subiendo tantas escaleras. Los niños dicen, orgullosamente, que sólo es una montaña Y que no va a poder con ellos, para unos instantes después sentarse derrumbados en la escalera con cara de no poder más. Tres personas están sentadas en el suelo con unos cestos, venden verduras y fruta, de repente Eva ha visto que tienen una sandía, se la ha pedido y no ha regateado nada el precio. Nos hemos sentado y nos la hemos comido entre los cuatro de una sentada, ¡¡¡qué buena estaba!!! y ¡¡¡qué bien nos ha sentado!!! Con nuevas energías y ganas encaramos la parte final, la que nos lleva por fin a los templos que hay en la parte alta de la montaña. En varias ocasiones nos hemos vuelto con la boca abierta asombrados por el paisaje que hemos ido dejando atrás y lo lejos que está el lugar desde el que hemos salido. Entramos en una zona amurallada, más un muro alto que parapeto defensivo. En esta zona hay templos y miradores con bonitas vistas, pero aun nos queda una pequeña subida hasta el Templo de Oro. También nos queda pagar un poco más, la entrada a este no está incluida. Nos decimos a nosotros mismos, “¿Quien sabe si volveremos a este lugar?”, así que pagamos y subimos. Las vistas desde arriba son magníficas, el templo sin embargo no nos ha parecido gran cosa, una pequeña caseta con el techo de bronce. Encima hay tanta gente que nos resulta difícil caminar y verlo bien.
Desde Wudang Shan vamos a Dengfeng, donde queremos ver a los monjes saolines, “ya sabéis pequeños saltamontes”. Para llegar hemos tenido que tomar un bus y dirigirnos a Zhengzhou. Esta ciudad es de las más grandes que hemos visto, o por lo menos la que más se parece a la idea que tenemos de una ciudad china muy poblada. El tráfico es brutal parece haber todo tipo de vehículos por todas partes. Las aceras están llenas de motos y de bicicletas aparcadas. Los cruces son un caos total, sin saber muy bien como todo el mundo va pasando de una manera totalmente anárquica. Es bastante tarde cuando llegamos a Dengfeng y además es de noche ya. En la estación hay varias personas que nos ofrecen habitación. Hemos probado en varias, sin acabar de gustarnos ninguna. Acabamos quedándonos en un sitio muy cutre y algo sucio. Entre que llevamos todo el día viajando y que ya llevamos un rato buscando nos hemos equivocado de lugar, además tenemos dos habitaciones porque no había de cuatro, así que dormiremos cada uno con uno de los niños esta noche y por la mañana nos cambiaremos de hotel.
Sacar un billete de tren es una pequeña aventura. Tras varios taxis y varias vueltas resulta que hay una taquilla cerca de un lujoso hotel. Mientras se espera en la cola hay que preparar las cosas para pedírselas claramente a la empleada. Por un lado buscar el nombre de la ciudad de salida del tren en CHINO (en Dengfeng no hay estación tenemos que ir a Zhengzhou) y también la ciudad de destino, menos mal que en nuestra guía vienen los nombres en chino. También tener en un papel apuntado el número de billetes y los horarios. No puede faltar en CHINO el tipo de billete que queremos, que es litera blanda porque son camarotes de cuatro. Y lo más importante aunque no sirva para nada, decirle que nos den el mismo camarote. Por suerte, esta vez, mientras estás enfrascado en hacerte entender aparece un chaval que sabe hablar inglés bastante bien. La taquillera ha suspirado relajada al tener traductor. Con su ayuda se compra el billete más fácil, pero da igual que le hayamos dicho que nos los de juntos varias veces, resulta que nos dará tres billetes en un camarote y otro en el de al lado… Nos cambiamos de hotel a uno que está fenomenal, de los mejores que hemos tenido. El problema es que habíamos negociado un precio antes y al ir todos con las maletas nos lo han intentado subir, nos dicen que nos dan dos habitaciones. Nos hacemos fuertes ya que sólo queremos una habitación para dormir los cuatro juntos.
Entre unas cosas y otras salimos un pelín tarde hacia las Grutas de
Longmen. Hemos pensado que nos interesaría ir en taxi para tardar menos e
ir más cómodos. Al salir del hotel un taxista se ofrece a llevarnos,
regateamos con él y llegamos a un acuerdo. El hombre pone el taxímetro,
cosa que no entendemos, le hacemos un gesto y nos dice que tranquilos.
