Si, ni más ni menos que 8.000 km hemos hecho este verano. Un viaje hasta el norte de Rumanía para asistir a la boda de Marcela (la cuidadora de los niños).
Primero hasta Barcelona para tomar un ferry a Livorno (Italia). Italia la recorrimos hacia el sur hasta Bari donde tomamos otro ferry a Dubrovnik (Croacia). Recorrimos Montenegro, Serbia, incluyendo Kosovo. La vuelta la hicimos por Budapest (Hungria), el lago Bled en Eslovenia y de nuevo el norte de Italia donde visitamos los Dolomitas y Venecia. La etapa final hasta casa nos llevó a recorrer todo el sur de Francia.
Hace más de un año que Marcela, la cuidadora de los niños, nos invitó a
su boda. Esta se celebraría en Rumanía, en su pueblo. Bueno, más bien
invitó a los niños que son con los que comparte más tiempo. La verdad es
que no nos hacía demasiada ilusión gastar tiempo de vacaciones y dinero
en ir de nuevo a Rumanía tres años después. Se nos ocurrió una solución
intermedia: aprovechar el viaje para recorrer una parte de Europa
viajando en coche, llevando la tienda y demás cosas de camping para
poder utilizarlas cuando nos pareciera. El recorrido será largo sobre
todo teniendo en cuenta que sólo conducirá Eva. Para ahorrar algunos
kilómetros y porque nos viene bien, tomaremos dos ferris.
Este es más o menos el recorrido que hemos hecho:
Ver 8000km y una boda en un mapa más grande
Casa de Telmo y familia (Tarragona)
Telmo es un compañero de David, su familia tiene una casa cerca de la playa en Tarragona y nos han invitado a hacerles una visita. Salimos cuando acaba Eva de trabajar y pararemos a comer algo por el camino. David está tan nervioso que nos vuelve a todos locos, según sus palabras “es la tensión de los viajeros”.
Por fin llegamos a casa de Telmo, nos espera junto con Anatxu, su madre, y Pablo, su hermano. Los niños están excitadísimos con muchísimas ganas de jugar y de hacer cosas. Damos un paseo encantador en bicicleta, parecemos “Verano azul”, por las casas de los alrededores y por la playa.
A la mañana siguiente los niños van a ir a hacer un bautismo de vela. Anatxu va con ellos para que Eva y yo podamos dar un paseo tranquilo por la playa. No nos dura ni cinco minutos porque nos llama para decirnos que hoy es un día especial y también permiten a los mayores, así que vamos corriendo para allá (lo de corriendo es literal). Una zodiac va recogiendo grupos y llevándolos hasta las embarcaciones, una vez allí nos intercambiamos con los que están en la barca. Es una pequeña embarcación para 7 personas, sin ningún tipo de motor. El patrón nos cuenta unas pequeñas nociones de navegación y les deja el timón a los niños, por turnos. Pablo enseguida empieza a decir que el quiere volcar la barca. Debe ser que lo hacen en los cursos de navegación para principiantes. Miro asustado al chico y le digo, ni se te ocurra que llevamos una cámara de fotos y unos audífonos, creo que no pensaba hacerlo. Hemos debido estar una hora o así, con los niños intercambiándose en el timón. Al recogernos el de la zodiac, los niños le han dicho que se querían bañar y el chaval ha parado para que saltaran al agua.
Hemos estado muy agusto, con un poco de tristeza nos marchamos. Por un lado no nos queremos ir, sobre todo David que está encantado con Telmo y con Pablo, por otro tenemos un buen viaje por delante.
En teoría a las 23h45 sale nuestro ferry desde Barcelona. Nos han dicho que tenemos que estar tres horas antes para el embarque. Somos de los pocos que llegamos a esa hora pues hay retraso en el ferry y al resto de la gente les han mandado un mensaje de aviso. El barco no ha llegado aún, se le espera para las 3 de la mañana, con lo que saldremos hacia las 7. Uf!, nos espera una noche larga. Eva y Martín se han tumbado en el coche mientras que David y yo nos tumbamos en los bancos que hay en la terminal. Aguantamos un buen rato hasta que el frío del aire acondicionado no nos deja dormir. Así que David se mete en el coche y yo me quedo por allí esperando, o desesperando más bien. Deben ser las 6 cuando entramos, por fin, al barco. Nos vamos a la cama y no nos enteramos ni cuando zarpamos.
La travesía ha sido muy placentera. Son unas 18 horas que pasamos
entre recorrer todo el barco, estar en cubierta y jugar a las cartas. El
barco está fenomenal, dentro de que es un ferry. El camarote es muy
grande porque tenemos uno para discapacitados, parece una tontería pero
si hubiera algún problema alguien vendría a ayudarme. La comida es
italiana y no está mal. Como hemos salido con mucho retraso llegaremos a
las 3 de la mañana en vez de a las 8 de la tarde, así que hemos pedido
permiso para dormir y salir más tarde del barco. Nos han dicho que vale
pero que el conductor tiene que salir para mover el coche ya que hay
gente que se marcha en cuanto lleguemos.
De Pisa a Roma, recorriendo la Toscana
Llegamos muy temprano a Pisa, antes incluso que los turistas japoneses. En la puerta de entrada al Campo dei Miracolo, donde se encuentra la Torre Inclinada, decimos a los niños que cierren los ojos para llevarles a un punto desde el que se vea todo a la vez. Creo que todos cuando llegamos a Pisa esperamos ver la torre inclinada y poco más. La sorpresa es grande cuando ves el conjunto que la rodea, el Baptistero (donde se celebran los bautismos) y la catedral cerca de la torre inclinada (que es el campanario), todo ello en un campo verde. Parece un oasis dentro de la ciudad. A los niños les ha gustado, aunque uno nunca sabe que es lo que esperaban ellos ver.
Nuestra siguiente parada será Luca. La ciudad se encuentra dentro de una muralla que se puede recorrer en bicicleta, nos hemos limitado a dar un pequeño paseo andando. También visitamos su catedral. Lo más curioso de esta es que en la portada hay muchas columnas, todas ellas construidas o decoradas con estilos diferentes.
Siena es sin duda lo que más nos ha gustado de este día y aunque sólo estamos un rato nos ha encantado. La verdad es que no pensábamos venir aquí pero como hemos empezado tan temprano todo nos acercamos con la idea de comer y de paso visitar la ciudad. Para llegar al centro hay que recorrer muchas callejuelas estrechas y empinadas, llenas de encanto y con muy buenas vistas desde muchos lugares. A veces se ve la campiña fuera de la ciudad otras se ve la torre del ayuntamiento por encima de los tejados o si no la parte alta de la catedral.
Es un poco tarde así que nos sentamos a comer en un sitio donde nos dicen que si podemos. Sólo hay dos posibilidades o lasaña de verduras o gnochis con ragout. Los niños, por supuesto, han elegido gnochis. Cualquier cosa que no sea verduras… Cuando han venido los platos, pues bueno no es que les hayan gustado mucho, pero cuando han probado la lasaña de verduras se han quedado alucinados de lo buena que está y se han arrepentido de no haberla pedido desde el principio, así que hemos tenido que pedir otra lasaña ‘de postre’ para que comieran ellos también.
La plaza central de Siena ya está preparada para las famosas carreras de caballos que se celebraran en unos días. Aunque no hay carreras hay muchísima gente, turistas como nosotros. David nos pide la cámara, para hacer fotos. La ha cogido y se va al medio de la plaza a hacer fotos al reloj del ayuntamiento. Le observamos como mira por el visor…, saca el zoom…, se va un poco más atrás…., un poco más adelante…, parece un fotógrafo profesional, lastima que no tengamos otra cámara para hacerle fotos a él que es el que está realmente gracioso.
Aún más gente hay en la plaza donde se encuentra la catedral. Una construcción preciosa que brilla con el sol y en cuya portada hay muchísimas esculturas de animales, caballos, vacas, gallinas, que nos llaman la atención. No podemos quedarnos mucho tiempo y ni siquiera la visitamos por dentro porque tenemos que llegar a Roma e instalarnos en el camping.
Roma
Para ir a la Plaza del Popolo, en el norte de la ciudad, hemos tomado un tren de cercanías. Vamos con una familia de portugueses que también está en el camping. El hombre es un cachondo, ha sido músico muchos años y conoce muchos lugares de toda Europa. No es que sea largo el trayecto, pero se nos ha hecho cortísimo. Nos dirigimos, ya nosotros solos, a la zona de las ruinas romanas, al foro. Hay algo de cola para sacar las entradas, lo bueno es que en Italia los niños entran gratis y Eva y yo también por discapacidad y acompañante. Hemos venido aquí porque la entrada es la misma que la del Coliseo y allí si que las colas son enormes. Lo recorremos un poco por encima, para no aburrir mucho a los niños. Les vamos contando cosas, como que hasta hace poco este lugar era donde venían a pastar las vacas, o les vamos contando costumbres que tenían los romanos y explicándoles como eran los edificios. Más o menos lo pasan bien aunque están deseando terminar para ir al Coliseo.
