20 de febrero de 2013

Selva, templos, unos días en el paraíso y otras aventurillas. Un viaje al sudéste asiático (Del 10/08/2012 al 11/09/2012) (Segunda parte)


Martín, David, Eva y yo hemos estado un mes por Tailandia, Laos y Camboya.

Esta es la segunda parte de la crónica de ese viaje. Si quieres leer la primera pincha aquí.

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Chiang Mai (Bien vale un masaje tailandés)
Entre unas cosas y otras hemos llegado ya de noche al Hostel que tenemos reservado, menos mal que lo hicimos antes de venir, nos hemos ahorrado andar buscando algo a estas horas. Son habitaciones alrededor de una piscina y está muy bien situado. No es que sean muy amables, pero lo de la piscina nos vendrá muy bien mientras estemos aquí. Además es una gozada poder bañarte a la hora que quieras.

Hemos cenado en un italiano, nos ha venido bien, a pesar de que es cocina italiana cocinada a lo tailandés. A la mañana siguiente nos hemos dedicado a preparar el resto del viaje. Queremos sacar billetes de bus o de avión o lo que sea para no tener sorpresas por falta de plazas o algo así. También hemos replanificado la ruta. Nos hemos decidido a ir a las playas del sur, que no lo teníamos contemplado de antemano. La razón es que, aunque no somos muy de playas, bien es verdad que las de aquí no tienen que ver con nada que tengamos en nuestro país. Como hemos hablado con muchos viajeros que nos han contado que son una pasada y pensamos que nos vendrá bien conocerlas pues lo meteremos en el viaje. A cambio vamos a reducir nuestra estancia en Camboya a los templos de Angkor. No vamos a ir a la capital Phnom Phen ni a la zona costera. Sacamos un billete de bus hasta Siem Reap (Angkor) y también un billete de avión de Bangkok a Phuket (playas).

Entre ir a una agencia o a otra y mirar por internet hemos estado liados toda la mañana. Nos ponemos a trabajar, es decir a visitar la ciudad. Paramos primero en un sitio a comer, tras descartar un par de ellos que parecen tener casquería para comer. Luego nos ponemos a ver los templos que nos apetecen, son algo distintos a los de Luang Prabang, en realidad todos los templos son diferentes y a la vez son muy iguales, como cortados por el mismo patrón pero luego cada uno con sus figuras y cosas. A media tarde nos ha caído una buena chupa, nos hemos tenido que quedar sentados en las escaleras de uno de los templos un buen rato.


Unas chicas jóvenes se acercan a nosotros, quieren hacernos unas preguntas en inglés. Seguramente les han mandado hacerlo en clase, para que se lancen a hablar con los extranjeros que estamos por aquí. No será la única encuesta que haremos. Lo que más ha molado ha sido cuando me ha preguntado por alguien importante de mi país, ¿a que no adivináis quien le he dicho?. Pues Rosendo, por supuesto. Los niños se ríen de mi, claro.

Nos hemos enterado que los sábados y los domingo hay un mercado nocturno. Se celebran en lugares diferentes, aunque parece que son los mismos comerciantes que van a un sitio o a otro. Nos vamos allí para verlo y para cenar. Ha estado bien, nada más entrar en la calle del mercado nos hemos encontrado con un grupo de hombres sentado en el suelo en linea. Resulta que son ciegos y que tocan una canción cuando alguien les echa algo en una hucha que tiene delante el primero. Echamos un billete, y claro, no ha sonado, así que les hemos tenido que decir que habíamos echado algo, han cantado una canción en ingles bien chula. El resto del mercado, pues las cosas normales. A destacar que en la zona de comida nos hemos encontrado con que hay puestos callejeros de Sushi y todo. También hay una atracción de feria, se trata de unas pistolas de “aire comprimido” o algo así y se le dispara a una diana. Hemos dejado que los niños se explayaran un poco con este juego. También está el típico puesto de venta de bichos fritos, pero claro, como aquí hay algún que otro turistas, tienen un cartel que pone que para hacer una foto hay que pagar. De momento no nos planteamos lo de comer algún bicho, aunque a mi me empieza a picar la curiosidad un poco...



De camino al mercado y a la vuelta hemos pasado por una zona de bares de copas. Hay chicas en la calle llamando la atención de los hombres. A mi, que iba el último, alguna me ha agarrado y todo. Lo que pasa es que como voy pendiente de no golpearme con nada, ni me he enterado de lo que me han dicho, aunque es imaginable. También hay muchos puestos de masaje en la calle, tienen camillas o tumbonas en la acera para que des el masaje ahí mismo.

Nos estábamos pensando subir al templo Phra That Doi Suthep en bicicleta, pero el día ha amanecido lloviendo a cántaros. Así que buscamos un taxi para que nos suba y luego nos vuelva a bajar. El camino, aunque es por carretera, es una chulada, lleno de vegetación y de árboles. No teníamos la impresión de estar rodeados de selva cuando estábamos en la ciudad. Arriba hay lo que en todos los Wat importantes y que están alejados de una población. Un gran número de puestos de venta de todo tipo de objetos y de comidas o bebidas. El acceso al wat se hace por una larga escalera cuyas barandillas acaban en unas cabezas de dragón. Nos recuerda algo a algún templo que visitamos en China, sobre todo que el acceso sea subiendo escaleras. Para entrar al templo, además de pagar la entrada correspondiente, nos descalzamos como es costumbre. Este wat es como un claustro con una estupa en el centro. Todo alrededor está lleno de budas y puedes ir bajo techado. Hay campanillas por todos lados y budas de todas las formas posibles, eso si los más de ellos dorados. Cuando estoy vagando un poco a mi aire, Eva viene corriendo a buscarme, “ven que aquí hacen una ceremonia curiosa”. Nos ponemos los niños y yo de rodillas frente a un monje, ella lo ha hecho antes, con la cabeza agachada. Además de nosotros debe haber unas diez personas tailandesas, el monje comienza a recitar una plegaria a la vez que va mojando una escobilla en una fuente con agua y la va lanzando sobre nuestras cabezas. La última parte de la plegaria la dice en inglés, algo así como “que tengamos mucha suerte y que seamos muy felices”. Luego nos ha ido poniendo uno a uno una pulsera con un trozo de cuerda a la vez que recitaba algo más. A los chicos les pone él la pulsera, a las mujeres les da el trozo de cuerda con las bendiciones pero no se la pone, pues parece que no pueden tocar a las mujeres. Ha parado de llover y ha salido el sol, los budas y la estupa dorada resplandecen aún más con los rayos del sol.

Fuera del templo hay unas niñas que están bailando vestidas con trajes tradicionales, lo que más parecen usar para danzar son las manos que las mueven hacia adentro y hacia afuera con mucha elasticidad. Otras más pequeñas también están haciendo algo parecido, aunque más parece que son unas niñas bien enseñadas a servir el te, que un baile. Rodeamos el recinto hasta un mirador sobre la ciudad. No se ve mucho puesto que las nubes se encuentran por debajo nuestro.

Varios viajeros con los que nos hemos ido encontrando nos han recomendado darnos un masaje en un centro de reinserción de presas. Nos parece una idea buenísima así que le decimos a nuestro conductor que en vez de llevarnos a donde le habíamos contratado, que nos deje en este sitio. Llegamos y nos dicen que tenemos que esperar un buen rato. Genial porque no hemos comido nada, le decimos que vamos a comer y luego volvemos, nos dice que si queremos podemos comer en el restaurante que tienen ellas, que también está llevado y servido por presas. Así que allí que nos hemos ido. No está mal, nos ha parecido un poco caro y la comida algo escasa para lo que estamos acostumbrados, pero bueno, ha sido por un buen fin. Cuando entramos en la sala de los masajes, vamos los cuatro pues los niños se van a dar uno de pies, resulta que está allí una de las japonesas con la que coincidimos en el coche que nos llevó de Vang Vieng a Luang Prabang. Se pone a chillar encantada al reconocernos. Nos sentamos en unas sillas hasta que unas chicas nos dan unos trajes para que nos los pongamos, sólo a nosotros, a los niños no. Y mira que soy torpe me lo he puesto tan mal que al salir todos se han reído de mi, ha tenido que venir una chica a ponérmelo bien. Resulta que me he hecho un lío con las cuerdas del pantalón y con las de la camisa.

El masaje ha molado mucho. Una señora bajita y muy elástica me ha maltratado, se ha subido encima, me ha retorcido,... me ha apretado con las manos, con los puños, con el codo, con la rodilla, con la pierna. Al principio se ha hecho entender por señas, para ir a la camilla, luego ella se ha apañado para ponerme como quería y poder apretar mejor. La que le ha tocado a Eva tenía más ganas de charla y le ha dado más palique, Eva sale diciendo que la suya era peor que como estaba hablando no apretaba tanto. Los niños han acabado encantados, les ha gustado mucho, solo se lo han dado de pies pues no es muy recomendable que se den un masaje estando todavía creciendo.

Si ayer estuvimos en el Saturday hoy vamos al Sunday Market (mercado del domingo). Como está muy cerca de donde nos damos el masaje vamos andando. Es pronto aún cuando llegamos, la mayoría está montando aún el puesto. Vemos como alguien compra algo y el vendedor hace una ceremonia. Va pasando el billete que acaba de recibir por el resto de los objetos que tiene a la venta, a la vez que murmura algo. Es como una llamada al dinero y a la buena suerte. Nos ha encantado poder verlo, luego compraremos nosotros algo y la vendedora hará una ceremonia parecida. De alguna manera el mercadillo es más auténtico por la noche que por el día, parece otra cosa. Hemos charlado con algún grupo de españoles. Unos que van con niños nos dicen que han probado algún bicho frito, una de las niñas dice que ella se come lo que sea, con un poco de la salsa que le echan y ya está. ¡Qué valiente!