De repente para en una calle junto a la estación y empieza a hablar con
uno de los que estaban anoche ofreciéndonos hotel, no nos ha gustado
nada el tema de tener que cambiar de coche y nos hemos sentido
engañados, así que nos bajamos, le pagamos la carrera y vamos a tomar el
autobús. No es que nos arrepintamos de lo que hemos hecho pero va a ser
el peor viaje que vamos a tener en china. No se llena al salir de la
ciudad por lo que va despacio buscando gente por la carretera. Además se
mete por pueblos para coger pasajeros, incluso en uno ha parado y han
subido un montón de cajas, lo menos hemos han tardado veinte minutos en
subirlas, Ricardo ha estado a punto de bajar a ayudarlos. La vuelta la
haremos con un taxista que encontraremos a la salida, el viaje será
mucho más tranquilo y relajado por la autopista.
Grutas de Longmen
Las grutas de Longmen han sido una de las cosas que más nos ha impresionado de china. Sólo el lugar es fantástico, un río recorre el lugar que es cruzado por un puente de arcos bastante bonito. Las grutas consisten en un macizo rocoso de unos 500m de largo. Desde hace cientos de años los monjes se han dedicado a tallar la rocas haciendo grutas dentro de las cuales dejaban cincelado en la piedra un buda u otro personaje relacionado con esta religión. Los primeros monjes que las hicieron realizaron trabajos un poco toscos que se fueron perfeccionando con los años. También se pueden apreciar diferentes estilos conforme fueron pasando las épocas. Esta diferencia también es de tamaño, siendo las últimas figuras muy grandes de entre 10 y 15 metros de altura. Algunas de las grutas han sido saqueadas bien durante la “revolución cultural de Mao” o bien por coleccionistas sin escrúpulos. Una de las más espectaculares es la gruta de los 10.000 budas. En el centro hay una figura que tendrá el tamaño de un niño como Martín. A ambos lados de esta figura hay pequeñísimas grutas, como un terrón de azúcar, dentro de las cuales hay una pequeña figura de buda. En el techo hay unas ninfas volando, o algo así. Al acabar esta pared se puede cruzar al otro lado del río para observar otras grutas, menos espectaculares.
Templo Shao Lin
Visitar el monasterio de los monjes Shao Lin, era una de las cosas que habíamos seleccionado pensando en los niños. Como aquí es donde nació el Kung Fu y hay muchas escuelas pensamos que podría estar bien. De todas formas según ha pasado el tiempo, y también por lo que dice la guía, vamos pensando que quizás no sea muy interesante. La guía dice que es excesivamente caro y cuenta muy poco de lo que se puede ver y hacer. Hemos llegado por la mañana temprano, creemos que hemos tenido mucha suerte pues hay numerosos grupos de jóvenes alumnos aprendiendo Kung Fu. Entrenan por la mañana para evitar las horas de más calor. Primero hemos visto unos grupos haciendo una serie de movimientos. Por la vía que vamos caminando vienen dos grupos que llevan lanzas con unos adornos metálicos que brillan en la oscuridad. En una explanada por debajo de donde nos encontramos numerosos grupos de niños hacen ejercicios. Y lo que más nos ha gustado,... , unos chicos están dando grandes saltos, más de lo que parece natural. Llevan unos aparatos en las piernas (“pies de caballo”) que les permite dar grandes saltos. A su lado hay un grupo haciendo saltos de gimnastas y otro que practica con diferentes armas, luchacos, látigo…
Varias veces al día hay una representación o espectáculo sobre los
monjes saolín y el Kung Fu. Un escenario bastante moderno y grande será
donde lo hagan. Tras una breve introducción comienzan los espectáculos.
Un hombre, que parece de goma, se dobla hasta lo imposible realizando
equilibrismos inverosímiles, llega a sujetarse sobre sus manos con las
piernas cruzadas detrás de su cabeza. El siguiente se pone dos lanzas en
el cuello y empuja fuertemente combando los palos de las lanzas. Un
chaval joven hace el pino con sólo dos dedos de cada mano.
Otro es levantado en vilo y colocado encima de cuatro lanzas que será lo
único que lo sujete en el aire.