Ya desde fuera resulta impresionante, parece que aún pudiera estar en funcionamiento. Si todos los que estamos aquí fuéramos con togas, parecería que estamos en la época de esplendor romano entrando para ver unos juegos. Y eso que en su época debía ser aún más espectacular todo de mármol. Efectivamente hay mucha cola para sacar las entradas. Los que ya las tenemos pasamos sin esperar. Una vez dentro, subimos a las gradas. Creo que los niños se sienten un poco decepcionados, esperaban que estuviera más completo, que fuera más espectacular. Imagino que tiene que ver con que han visto películas donde se recrea el coliseo como era en su día, creo que esperaban ver algo parecido a lo de las películas. Poco a poco, con lo que leemos en la guía y con las historias que les contamos vamos ganando su atención y empiezan a verlo de otra manera. Lo más interesante es la parte de abajo donde se ven los subterráneos por donde salían guerreros y fieras para luchar. A Martín le ha encantado una exposición de armaduras y vestimentas de los gladiadores.
Después de comer en el Trastevere vamos al Vaticano. Recorremos la plaza de San Pedro. También entramos en la Catedral, recorriéndola por encima, deteniéndonos en la Piedad de Miguel Ángel. Una virgen María jovencísima tiene el cuerpo de su hijo Jesús en sus piernas y llora desconsoladamente. A pesar del color gris de la escultura parece que es real. Subimos también a la cúpula para ver la ciudad desde arriba. Primero estamos en la parte interna de la catedral viéndolo todo desde arriba, la gente se ve pequeña allá abajo. Ya en el exterior tenemos Roma a nuestros pies, lo que mejor se ve es la plaza de San Pedro que parecen dos brazos abrazando a los fieles que se acercan.
Antes de volver al camping para cenar nos pasamos por la Fontana de Trevi. Martín se queda sorprendido pues esperaba, como creo que le pasa a todo el mundo, ver una fuente en medio de una plaza. Las gradas frente a la fuente están repletas de turistas de todo tipo, de vendedores y de fotógrafos que se ofrecen a hacerte una foto con gran angular para que se vea todo. Dicen que quien tira una moneda a la Fontana vuelve a Roma. Seguramente si los niños vuelven otra vez sabrán apreciar aún más las maravillas que tiene esta ciudad.
Decidimos pasar la mañana en la piscina del camping, también hay que
divertirse. Por la tarde nos dirigimos a la zona del Pantheon y
recorremos la zona de la Plaza Novonna y el Campo di Fiori. Nos ha
encantado pasear tranquilamente por esta zona. Entrar en el Pantheon con
su enorme cúpula, observar a los pintores en la Plaza Novonna o a unos
malabaristas en el Campo di Fiori mientras escuchamos a tres músicos que
tocan frente a una terraza.
Pompeya y la costa amalfitana
Uno de los motivos para recorrer Italia de camino a Rumanía era visitar Pompeya. Tanto les había hablado a los niños que estos estaban deseando ir. Creo que lo que más les convencía era cuando les contaba… Vas caminando tranquilamente, llevas un rato sin ver a casi a nadie, estás un poco perdido entre casas romanas y tu mente se encuentra como en otro lugar… Es entonces según caminas dirigiéndote hacia una esquina cuando tienes la impresión de que van a doblar la esquina dos romanos con sus togas blancas (a los niños les contaba la versión de que van a salir Asterix y Obelix). De hecho lo que te sorprende no es la idea que se te pasa por la cabeza sino el hecho de que no aparezcan los romanos con su toga doblando la esquina.
Hacemos la visita justa, saliendo cuando los niños ya están hartos de ruinas. Hemos visto bastantes casas romanas, algunas más pequeñas y otras con bellos patios y jardines dentro. Hornos donde se hacía el pan y que tenían sus propios molinos para moler la harina, Casas en las que se pueden ver mosaicos en muy buen estado. Cocinas que se encontraban en medio de la calle y que los ciudadanos utilizaban para comer ya que no solía haber cocinas en las casas más modestas (creo). El circo que se encuentra en buen estado.
Una de las cosas más curiosas son los “pasos de cebra”, que son piedras en medio de la calle que permiten pasar de un lado de la calle a otro y que están algo elevadas sobre el nivel del suelo. Para entender su función hay que imaginarse la ciudad en pleno bullicio con carros tirados por animales pasando y seguramente barro en el suelo en la época de lluvias. Los carros pasan sus ruedas justo entre las piedras, mientras que los peatones pasan de una acera a la otra sin pisar el barro o el polvo en verano.
Como salimos algo tarde, cansados y hambrientos, hacemos la turistada, con conocimiento de causa, de entrar en uno de los restaurantes que están fuera del recinto. No hemos comido mal, pero el precio ha sido bastante elevado, probablemente uno de los más caros del viaje.
Abandonamos Pompeya para recorrer la costa de Amalfi y buscar un camping donde pasar la noche. Los niños enseguida caen dormidos mientras Eva se afana en conducir por estas endiabladas carreteras. Merece la pena recorrerlas, sin duda, las vistas son soberbias con el mar a nuestros pies y continuos acantilados salpicados por poblaciones costeras de color mayoritariamente blanco. No hay prácticamente ninguna recta, todo son curvas y contra-curvas por una carretera muy, muy estrecha. Pronto nos damos cuenta que no estamos solos, toda Italia ha decidido venir a veranear a este lugar por lo que compartimos el recorrido con coches aparcados a ambos lados de la carretera, coches que circulan a gran velocidad adelantando donde se puede y donde no. Autobuses de linea regular que avanzan como si se fueran a llevar todo por delante. Peatones que andan, pasean bebes o practican footing como si estuvieran en medio del campo. Todo ello aderezado con millones de motos que o bien están aparcadas en fila india en los pasos más estrechos de la carretera o bien circulan a toda velocidad pasando por cualquier hueco posible y asustándonos en varias ocasiones.
Con los nervios un poco a flor de piel llegamos a donde supuestamente tiene que haber un camping. Ya nos parecía difícil que pudiera haber un camping en un lugar tan escarpado y tan lleno de lugares de turismo de masas. Efectivamente el camping no está, quizás en otra época si estuviera, pero ahora lo que hay es un hotel que tiene pinta de ser bastante caro además de estar lleno. Continuamos camino buscando un lugar, a ser posible no muy caro, donde alojarnos. Lo hacemos en Salerno en un antiguo convento donde nos tratarán muy bien. Nos gusta mucho pasear por el pueblo en este lugar de veraneo buscando un lugar donde cenar. Después de la cena, los niños quieren tomarse un helado. Estando fuera de la heladería con sendas tarrinas enormes de helados en las manos, David le dice a Martín… “No había muchos sabores, verdad?”, a lo que su hermano responde… “si, es verdad”. Un poco sin entender lo que estoy oyendo me giro hacia la heladería y veo que deben tener unos 40 tipos de helados más o menos. Hay que entenderlo, ellos quieren tres sabores: chocolate, strachatela y vainilla, el resto de sabores es como si no existiera para ellos y en esta heladería no tenían vainilla, así que lógicamente “Tienen pocos sabores”.
Nos ha gustado tanto la costa Amalfitana y dan tantas ganas que no queremos irnos sin darnos un baño. Volvemos un poco para atrás hasta un pequeño pueblo que tiene playa. Aparcamos en medio del pueblo y bajamos andando a la playa. Nos encanta, parece una escena de una película italiana. Las tiendecitas con gente sentada en las puertas hablando de una acera a la otra, la calle adoquinada por donde pasan motos y coches a bastante velocidad, puestos de fruta que sobresalen de las aceras, todo bañado con mucho sol y una luz especial. La playa está atestada de gente, algo así como el levante español pero a la italiana. Eso si los pueblos son preciosos, de color blanco e integrados en el entorno, sin mastodónticos edificios de hormigón que parecen meterse dentro del mar. La playa se encuentra junto al puerto, es pequeñita, quizás no sea un sitio idílico pero nos ha encantado.
Nos vamos con la idea de comer de camino a Bari, donde tomaremos un
ferry por la noche para llegar a Dubrovnik (Croacia). Como no conocemos
nada tomamos una salida cualquiera de la autopista, en un pueblo
cualquiera, Buccino se llama. Un cartel nos indica que hay una
trattoría, así que vamos allá. Lo que no dice es la distancia a la que
está... vamos por una carretera comarcal en regular estado. De vez en
cuando otro cartel nos dice que vamos bien…, la carretera está rodeada
de árboles frutales y de olivos cuando de repente aparece un pueblo
sobre la montaña, una vista chulísima, tiene muy buena pinta.