Hoy tenemos dos planes distintos. Por un lado Eva se ha levantado muy temprano para ir a un curso de cocina, los niños y yo nos iremos a buscar un barco. Se trata de una embarcación con forma de escorpión que se usaba para el transporte de mercancías y de personas por el río y que ha ido desapareciendo frente a otros transportes. Lo que tiene de curioso es que tiene forma de “escorpión”. Hemos recorrido un par de barrios antes de llegar al río y allí hemos girado río arriba que es hacia donde decía la guía que se encontraban estas embarcaciones. Parece ser que se han utilizado recientemente como vehículos para turistas, creemos que ya no funcionan. Es difícil caminar al lado del río pues la mayoría de las veces no hay un sitio para caminar sino mucha vegetación o casas pegadas a la orilla. Desde un puente hemos visto, por fin, la embarcación. Algo de forma de escorpión si tiene, pero vamos que tampoco es como para venir a verla. Como ya no debe haber turistas interesados en pasear en ella, ahora se usa como restaurante. Aún así el paseo nos ha gustado. Para volver cambiamos de camino con la idea de atravesar el barrio chino. Una especie de puerta con letras chinas y globos de papel colgando indican la entrada a este barrio. No es esencialmente diferente de otros, también está lleno de puestos por todos lados. Pregunto a los niños si quieren comer comida china, como me dicen que si, nos ponemos a buscar un restaurante. Salvo algún puesto callejero, no hemos visto nada. Fuera ya de este barrio, frente a un templo, entramos en un restaurante hindú, es algo turístico, la comida nos ha gustado mucho. Entramos en el templo que tenemos enfrente. Es algo moderno, en el jardín de la entrada hay figuras llamativas, entre ellas un Pato Donald, no es que pegue mucho, pero bueno. Visitamos el templo que está en el piso superior, cuando estamos dando una vuelta, un monje nos llama y nos dice que bajemos a un templete en el que está él. Nos hace otra ceremonia parecida a la de ayer, también nos ata otra cuerda a la muñeca. Este no nos ha rociado con agua ni ha dicho nada en inglés únicamente ha hablado en su idioma.

Vamos al albergue a darnos un baño y nos encontramos que Eva ya está allí. Resulta que ha acabado muy pronto porque ha hecho el curso ella sola y claro así es más rápido todo. Nos cuenta que le ha gustado mucho. Para empezar han ido al mercado y como estaba solo ella, han ido en una moto las dos. Iba con dos cestas y han estado comprando lo necesario para hacer unos cuantos platos. Los han estado cocinando y charlando mientras, en ingles claro. Lo normal es que hubieran ido comiendo los platos a la vez que los hacían, pero como no hay más alumnos se ha limitado, Eva, a probarlos y hacer el siguiente. Ha traído los platos en bolsas, para que los comamos para cenar.

Pasamos el tiempo que nos queda hasta la salida de nuestro autobús a Bangkok, bañándonos, escribiendo el diario y los niños viendo una película en la tv del salón común. Esta vez si, nuestro bus es de dos plantas con baño, es bastante cómodo y amplio. Pero claro no todo iba a ser perfecto, resulta que el baño no está del todo limpio y sube un pestazo considerable hacia el piso de arriba donde nos encontramos. Llegamos a Bangkok antes de la hora prevista, han ido a toda pastilla, son las 5 a.m. Cuando llegamos y claro, no hay nada abierto por ningún lado. Tenemos que esperar a que vengan a recogernos para ir a Camboya (Angkor) en un callejón por donde pasa gente de todo tipo. Desde trabajadores que vuelven a casa hasta los que se dirigen al trabajo, pasando por borrachos, extranjeros con pintas raras, incluso un extranjero que lleva a una niña cogida del brazo, ¡una pena! Nos tenían que recoger a las 6 a.m., pero no han venido hasta más tarde, nos hemos puesto algo nerviosos pues no venía nadie y solo estábamos en un callejón junto a unos japoneses que no entienden casi nada de inglés. Lo peor es que hemos sacado el billete en una ciudad bastante lejana de Bangkok y no vamos a volver allí para protestar. Un buen rato esperando llevábamos cuando nos han dicho que fuéramos hasta una rotonda donde nos recogerían. Una mini van aparece para llevarnos a la frontera. Antes de llegar a esta, nos paran en un restaurante, allí nos piden el pasaporte para gestionar el visado. Nos ha salido al precio que esperábamos, algo más que si lo hacemos nosotros. Bien es verdad, que nos hemos ahorrado algún que otro quebradero de cabeza y tener a los niños de acá para allá con algo de incertidumbre. En la cola de la aduana nos encontramos con un español que lo está haciendo por su cuenta, no es complicado, pero tampoco es fácil, concluimos que hemos hecho bien en pagar un poco más y evitarnos problemas.

Ya estamos en Camboya. Una frontera curiosa esta: resulta que hay una separación de unos cien metros entre Tailandia y Camboya. En esta separación hay varios casinos y hoteles de lujo. En ambos países está prohibido el juego, así que viene aquí la gente a perder los cuartos. Contrasta además la entrada lujosa a los casinos con hileras de camboyanos, con pintas bastante miserables, arrastrando o empujando carretas llenas de fardos. Hemos leído que llevan cosas de segunda mano para venderlas en Tailandia, no entendemos muy bien como esto puede ser un negocio.

Nos llevan a una estación de autobuses desde donde salen las lanzaderas a Siem Reap. Allí tratan de “timarnos”. Nos dicen que nuestro autobús saldrá dentro de una hora y que tarda 4 horas en llegar a nuestro destino..., pero, que si queremos podemos alquilar un taxi que por un módico precio nos llevará hasta allí en unas 2 horas. Nos olemos que quieren sacarnos un poco de dinero y decidimos que no. Tratan de hacer lo mismo con el resto de viajeros, les abordan por separado contándoles la historia y diciéndoles que hay otros viajeros interesados para que piquen, pero ninguno lo hace. Un rato después, apenas 10 minutos, nos dicen que nuestro transporte está listo. Una mini van que nos deja en la ciudad en algo más de dos horas. Hemos parado por el camino para tomar algo, ir al baño y salir de la furgoneta. Al comprar una botella de agua nos damos cuenta que esto no es como Tailandia, aquí hay que andar más alerta. Todos quieren sacar el máximo posible de los turistas. Nos piden precios abusivos y tenemos que regatear seriamente con ellos. Es un país más pobre, las cosas deberían ser más baratas, no es así. No es muy buena la primera impresión que hemos tenido de los camboyanos, no nos sentimos demasiado bien tratados, más bien como carteras a las que sacar el máximo dinero posible. No todos son así, nos ponemos en guardia y nos obligamos a estar atentos a todo. Tanto en Tailandia como en Laos hemos estado mucho más relajados.

En Siem Reap está lloviendo. Un tuk-tuk nos está esperando para llevarnos al hotel, no lo entendemos muy bien, pues no lo hemos contratado. Insiste en que es gratis el transporte. Más tarde hemos entendido que se trata de incitarte a que contrates con ellos las visitas a los templos de Angkor. Lo tienen todo montado de manera que lo hagas todo desde el propio hotel. A nosotros no nos gusta mucho eso, así que hemos hecho algunas cosas con ellos y otras fuera del hotel. Cuando se han dado cuenta de que nos salíamos de su círculo nos han tratado con un poco más de frialdad, sin llegar a ser desagradables, eso si.
Angkor (Sintiéndonos exploradores entre templos tragados por la selva)
Probablemente esta sea una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Tratar de explicar y transmitir lo que ha significado para nosotros la visita a Angkor. No creo que leer lo que voy a escribir yo o leerse todos los libros que haya sobre la materia sirva de mucho. Cuando estás allí, se te olvida todo lo que has leído, empiezas a verlo, no como una visita cultural, sino más bien como una aventura. Un descubrimiento único, a pesar de que millones de personas lo han descubierto antes que tu. Te sientes un poco aventurero, no sabes que te vas a encontrar en el próximo templo, o por el próximo camino hasta el siguiente templo. Yo os recomendaría que pasarais de lo que aquí escribo y os fuerais a visitarlo, como esto probablemente no pase mañana trataré de contaros lo que allí vivimos.


Nos levantamos a las 4 a.m., si de la mañana. Hay que ir a ver amanecer a los templos, no queremos perdernos nada, los niños los primeros. Acordamos con un tuk-tuk que nos lleve a ver el amanecer y luego nos traiga de vuelta para desayunar y alquilar unas bicis con las que pensamos hacer el recorrido. No podemos ir directamente con las bicis pues es noche cerrada y no acabamos de atrevernos a meternos en un tráfico bastante serio completamente a oscuras con solo un frontal como luz. Bueno, la verdad es que yo si me atrevo, pero no lo hemos considerado sensato. Antes de ir a los templos nos pasamos por las taquillas, sacamos entradas para 3 días. David no paga por ser menor de 12 años. Eso está bien, aunque luego nos traerá algún problema. La entrada es personalizada, traíamos fotos preparadas pero ya no las utilizan, nos toman una con una webcam. Ya podéis imaginaros el careto que tenemos, es de noche, nos hemos levantado a las 4 a.m después de dos días de viaje, ¡guapísimos!, ¡sobre todo yo!