Uno de los últimos ha sido un hombre que ha atravesado un cristal para
pinchar un globo que había detrás. Entremedias ha habido varios
ejercicios de simulación de luchas con palos y un momento en el que han
sacado tres voluntarios para hacer lo mismo que hacen los monjes. Todos
hemos salido impresionados de este lugar, Martín se ha pasado un buen
rato intentando ponerse el pie detrás de la cabeza.
Relajadamente visitamos los templos. Son un conjunto de edificios parecidos a otros que ya hemos visitado y que se ve han sido reconstruidos no hace mucho tiempo. Los niños han estado quemando incienso delante de los templos siempre que no había alguien vigilando. Cerca de los templos hay un bosque de pagodas y pinos. Las pagodas son lugares donde se guardan los restos de monjes importantes. La mayoría son circulares de entre 3 y 5 metros de altura y se van estrechando cada vez más hasta acabar en punta. Como tenemos todavía un rato decidimos tomar un teleférico para subir al monte Shaolin. Según la guía hay un templo allí pero no parece nada especial. Al llegar arriba pensamos que no hay nada que ver, que haremos una foto y nos bajaremos. No se ve demasiado pues tenemos la calima que hay por toda china. Dos caminos se pueden tomar desde aquí, uno que baja a los templos de donde venimos y otro que va en dirección contraria. Tomamos el segundo por dar un paseo y cuando llevamos apenas 5 minutos caminando se abre ante nosotros un paisaje alucinante. Las montañas están cortadas a cuchillo prácticamente verticales, la forma del corte es con pequeñas ondulaciones como si fuera un acordeón. Las cimas son como dientes apuntando al cielo. Tendrán una altura, los cortes, de unos doscientos metros y allí debajo hay un valle con mucha vegetación. Lo más increíble es que se ha construido un camino en medio de la pared. Una plataforma de cemento con barandilla que recorre la pared y se pierde en el siguiente recoveco. Emocionados nos lanzamos a recorrerlo. Estamos alucinados con una pared que se eleva sobre nuestras cabezas y cae por debajo de nuestros pies, nos encontramos prácticamente suspendidos en el aire. Y los más curioso es que en la guía apenas si venía nada, nos da la impresión de que no subieron hasta aquí. Después de varios giros en la montaña, de subir y bajar montones de escaleras y cruzar varios puentes descubrimos el templo a lo lejos. Creemos que no nos va a dar tiempo llegar hasta él, como no sabíamos que esto era tan chulo no nos hemos dado prisa en ver lo de abajo. Incluso hay un puente tibetano, de esos que vas suspendido en el aire por unos cables, antes de llegar al templo. Cuando vemos que se hace muy tarde y que no vamos a poder llegar decidimos que yo siga, más deprisa, mientras los demás se dan la vuelta. El recorrido ha sido impresionante, no entendemos como no lo han destacado más en la guía. Hemos apurado mucho, así que tenemos que bajar a la carrera y darnos prisa para llegar a Zhengzhou donde tenemos reservado el billete de tren. Por fin tenemos un camarote con literas blandas, o eso creemos.
Al final se nos ha dado todo muy bien para llegar a la estación de tren de Zhengzhou. Mientras Eva y David se quedan en el vestíbulo guardando las cosas, Martin y yo vamos a intentar sacar billete para ir de Shanghai a Beijing, que será nuestro último traslado. Primero tenemos que preguntar donde están las taquillas. La de información nos lleva a una sala donde hay más trabajadores, ante una chica que habla algo de inglés. Tras volverle a preguntar nos indica donde están las taquillas y nos dice que vayamos a la número 1, que es la que sabe hablar inglés. Por lo menos hay 50 taquillas, todas ellas llenas de gente. Hay un sistema de barreras con un torno en la parte final para obligar a la gente a hacer bien la cola. Resulta que la taquilla 1 está vacía, nos dice la de al lado que vayamos a la 17. Cuando llega nuestro turno, tenemos que hacer algo de filigrana para poder llegar los dos a la taquilla, ya que está pensado para uno sólo. No hay literas de Shanghai a Beijing libres… Vaya, habrá que buscar otro sistema. Como tenemos que cenar en el tren, nos vamos a permitir un exceso, vamos al McDonald a por unas hamburguesas. Tenemos mucha prisa pues queremos comprar algunas cosas más, por suerte la chica habla inglés y además nos ha atendido muy diligentemente… Como tenemos billetes separados tenemos que intentar cambiar el sitio. Por suerte estamos en dos compartimentos contiguos, lo malo ha sido que hay que cambiar una litera de abajo por una de arriba. El hombre ha accedido amablemente cuando le hemos dicho que somos una familia y que nos los han dado separados, etc. Es peor el asiento de arriba porque si no estás durmiendo o tumbado, te tienes que sentar en el pasillo.