Preguntamos a un hombre que nos indica donde tenemos que ir a comer, en
perfecto italiano y repitiendo las indicaciones muchas veces pues
debemos tener cara de no enterarnos de nada. El restaurante se llama
Monte Stella y nos ha dejado una huella imborrable. Se encuentra en uno
de esos lugares privilegiados, en la cima de una colina con vistas a los
campos a ambos lados. No tienen menú, el camarero nos indica un poco lo
que podemos comer. Nos ofrece unos antipasti de primero y luego una
pasta local, nos parece bien. Cuando trae los antipasti se asusta al ver
nuestra cara de asombro. Cuatro platos enormes llenos de cosas…, le
decimos que nos parece mucho, no hay problema cuantos queréis, pues dos
está bien. Cuando se va a ir nos dice que nos quedemos con la mozzarella
y las verduras a la plancha de los otros dos platos, total tendrían que
tirarlas… Que bueno está todo, sobre todo la mozzarella, que es fresca y
casera. Cuando trae el plato de pasta local viene con una fuente y nos
sirve una generosa ración a cada uno, después al estilo asturiano ha
dejado la fuente en la mesa por si queríamos repetir, no hemos dejado ni
una de muestra. Seguramente sea el sitio donde mejor hemos comido de
Italia y nos ha costado una tercera parte de lo que pagamos ayer en
Pompeya.
Dubrovnik
Este ferry también sale con retraso…, aunque no tanto como el de Barcelona. Lo malo es que no tenemos camarote, cuando quisimos sacar los billetes ya no había. Ahora lo entendemos porque el barco va lleno. La gente ha entrado corriendo para buscarse sitios donde dormir, muchos lo hacen con colchonetas en el suelo, colchones inflables, otros han cogido unos silloncitos en los que se ponen como pueden. Nosotros a falta de camarotes hemos reservado unos asientos, del estilo de los aviones. No dormimos del todo mal.
Dubrovnik es uno de esos sitios a los que teníamos muchísimas ganas de venir. Hemos preparado el recorrido un poco con la idea de pasar por aquí. Y aunque si es verdad que es una ciudad preciosa, nos ha decepcionado un poco la cantidad de gente que la estamos visitando. Parece que todos los cruceros del mundo que se encuentran en el mediterráneo han atracado aquí. La ciudad está llena de gente sobre todo por la mañana. Nos empezamos a encontrar más a gusto por la tarde a medida que los de los cruceros abandonan la ciudad para embarcar e irse a otro lugar. De todas formas, como siempre, es la calle principal la que más gente tiene. Una vez que te alejas de esta y empiezas a subir y bajar escaleras, el número de personas disminuye bastante. Nos ha encantado perdernos por callejones sin saber muy bien a donde nos dirigimos hasta encontrarnos con la muralla que contiene a la ciudad antigua.
Después de que pasen las horas de más calor, subimos a la muralla para recorrerla. Las vistas son soberbias, tanto de la ciudad a nuestros pies como del mar adriático. Una de las cosas que más nos ha impactado es que cuando estábamos en el punto más alejado del mar ha empezado a sonar una sirena. Un crucero ha empezado a moverse y se ha dirigido a la ciudad para pasar entre esta y una isla que hay justo enfrente. Nos hemos quedado con la boca abierta cuando el crucero pasa junto a la ciudad, ¡es enorme! Tan grande que parecía que la ciudad entera cabe dentro de él.
Al ir a la ciudad por la mañana nos hemos quedado prendados de las aguas del mar adriático, así que bajamos por una senda hasta unas rocas con la idea de darnos un baño. Pensábamos que no habría nadie y que podríamos bañarnos en calzoncillos, pero hay bastante gente, así que sólo lo hemos podido hacer David y yo. El agua está buenísima, la temperatura es ideal. Por la noche hemos vuelto a la ciudad vieja para cenar. Ahora si que se está bien en la ciudad, hay bastantes turistas pero no agobia tanto como por la mañana.
Montenegro
Este país iba a ser sólo de paso. Casi ha sido así pues al final hemos tenido que dormir una noche. Lo que no va a ser de paso va a ser la impresión que nos ha dejado. Nos ha encantado este pequeño país en todos los sentidos. Todo es montañoso y verde, lleno de pinos y de todo tipo de árboles.
Para ir hacia la capital hay dos caminos, uno por las montañas y otro cruzando con un ferry. Esto no lo sabíamos al llegar allí y cuando pasamos cerca de donde están los transbordadores el navegador nos dice que giremos a la derecha, “si, hacia el mar, este está tonto”, no le hacemos caso y seguimos por la carretera. Como sigue insistiendo en que demos la vuelta, se nos ocurre preguntar y un señor encantador nos dice que es mejor por el mar, que si no son un montón de horas por carretera subiendo varios puertos.
Otra cosa que nos ha resultado muy curiosa es el tema de la conducción. Lo normal es que la gente vaya al límite de la velocidad permitida o incluso un poco por encima de esta. En este país van por debajo de la velocidad permitida e incluso más por debajo. Tanto es así que si un coche que viene de frente les da las luces avisando que hay policía más adelante lo que hacen es bajar la velocidad aún más y resulta que van a 60 por una carretera donde se puede ir a 100. Así pues es fácil adelantar, lo malo es que no se pueda adelantar e ir detrás de un vehículo durante un buen rato.
En este país donde nadie parece tener prisa llegamos a un hotel y el encargado, que es alto como un jugador de balonmano, nos pregunta de donde somos. Cuando le decimos que españoles se le ilumina la cara, nosotros estamos esperando que diga “campeones del mundo”, por lo del mundial de fútbol. y salta… “Fernando Alonso a mi me encanta la Formula 1”.
Hemos dormido en una ciudad, Mojkovac, del norte que debe ser una de
las más grandes del país. En apenas veinte minutos de paseo hemos
recorrido toda la población.
Serbia y Kosovo
En la frontera Serbia no es que sean precisamente muy amables, pero bueno, al fin y al cabo es una frontera. Paramos en una gasolinera para comprar un mapa de Europa porque con el navegador estamos teniendo algunas dificultades. Resulta que el mapa de Europa está bien para los países del centro y del oeste, pero en los países del este apenas si tiene información de la carretera principal del país y poco más. En cuanto buscas una población mediana, no aparece por ningún lado.
Apenas media hora después de la frontera con Serbia nos encontramos con lo que nos parece un control policial enorme, no sabemos que es. Al llegar nuestro turno nos damos cuenta que son militares los que nos están pidiendo nuestros papeles y que además son militares de diversos países como Canadá, Francia… Antes del viaje no nos preocupamos de saber donde esta Kosovo, la verdad es que ni se nos había pasado por la cabeza que fuéramos a pasar por Kosovo. Hay algo que nos parece raro y que no entendemos muy bien, hay muchísimas mezquitas por todos lados, en cualquier población. No lo entendemos porque en la guerra de la antigua Yugoslavia, creemos, fue una lucha de cristianos contra musulmanes y Serbia era la parte cristiana. Por la carretera Eva ha visto un sitio precioso, un restaurante lleno de jardines con flores y columpios. Decidimos parar a comer. Se puede comer fuera en una especie de merenderos techados que están en el jardín. Cuando el camarero nos está tomando nota le digo que para beber quiero una cerveza y como me gusta beber la del país le digo que una cerveza Serbia, medio asustado nos dice que no que la cerveza que tienen es de Kosovo, vale pues de Kosovo entonces, le digo. Entonces un señor que está detrás nuestro nos dice, en castellano, que estamos en Kosovo. Nos explica que hay un gobierno de la comunidad internacional que es el que dirige el país hasta que las cosas se arreglen. Que el trabaja para este gobierno y que las cosas no tienen pinta de solucionarse rápidamente ya que los dos países están aún, y radicalmente, enfrentados. La gente de aquí es kosovar y no tienen nada que ver con serbios, por eso nos ha mirado tan asustado el camarero. Cuando viene la siguiente vez le pedimos perdón diciéndole que no lo sabíamos. Por eso nos ha extrañado también que en este restaurante se pagara con Euros ya que en la gasolinera nos ha devuelto el cambio en moneda Serbia.
Después de pasar muchos pueblos con mezquitas llegamos a un nuevo control policial. Esta vez es uno Serbio, ya que hemos salido de Kosovo y estamos nuevamente en Serbia. Al funcionario le sienta fatal que vengamos de Serbia y nos dice que no quiere los pasaportes, que le dejemos nuestros carnet de identidad, Eva ha pensado que no nos iba a dejar pasar y todo. Se ha metido en la garita y nos ha dejado pasar con una cara de estar perdonándonos la vida.