Entramos al templo más representativo, el de Angkor Wat, para ver el amanecer. Es donde suele ir todo el mundo, ¡que se le va a hacer! Lo peor no son los turistas, sino los atrapa clientes de los restaurantes que quieren que vayamos a desayunar a sus puestos. Algunas son simpáticas, otras se ponen bastante pesadas. Nos colocamos donde está la mayoría de la gente para ver la salida del sol detrás de la zona central de Angkor Wat. Entre nosotros y las torres hay una pequeña laguna en la que se reflejarán los templos con el sol saliendo a su espalda. Efectivamente, así es y hacemos algunas fotos que nos gustan, lo malo es que no es la mejor época para los amaneceres que parece ser es Mayo. Nos vamos a desayunar sin visitar el templo, solo un pelín decepcionados por el madrugón, pero con muchísimas ganas de volver para ver el resto de lo que estos templos nos tienen para ofrecer. Con lo poquito que hemos visto ya nos hemos quedado impresionados de su tamaño y de lo chulo que es. Nos vamos pensando que el entorno selvático será una parte trascendental de la visita.

Alquilamos unas bicis de paseo con cesta delante y pata de cabra detrás, un poco cutres todo sea dicho, que son las que hay por aquí. Hemos alquilado dos días bici y un tuk-tuk el tercero, para visitar los templos más lejanos. Nos ha parecido que es la mejor manera de visitar estos templos, si te gusta montar en bici, claro, pues vas a tu aire sin depender de nadie. No hay ninguna subida, todo es llano por lo que se va muy fácil de un sitio a otro. Las distancias, de los dos recorridos principales, no son nada grandes. Aunque no hay demasiadas indicaciones no es nada complicado orientarse con un mapa muy básico (el que viene en la revista del hotel es más que suficiente). Por todos sitios hay gente por lo que se puede preguntar por el siguiente templo en caso de duda, también hay lugares para comer, para comprar bebidas en prácticamente todos los templos y en muchos cruces. Como hace mucho calor pedaleas de un templo a otro y compras una botella de agua para refrescarte e hidratarte antes o después de la visita.

Con muchísima ilusión y ganas llegamos a los templos, unos 5km desde la ciudad. Pasamos de largo Angkor Wat con la idea de visitarlo mañana. Vamos siguiendo las indicaciones de la guía y de un folleto que hemos cogido en nuestro hostel. El primero que aparece para visitar es el de Phnom Bakeng pero según nos dirigimos a él nos encontramos un templo, “no importante” a nuestra izquierda, Baksel Chamkrong. Como tenemos muchas ganas y no hay nadie vamos a verlo. Nos ha encantado, no sabemos porque no lo incluyen en los recorridos habituales, seguramente porque no se puede ver todo. Me recuerda mucho a los templos de centroamérica (Tikal y similares). Cuatro escaleras empinadísimas, una en cada dirección suben hasta el templo. El color de la piedra es marrón y resalta con el verde de la selva que lo rodea. No hay dibujos ni relieves, lo más chulo es subir las escaleras y rodear el templo para ver la selva por todos lados.

El templo de Phnom Bakeng es el que se suele visitar por la tarde para ver el atardecer desde arriba. Se trata de una colina con unos templos arriba. Están bastante destruidos, seguramente se sube por las vistas del atardecer más que por el templo en si. En el ancho camino que sube nos encontramos un elefante cruzado, que está comiendo. Lo usan los turistas para subir al templo, ahora está descansando pues no hay casi nadie. Llegamos al primer plato fuerte, La Puerta Sur de Angkor Thom. Cuando la vemos nos quedamos impresionados, ya la habíamos visto en alguna foto y alguna película. Delante nuestro se encuentra un puente que salva el foso que rodea Angkor Thom. La barandilla que hay a ambos lados son figuras humanas enlazadas. Al fondo se encuentra la puerta que más parece que da acceso a la selva que a una ciudad o conjunto de templos. La puerta es una entrada con forma triangular coronada por cuatro enormes caras, cada una en una dirección. Además de muchísimos más adornos como piernas y trompas de elefantes. Angkor Thom es como una ciudad dentro de Angkor o más bien un conjunto de templos rodeados por una muralla y un foso (creo que artificial). Por la puerta pasa un coche con bastante holgura, pero no entrarían dos juntos y de altura serán unos cinco metros que se van estrechando al final. En el lado que nos encontramos hay bastante gente pues todos paramos aquí a ver la puerta y hacer fotos. Por suerte para nosotros hemos venido en temporada de lluvia, no debe haber mucha gente comparado con la temporada alta. Atravesamos la puerta y nos subimos a una de las murallas por ver la cara de ese lado desde más cerca. Hay bastante movimiento entre coches, tuk-tuk , bicicletas y personas caminando que se mezclan con turistas haciendo fotos y vendedores de agua, de fotos, de libros y de lo que sea.


Cuesta alejarse de la puerta sur, tienes la impresión de estar viendo algo único, no quieres irte sin echar un último vistazo. El recorrido hasta Bayon es de los más agradables pues los árboles aquí son muy altos, por lo que no nos da el sol. Además hemos tenido suerte y apenas si hay tráfico cuando pasamos nosotros, o quizás es que yo iba tan embelesado que ni me he enterado. El templo de Bayon es el que más relieves y bajorrelieves tiene. Hay paredes enteras que cuentan una historia. Hemos leído algo y también oído a algún guía que esta explicándoselo a sus clientes. Son figuras apretadas unas junto a otras, en general muy expresivas. Hay desde luchas con grandes ejércitos hasta descripciones de escenas de la vida cotidiana como puede ser un desfile con elefantes o una mujer de parto.

Este es el templo en el que más gente nos hemos encontrado. No es que sea molesto, es algo que tienes en el fondo de la retina. Los detalles de las paredes o las caras que abundan por las torres de los pisos superiores son tan chulos que no te fijas en que hay una persona delante esperando para hacerse una fotografía. La visita es algo caótica pues se puede subir a los dos pisos superiores y moverte libremente por todos sitios. La parte superior está bien restaurada, no así la inferior donde hay muchas piedras en el suelo que se derrumbarían hace años. Vemos el templo cada uno a nuestro aire, Martín se va por libre, yo me voy entreteniendo para verlo todo, David busca como divertirse y Eva lo ve todo en un santiamén. Nos vamos encontrando y comentando lo que vamos viendo.

Seguimos nuestro periplo con la bici hasta el templo de Baphuon. Creo que era un palacio real o algo así, pero ahora es conocido como el puzzle más grande del mundo. La razón es que hacia 1960 se decidió utilizar un método muy en boga para la reconstrucción del templo, que consiste en desmontar el templo completo cuidando muy bien en marcar cada piedra y donde debía situarse para la reconstrucción posterior. Una vez desmontado por completo el edificio, comenzó la guerra y los técnicos franceses fueron expulsados del país y los planos ¡oh, no!, se destruyeron. Ahora ya se encuentra muy restaurado, parece que el puzzle les ha quedado bastante bien. Una enorme pasarela, de unos 50m nos lleva, elevados unos dos metros del suelo hasta la entrada al recinto central. Cuando vamos a subir por la escalera a la parte superior nos encontramos con un problema y es que a David no le dejan subir. Dicen que como no tiene la edad no puede subir porque la escalera es muy empinada y peligrosa. Es increíble pues hemos subido por escaleras mucho más empinadas y peligrosas, se le ve mucho más suelto a él que a muchos turistas de bastante edad con bastantes kilos de más. Intentamos razonar con la guarda diciéndole que el niño es escalador, que le vigilamos nosotros, que si tal y que si cual, pero no hay manera. Se queda fuera con Eva, mientras entramos Martín y yo. Luego me he quedado con él y en un descuido (o más bien un yo miro para otro lado y vosotros haced lo que os parezca) de los guardas hemos entrado. Seguramente este era uno de los templos más importante en la época de esplendor de Angkor, ahora es un buen sitio para hacer fotografías jugando con las luces que entran y salen por algunos de sus pasillos. Según he leído por ahí el templo seguramente se vino abajo porque las paredes eran demasiado finas y no soportaron el peso.


Decidimos seguir un camino que sale de detrás de este templo para ver un par de templos menores. Nos encontramos varios rincones chulos, primero una entrada por una especie de muralla levantada en vilo por las raíces de un árbol, que parecen sostener la puerta hasta que decida tirarla abajo. La otra sorpresa es un templo pequeño con figuras de cobras en la entrada. Son figuras muy curiosa que llevamos viendo todo el viaje, son siete cobras que se unen para formar una cobra más grande o bien una cobra grande con siete cabezas. El templo no es especialmente interesante salvo por el entorno donde se encuentra que es más selvático que donde se encuentran los templos más grandes que reciben muchas más visitas.