Muy de madrugada llegamos a Suzhou. Se acaba de hacer de día y hay
muchísima gente en la estación. Un chico nos ofrece unas gafas de cartón
para el eclipse solar que es hoy. Regateamos bastante y las compramos,
cuatro gafas. No habíamos conseguido reservar ningún hostel por
internet, así que tenemos que buscarlos sobre la marcha. El primer sitio
al que hemos ido nos ha encantado, pero no hay habitaciones. Sin
embargo nos han ayudado a encontrar alojamiento sin tener que dar
vueltas a lo loco. Vamos a uno que habíamos visto por internet y que a
Ricardo no le había gustado, aunque la verdad es que está fenomenal. La
única pega es que no tiene restaurante para poder desayunar. Salimos a
comprar algo y descubrimos una “churrería”, hacen unas porras bastante
grandes y que no están malas, también unos panes rellenos de verduras o
de semillas de amapola. Con eso, fruta, unas galletas y unos yogures
comprados en un súper hemos vuelto al hostel para desayunar tan
ricamente. Nos hemos liado con la hora del eclipse, pensábamos que sería
por la tarde y resulta que es a las 9h30 de la mañana. Lo hemos visto
por separado, yo estoy en un taxi buscando medio de transporte para ir a
Beijing y los demás en la terraza del hotel mientras esperaban a que
nos dieran la habitación. Se ha hecho de noche completamente, en la
ciudad han encendido las farolas y todo.
No hemos podido ver nada más ya que está lloviendo tanto
que el cielo está completamente encapotado. Las gafas no nos han servido
para nada, pero había que comprarlas. Me he tirado más de una hora bajo
la lluvia intentando conseguir un taxi, me ha vendido un paraguas el
hombre de una tienda donde me he resguardado. Tras mirar los precios del
tren y del avión hemos decidido tomar este último. Un billete de tren
de Shanghai a Beijing cuesta unos 650 yuanes para los adultos en litera
dura (las que no son camarotes), blandas ya no quedan, y el avión sale
por unos 700 yuanes. Vamos que por 5 euros más cada uno tardamos sólo un
par de horas en vez de 12 en tren.
Suzhou
Marco Polo dijo de esta ciudad que es la Venecia china. En aquella época estaba llena de canales porque por aquí pasaba gran parte del tráfico que iba de los ríos Yangtze y Amarillo camino a Beijing. También era famosa por sus parques, algunos privados y otros públicos. Hoy ya no quedan tantos canales y también ha disminuido el número de parques. Aún así la ciudad conserva algo del encanto que debió tener en aquella época. Nos hemos pasado el primer día en el hostel, saliendo a comer y poco más porque se ha pasado todo el día lloviendo. Ha sido el único día realmente malo de todo el viaje. Los niños se lo han pasado bien porque en el hostel hay un billar, un futbolín y un televisor enorme donde pueden poner películas en DVD. A nosotros se nos ha hecho un poco largo el día, aunque hemos aprovechado para poner unas lavadoras, comprar los billetes de avión y buscar alojamiento en Beijing.
Tenemos suerte con el siguiente día, no nos lloverá nada. Vamos al
que parece ser el parque más interesante y también el más grande, el
“Parque del administrador humilde”. Debe ser un parque como el del
Capricho de Madrid, pero cuidado hasta el mínimo detalle.
Varios lagos y
canales lo recorren que se pueden cruzar por puentes con diversas
formas, unos en zigzag, otros de madera con techo…, también hay pequeñas
colinas a las que se puede subir que suelen tener pabellones de madera.