Como paisaje nos está gustando mucho menos que Montenegro. Fue acabar las montañas verdes y salir de Montenegro a una llanura inmensa donde están Serbia y Kosovo. Nos dirigimos a Dvolja Varos para visitarlo y dormir allí. Se trata de un lugar conocido como la Capadocia Europea. Son formaciones como chimeneas que salen de la tierra. Normalmente se producen por la erosión de viento y agua y porque están compuestas de dos tipos de materiales. Una capa más blanda (debajo) de arenisca y otra (arriba) de un material más duro (puede ser una roca volcánica). La erosión hace que la roca más blanda se erosione más deprisa y que la de arriba quede sea como un sombrero que empuja la de abajo hasta que esta es tán fina que no puede sostenerla y se cae. Para llegar aquí hemos tenido que desviarnos por una carretera secundaria y no sabemos muy bien lo que nos vamos a encontrar, no parece que pueda haber nada atractivo en esta zona. Pero si, la entrada está en un bosque que va ascendiendo hasta llegar a las formaciones. Comparado con la Capadoccia las formaciones ocupan un lugar muy pequeño de apenas un kilómetro cuadrado. Con unas pasarelas se accede a los puntos donde hay mejor visibilidad.
Hemos cenado en una población cercana, en una pizzería con una decoración de las que había en España en los bares de algunos pueblos hace 20 años, al módico precio de 15 Euros los cuatro.
Rumanía (segundas partes Si pueden ser buenas)
Hace unos años estuvimos Eva y yo en este país. Y no es que no nos gustara, pero si es verdad que no nos entusiasmó demasiado. Nos gustaron la mayoría de las cosas de las que vimos, pero nos llevamos una regular impresión de sus gentes. Aquél viaje lo hicimos moviéndonos en transporte público, lo que hace que la visión del país sea parcial. También hay que tener en cuanta que Rumanía acababa de entrar en la Unión Europea y, como quien dice, salir de una dictadura. Eso hacía que la gente fuera muy reacia a hablar con nosotros, prácticamente salían huyendo cuando les preguntábamos algo por la calle.
Esta vez ha sido muy diferente. El hecho de que ya lo conociéramos nos ha permitido ir más fácilmente a los sitios. El ir en coche nos ha permitido visitar lo que hemos querido, parando donde nos parecía o pasando de largo si no nos interesaba. En cuanto a la gente, nos ha parecido más amable en esta ocasión, parece que ya se sienten un poco europeos y está más lejos su pasado dictatorial. En alguna ocasión te siguen mirando como si pudieras traerles algo malo, aunque ya no salen huyendo de nosotros. Una cosa que nos ha encantado, aunque por otra parte es una mala noticia, es que con la crisis han vuelto a utilizar medios antiguos para ocuparse de los campos e incluso para desplazarse de un lugar a otro. Hay muchísimos carros tirados por caballos e incluso bueyes. Imaginamos que no se pueden permitir pagar la gasolina para ir en coche. La mayoría de estos carros van por las carreteras llenos de paja, a veces con varias personas subidas encima.
Nuestro primer destino es Curtea d’Arges donde se encuentra el castillo de Vlad Tepes. Este es el lugar de donde “ha surgido” la leyenda del Conde Drácula. Se dice que empalaba a sus enemigos y los dejaba a la vista de todos los que accedían al castillo. Por suerte ya no están allí esos cadáveres… El castillo está en ruinas, lo más bonito es la subida hasta él por un bosque y también las vistas. Puesto que se encuentra en la parte alta de la montaña desde allí se puede ver tanto la llanura que se extiende hacia el sur como las montañas Fagaras en las demás direcciones.
La principal razón para venir hasta aquí es porque queremos atravesar las Fagaras siguiendo la Transfagarasa Road. Una carretera que construyó el dictador Ceaucescu y que permitía la huida hacia el norte en caso de ataque. Es una carretera tan elevada que permanece cerrada la mayor parte del año cuando las nieves la cubren. También es de imaginar la cantidad de soldados que murieron para construirla. Es una cosa que nos quedamos con las ganas de hacer en el anterior viaje, nos dijimos que si volvíamos la recorreríamos. Así que allá vamos!
El inicio es espectacular. Poco después de pasar el castillo de Vlad Tepes aparece un puente desde el que se puede ver como la carretera sube, literalmente, excavada en la montaña. Un par de tramos están colgados entre dos rocas a través de un puente que desde aquí abajo parece de juguete. Un poco más adelante se encuentra la presa y comenzamos a ver lo que nos espera durante todo el recorrido. El lugar está lleno de puestos de venta donde se pueden encontrar desde juguetes y chuches hasta recuerdos pasando por chorizos y pancetas para asar. Muchísima gente a lo largo de todo el recorrido viene a hacer una barbacoa, buscan algo de leña y se instalan en cualquier explanada junto a la carretera a pasar el día asando junto a toda su familia. Lo peor es que no parece que recojan nada y todo está lleno de basuras.
El embalse es enorme, impresiona asomarse a la barandilla y mirar hacia abajo, debe haber 80m de caída. Al otro lado el agua lo cubre todo, se extiende en la lejanía. La carretera va bordeando el agua durante bastantes kilómetros. Luego comienza una fuerte subida que nos llevará hasta el punto más alto. Esta zona es menos vistosa, no hay muchos árboles y grandes piedras se asientan en ambos lados de la carretera. Junto a un lago hay hoteles y muchísimos puestos, pues es donde más gente para. Da la impresión de que la gente sólo está interesada en los puestos. Sólo unos pocos estamos junto al lago disfrutando del fresco y de las vistas. Algunos incluso están subiendo a una montaña cercana cubierta por las nubes. La bajada consiste en infinidad de revueltas donde lo más destacable son rebaños de ovejas con sus pastores.
Como vamos muy bien de tiempo decidimos pasarnos a visitar una iglesia fortificada. Concretamente la de Viscri. Llegamos un poco antes de que cierren. La señora que se encarga de cobrar y de atender a los turistas es bastante mayor y curiosamente habla francés. Entramos primero en la iglesia que se encuentra en medio de la fortificación. Alrededor de ella no hay una muralla propiamente dicha sino lo que parecen cuadras para almacenar animales, utensilios o alimentos en caso de ataque. Están abiertos hacia dentro de manera que la pared exterior sería la muralla que protege el complejo. En la iglesia no hay nadie, pensamos que estamos solos, Martín y David se suben al púlpito a hacer el tonto. Es muy sencilla, sólo destaca el órgano en medio del altar. Al fondo se abre una puerta para subir al campanario, el lugar más alto del complejo. Eva va a entrar y dice que está muy oscuro que tengamos cuidado, de repente grita “ahhhh”, se ha pegado un susto porque al darse la vuelta ha aparecido un turista que estaba bajando. Arriba las vistas son muy chulas, tenemos a nuestros pies la fortaleza y se extienden a lo lejos los campos de cultivo de la zona. Hay que andarse con cuidado pues las vigas son muy bajas y te puedes dar un buen coscorrón. Los niños se dedican a perseguirse. En otra de las edificaciones hay un pequeño museo con lo que usaban los sajones que construyeron estas iglesias fortificadas. Hay incluso una cama sajona que tiene de curioso que es bastante alta y que tiene un cajón debajo para guardar cosas (es decir una especie de canapé).
Pensábamos quedarnos a dormir en este pueblo, pero la verdad es que no hay nada que hacer una vez visitada la iglesia. Así que nos vamos a Sighisoara que está bastante cerca. Acabamos alojándonos en el camping en las afueras y como hay piscina y mesas de ping-pong, los niños se quedan jugando y bañándose hasta que se hace de noche. Cenamos en la ciudad que está iluminada y que es bastante chula. No tiene nada que ver con la otra vez que estuvimos Eva y yo, en aquella ocasión había un festival y estaba llena de gente, ahora no hay apenas nadie.
Para llegar a Suceava (donde tendrá lugar la boda) hay un camino fácil. Pero como Eva se hace los kilómetros como churros, sobre todo si son por paisajes chulos, decidimos ir por el Lacu Rosso (Lago Rojo), que nos gustó mucho la otra vez. La carretera es muy entretenida, entre bosques y montañas bajas, adelantando carros llenos de paja. Como vamos por la dirección contraria a la que tomamos la otra vez nos encontramos de repente con el lago cuando llevamos un rato pensando que esto nos suena. Damos un agradable paseo alrededor de él antes de bajar, con el coche, por el desfiladero de Bicaz. El cañón es bonito, lo malo es que están arreglando la carretera y todo parece estar patas arriba, en los lugares donde se puede parar hay muchos puestos de recuerdos, no nos apetece parar. Dormimos en un hotel de carretera, nos dan dos habitaciones dobles y como el sitio nos parece un poco regular, dormimos uno con cada niño, será la única vez que lo hagamos en todo el viaje. David y yo nos dormimos escuchando el último disco de Rosendo.