Llegamos a la zona de atrás de los restaurantes que hay en esta zona y como es la hora nos disponemos a comer. Primero tenemos que regatear el precio de la comida. Ha sido una risa pues nos traían unos cuantos menus para que viéramos los platos que podíamos pedir. Los íbamos mirando y preguntando cosas y tratando de llegar a un acuerdo por el precio de cada plato, no acabamos de entender muy bien que pasa pues no nos entendemos entre nosotros. Hasta que nos hemos dado cuenta que los precios que tenemos en cada menú son distintos. Nos hemos empezado a partir de la risa cuando ya nos hemos fijado mejor y resulta que no solo son distintos los precios sino los propios menus que son cada uno de un bar, restaurante distinto. Los deben coger de cualquier lugar y te lo enseñan, si te viene bien el precio pues adelante y si no pues te pones a regatear y listos. Hemos llegado a un acuerdo que nos parece bien. Comemos bastante bien, lo malo es que las cervezas que hemos pedido no están muy frías. Las tienen guardadas en una gran nevera que funciona con barras de hielo y agua. Si la bebida que quieres está junto a la barra de hielo entonces te la tomarás fresquita, si no es así se calentará en un santiamén al poco de abrirla. No se quien ha dicho que nos sentáramos debajo de un ventilador..., idea inútil pues no hay electricidad así que da lo mismo sentarse debajo del ventilador que alejado de él. Pasamos un buen rato pues no paran de venir señoras con niños en brazos o niños a vernos y jugar con nosotros. La señora con la que hemos regateado nos cae fenomenal, no para de sonreír y nos ha traído un plato de fruta después de la comida, que por lo visto está incluido sin que nosotros lo supiéramos. A la hora de pagar también ha habido risas con el dinero pues nos quiere dar cambio con mezcla de dólares y rieles (moneda camboyana), y entre todos nos hemos hecho un lío con lo que nos tenía que dar.

La Terraza del Rey Leproso es una sorpresa para nosotros. Hemos llegado desde atrás a una parte que parece la subida a una plataforma, a apenas dos metros de altura. Como hemos leído que en la explanada que tenemos enfrente se celebraban los desfiles nos hemos imaginado que esta plataforma era para que se subiera el rey de turno a ver desfilar a su ejercito, y que no habría mucho más. Bajamos por el otro lado y nos encontramos con la sorpresa que esconde esta terraza. Varios pasillos, que no se muy bien a donde llevan, están completamente decorados con relieves muy vívidos con un buen tamaño. Hay leones, mujeres, representaciones del desfile de elefantes que se producía cuando los ejércitos del rey regresaban victoriosos. Junto a esta se eleva la Terraza de los Elefantes, que es una gran muralla interior que guardaba un palacio real. Se llama así porque había grandes elefantes tallados en sus puertas. Recorremos la muralla por arriba de camino a nuestras bicicletas.

De momento hemos acabado nuestra visita a Angkor Thom, cruzamos la explanada para salir por la Puerta Victoria. Similar a la puerta sur solo que un poco peor conservada. Enseguida nos encontramos con los templos de Chau Say Tevoda. Hay uno a cada lado de la carretera, nos han parecido iguales por lo que hemos visitado sólo uno de ellos. Se trata de un pequeño templo, muy agradable, donde apenas si hay nadie. Un poco más allá nos encontramos con los restos de algo arrasado por la naturaleza. Un árbol parece salir de las rocas que formaban el edificio original. Sus raíces levantan enormes sillares de piedra por todos lados. Lo poco que queda en pie, parece sujeto por el propio árbol. Sin duda estas demostraciones de fuerza de la naturaleza es de lo más espectacular de Angkor. El templo más famoso al respecto es el de Ta Prom, al que iremos más tarde. Aún sabiendo que nos quedan muchas cosas que ver, nos paramos a subirnos por las piedras y pasar por debajo del árbol que en su crecimiento ha formado una especie de túnel de piedras y raíces. Este tipo de cosas es el gran triunfo de Angkor, pequeños y sorprendentes detalles que no esperas y que te encuentras donde menos lo piensas.



La carretera que nos lleva a Ta Prom es preciosa, vamos por la selva cruzándonos muy de vez en cuando con algún tuk-tuk que lleva a algún turista, alguna bicicleta, niños caminando... La mayoría del tiempo vamos sólos por la carretera y solo de vez en cuando tenemos que apartarnos para que nos adelante o nos cruzamos con algún vehículo. Ir en bicicleta también tiene la ventaja de que no hay ruido que te impida escuchar el sonido de la selva. Animales y pájaros se oyen constantemente por ambos lados, también cuando estás en los templos. De vez en cuando algún camboyano está recogiendo algo en la vegetación o simplemente durmiendo una siesta en una hamaca o apoyado en un árbol.

El de Ta Keo es un templo majestuoso, que se eleva desde el nivel de la carretera con forma cuadrada y elegante. Por la cara que hemos llegado hay obras, pensamos que no podemos entrar, pero no es así ya que la puerta se encuentra al otro lado. El muro exterior da paso a unas escalinatas que llevan a la parte de arriba del templo. Nos encanta subir estas escalinatas. Arriba suele haber muy bonitas vistas, a veces incluso te encuentras algo en el propio templo, otras son edificios vacíos. Lo que suele haber más a menudo en los templos son figuras budistas o pequeños altares con figuras de animales, de seres extraños o de objetos de diversa índole. Creo que todos tienen que ver con la iconografía budista, que es la religión mayoritaria en el sudeste asiático. Suelen estar rodeados de pequeñas ofrendas, como platillos de comida, flores, velas o barritas de incienso.


Excitados llegamos al templo de Ta Prohm. Sin duda es el más carismático de todos, pues es el primero donde vemos muchos tuk-tuk, furgonetas y autobuses aparcados en la entrada. Junto a nosotros ha entrado un grupo de japoneses que vienen en caravana, cada pareja en su tuk-tuk. Aún así no hemos tenido la sensación de que hubiera mucha gente visitándolo con nosotros. Hemos visto todo con mucha tranquilidad y en la mayoría de los sitios estábamos solos. Para ver que hay más gente he tenido que mirar las fotos y ver que si sale gente en alguna de ellas. Este templo aparece en alguna película moderna de aventuras y claro, eso llama mucho la atención. Al poco de entrar te olvidas de la película y demás cosas, te centras solo en disfrutar de lo que tienes delante de los ojos. Lo primero con lo que nos hemos encontrado son unos niños que están jugando con una Mantis y un Escarabajo con una pinza enorme. Los tienen uno frente a otro y les hacen luchar!!! David sobre todo se ha quedado alucinado, quería quedarse allí viéndolos y pasar del resto del templo. Nos gusta más ver a niños jugando así que atontados con las maquinitas. La primera parte de la visita es una pasarela de acceso a la parte central que no parece afectada por la naturaleza y que es similar a lo que hemos estado viendo en otros templos. Una vez que entramos en la zona central es donde encontramos lo que más llama la atención de este templo. La visita la hacemos un poco caótica, vamos a donde nos apetece, llamándonos unos a otros para enseñarnos lo que vemos. Es difícil de describir los árboles saliendo de los tejados de los edificios, con las raíces bajando por sus paredes o abrazando a las mismas. O también los árboles que salen de dentro de una maraña de piedras donde se puede intuir que había algo. Nos quedamos embelesasos observando un enorme árbol que está levantado en medio del patio, sin ninguna piedra cerca ni ningún efecto sobre construcción alguna. Hay quien dice que no se cortan los árboles porque son los que sostienen a los edificios, aunque también se cuenta que son los árboles los que hacen más llamativa esta visita y que no se cortan porque entonces el templo no sería tan interesante. Seguramente este no es el templo más interesante para un historiador de la cultura yemer, pero para nosotros y otros muchos, aventureros de salón, seguramente sea de los más espectaculares.

Se está haciendo tarde, pronto llegará el atardecer y con él los mosquitos. Nos ponemos pantalones largos y camisetas de manga larga además de aplicarnos repelente. Una pequeña medida para no tener problemas con el mosquito portador de la malaria. De alguna manera el viaje de vuelta es diferente, se ve mucho más movimiento por la carretera. Y no solo es por los turistas que vuelven a Siem Reap es porque la gente del lugar vuelve a sus poblaciones y casas a pasar la noche. Podemos ver a los trabajadores de los templos que se retiran, también a niños que van recogiendo animales como cabras o búfalos para encerrarlos por la noche.

Eva se para en una larga recta. He pinchado dice. ¿Y ahora que hacemos? Le cambio mi bici y cojo la suya. Voy tirando con ella como puedo hasta que se destroza la cámara y no puedo avanzar más. Hacemos dedo a ver si alguien me puede acercar a la ciudad, los tuk-tuk vienen llenos y la mayoría de los coches van en dirección contraria. Finalmente para un hombre con un pick-up que me recoge y me lleva. Es una familia con su hijo pequeño que se dirige a la ciudad. El hombre trabajó en el turismo hace algunos años y habla muy bien inglés. Me ha preguntado muchas cosas pues el trabajaba para una empresa grande y no había tenido mucho contacto con el turismo mochilero.

Cuando nos hemos juntado en el sitio de alquiler de las bicis para devolverlas, Eva y los niños me han contado dos cosas. Primeramente, que menos mal que no iba yo con ellos pues se les ha hecho un poco de noche y había muchísimo tráfico, y la segunda que en un parque cercano han visto unos murciélagos enormes, más grandes que palomas. Mañana iremos a verlos.

Atención al comentario de David...


Al día siguiente decidimos no levantarnos a ver el amanecer. Tomamos la decisión pensando en que ya lo hemos visto un día y además no es tan espectacular como en mayo, que es cuando el cielo está más rojo. Así nos evitamos también tener que tomar la pastilla de la Malaria, pues vamos a evitar las horas de más riesgo que son el amanecer y el atardecer. Aún así nos hemos levantado muy pronto para desayunar e irnos en cuanto se ha hecho de día. Hoy hemos alquilado unas bicis mejores, son de montaña a diferencia de las de ayer que eran más de paseo.