Todo ello lleno de vegetación que parece haber sido cuidada planta a
planta. Predomina sobre todo el color verde, roto por el rosa, blanco o
amarillo de las flores de Loto. También hay una colección de bonsais y
algunos árboles grandes. Hay mucha gente pero aún así da gusto pasear
tranquilamente por este lugar. Del “Puente del Cinto Precioso” dice la
guía que es uno de los más emblemáticos de China. Cogemos un taxi para
ir a verlo, está en las afueras de la ciudad. Lo más interesante ha sido
que hemos pasado por barrios más marginales y pobres, hemos podido
verlos. El puente está en un lugar feo y sucio junto a un canal y será
emblemático pero no le hemos visto ningún interés. Por suerte nos hemos
dado cuenta y le hemos dicho al taxista que nos espere, si no, habríamos
tenido que andar un montón para poder encontrar otro. Volvemos a la
ciudad para visitar el “Parque de la Ola Azul”. Creemos que con dos
tendremos bastante, son jardines muy bonitos pero no creemos que merezca
la pena saturar a los niños y a nosotros mismos con más parques. Es de
dimensiones mucho más reducidad pero muy muy bonito. Son lugares donde
dan ganas de sentarse un día entero a leer un libro o simplemente
contemplar el pequeño lago.
Después de comer vamos a pasear por la zona de los canales. De camino vemos una peluquería y como los niños necesitan un corte de pelo nos decimos, ¿por que no?. Ellos están dispuestos a probar, sobre todo David que es más lanzado. Hay dos personas atentas para abrir la puerta según llegamos, el precio nos parece bien 20 yuanes cada uno (2 euros). Llevan a los niños a las pilas donde se lava la cabeza. Les tumban en un sofá con la cabeza apollada en una almohadilla mientras les lavan. Están encantados, dicen que esta peluquería es de lujo. Luego les han cortado el pelo con un cuidado exquisito, incluso les vuelven a lavar el pelo porque su cabello es tan rubio y fino que no hay manera de ver si lo has cortado o no. A mi viendo como se lo pasan los niños, me da envidia y también me lo corto. Le hemos indicado con la guia de conversación que sólo cortar las puntas y el resultado ha estado muy bien. Con la cabeza más aireada nos damos un garbeo por los canales. Es muy agradable pasear por ellos evitando las grandes avenidas y entrando en calles más pequeñas. De vez en cuando se descubre algún puente bonito o alguna barcaza que recuerdan vágamente a Venecia. Cenamos muy cerca del hostel y de la churrería. Hay muchos puestos con comida por la calle, pero no nos apetece arriesgarnos y oye, que mola mucho lo de pedirse varias cervecitas frías. El fallo ha sido que hemos pedido unas brochetas a la parrila que estaban de escándalo y ya habíamos cenado otras cosas, si no, no pedimos nada más.
Shanghai
Sólo hemos estado medio día en esta ciudad. A nosotros nos ha parecido suficiente puesto que no nos gustan demasiado las ciudades. Aún así nos ha gustado lo que hemos visto y lo hemos pasado bien. El tren de Suzhou a Shanghai tarda apenas una hora. En la consigna de la estación dejamos las maletas, la idea es volver luego a por ellas y de aquí irnos al aeropuerto para volar a Beijing. Como no sabemos si hay más estaciones de tren, le pedimos al de la consigna que nos apunte la dirección en el recibo que nos han dado. Hemos tardado un rato en hacernos entender y no lo hemos hecho muy bien o ellos no eran muy espabilados. Por la tarde al tomar el taxi hemos tenido problema y creemos que lo que han apuntado es “consigna”, ¡pa’vernos matao! Por suerte sólo debe haber una estación o el taxista tenía claro cual era al ver el recibo.
Una de las cosas chulas de Shanghai es recorrer el Bund, que es la orilla de un río viendo al otro lado los edificios modernos que son más impresionantes de la ciudad, la torre de comunicaciones con bolas que parecen el juego de los imanes de los niños, la torre Jinmao que es la más alta y emblemática de la ciudad… La pena es que el próximo año se va a celebrar la Expo en Shanghai y tienen la ciudad levantada (eso o el alcalde es primo de Gallardón…). La única manera de poder disfrutar de este recorrido es tomar uno de los barcos que hacen una visita turística. El taxista nos ha llevado a una de las compañías que es un poco cara, creemos que hay opciones más baratas pero nos hemos visto obligados a tomar este barco para no perder tiempo ya que sólo tenemos unas horas. Al llegar arriba todos los turistas están en un lado del barco, nosotros nos vamos al contrario…, no es que seamos insociables es que hemos pensado que el barco dará la vuelta y veremos mejor las cosas desde donde estamos. Efectivamente, nada más ponerse en marcha el resto de pasajeros se ha dado cuenta de que el barco estaba girando y se han venido a nuestro lado. Aunque sólo sean edificios modernos y altos nos ha gustado hacer el recorrido, nos ha parecido interesante verlos desde el barco y que nos lleven sin tener que ir caminando para verlo bien. El río está lleno de barcos de mercancias y de gruas que contrastan con los edificios tan modernos y de diseño futurista.