Hoy llegaremos, por fin, al pueblo de Marcela. Todos tenemos muchas ganas, por la boda y también por parar de viajar unos días. Después de tantas carreteras, caminos, ferrys… el coche está lleno de mierda, por dentro y por fuera. Hemos ido viendo muchos sitios donde lavan los coches así que paramos en uno de ellos, justo antes de desviarnos hacia el pueblo de Marcela. El precio es muy barato, 5 Euros, dado que se dedican seis personas a limpiarlo, tanto por dentro como por fuera, incluso nos han mirado el aire de las ruedas. Por un momento parecían los mecánicos de un coche de Formula 1 alrededor del coche. Lo han dejado tan limpio que a todos nos ha dado cosa entrar en el coche, Martín ha dicho que no quería pisar las alfombrilla.
Marcela nos ha dado, por toda dirección, un nombre de calle y un pueblo. Pensábamos que sería fácil encontrarla. El pueblo es mucho más grande de lo que parece, pues sólo hemos visto las casas que están junto a la carretera. Preguntamos al final de la carretera en una tienda. Por supuesto nadie entiende las indicaciones, ni mucho menos habla inglés. Un poco en italiano y otro poco por gestos tratamos de hacernos comprender. Un hombre nos dice que le acompañemos, pregunta a otro hombre ya fuera de la tienda y nos dice que va a coger su “macchina” (coche), que le sigamos. Menos mal! Ha ido preguntando aquí y allí con los datos que le hemos dado, hasta que ha llegado a la calle de Marcela, una vez allí sigue preguntando, pues no tenemos ni número ni nada. Incluso volvemos sobre nuestros pasos en una ocasión. Le pregunta a una señora y parece que hemos llegado. Nos indica un sendero entre dos casas esta mujer que parece ser una vecina. Voy con los niños mientras Eva se queda en el coche. Junto a una valla hay dos hombres, creemos que es allí, pero los hombres no hacen ningún gesto… Les digo “¿Marcela?” y entonces reaccionan (Yo flipo, por aquí deben venir millones de turistas a la boda de su hija).., Abren la puerta y dan un grito hacia la casa, unos segundo después aparece Marcela con la cabeza llena de rulos.
Pasamos la tarde allí con ella y su familia, a la que ni nos presenta ni nada. Únicamente charlamos con los padrinos porque viven en Madrid y hablan castellano. Quien mejor nos cae es la abuela de Marcela que ha venido y se ha abrazado a todos nosotros, sobre todo a Eva. Los niños pasan la tarde haciendo el burro con un sobrino de Marcela, persiguiendo gallinas. Nos han buscado una habitación de hotel, parece que cerca de donde se va a celebrar la boda. Nos dicen que después de instalarnos y descansar un rato volvamos a cenar, decimos que vale, pensando que cenaremos todos juntos con su familia. El hotel y también donde se celebrará la boda resulta estar a 45’ de viaje por unas carreteras como las españolas hace 40 años, llenas de agujeros y pasando varios pasos a nivel. No nos hace demasiada gracia, pero como hemos dicho que íbamos a cenar y pensamos que forma parte de la boda, volvemos al pueblo de Marcela. Para nuestra sorpresa allí cenamos nosotros solos, los familiares están allí, pero nadie cena… parece ser que han ido cenando según les ha apetecido. Lo peor de todo es la vuelta, ya es de noche y se hace difícil conducir por estas carreteras, no hay ninguna luz y además de sortear los agujeros hay que tener cuidado con peatones o carros que no llevan ningún tipo de luz. Hemos tardado una hora y cuarto o así y Eva llega con los ojos rojos de estar tan pendiente en la oscuridad.
Nuestra visión de una boda rumana
Nos tomamos la mañana con tranquilidad. La ceremonia empezará a las 5 de la tarde. Nos dicen que lleguemos antes a la casa de Marcela para ir todos juntos a la iglesia. Cuando llegamos los novios ya están vestidos junto con unos cuantos familiares, al entrar en la casa una charanga nos da la bienvenida con una canción y nos ofrecen un vaso de vodka o algo así. Un poco después de llegar nosotros Marcela hace un ritual en el cual parte un pan y lanza cada trozo en una dirección de los puntos cardinales, dirigiéndolo hacia una persona. Cada vez que alguien entra les reciben con la música y el vodka.
A la iglesia vamos caminando en una pequeña procesión. Primero va la novia con un par de niños junto a ella y detrás el novio con el resto de invitados, por último van los coches que han venido hasta aquí para salir desde la iglesia. Luego nos enteraremos que no hay mucha gente en la iglesia pues gran parte de los invitados sólo acuden al banquete. Como parece que los novios estaban algo nerviosos o quizás tenían prisa por casarse hemos llegado bastante pronto a la iglesia, tanto es así que el cura aún no ha llegado. Lo hará un rato más tarde en su bólido, una especie de Renault 12 verde.
La ceremonia en la iglesia ha sido bastante interesante, a pesar de durar más de una hora no se nos ha hecho pesado. Seguramente porque todo es nuevo para nosotros. El rito es ortodoxo y aunque comparten iconos, cruces y muchos santos con el cristianismo, todo es bastante diferente. Para empezar la iglesia es pequeña y no hay bancos en medio, solamente algunas sillas pegadas a las paredes. En estas iglesias todo está lleno de cosas, no hay ningún hueco de la pared sin una pintura o sin algún objeto. Los novios se sitúan junto con los padrinos frente al altar, que se encuentra a la misma altura que el resto de la iglesia, el cura se coloca en una esquina del altar y lee el libro y hace los ritos dando la espalda a novios y asistentes. Algunos nos hemos colocado en las paredes alrededor del altar, parece que se puede colocar la gente donde quiera. Durante el ritual han puesto a los novios una corona, les hacen besar el libro varias veces y arrodillarse. También hacen cosas con las velas. En varias ocasiones el cura usa un incensario dirigiéndolo hacia todos los presentes. Se presignan muchísimas veces, el cura dice algo y la gente se persigna dos o tres veces seguidas, por lo menos lo han hecho 200 veces en toda la misa. Lo que más nos ha llamado la atención es que en medio del ritual el cura ha tomado el incensario, los novios y los padrinos se han agarrado de la mano y han girado alrededor del altar mientras un hombre tiraba caramelos, a lo que han respondido los niños lanzándose a por ellos. En broma decimos que estaban bailando ‘al corro de la patata’.
En un momento dado Eva se ha fijado en la cámara que lleva el fotógrafo oficial de la boda. Una digital compacta que tiene pinta de ser un poco mala, así que me ha dicho que haga fotos para regalárselas, que seguro estarán mejor. Cuando hemos salido fuera de la iglesia hemos hecho algunas fotos en el exterior y cuando les decía a los novios que se pusieran de determinada manera, detrás iba el fotógrafo y hacía la misma foto. Los novios han acabado la ceremonia con los brazos atados y han caminado así hasta salir del recinto de la iglesia, una vez fuera se ha bailado en una especie de coro con los novios en el centro y se han desatado.
A las 20h se supone que empieza la cena, pero en el restaurante estamos solos nosotros. Un rato después llegan los novios con algunos invitados. Ellos son los primeros en entrar al salón y reciben a cada invitado con una copa de champán, ¡caliente!, y la orquesta toca una canción. Aunque nos parezca increíble, son los novios los que esperan a que lleguen los invitados. En un momento dado deciden que ya no vendrá nadie más y da comienzo el banquete. Son casi las 22h, los niños y nosotros estamos un poco hartos de esperar y con bastante hambre ya.
En cada mesa ya están servidas las bebidas: refrescos en botellas de dos litros, vino blanco (caliente), vodka, whisky y agua mineral ‘con’ gas. Le hemos preguntado tanto a Marcela como a una camarera si hay agua sin gas, pues con gas no nos gusta nada y nos dicen que no hay ni aunque la compremos nosotros. Así que nos hemos ido al hotel (está al otro lado de la carretera) y hemos traído una botella de dos litros que allí teníamos. También le preguntamos si hay cerveza y Marcela nos dice que más tarde la servirán. ¡Vamos, que al final nos hemos pasado toda la boda bebiendo agua del grifo que cogíamos nosotros con nuestra propia botella!, pues el vino caliente no nos entraba. Eso si, han traído cubitos de hielo con los que enfriábamos el agua.