Hoy si que entramos a visitar el templo de Angkor Wat. Es el más emblemático, el mejor conservado y el más importante. Al menos para los estudiosos. Para nosotros, aprendices de aventureros, no es tan espectacular como algunos de los que vimos ayer o de los que veremos hoy. Quizás el principal problema sea el tamaño. Es tan grande que no te haces a la idea de su forma y de lo que representa. Nosotros nos hemos hecho una idea de lo grande que es, de sus dimensiones y de lo que supone cuando unos días más tarde, al final del viaje, en Bangkok hemos visitado el Palacio Real y hemos visto una maqueta de este templo. Ha sido al ver la maqueta cuando nos hemos hecho una idea de las dimensiones e importancia de Angkor Wat.

Angkor Wat está rodeada de un canal que debe medir 40m de ancho. El canal se cruza por un puente con mucho simbolísmo en la tradición Yemer. La parte frontal del templo probablemente mida unos 200m, toda de piedra con varios niveles. Se entra por una entrada elegante que tiene unas torres encima, características de este templo. Accedemos a un patio muy, muy amplio. El pasillo central es de piedra, como una continuación del puente por el que hemos cruzado el canal. A ambos lados de este camino hay dos edificios (creo que los llaman las bibliotecas) y el resto es una gran extensión de hierba. Antes de llegar a la zona central nos encontramos con una laguna a nuestra izquierda, es donde vimos ayer el amanecer. Supuestamente había otra en el lado derecho ya que es una construcción muy simétrica. Voy a decir una tontería, pero me recuerda a cosas del renacimiento italiano, en cuanto a la simetría y a las lineas tan rectas. El acceso a la zona central es más espectacular que la entrada anterior ya que las torres que se ven desde fuera son las imponentes y grandiosas torres características de este templo. La zona central es cuadrada y tiene una torre, a modo de mirador, en cada esquina. En el centro se encuentra la torre más grande de todo el complejo. Todas ellas decoradas con multitud de figuras y relieves. Vamos paseando hasta la zona trasera por donde se accede al recinto central y otra vez nos encontramos con que no dejan subir a David. Hemos intentado hacer el apaño de ir con la entrada de Martín, pero no ha colado y no hemos visto manera de podernos saltar el control. Me he indignado bastante y les he dicho que no me parecía bien, no me han hecho ni caso. El pobre David se ha llevado un buen disgusto. No ha sido la visita más interesante, ni con los relieves o vistas más chulas, es más el hecho de que no le dejen subir lo que le ha fastidiado. Desde arriba se tiene una buena perspectica del templo, pero como no se puede subir a la torre central no ves todo el conjunto a la vez, sino que lo vas viendo a tramos. Salimos al patio exterior, ya todos, a la zona de hierba. Hay muchos grupos de piedras amontonados uno encima de otro, como formando hitos. Los pone la gente de forma un poco ritual, espero que los que había por allí no se hayan enfadado mucho cuando me he llevado unos pocos por delante porque no los he visto.


Con esto y lo de ayer, acabamos la visita al recorrido corto de Angkor. Nos ponemos en marcha para continuar con el recorrido largo. Nos dirigimos hacia la Puerta Sur y la atravesamos, no sin antes pararnos de nuevo a contemplarla y ver nuevas cosas, dejamos atrás el templo de Bayon y la Terraza de los Elefantes para salir esta vez por la puerta este. Nos dirigimos al templo de Preah Khan, esta vez las distancias son más largas y nos lleva algo más de tiempo ir de un templo al siguiente. Preah Khan y Ta Som me han encantado, son del estilo de Ta Phrom, con algunos árboles saliendo de entre las rocas o rodeando partes de un edificio. En Ta Som está la unión más espectacular de un árbol y un templo, cuando vas a atravesar una de las puertas que entra a un recinto te das cuenta que hay un árbol que parece estar encima de este edificio. No le haces mucho caso y entras, al salir por el otro lado y darte la vuelta te quedas alucinado al ver que las raices del árbol bajan al suelo por este lado, como si fueran pilares diseñados a propósito


Fuera de este templo hay un conductor de tuk-tuk columpiándose en una liana. Me he puesto a hablar con él y hemos llegado al acuerdo de que mañana nos llevará a visitar los templos más alejados. Mientras David y Martín se han estado columpiando en la liana, que no es que sea muy cómoda pero mola mucho.

Lo más característico del templo Mebón Oriental es que en cada una de sus esquinas hay una figura de un elefante. Lo visitamos en silencio pues no hay nadie con nosotros. Tanto este como el de Pre Rup han tenido el valor añadido del color del templo que se ha tornado marrón dorado porque el sol está descendiendo y las vistas son realmente espectaculares desde este último.

Nos ponemos en marcha para volver a la ciudad. Pronto nos encontramos con grandes campos de arroz donde hay gente trabajando. Están plantando o recogiendo arroz, yo pienso lo primero, pero no es que lo tengamos claro. ¡¡Y lo mejor!!, una yunta de búfalos arando uno de estos campos. Me ha hecho muchísima ilusión pues es algo que quería ver en la india y no lo conseguí. Vi búfalos en varias ocasiones pero no un par de ellos trabajando en los campos de arroz. Cuando estamos llegando al canal que rodea Angkor Wat una familia de monos ha cruzado la carretera, se han puesto a hacer monerías (lógicamente), hemos pasado un buen rato contemplándoles.

Último día en Angkor. No estamos para nada cansados, tanto es así que nos hemos levantado para ver el amanecer nuevamente en Angkor Wat. Ha sido más chulo que el primer día, o quizás lo hemos disfrutado más porque ya sabemos lo que significan los templos y nos hemos empapado algo de su historia. Como tenemos que desayunar aquí, llegamos a un acuerdo con una de las chicas cazaclientes, la que mejor nos ha parecido y hemos vuelto a disfrutar de como se relajan cuando no hay clientes que captar y se dedican a jugar con los niños o a cazar bichos y reírse entre ellos.

Nuestro tuk-tuk nos está esperando a la puerta para llevarnos al templo de Banteay Srei. Este está a más de 30km de Angkor Wat, razón por la que no está tan asequible como para ir en bici. El camino hasta allí es muy chulo pues vamos pasando por pequeñas poblaciones donde vamos viendo escenas de la vida cotidiana. En varias de estas poblaciones podemos ver carteles de diferentes ONG's que se han encargado de llevarles agua potable para mejorar su vida y evitar muchas de las enfermedades que se transmiten por usar aguas infectadas y /o sucias.

El color de la piedra de Benteay Srei es más arcilloso, más rojizo que el de los templos que hemos visto estos días. Se parece al color que tomó la piedra ayer al atardecer. Es un templo pequeñito pero seguramente tiene los mejores relieves que hemos visto y se encuentra muy bien restaurado. Tiene formas y figuras algo diferentes a las que hemos visto estos días. Los relieves son más completos como si fueran posteriores y estuvieran mejor terminados. Las escenas nos parecen más nítidas y claras. A la salida del templo, como en casi todos los que hemos visitados hay un grupo de músicos sentados en el suelo a la sombra. Son personas mutiladas por las minas antipersona, a la mayoría les falta una parte de una o de las dos piernas. Cuando sale algún grupo de turistas tocan algo para que la gente les eche una moneda. Da la impresión de ser algo oficial, una manera de que estas personas tengan un “trabajo” y se ganen la vida.

Al río de los 1000 lingas se accede por un camino medio selvático. Lleno de raíces y de árboles, pero bastante abierto por la cantidad de gente que viene a visitarlo. Hay que andar casi una hora para llegar hasta él, a parte del calor es un camino muy agradable. Se trata de relieves en las piedras que forman el cauce del río. Se encuentran a ambos lados del río y tienen distintos motivos, e incluso en el suelo del propio río hay dibujos con formas geométricas como si fuera el suelo de un recinto. Probablemente lo más interesante de la visita sea el entorno y el camino que lleva hasta las piedras que los relieves en sí. Salvo porque hemos bajado unos metros siguiendo el cauce hasta dar con una cascada de unos dos metros y nos lo hemos pasado bomba metiéndonos dentro de la cascada. Al principio lo hemos hecho con timidez, solo por refrescarnos, luego ya sin complejos nos hemos puesto a cantar y a hacer tonterías.


Hemos comido al inicio del camino, donde nos ha dejado el tuk-tuk. No nos ha gustado mucho pues el conductor nos ha empujado a comer porque el quería hacerlo. Nosotros hubiéramos preferido hacerlo un poco más tarde, pero no hemos tenido ganas de andar discutiendo. Ni siquiera hemos tratado de ir a un sitio diferente al que el ha elegido, eso si la comida la hemos regateado bastante. Creemos que han mirado al conductor como diciendo, ¡anda que te regalamos a ti la comida y no vamos a ganar nada con estos! En el viaje de vuelta ya nos notamos más cansados, notamos los días que llevamos visitando sin parar. Se ha puesto a llover muchísimo, el conductor ha tapado el tuk-tuk con unos plásticos para que no nos mojáramos y el no se ha puesto nada. Le decimos que le dejamos un chubasquero, pero no ha querido, ha dicho que iba bien con la lluvia.