Visto esto nos metemos en las calles aledañas que están llenas de tiendas donde venden de todo. Nos ha encantado ya que se mezclan tiendas relativamente nuevas de todo tipo de ropa con otras de souvenirs todo ello en un entorno curioso entre obras, edificios nuevos y otros de estilo chino con aire de antiguos. Hemos pasado bastante rato comprando, para ello había que regatear en todos los sitios. También hemos visitado alguna de las “tiendas” del mercado de las copias. Como ahora no se pueden vender copias, digamos de manera legal, lo que sucede es que las tiendas están escondidas en callejones sin ningún tipo de escaparate o indicativo. Por las calles hay gente que te enseña fotografias de sus productos en un papel y te llevan hasta el lugar para que veas las mercancias. Hemos visto copias de bastantes cosas, pero enseguida nos ha cansado el tema y lo hemos dejado. Nosotros buscábamos, en todo caso, algo de material de montaña. Lo que hemos visto nos ha parecido bastante cutre, Eva ha estado mirando también unos bolsos y no le han gustado nada. Un poco cansados de esto hemos buscado un sito para comer. En la planta 14 de un edificio cercano hay varios restaurantes, elegimos al azar. Había marisco y cosas muy ricas, los niños se han puesto morados a almejas, incluso hemos tenido que pedir otro plato. También estaban buenísimas unas brochetas que tenían muchas especias.
Otro ejemplo de como funcionan aquí las cosas. Nuestro avión debe salir a las 20h30, al llegar al aeropuerto nos enteramos que hay retraso, hay un problema con el aeropuerto de Beijing y no saben cuanto va a durar. Esto es lo que pone en una pizarra. Al llegar al mostrador la chica nos dice algo parecido, que el vuelo saldrá con dos horas de retraso y nos da un billete para el avión que sale a las 19h30, ¡una hora antes! Al final si hay bastante retraso, nos han dado una bandeja de comida bastante mala y nos hemos aburrido muchísimo sin tener nadie a quien preguntar y sin entender nada de lo que pasaba.
Hemos llegado tardísimo, entre el retraso en el avión, llegar hasta el hotel, que nos den la habitación y demás nos acostamos a las tantas. Incluso nos planteamos, antes de irnos a dormir, no ir mañana a la Gran Muralla y dejarlo para pasado.
La Gran Muralla China
Nos levantamos bien y desayunamos en el buffet del hotel que no está del todo mal. Se nos ha olvidado el cansancio de anoche y decidimos ir a la muralla, es que nos parece mucho riesgo dejarlo para el último día. Además hoy está todo despejado, ha salido un día bueno, sin calima. De echo cuando hemos recorrido la ciudad nos ha parecido otra. Los edificios más bonitos y más alegres. El cielo azul, las nubes blancas y los rayos del sol hacen que todo sea de otro color, como con más vida.