Son las 22h cuando traen el primer plato que estamos esperando desesperados. Un surtido de entrantes fríos muy bien presentados y que están bastante buenos. Cometo el error, como luego se verá, de decirles a los niños y a Eva que no coman demasiado que hay cuatro platos más, ¡que error! Los novios no tienen ni idea del menú que se va a servir, sólo nos saben decir que hay platos de carne… La orquesta ha empezado a tocar y alguna gente empieza a bailar. Como nos han dicho que se baila entre plato y plato, salimos a la pista un poco para integrarnos. Tocan algo de música variada e incluso un par de canciones en castellano. Cuando ha pasado una hora desde que acabamos el primer plato vemos que de nuevo salen los camareros con algo… ¡Un café sólo! Martín está indignadísimo, dice que por lo menos a nosotros nos ponen algo, ellos están muertos de hambre. Tendremos que esperar una hora más para que llegue el segundo plato, a las 24h. Un pollo relleno de bacón, queso y pimiento rojo. Está bastante bueno, salvo para David que lo del pimiento no le ha molado nada.
Viendo como van las cosas, calculamos que la tarta llegará a las 6 de la mañana, decidimos ir a por el coche y dejarlo en la puerta para que los niños se puedan acostar en él si quieren. David ya se está quedando dormido en la silla entre aburrido y hambriento. Han estado jugando un rato con otros niños, hablando en ingles y persiguiéndose. Mientras la música no para, lo malo es que ya no ponen nada internacional que podamos conocer, ya sólo cantan música tradicional que parecen bailes rusos. Una de las cosas que suelen ocurrir en las bodas rumanas es el rapto de la novia…, un chaval joven ha sacado a bailar a Marcela, cuando nos queremos dar cuenta la está sacando en volandas del salón seguido de otros chavales. La meten en un coche y se la llevan. Mientras en el salón la boda sigue con los bailes rusos. Un rato más tarde Vasic, el novio, irá junto con otros chicos a ‘rescatar’ a la novia. La han llevado a un lugar en la ciudad de Suceava adonde llevan a las novias, el sitio está preparado pues hay sillas, música e incluso se puede tomar algo. Nos dice Marcela que había otras cinco o seis novias con ella.
Los niños ya se han cansado y se meten al coche a dormir, es cerca de la 1 de la mañana. Un poco después traen helado…, vamos a llamarlos y se levantan para comerlo. Bueno, eso David porque como a Martín no le ha gustado los sabores que le han puesto se ha comido el pollo que le había sobra a su hermano, que también está frío ya por cierto. A Martín le hemos avisado, nos lo había pedido, cuando ha venido el siguiente plato, lo ha visto y se ha vuelto al coche a dormir. Ya no se levantarán más, para ellos la boda ha terminado.
El tercer plato es una carne con arroz cocinada en una hoja de repollo. Eva y yo también estamos cansados y aburridos. La música ya no nos dice nada y se nos hace larguísimo esperar dos horas entre plato y plato. Además en muchos momentos no hay nadie bailando, no entendemos porque no sirven el siguiente plato. Nos vamos apoyando uno en otro para seguir aquí y no marcharnos a la cama, cuando uno dice que nos vayamos el otro dice, venga vamos a aguantar un poco más. Nuestros compañeros de mesa son dos parejas que no han hablado ni entre ellos. Hemos intentado hablar pero no hemos tenido éxito, no han mostrado ningún tipo de interés ni han tratado de entendernos. Eso si cada uno de los hombres se ha apretado prácticamente una botella de vodka. Después del tercer plato han salido los camareros con bandejas llenas de cervezas que han ido sirviendo. Son latas de medio litro y están…. ¡calientes!
No nos lo podemos creer, por fin sale la tarta. Han apagado las luces y la sacan en una mesa con ruedas toda llena de bengalas. Los novios hacen el paripé de cortar la tarta con la espada y mancharse la nariz con nata. Cual no será nuestra sorpresa cuando retiran la tarta y entran los camareros con el último plato. Una especie de redondo de carne con una ensalada de col. Nos explican que hacen antes lo de la tarta para que les de tiempo a partirla… ¡pa’vernos matao! Por suerte, después del plato de carne, la tarta no se hace esperar. Que bien, ya nos queda poco para irnos a la cama. Estamos bastante hartos y aburridos de la música y de esperar.
Como dicen los taurinos, ‘hasta el rabo todo es toro’, las sorpresas aún no han terminado. Los novios traen unas bolsas con cosas envueltas, sacan algunas de ellas que los camareros se llevan haciendo como que se las quitan al novio. Un poco más tarde aparecen con unas bandejas y se dirigen a la mesa de los novios bailando. No entendemos lo que dicen, nos parece como que los padrinos tienen que pagar por recuperar lo que se han llevado dándoles dinero. Una de las cosas que traen es una gallina muerta vestida y con un cigarro en el pico. Después de este paripé, Marcela ha sacado una casa de cartón y se ponen de frente a los padrinos. El cantante de la orquesta hace de maestro de ceremonias y no para de hablar. El padrino saca la cartera y empieza a sacar dinero que va depositando en una bandeja que tiene el novio, mientras el cantante va contando en voz alta el dinero que pone… 1.500 Euros ha soltado el menda. No nos extrañará cuando más tarde le mantean. Ese dinero lo meten en la casa que lleva Marcela por la chimenea. Después de los padrinos hacen lo mismo con los familiares. Nosotros estamos tranquilos, dice Eva ‘es solo a los familiares’. Cuando acaban con los familiares continúan con el resto de invitados. Nos ha parecido que dependiendo de la cantidad de dinero que das los músicos cantan una canción u otra. Menos mal que le habíamos dicho a los novios que les daríamos nuestro regalo en Madrid ya que no queríamos llevar dinero durante el viaje. Aún así el cantante ha hecho ademán de venir a por nosotros un par de veces, Vasic le ha tenido que decir que nosotros no. Eva me dice ‘tú si vienen le das todo el dinero rumano que tenemos’, seguro que nos hubieran cantado la canción de los que ponen poco.
Son las 6 de la mañana cuando conseguimos despedirnos e irnos a dormir. Ya nos marchamos, en teoría hay una cena al día siguiente pero no nos apetece estar un día más para ir a cenar y volver por esa carretera a las tantas. Además que no sabemos si la cena será como la del día anterior y nos tocará hacerla a nosotros solos. Tenemos un largo viaje de vuelta a casa y preferimos ganar un día.
Maramures y el espectacular norte de Rumanía
De nuevo en ruta nuestra idea es recorrer el norte de Rumanía para llegar a Budapest (Hungría). Como estamos en la zona de las iglesias pintadas y a nosotros nos gustaron mucho, decidimos acercarnos a una para que la vean los niños. Vamos a la de Humor. La elección no ha sido la mejor ya que las pinturas de la parte exterior no se conservan muy bien. Sólo se aprecian trazos en la parte de abajo y dibujos en la parte de arriba, cerca de los aleros y por ello más protegidas de la intemperie. En el pórtico de entrada a la iglesia si se aprecian bien las pinturas, también en el interior, que sigue estando de obras como la conocimos nosotros (nos hemos dado cuenta al entrar).
El camino hacia Maramures es espectacular. No es que haya un sitio concreto donde pararse y a la vez te puedes parar en cualquier sitio. Aunque nunca hemos estado allí nos da la impresión de estar en lugares lejanos de Canadá más que en Europa. Montañas y montañas de color verde llenas de pinos de un verde más oscuro y con praderas en la parte baja. Las poblaciones son todas de casas de madera de diferentes colores. Hemos estado varias horas recorriendo estas carreteras embelesados con el paisaje.
Ya en la zona de Maramures queremos ir a un pueblo llamado Sisesti a una pensión que nos han recomendado unos españoles que encontramos en el castillo de Vlad Tepes. Al preguntar en una gasolinera un señor se ha acercado a nosotros y nos ha dicho que es policía, que le sigamos que el nos lleva. Menos mal que no nos hemos cruzado con más policías pues nos habrían detenido de lo rápido que íbamos. El hombre incluso adelantaba un poco en plan kamikaze.
La pensión es de esas idílicas, regentada por dos hombres que creemos son gays. Todo es de madera y el jardín está lleno de flores. Deben venir muchos franceses por aquí pues les resulta más fácil hablar en francés que en inglés. Nos han tratado fenomenal y hemos estado muy a gusto. También nos han informado de lo que podemos ver por la zona. Nos limitamos a visitar varias iglesias de madera que hay en los alrededores.