Al pasar junto al templo de Banteay Samré nos hemos mirado y preguntado si queríamos visitarlo y todos hemos dicho lo mismo, “Sí”, no queremos perdernos nada. Más le hubiera valido a Martín no hacerlo pues se ha roto una uña al saltar entre dos escalones. Es un templo curioso, distinto como todos los demás, su piedra es de un color gris bastante oscuro, como color ceniza. Además es más pequeño que otros templos y no tiene espacio libre sino que todo parece apretado. Entre cada edificio apenas si hay un metro de separación. En el templete que hay arriba del todo hay un hombre vendiendo ofrendas y barritas de incienso. Ha preguntado algo a Martín y le ha empezado a atar cuerdecitas en el pie y a orar a la vez que lo hacía...., no ha servido para mucho, pero bueno. Como estamos acabando la ruta le hemos dicho al del tuk-tuk que nos llevara a una farmacia, allí la dependienta se ha puesto unos guantes y le ha curado. Luego nos ha cobrado lo que ha usado y algo por atenderle, nos ha parecido bien.

Hemos ido a cenar a la zona central de la ciudad, donde más turistas y negocios hay. No nos ha gustado mucho, hay muchísimos bares con ofertas para estar toda la noche de juerga y carteles indicando que no se mira la edad de los clientes. Damos un paseo por un mercado que no nos ha parecido interesante. De alguna manera nuestra estancia aquí ya está acabada. Después de visitar Angkor, todo parece superfluo.

Hemos contratado un transporte para ir a Bangkok, no queremos tener problemas pues vamos a tomar un avión allí para ir a las playas del sur. Cuando estamos montados en el bus Eva exclama, 'Mirá ahí está Juan' (nuestro amigo Urulus). Visto de espaldas se parece un montón, incluso la forma de vestir y de como se mueve nos recuerda a él, además lleva unas gafas del mismo tipo que nuesto amigo. Nos hemos reído a costa de esto, pues a la hora de ir a pasar la frontera íbamos diciendo, 'sigue a Juan, que es por ahí'. La frontera ha sido un poco más de lo mismo que la otra vez, un poco triste ver a gente desharrapada tirando o empujando enormes carros llenos de fardos.

Llegar al aeropuerto se nos ha dado fenomenal. En la frontera se lo hemos dicho a un hombre que se estaba encargando de guardar las maletas en la furgoneta que nos iba a llevar. Pensábamos que era el conductor, pero no es así. Nos dice que no pasa por el aeropuerto (nosotros sabemos que pasa muy cerca), pero que si queremos nos puede llevar por un módico precio. No hemos aceptado pues nos ha parecido algo raro. Cuando ha entrado el conductor nos hemos dado cuenta que hemos hecho bien en no pactar con el otro hombre. El conductor nos ha dicho algo parecido pero no le hemos hecho mucho caso pues teníamos tiempo de sobra si nos dejaba en el centro de la ciudad. Al final nos ha dejado a cinco minutos de la estación de tren que lleva al aeropuerto. De camino al tren nos hemos tomado unos zumos de lima deliciosos.

Kho Phi Phi (El paraíso tiene también sus inconvenientes)
Y nosotros que no pensábamos venir a las playas de Tailandia..., nada más acercarnos a la isla de Kho Phi Phi en el ferry, tenemos claro que hemos hecho lo correcto. Como íbamos a estar en Tailandia sin visitar sus espectaculares playas. Da igual que no seamos de estar en la playa, esto es otra cosa. Por el camino hemos estado viendo islas a lo lejos, son pequeñas y todas con formaciones curiosas. Parece ser que estas islas no han salido del fondo del mar, sino que ha sido el mar el que ha inundado la zona donde existían estas formaciones. Parece que se formaron por erosión del agua y el viento y son como cilindros puestos en pie. Esto hace que debido a la acción posterior del agua haya islotes que son más estrechos en su parte inferior que en la superior. De hecho esta es una zona muy apreciada por los escaladores. Además como la roca predominante es caliza, se pueden ver muchas estalactitas colgando sobre el mar, además de formaciones y cuevas bastante curiosas.

El puerto de Kho Phi Phi es bastante grande, ruidoso, caótico y ajetreado. Aún así tiene mucho encanto pues todo es verde a su alrededor y el agua empieza a ser cristalina cuando ha bajado la profundidad. En una ensenada que separa la isla en dos es donde se encuentra la villa, un pueblo grande con casa de uno o dos pisos y calles muy estrechas. La zona, digamos, central es donde está todo lo relacionado con el turismo. Desde hoteles a restaurantes, tiendas, agencias de viajes, centros de buceo, sitios para tomar copas, cabinas de spa de lujo o de masajes cutres..., hay un poco de todo. Fuera de esta zona, lo que serían los suburbios es donde están las casas de la gente que vive aquí permanentemente, son más bien humildes y sencillas. En algunos sitios están bastante mezcladas ambas cosas. Como es lógino aquí no hay coches, únicamente carros tirados por hombres, bicis y alguna moto pequeñita. Aún así hay que ir con mil hojos por la calle ya que salen de todos lados y son tan estrechas que hay que tener mucho cuidado para que no te lleve alguien por delante. La primera noche la hemos pasado en un hotel bien chulo. Está junto a la playa contraria al puerto, en una zona bastante tranquila. El hotel está en construcción y las habitaciones tienen forma de barco. Solo podemos estar una noche y menos mal, porque han apagado la música (era child out y estaba bajita) a las tres de la mañana.

La primera sorpresa nos la hemos llevado con la playa. De color turquesa, con las barcas flotando sobre el agua transparente..., hemos pensado después de comer nos venimos a darnos un baño. Cuando hemos llegado a la playa resulta que no había agua..., había bajado la marea y estaba a más de cincuenta metros de donde la habíamos dejado antes. Lo bueno es que los niños se lo han pasado fenomenal andando por la arena buscando cangrejos y otros bichos que se habían quedado atrás. Gestionamos un poco lo que vamos a hacer estos días. Queremos hacer algo de snorkel y visitar la cercana y deshabitada isla de Phi Phi Leh. Nos ofrecen la posibilidad de bucear, pero no la hemos tomado pues Eva no puede hacerlo y no queremos hacer una cosa así con los niños. Estos se quejan de que no les dejamos hacer nada, ¡manda narices! Existen dos tipos de excursiones de snorkel, una es con tiburones y otra donde se pueden ver más cosas en Kho Phi Phi Leh. No es que tengamos muy claro lo de meter a los niños en aguas con tiburones, pero estamos preguntando en la mejor agencia de buceo de la isla y queremos pensar que lo tienen todo controlado. Por suerte las mareas nos han evitado tener que elegir ya que la zona donde se avistan los tiburones se queda casi sin agua durante estas mareas (a primerísima hora de la mañana) y a estos peces no les gusta nadar en la arena.

De las excursiones normales a Kho Phi Phi Leh cogemos la que sale más tarde. Así veremos el atardecer desde el barco. En realidad nos ha venido bien pues así nos hemos podido cambiar de hotel e irnos a unas cabañas que están en la parte alta, alejadas del ruido. O eso creíamos al menos, ya que se ha puesto de moda desde hace algún tiempo montar fiestas en la playa. Hacen hogueras enormes y ponen música hasta las tres de la mañana. Es una de estas cosas que no nos ha gustado del paraíso, que parece que todo el mundo que llega hasta aquí, jóvenes en su mayoría, vienen de juerga y no hay mucha tranquilidad que se diga.

Para subir a la Long Boat (lancha larga) hay que meterse en el agua y subir por una escalera. Somos unos doce que al principio nos sentamos dentro de la parte techada de la barca y casi sin movernos. A medida que avance el día empezaremos a cambiar de sitio, ponernos delante, y movernos continuamente. Este tipo de barcas es el tradicional de esta zona, tienen un motor con un eje muy largo en cuyo extremo está la hélice y que sirve también como timón. Van jugando con la inclinación del eje para coger más o menos velocidad y tienen que subirlo cuando la profundidad es mínima. Salimos del puerto y rodeamos la isla de Kho Phi Phi Don. Fuera de la zona habitada la vegetación lo cubre todo, en la parte trasera hay un par de playas con alojamientos caros. Son lugares muy chulos pero donde la vida se limita al lugar en el que estás, pues para ir a cualquier sitio hay que tomar una barca o andar un buen trecho por el medio de la selva. Pronto abandonamos la costa para dirigirnos a otra isla, es muy pequeña y bastante escarpada. Allí nos han dejado hacer un rato de snorkel. Hemos visto muchos peces pequeñitos, que están todo el tiempo alrededor nuestro. El material, como cabe esperar es bastante regular y vamos sin aletas. La siguiente parada si que es una isla de las que uno espera ver. Está deshabitada. Solo van turistas y gente local para aprovecharse de ello y vender refrescos, comida o lo que sea. Es pequeña, está completamente rodeada de una playa de finísima arena blanca. Es tan blanca que hace daño a los ojos pues el sol está muy alto. Aquí nos quedamos un rato disfrutando del lugar y también comiendo un pic-nic. El agua es cristalina a más no poder y su temperatura es la ideal. Nos juntamos con varios grupos de otras empresas. Hay uno que son japoneses, que arman bastante ruido y que no paran de posar para hacerse fotos unos a otros. También los hay de otro nivel, son los que vienen en un yate moderno solo cuatro turistas con tres o cuatro locales, uno para conducir el barco y dos o  más para sacar la nevera, etc. La playa está rodeada de vegetación, con algunos árboles que caen casi al mar. Como en todos los sitios hay carteles que te indican hacia donde debes dirigirte en caso de tsunami, al centro de la isla y hacia arriba. Quizás sobre algo de gente, y eso que no estamos en temporada alta, pero nos ha encantado. De nuevo en el barco volvemos por donde hemos venido a la isla donde estamos alojados. Hacemos snorkel de nuevo en un sitio que se llama la Punta de los Tiburones. Seguramente se veían escualos aquí, pero ahora que está tan cerca la gente y vienen tantos grupos no creo que se dejen ver demasiado. Cuando nos hemos tirado al agua el conductor ha empezado a arrojar arroz encima nuestro, por lo que los peces han acudido a la carrera a comerlo. Incluso nos muerden un poco para llevarse el que se queda pegado a nuestra piel, una sensación muy curiosa. En la entrada principal a Phi Phi Don está la playa de los monos. Al acercarnos algunos se han acercado a la playa y están en los árboles esperando a ver si alguien les da algo. Tienen mucha curiosidad, pero sobre todo mala leche, tienen cara de cabreados y parecen dejar claro en todo momento que quieren que les des algo de comer pero que ese es su lugar. A poco que te arrimes más de lo necesario te lo hacen saber con un manotazo o enseñando los dientes con agresividad.