Como no nos hace mucha ilusión tomar un taxi para nosotros sólo todo el día, nos vamos al autobús oficial, que sale de una de las esquinas de la plaza de Tianan’men. Esta vez no tenemos problema con el tema de los pasaportes, llevamos más de 7 días en china. Estamos un poco nerviosos, llevamos esperando este momento desde hace meses. Esta fue sin duda una de las grandes razones para venir a china. Una guía viene en el autobús pero apenas si habla nada de inglés. Es sábado y las salidas de la ciudad están atascadas. Nos dirigimos al norte de Beijing, a Baoding que está a 120km de la capital. Como es un poco tarde hacemos el recorrido al revés, primero vamos al lugar donde nos dan la comida. Un sitio infumable donde hay que pasar por unas tiendas antes de ir al comedor. La comida está bastante mala, así que apenas si probamos bocado. Después nos lleva a visitar las Tumbas Ming. Tenemos que ir más o menos en grupo, por lo menos hasta la puerta de entrada ya que la guía es la que tiene las entradas para todos. Estas tumbas están en un lugar impresionate, en la ladera de una montaña un poco antes de la cordillera que recorre la zona norte de china. Entramos a unos subterraneos donde se encuentran las tumbas, son bloques altos de muros sin demasiado interés. Parece que estamos en un almacen subterráneo con unos tronos de piedra y unas cajas donde parece que guardaban los objetos más privados de los emperadores. Estamos un poco mosquedados con el tema, nos da la impresión de que nos hemos equivocado cogiendo este viaje, es bastante tarde y aún no hemos llegado a la muralla. Un rato más de carretera y ¡por fin! llegamos a la Gran Muralla. Tendremos apenas 3 horas para poder visitarla. Decidimos subir todos en el teleférico para aprovechar el tiempo al máximo en la muralla.
Ya solo lo que hemos visto desde la carretera ha merecido la pena. Distintos trozos van y vienen por las laderas de las montañas sin orden aparente. Al salir del teleférico nos encontramos en la parte de abajo, tenemos que subir unas escaleras para subir a la muralla propiamente dicha. Decidimos ir hacia abajo para luego volver e ir hacia la parte de arriba que parece la más espectacular. Hay muchos chinos recorriéndola como nosotros. El cielo sigue siendo azul, maravilloso, parece que todo ha sido preparado para que el mejor día que tengamos en china sea el que estemos en la muralla. Todos hemos visto fotos de la muralla y más o menos sabemos como es, aún así nos ha dejado boquiabiertos, impresionados por la magnitud y lo espectacular que es. Serpentea por las colinas que tenemos alrededor. No parece tener un rumbo, más bien parece una serpiente que se desplaza por donde le parece. Los niños están encantados suben y bajan corriendo, nos esperan, vuelven a correr… Cada poco hay una atalaya, una especie de edificio encima de la muralla donde se supone que estarían los vigilantes de la misma. Damos la vuelta e iniciamos la subida hacia la parte más alta. Como por arte de magia ha desaparecido bastante gente, cada vez hay menos personas en la muralla. La subida es muy fuerte como un puerto de los alpes para los ciclistas, hay que ir de un lado a otro para cansarte menos. Los escalones, cuando los hay, son bastante altos, a David le parecen auténticos muros que tiene que escalar. Después de un buen rato casi no queda nadie con nosotros, estamos prácticamente solos. Nos empezamos a dar cuenta de que hemos tenido muchísima suerte en venir tan tarde, esto nos ha permitido ver la muralla solos, sin tener que compartir el espacio con miles de chinos. Si hubiéramos tenido más tiempo habríamos ido más allá, no cabe duda. Pero la verdad es que no hubieramos visto nada nuevo, sería seguir subiendo y bajando escaleras y rampas y pasando atalayas de distintos tamaños. Estamos tan encantados que nos quedaríamos aquí un día entero…
Al volver al teleférico nos damos cuenta de porque nos hemos quedado sólos. Lo han cerrado hace media hora y los chinos son tan vagos que se han ido para no tener que bajar andando. El problema es que tenemos que estar de vuelta en unos minutos en el autobús. Así que nos toca bajar a la carrera por el camino que baja hasta el aparcamiento. Llegamos apenas unos minutos pasado el tiempo límite, no hemos corrido más porque sabíamos que había gente que venía detrás de nosotros.
David ha dicho que quería volver a cenar al sitio del Pato Laqueado que tanto nos gustó al empezar el viaje. ¿Qué más se puede pedir a un día alucinante que acabar con una deliciosa cena?