Estas iglesias tienen campanarios altísimos, algunos entre los edificios de madera más altos del mundo. En una de ellas hemos podido subir al campanario. Aunque con mucho cuidado ya que la escalera de madera es empinadísima y nos da miedo que alguien se pueda caer. Para evitarlo he subido yo con un niño entre mis brazos cada vez. Arriba apenas si se puede ver nada pues no está preparado para que tengas una bonita vista sino para tocar las campanas o en su defecto arreglar algo. No se encuentran en medio de ningún pueblo sino en medio del campo. Están rodeadas por tumbas, flores y por zonas de labor. Se respira mucha calma y sosiego.
Budapest
Llegamos después de comer con tiempo suficiente de buscar un sitio para dormir. Según vamos con el coche hemos visto un Hostel (albergue), subimos David y yo a verlo. No está mal, pero no acaba de convencernos. Son o dos habitaciones o una pequeña con 3 camas y nos parece caro en ambos casos. Decidimos mirar algo más. Aparcamos en el centro y nos dedicamos a buscar algo un poco perdidos. Se está haciendo de noche cuando decidimos que iremos al hostel que habíamos visto antes. Si darnos cuenta nos metemos por unas callejuelas donde hay bastante ambiente de restaurantes y de gente joven y vemos un cartel de hostel. Así que entramos a preguntar. Al final hemos alquilado un apartamento por dos días con aparcamiento incluido prácticamente por el mismo precio. Está fenomenal y es enorme. Tenemos hasta un balancín en la terraza.
Salimos a cenar cerca y coincidimos con una chica húngara que habla castellano y nos cuenta muchas cosas. Nos está gustando la ciudad, sus gentes y el ambiente que se respira.
Solo estaremos un día visitando la ciudad, pero tampoco nos obsesionamos con verlo todo. A nosotros las ciudades nos gustan lo justo y no hay que agobiar a los niños. Recorremos primero la zona del parlamento y bordeamos el río. Junto a este hay un monumento a los judíos que murieron en la segunda guerra mundial, los ataban de dos en dos, disparaban a uno de ellos y los arrojaban al río Danubio. El monumento son hileras de zapatos de bronce que pretende recordar esa barbarie. Pasamos por un puente que nos lleva al otro lado del río donde hay un funicular para subir a la parte de arriba. Allí nos hemos juntado un grupo de españoles y nos han pasado información de que visitar y que no. La vistas desde la parte de arriba son una chulada, sobre todo desde el Bastión del Pescador. Cuando llegamos allí resulta que hay que pagar para asomarse en algunos de los sitios. A nosotros nos da la impresión de que no merece la pena pagar ya que desde al lado se ve lo mismo, y además hay mucha menos gente. Luego hemos pasado la tarde recorriendo la parte central de la ciudad, incluso hemos ido a un parque que hay en una isla donde hemos alquilado un coche eléctrico para recorrerlo, los niños están encantados corriendo detrás del coche, ya les hemos dicho que es la última vez que hacemos la turistada. Hemos terminado el día con una cena típica húngara. El Goulash nos ha gustado mucho, estaba bastante picante.
El lago Bled
Eslovenía es uno de esos sitios que nos ha dejado muchas ganas de volver. Sólo hemos visitado más o menos bien el Lago Bled, lo poco que hemos visto nos ha gustado mucho. Nos ha parecido un lugar muy chulo para pasar unas futuras vacaciones, viniendo de camping.
Bled se encuentra a una hora de la capital. Según estamos llegando vemos varios camping, menos mal que Eva ha dicho que sigamos y que primero veamos como es el lago y que hay por allí, antes de buscar donde dormir. El pueblo de Bled nos parece un sitio turístico sin interes. Sin embargo el lago es una pasada. Justo al otro extremo del pueblo hay un camping, al lado de la carretera que bordea el lago. Tiene buenas instalaciones, se pueden alquilar barcas, bicis, raquetas de ping-pong e incluso un restaurante que está bastante bien (lo malo es que por las noches hay un grupo tocando y hacen más ruido que música).
Después de montar las tiendas y todo lo necesario, nos damos un bañito en el lago. El agua está buenísima, los niños se dedican a perseguir a los patos y a los cisnes que nadan por allí.
Toda la zona está llena de árboles, todo es verde salvo el azul del agua y los colores de las pocas casas que se ven. En medio del lago hay una isla llena de árboles, con unas pocas casas y una iglesia. ¡Un lugar idílico, vamos!
Alquilamos unas bicis para dar una vuelta. El perímetro del lago deben ser unos 6km. La mayor parte se puede hacer por un sendero pegado al lago, sólo hay que salir a la carretera un trecho pequeño. Vamos parando varias veces donde nos apetece. Decidimos subir hasta un castillo que hay al borde del lago. La subida es dura, la primera parte entre árboles y un tramo por la carretera que lleva al castillo. Las vistas desde el recinto amurallado deben ser bonitas, no hemos querido entrar porque nos parece un robo pagar 7 Euros por entrar a un lugar donde se celebran bodas y donde lo único que hay que ver es el lago allí abajo. Hemos continuado con la bici y en algún punto tenemos una buena vista del lago con su isla en medio.
También hemos parado al ver a unos niños bañándose en el lago y tirándose al agua con una cuerda al estilo Tarzán. Hemos pasado un buen rato con ellos.
Después de comer pensábamos alquilar una barca para ir hasta la isla del centro. La lluvia nos ha chafado el plan además de empaparnos la tienda e incluso alguna cosa que había por dentro. Entre que no lo teníamos muy bien preparado, que nos ha pillado la lluvia un poco lejos, que ha caído mucha agua y que estaba tan oscuro que no se veía nada cuando me he acercado corriendo, hemos pasado un mal rato con las cosas mojadas. Cuando ha dejado de llover ya era de noche y no era plan de ir a la isla, ni ganas que teníamos.
Como podemos recogemos la tienda al día siguiente, secándola todo lo que podemos y quitándole el barro que tiene el suelo.
Dolomitas
Todo lo que podamos decir de estas montañas se quedará corto. Seguramente ha sido de lo que más nos ha gustado en el viaje. Y nos ha quedado claro que queremos volver, incluso más de una vez. Esta parte del viaje la estamos esperando con ilusión, no sólo porque son montañas que queremos conocer, sino porque vamos a compartir unos días con unos cuantos amigos que están aquí. Ellos son Elena, Rafa y Sandra por un lado y Pili, Mañas y Noa por otro, además de la perra Leia. Los niños están deseando estar con otra gente y aunque Sandra y Noa son casi bebés, todos nos encontramos muy agusto y lo pasamos muy bien.
Para llegar a estas montañas italianas hemos pasado por Austria, ¡qué bonito! Parece que han contratado al pintor Rembrant para que hiciera estas montañas. La entrada a italia es chocante, y mira que son las mismas montañas, es como si el pintor fuera de tercera fila…, es como más chapuza, más como lo haríamos los españoles. Bueno, esa ha sido la impresión cuando vamos por la carretera, porque luego ya en Dolomitas hemos alucinado de lo bonito que es.
Nuestros amigos están alojados en Piccolino, un pueblo de la zona de Alta Badia. Conseguimos unas habitaciones justo en la casa de al lado. La dueña es encantadora, nos trata fenomenal. Nos ha dicho que volvamos dentro de un rato que tiene que limpiar las habitaciones (limpiar sobre limpio porque estaban fenomenal). Por no hablar de los desayunos, que no había manera de acabar con lo que nos ponía en la mesa. Nos ponía un plato de queso y dejaba además el resto del queso por si queríamos más. Como no podíamos con todo, ella misma nos decía que nos llevásemos el jamón que sobraba y nos daba más pan, para que coman los niños luego decía. Bueno, “decía”, es un decir porque al principio no la hemos entendido nada, hablan aquí un dialecto que no es italiano debe ser una mezcla entre Italiano y Austriaco, son lenguas que se hablan en un valle, en el de al lado hablan otra cosa diferente.
No creo que tenga adjetivos para contaros el día que hemos pasado en el macizo de Lavaredo. Le hemos dado incluso la vuelta completa sin esperar hacerlo. Os cuento…, hemos salido con horario de bebés, es decir cerca del mediodía. Más o menos tenemos una hora de viaje hasta allí, pasando por puertos y pueblos muy chulos. Pero cuando de repente aparece ese peazo de macizo delante nuestro, nos quedamos sin habla. Luego durante la subida perdemos la perspectiva entre árboles, eso si alucinamos con las rampas tan empinadas, los pobres ciclistas van dando bandazos de lado a lado por la dureza de la subida.