Kho Phi Phi en realidad son dos islas, una es Phi Phi Don y la otra Phi Phi Leh. La primera es donde está la población, la segunda está deshabitada. Nos dirigimos hacia Phi Phi Leh para visitarla,  por un lugar donde hay una enorme pared que parece la proa de un barco surcando el mar. La vamos bordeando lentamente disfrutando de las vistas. La cueva del Vikingo es un lugar donde hay gente viviendo para cuidar los huevos que ponen los pájaros. Cuando llegue el momento cogerán esos huevos antes de que el pollo rompa el cascarón y los enterrarán en el barro. El animal se acaba pudriendo dentro y luego lo vende como un plato de comida exquisito. Aún así la cueva es un sitio curioso pues la entrada está justo al borde del agua y debajo de una gran pared vertical. Entramos dentro de una ensenada que llaman La Laguna. Parece el escondite ideal para un barco pirata. Estamos en un sitio donde el agua es aún más cristalina y donde nada se mueve, rodeados de paredes con mucha vegetación. Hemos estado un rato chapoteando y disfrutando en el agua. Otro lugar medio escondido es el acceso a La Playa. La llaman así porque aparece en la película del mismo nombre que protagoniza Di Caprio. Pasamos por un pasadizo bajo la montaña y a través de una zona con vegetación se accede a la playa. Es un lugar precioso, una playa en forma de concha con solo una pequeña entrada a través del mar. Salvo el trozo de playa el resto son altas paredes con vegetación en las partes altas. Hemos estado un buen rato bastante solos, luego han llegado más barcas y la cosa ha perdido algo de encanto.

Para terminar solo nos queda ver el atardecer. Lo hacemos en mar abierto, entre las dos islas. Un atardecer precioso con alguna nube y un velero que teníamos justo delante nuestro, cerca de donde se está poniendo el sol. Un buen broche sin duda para un buen día.
Teníamos bastante claro que lo que hicimos ayer no es snorkel, bueno o por lo menos no igual que como lo hemos hecho hoy. Lo de hacerlo con una empresa seria y especializada sirve de algo. Para empezar el material es bueno. Es decir, que las gafas se ajustan bien, no están ralladas, el tubo no está roto por donde se muerde con los dientes y lo mejor, hoy nos han dado aletas. Además está el tema de que viene una persona con nosotros que es buceadora y que nos va señalando lo que podemos ver. Para empezar nos ha dado una charla donde nos cuenta lo que vamos a hacer y lo que podemos ver. Es una pena que la chica no hable castellano porque además de nosotros vienen dos chicas españolas, Valle y Rebeca con las que compartiremos más experiencias a parte de la de hoy. Una de las cosas buenas de la excursión de ayer es que hoy no hace falta que visitemos nada y nos dediquemos solo al snorkel, Valle y Rebeca también hicieron la excursión. La idea es hacer snorkel en varios sitios alrededor de Phi Phi Leh e ir encontrando cosas. Paramos en la zona de la cueva del Vikingo y nos lanzamos al agua. La chica nos va dirigiendo y nos va enseñando cosas. Bueno, a mi me las va enseñando Eva. Voy agarrado a ella y me va señalando con el dedo lo que va viendo. A veces tenemos que bajar varias veces para verlo. No sabría decir todo lo que hemos visto, ayer debimos ver 4 tipos de peces diferentes y hoy hemos debido ver más de 100. Desde peces payaso, peces como el de la película Nemo, hasta unos alargados y transparentes. Otros que tienen un color por un lado y diferente por el otro. También hemos visto una morena. Otra cosa chulísma ha sido una serpiente de color verde a la que hemos estado siguiendo un buen rato para poder verla yo y luego resulta que es una de las más venenosas, no se si del mundo o de estos mares. Tras un par de sitios donde hemos estado viendo cosas nos dice que vamos a ir a un sitio donde es posible ver tortugas. Nos ha estado dando una serie de indicaciones de como debemos comportarnos en caso de que las veamos para no asustarlas. Hemos estado bajando varias veces a un sitio más profundo hasta que la guía la ha visto. Nos ha señalado donde estaba y todos han ido bajando a verla. Nosotros hemos tenido que hacerlo varias veces pues como la profundidad es grande y se va moviendo me ha costado bastante verla. Por fin lo he conseguido, la alegría que siento es enorme. Había visto una cuando estuve en Belizce, en aquella ocasión solo vi la cabeza fuera del agua unos segundos, esta vez la hemos visto nadar y buscar algo en el fondo marino, una gran suerte.


Menos mal que no hacía falta que visitáramos nada de la isla pues cuando hemos pasado frente a la playa de la película, hemos visto que está llena de barcas que se mueven de un lado a otro a toda velocidad. Nada que ver con la tranquilidad que vivimos ayer.
Railay (Un paraíso más idílico)
Railay está al sur de Puket y no es una isla, sino una peninsula a la que sólo se puede acceder por mar. Está en una de las zonas más espectaculares de estos mares pues aquí hay algunas de las formaciones más chulas e impresionantes de este país. Además el turismo aquí es mucho más tranquilo que en Kho Phi Phi, es una mezcla entre turismo caro pues los alojamientos son casi de lujo y turismo de escalada, pues es uno de los sitios de referencia para este deporte. Nos hemos alojado en uno de los sitios caros, hemos decidido que vamos a estar un par de días a tuti plen (bueno, un poco a nuestra manera). Cogemos dos cabañas en un frondoso jardín en uno de los mejores hoteles del lugar. Creo recordar que el precio son 70€ la noche, las dos cabañas con el desayuno incluido.


A Railay se llega por una zona de manglar. En esta parte hay varios alojamientos, aquí están los más sencillos. Pero el lugar no es muy idílico ya que la marea está algo baja y huele un poco mal por estar en el manglar. Vemos que hay muchos mosquitos, por lo que decidimos probar suerte en los hoteles que están al otro lado, que se encuentran aquí si, al borde de una playa de ensueño. Bueno, de ensueño si no fuera porque hay una máquina en medio de la playa ya que están haciendo obras importantes. A toro pasado quizás nos hubiéramos alojado en la zona de los escaladores pero según habíamos entendido en la guía hay que ir hasta allí en barco y no queríamos tener que andar tomando barcas para venir a esta zona desde allí. Luego ha resultado que se puede ir caminando sin demasiada dificultad.

No es mucho lo que se puede hacer aquí, salvo pasear para ir a ver las playas cercanas y relajarse de una u otra forma. Nos ha venido bien, sin duda, eso si, como no somos mucho de quedarnos tumbados en la playa hemos recorrido todo lo recorrible y no hemos parado. Solo que con más tranquilidad. Primero hemos subido hacia unos miradores que hay saliendo desde la zona del manglar. Cuando llegamos nos encontramos con que no es un camino en realidad, sino que hay que subir medio escalando por entre rocas y raíces. No es que sea muy fácil, precisamente, pues el terreno está muy embarrado por las últimas lluvias y resbala bastante. Las vistas son bastante chulas, aunque lo que más nos haya gustado haya sido la propia subida hasta allí. Nos acercamos a una playa que está pegada a la nuestra pero al otro lado de una gran formación rocosa, por lo que hay que dar la vuelta para llegar. Es de las playas más bonitas que hemos visto. En mitad de la playa hay una formación rocosa a unos veinte metros de distancia dentro del agua. Vamos nadando hasta allí y todo. También hay formaciones como si estuviéramos dentro de una cueva, no al aire libre. En una especie de cueva hay muchos falos de madera clavados en el suelo, algunos de más de medio metro y un altar junto a ellos. También hay algunos tailandeses con cuerdas de escalada y que se ofrecen a asegurarte o enseñarte por unas cuantas rupias. Nos hemos encontrado aquí con Valle y Rebeca que también han venido a pasar un par de días. Apenas si debemos estar veinte personas en esta playa, hasta que de repente empiezan a aparecer grupos de turistas que vienen en excursiones de un día. Han estado un rato, revolucionando un poco todo y luego han desaparecido, afortunadamente para nosotros que hemos recuperado la tranquilidad.