Palacio de Verano
Es domingo y parece que todo Beijing ha decidido ir a pasar el día al Palacio de Verano. El taxi que nos ha llevado nos deja a unos 300m de la entrada, no ha querido meterse en el atasco para llegar hasta la puerta. El Palacio de Verano era la residencia del emperador y su corte durante los calurosos meses de verano. Todo gira alrededor de un enorme estanque. El emperador quería que allí hubiera un lago y lo mandó hacer. Nosotros nos imaginamos que pusieron a tres millones de chinos a cavar para hacer un estanque que satisfaciera al emperador y una vez cavado el agujero pues les mandaron traer agua en cubos. Es tan grande que tiene una isla a la que se puede llegar a través de un puente muy bonito con muchos arcos. No hemos podido ver el lago completo ya que hay una zona que está en obras, lo que vemos nos parece que será como veinte veces el estanque de El Retiro. Presidiendo el estanque se encuentran los palacios donde vivían el emperador y cortesanos. Hay un corredor que mide más de un kilómetro y que discurre paralelo al agua. Este corredor está techado y pintado de vivos colores.
En cuanto los niños han visto que había barcas en el lago han dicho que querían montar. Las hay de tres tipos: remos, pedales y motor, además de unas más grandes que llevan a pasajeros de un punto a otro. Nosotros queremos una de pedales, para lo que hay que esperar un ratito. Lo tienen bien montado ya que tu pagas una fianza y estás el tiempo que quieres. Al devolver la barca, calculan lo que tienes que pagar por el tiempo transcurrido y te devuelven la diferencia. Con la barca recorremos prácticamente todo el perímetro del lago. Hace mucho calor, el agua está algo sucia y no incita a darse un baño. El pobre David casi no puede remar ya que no le llegan las piernas a los pedales, tiene que estar suspendido en el aire. El puente que lleva a la isla es muy bonito, hemos pasado por muchos de los arcos jugando con la barca. También lo hemos cruzado por arriba rodeados de una multitud de chinos. Nos ha llamado la atención un par de ancianitos que están de visita con su hijo y un nieto, van vestidos los dos del mismo color y son adorables, deben llevar tanto tiempo juntos que parecen iguales.
Hemos visitado las dependencias palaciegas y los templos que hay en la colina. Por lo menos allí hay más sombras que ayudan a mitigar un poco el calor. Detrás de la colina hay canales y una ribera muy bonita por la que nos hemos perdido.
El taxista que nos ha llevado de vuelta a la ciudad era un poco caradura. Nos ha dado una vuelta mayor de lo necesario. Pero gracias a eso hemos podido ver otras zonas de la ciudad. Entre ellas el estadio olímpico, “El Nido”, que es una chulada. Pasamos nuestra última tarde recorriendo el hutong en el que nos encontramos alojados. Un hutong es un barrio tradicional chino compuesto de casas bajas donde la vida parece haberse detenido hace muchos años. Por el que paseamos nosotros está construido de hormigón y la vida parece realizarse en la calle. Las puertas están abiertas y se ve a la gente cocinando en el suelo o bien están sentados a la puerta cenando con unos amigos. Hay algo de basura por el suelo y en algunos lugares montones de escombro, pero no da la sensación de ser un sitio sucio. Contrasta con que la avenida que limita el hutong esta llena de restaurantes, alguno de ellos de lujo donde se pueden ver cochazos en la puerta.
Cuando estamos paseando, despidiéndonos de la ciudad, nos topamos con un grupo que está haciendo Tai Chi en la acera. Tienen un radiocasette con música y están haciendo sus movimientos. El guardía de seguridad de un edificio les está diciendo que no pueden ponerse allí, pero ellos no le hacen caso y siguen a lo suyo. Eva, que tenía muchísimas ganas de ver esto, se ha puesto a hacer Tai Chi con ellos.
Salud, república y rock’n’roll
Martín, David, Eva y Ricardo
PD: La canción de este viaje ha sido el “Corre, corre” de Leño. Los niños se la han aprendido entera y siempre que había prisa decíamos “corre, corre, corre que te van a echar el guante”
Hola familia,
ResponderEliminarhermosísimo blog, mucho más les diría FANTÁSTICO!Estamos por viajar en agosto a China y vuestros comentarios nos serán de mucha utilidad.No he podido aún terminar de leerlo completo pero lo he puesto en FAVORITOS para tenerlo como referente.
Tengo una consulta para hacerles y se refiere a los viajes en tren.Desearía saber si se hace problemático conseguir billetes en las estaciones..ejemplo: Shanghai-Xian y Xian-Pekín. porque de ser complicado y perder mucho tiempo optaríamos por realizarlos en avión.Les agradecería vuestro consejo.
Les saluda desde Buenos Aires,
Susana
Susana — 24 April 2011