Los aparcamientos están repletos, eso es un poco decepcionante. También hace frío, se nota la altura. Nos ponemos en marcha por un camino ancho que va girando alrededor de la montaña, dejando esta a nuestra izquierda. Tenemos tan cerca las paredes que no las vemos del todo bien. Hay que mirar hacia atrás y a lo lejos para apreciarlas mejor. Claro que las vistas de las montañas de alrededor no nos las quita nadie. Agujas espectaculares por todos lados y mires donde mires. En poco tiempo estamos en el refugio desde donde se ven las Tres Cimas de Lavaredo, unas paredes míticas para los escaladores. Nos hemos cruzado con bastante gente, también hay muchos en el refugio. Comemos algo y estamos un rato charlando. La verdad es que sólo pensábamos llegar hasta aquí, creíamos que estaba más lejos. Como vamos bien de tiempo y tenemos ganas pues continuamos con la idea de dar la vuelta completa. Lo primero tenemos la única subida de la ruta, que nos lleva a un collado al pie de las Tres Cimas. Las vistas son soberbias y estamos encantados.
A partir de aquí empieza la parte más montañera de la ruta. El ancho camino se ha convertido en una pequeña senda que serpentea en la gran pedrera que se encuentra en la parte de atrás de Lavaredo. Las vistas de este lado son aún más espectaculares, pues en muchas partes las paredes son más extra-plomadas que verticales. Voy todo el recorrido contándole historias montañeras a David que me va pidiendo otra cuando acabo una. Junto con Pili somos los que vamos cerrando el grupo. Una pareja que viene en dirección contraria se acerca a hablarnos, nos preguntan si queremos dar la vuelta. Están un poco asustados al ver que vamos con niños. Nos dicen que ellos se han dado la vuelta un poco más adelante, que el caminos es muy difícil (very hard). A nosotros no nos parece así, el camino se ve perfectamente y hay muchos hitos. No parecen haber andado mucho por la montaña porque van a media ladera, entre dos caminos sin ir por ninguno de los dos.
Una pequeña, pero fuerte, subida nos lleva al lateral donde están los aparcamientos, aunque todavía nos queda un rato de camino. Hemos debido tardar unas tres horas con muchísimas paradas a hacer fotos y a comentar lo que vemos.
Como buenos triunfadores y como si hubiéramos escalado las Tres Cimas nos tomamos un chocolate en un pueblo cercano a donde estamos alojados. Además hace fresquito a pesar de que estemos en verano.
Parece increíble pero cuando nos levantamos al día siguiente las cimas están nevadas. Hace más frío y la previsión no es muy buena. Nos acercamos (una hora de viaje) a ver la Marmolada. Un glaciar que es otra de las cosas que hay que ver en Dolomitas. Hay un teleférico abierto para subir hasta allí, pero no nos decidimos porque nos dicen que hace mucho viento y que hay nubes arriba. Así que nos damos un bonito paseo entre dos pueblos en la zona de Alta Badia. Como dice La Cabra Mecánica, “Días de mucho, vísperas de ná”.
Con bastante pena nos separamos de nuestros amigos. Ellos se quedan aquí unos días más y nosotros nos vamos a Venecia.
Venecia
Venecia ha sido un cúmulo de luces y sombras. Lo podríamos resumir con nuestra llegada a la zona de la plaza de San Marcos en vaporetto, los niños y nosotros estamos emocionados, está oscureciendo y la luz es muy bonita, se refleja en el agua que entra por los canales entre los edificios. Pasamos junto a un parque donde se ven personas paseando y corriendo, pienso ¡que lugar más chulo para correr!. La parte negativa será cuando, tras desembarcar, nos acercamos a ver el puente de los suspiros…, no se ve el puente sino un enorme cartel promocional de una bebida refrescante, bueno pensamos están restaurándolo y lo paga la marca. Al llegar a la plaza de San Marcos miramos hacia la catedral y ¡oh, que lástima!, la mitad está cubierta de andamios. Nos giramos para contemplar la plaza y otro enorme cartel con una señorita que nos ofrece un reloj, creo, cubre una de las alas de la plaza.
Hemos llegado esta mañana a la zona de Cavallino. Una península que se encuentra en frente de la ciudad de Venecia con transporte directo en vaporetto. Montamos la tienda con bastante rapidez con la idea de irnos cuanto antes a Venecia. Los niños no es que estén muy entusiasmados con la idea, ellos preferirían quedarse en el camping puesto que hay una mesa de pin-pong y una piscina además del mar justo al lado. Parece increíble, con las ganas que tenían de ver Venecia, sobre todo David que estaba deseándolo. Cogemos un billete de esos que sirven para moverse varios días en todos los transportes que queramos, no es precisamente barato, pero es la mejor opción.
Creo que el vaporetto es la mejor manera de llegar a Venecia. La parada está muy cerca de la plaza de San Marcos hacía donde nos dirigimos. Después de la decepción del puente de los suspiros y de ver sólo una parte de la Catedral de San Marcos, nos ponemos a callejear. Es un poco tarde y se nos hace de noche, nos ha dado tiempo de visitar el puente de Rialto y las callejuelas de por allí.
Por la mañana nos quedamos un rato en el camping, para que los niños puedan jugar. Tomamos un vaporetto para ir a la isla de Burano. Que es famosa porque antiguamente se solían hacer encajes, hoy en día parece una isla que se llena por las mañanas de turistas y que por la tarde debe ser un remanso de paz. Aún así es preciosa y merece la pena. Sus casas son de colorines y en sus tranquilos canales hay muchas barcas amarradas. Se respira un aire de tranquilidad lejos del bullicio que es Venecia. Hemos recorrido todos los restaurantes buscando alguno que no fuera para turistas, la isla es pequeña y no lo hay, todo está en la calle principal. David dice que así es como él se imaginaba Venecia.
El vaporetto que nos lleva a Venecia está lleno de gente, la horda de turistas abandona la pequeña y tranquila isla de Burano. Los niños y Eva entran a ver la catedral de San Marcos, me he tenido que quedar fuera porque cierran enseguida y no nos han dejado entrar con las mochilas que llevamos, no hay tiempo de llevarlas al guardarropa. Tomamos otro barco con la idea de recorrer el Gran Canal. En este barco se puede ver muy claro quien es turista y quien es veneciano, los primeros nos ponemos fuera y buscamos el mejor sitio posible para ver todo y hacer fotos, mientras que los segundos se quedan en el interior esperando a llegar a su parada. Nos hemos perdido por los callejones de Venecia. A mi me ha encantado, hemos visto plazas muy chulas y lugares pintorescos, donde no se ven casi góndolas de turistas en los pequeños canales. Nos han gustado mucho también las tiendas de máscaras, algunas muy curiosas.
Volvemos al Cavallino para cenar, hemos tenido suficiente con esta visita. Un día y medio es bastante para hacernos una idea de la ciudad y para los niños ha estado bien.
La larga vuelta a casa
Tras desmontar el campamento salimos hacia el último destino de este viaje Annecy (la Venecia de los Alpes). Llevamos tres o cuatro horas de viaje por Italia y comenzamos a hablar, resulta que todos pensamos que el viaje ya ha estado bien, que se ha terminado de alguna manera. Ir a Annecy nos parece ir porque estaba pensado, más que por ganas reales. Así que sobre la marcha nos hacemos un plan nuevo, ir a visitar a la abuela de los niños al pueblo (Segovia). Será un viaje duro, pero a todos nos apetece dirigirnos hacia casa.
En la primera etapa llegamos hasta Finale Ligure, una población italiana que está en la Costa Azul. Hemos acabado montando la tienda en un camping tras preguntar en varios hoteles y hostales, o no tenían habitación o nos parecían carísimas.
Para ir a Segovia tenemos que entrar en España por Irún (País Vasco), por lo que recorremos todo el sur de Francia. Hacemos otra parada en Pau, esta vez si dormimos en un hostal encantador.
Por fin, después de comer, al tercer día de viaje llegamos al pueblo. La madre de Eva no sabía nada, ella creía que no iba a ver a los niños hasta mucho más adelante. Así que os podéis imaginar la alegría que le dimos cuando nos abrió la puerta y tenía allí a dos de sus nietos.
Como me gusta viajar contigo!
ResponderEliminarBesotes
¡¡ Como me gusta viajar con vosotros !!
ResponderEliminarUn besazo
Ricardo, deberías escribir un libro con todos tus viajes, pues los describes de manera que parece que esta uno viajando junto a ti.
ResponderEliminarGracias por recordarme los Dolomitas y Venecia.
Un saludo Roman
Un placer, como siempre, "gastar" tiempo con vosotros........ ;-)))
ResponderEliminarMenudo viaje que os habeis pegado... me alegro mucho... de donde habeis estado, sólo conozco Bled en Slovenia y teneis razón.. es un sitio precioso... Saludos y seguir viajando y luego contándolo...
ResponderEliminarUn abrazo