También nos hemos acercado a visitar la playa de los escaladores. Hemos ido por un camino que sale por la parte de atrás de los hoteles y que pasa por una frondosa selva además de por un campamento donde viven los trabajadores de los hoteles. De repente hemos empezado a oir los sonidos de la selva, pájaros, insectos y vete tu a saber que!, nos ha encantado ir por este camino. Eso si el calor es considerable. Lo más raro es que hemos visto dos coches medio en ruinas. Parece increíble que hayan llegado hasta aquí, vete a saber como? La playa de los escaladores nos ha encantado, quizás sea la más bonita y la más auténtica. Los alojamientos, bares y restaurantes son más normales, menos lujosos y más descuidados. Comemos junto a la playa, fenomenal. Cuando vamos a pagar nos damos cuenta que me he dejado la pasta en el hotel. Le digo a la señora que si hay alguna manera de dárselo a los del otro hotel y que lo recuperen, me mira horrorizada, por lo que rápidamente le digo que voy a por el dinero mientras se quedan aquí Eva y Martin en prenda. Voy con David por un camino junto a la playa por el que hay que trepar un poco, en apenas 15' estamos en nuestro hotel y volvemos. Para regresar de nuevo lo hemos hecho por un tercer camino, y es que al bajar la marea se puede ir por las rocas junto al mar. Son rocas volcánicas por las que no se anda muy bien, nos encanta por supuesto.

Nos hemos recorrido todas las agencias y hoteles buscando un sitio donde nos vendieran billetes en un bus de dos plazas para ir a Bangkok. Lo encontramos en la playa del manglar. En ella trabaja un ladyboy, son transexuales de los que hemos estado leyendo alguna cosa. Parece ser que su vida suele ser muy difícil pues en el momento en que dicen lo que son no les suelen aceptar. Le suelen echar del trabajo, por lo que la mayoría se tienen que dedicar al negocio del sexo. Este parece estar a gusto aquí y la mujer que está con el parece su madre. Se la ve bastante perdida, a nosotros nos ha resultado interesante conocer a alguien después de leer sobre ello. Lo hemos tenido que hacer en una agencia pues la única manera de hacerlo es ir a Krabhi a comprar el billete, para lo que hay que perder medio día. Hemos preferido pagarlo y que nos lo gestionen. Con tanta incertidumbre que hemos tenido con los autobuses no nos fiamos que sea de los buenos hasta que no lo vemos.
Bangkok (Agobios y experiencias en la gran ciudad)
Es de los buenos, de dos plantas y con un baño que no está mal ni huele asquerosamente. Llegamos a Bangkok muy temprano, a una estación algo alejada del centro. Como no hemos tomado ningún autobús público, cogemos uno que nos deja muy cerca de donde nos queremos alojar. Está amaneciendo y vemos a bastante gente que no se ha acostado. Sobre todo extranjeros que vienen aquí de marcha.


Vamos a pasar dos días en Bangkok. ¡Demasiado! Nos ha estresado mucho la ciudad. Lo que fue una sensación placentera a nuestra llegada hace un mes, ahora es agobiante. Después de recorrer el sudeste asiático y estar en tantos sitios tan chulos y tranquilos, nos sentimos zarandeados por el bullicio y el ajetreo de esta ciudad. No había más opciones pues no queríamos arriesgarnos a llegar el último día antes de volar y tener un problema con el bus o con vete a saber que. Recorremos varias cosas que no hicimos a la ida, como el Wat Arun, que nos quedó pendiente por causa del monzón. También hemos visitado un templo que le ha encantado a David. Se sube caminando por una rampa que va rodeando el templo y que tiene buenas vistas de la ciudad. La razón por la que le ha gustado ha sido que podía tocar todas las campanas y gong, las veces que quería. Hay muchos monjes, pero ya no vamos detrás de ellos como cuando llegamos. Hemos visitado varios mercados, de falsificaciones, otro enorme donde hay de todo, incluidos peces vivos o cualquier cosa que se le pueda ocurrir comprar a alguien. También hemos visitado el palacio imperial, donde lo que más nos ha gustado ha sido una maqueta de Angkor Wat que nos ha servido para hacernos una idea de como era el templo. También ha estado bien un gran mural donde están representadas escenas del Ramayana que es una gran epopeya que tiene mucha importancia en la tradición india. Los niños se lo han pasado bien tratando de entender los dibujos (a su manera, claro).


El mercado de las falsificaciones está junto a zonas de marcha y varios clubs nocturnos. Se puede ver a chicas bailando y algunas en la puerta a la caza de clientes. No hemos visto ninguna niña, por suerte pues nos hubiera dado bastante pena. Todo esto lo hemos visto medio de refilón, posiblemente los niños ni se hallan enterado.

Cerca de donde estamos alojados, en Khaosan Road, hay mucho ambiente nocturno. La calle está llena de puestos ambulantes y de mercancías de las tiendas expuestas en medio de la calle. Los carteles de los bares indican que allí no se le pide identificación a nadie (es decir que sirven alcohol a cualquier edad). Nos encontramos con Valle y con Rebeca (con las que estuvimos en Kho Phi Phi y en Railay), están junto a un puesto de bichos a punto de comer algunos. Bueno Valle es la que va a comer, a Rebeca no le hace ilusión. Me sumo a la fiesta, tenía ganas de probar algún bichito y este es el momento. Me he comido una especie de camarón o algo parecido frito. No es muy grande, pues no me atrevo con algo mayor. Valle prueba varios bichos, nos hemos reído bastante. Esto ha sido la primera noche que hemos estado aquí, pero para la segunda ya me había animado más yo y también David. Hemos decidido comernos un escorpión. Es increible, pero David esta más que dispuesto a ello. En el puesto hay dos o tres escorpiones, el resto de los bichos son los habituales: saltamontes, insectos, cucarachas... Nos decidimos por uno de tamaño medio y nos lo dan ensartado en un palo. David se pone a jugar y a hacer el tonto, su madre le está grabando con la cámara. La idea es que el coma la mitad y yo la otra mitad. Me parece increible que esté tan decidido y me llevo un sorpresón cuando va, se mete el escorpión en la boca y le pega un bocado. ¡Por el lado de las pinzas y la cabeza, que impresiona más! Una vez que lo tiene en la boca me da el palo y se le acaba la valentía, no quiere morderlo. Su madre que le ve empieza a decirle que lo vomite, mientras yo le digo que intente masticar a ver si le gusta, acaba escupiéndolo. Así que yo no tengo más remedio que comerme el resto del bicho. El problema es que me dan algo de grima los bichos, me da cosa, no se. Lo primero que hago es tocarlo con el dedo, como si aún pudiera estar vivo y moverse. Como veo que ya no se va a mover, me decido a llevármelo a la boca y me lo como. Me ha gustado, sabe a algo frito, nada del otro mundo. Pero lo importante es haberlo hecho y me parece que lo de David es de mucho mérito. Mientras esto sucedía nos ha rodeado un grupo de japoneses que ponen caras de asco, incredulidad, atracción, … todo junto. Ellos han comprado unos cuantos gusanos y nos han dado a probar, lo hemos hecho Martín y yo. Me han recordado a las patatas fritas congeladas, que por dentro parecen de aire.





El taxista que nos lleva al tren es un hombre encantador. Nos ha dejado en el mejor sitio y nos ha contado muchas cosas. Que tiene dos hijas que han estudiado una carrera y que se ha dedicado toda su vida a conducir transportes turísticos. Lo más increible ha sido cuando nos ha dicho su edad: 74 años. Se le ve muy bien, hasta que te das cuenta que en este país no existe nada parecido a la jubilación. Imaginamos que trabajará hasta que no pueda más y entonces sus hijas tendrán que cuidarlo. Es posible que tenga algunos ahorros que le ayuden de alguna manera. Se le ve muy feliz y a nosotros nos ha parecido una bonita despedida de esta zona y de sus gentes.
Viaje de vuelta (Moscú y el frío)
A la ida ya sabíamos que podía hacer frío en Moscú. Por ello habíamos trazado un plan. Nos hemos quedado las mantas que nos han dado en el avión para usarlas en el aeropuerto para pasar la noche. Al final las hemos tenido que usar incluso en la propia ciudad. Vamos con chanclas y pantalones piratas y nos tapamos con las chaquetas que tenemos. Los moscovitas van con abrigos pues las temperaturas son bastante bajas. David se ha puesto una manta debajo de su chaqueta y todo. Las horas que hemos pasado en el aeropuerto esperando para embarcar, se nos han hecho eternas. Hace un frío tremendo y los asientos son incomodísimos


Hemos entrado de nuevo en la ciudad con la ilusión de ver la Plaza Roja, sin las vallas que había en el viaje de ida. Ha sido aún peor, no solo estaban las vallas sino unas gradas enormes de algún evento que había pasado ya o iba a pasar. No sabemos si lo estaban poniendo a la ida y todavía están o son otras, el caso es que no hemos podido ver la Plaza Roja en todo su esplendor. Cenamos en un sitio junto a la Plaza Roja. Resulta curioso ver que hay gente fumando, aquí si hemos comido cosas que nos han gustado más que lo del viaje de ida. Sin duda nos ha merecido la pena salir del aeropuerto pues es una chulada ver el Teatro de la Ópera, el Kremlim y San Basilio iluminados.

Aquí podéis ver el recorrido que hemos hecho. Si pinchas en el mapa se abre para poderlo ampliar y ver las cosas más en detalle.



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