1 de agosto de 2013

La Transpirenaica. Resistencia Extrema (del 28/06 al 14/07 de 2013)

¡Hemos terminado la Transpirenaica! Han sido 987km de subidas (sube, que sube, que sube), de bajadas fáciles, de bajadas difíciles, de bajadas muy difíciles, de senderos, de piedras, de barro, de bosques, de árboles, de flores, de vacas, de caballos, de ciervos, de paisajes panorámicos; de amigos antiguos, también de nuevos amigos y compañeros; de roturas de materiales y de arreglos diversos; de comidas espectaculares, otras entrañables y otras frugales por no decir escasas; de caídas, de caídas tontas, de caídas bestias, de rabia por tantas piedras que no se acaban; también de cansancios, de agotamientos, de ganas de dejarlo, de apoyo para continuar, de "venga vamos", de ilusión por llegar al final, de una promesa: "si llegamos al cantábrico nos bañamos de ciclistas, con casco y todo"... En resumen 15 días con la inmejorable compañía de Kiko, compartiendo la aventura con otros transpirenaicos, con el apoyo constante de nuestra gente, sobre todo de Eva y Rosa que han ido empujando nuestras bicicletas en todo momento.


Esta es la ruta aproximada que hemos hecho:

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La transpirenaica en 1 segundo
Estamos en la playa de Hondarribia, ¡lo hemos conseguido! Hemos salido corriendo vestidos de ciclistas, con casco, guantes, maillot, zapatillas. Estamos con el agua por los muslos, me doy la vuelta y me dejo caer de espaldas... La caída dura eso, un segundo, tiempo durante el que pasa todo lo ocurrido en estos días por mi mente.

Me encuentro junto a Kiko, con el que he realizado este recorrido y que ha sido un compañero inmejorable. Me ha esperado siempre que ha sido necesario, sobre todo en las bajadas en las que yo iba mucho más lento que él.

Un poco más allá, a punto de entrar en el agua están Eva y Rosa. Ellas han sido nuestro soporte y nuestro consuelo cuando las llamábamos por las tardes para contarles las incidencias de la jornada, además de buscarnos los mejores alojamientos y darnos ánimos sin fin.

Fuera de la playa están nuestros amigos Mabel y Jose, que representarían a todas las personas que de una u otra manera nos han seguido durante estos días. Me acuerdo en este momento sobre todo de Manolo Suarez que nos ayudó justo cuando lo necesitábamos. También de Pedro, un amigo de Kiko que le llamaba todas las noches para preguntarle como nos había ido, yo apenas lo conozco, pero esa llamada era un ánimo y una de las rutinas de cada día.

Sin duda ha sido un recorrido muy exigente, demasiado. Creo que ha superado mis posibilidades, que mi vista quizás no sea suficiente para hacer algo así (creo que es la primera vez que hago algo que tengo la impresión de que me supera). Me he caído una media de dos veces al día. La mayoría han sido caídas tontas, alguna subiendo incluso tratando de subir por sitios donde hay demasiadas piedras. Otras han sido auténticos tortazos, sobre todo uno en el que había una piedra, como un balón de fútbol, en una zona de sombra, que no he visto y con la que he chocado de pleno. Dice Kiko que tengo piel de lagarto pues en la mayoría de los casos me he raspado un poco y ni gota de sangre, al final he tenido un pequeño raspón, que con un poco de agua y jabón se ha curado. ¡Ojo! eso no quiere decir que si alguien (pongamos Oscar bici que ya me lo dijo) me dice que si lo hacemos de nuevo, no me vaya a apuntar! También creo que he aprendido a montar mejor en bici, sobre todo a usar los frenos más correctamente, siempre he tenido tendencia a frenar con el de atrás (me sentía más a gusto) y eso es un error en las curvas o cuando hay arena.

Ingrávido mientras voy cayendo al agua me acuerdo de las tremendas subidas que hemos tenido que afrontar. Una de las etapas sólo tenía una subida, eso sí de 32km. Algunas las hemos afrontado por carreteras o por pistas asfaltadas. En ellas a base de fuerza o llevando la bici de lado a lado las hemos ido superando. Otras son pistas en buen estado que nos han exigido empujar con fuerza. Algunas tenían muchas piedras que hacían que como pusieras pie a tierra luego no había manera de volver a subir a la bicicleta. En todas ellas hemos dado lo que teníamos y cuando nos bajábamos a empujar era por que no podíamos hacerlo de otra manera. Y que conste que no pasa nada por empujar la bici, a veces se va más rápido así que subido en ella. Hay una que nos agotó especialmente, fue al salir de un pueblo llamado Sas. Son cantos de grava por los que tuvimos que subir más de 5km con un desnivel no demasiado exagerado. El problema es que la grava hace que patine continuamente la rueda trasera. No podemos levantarnos en la bici y además hay que ir concentrado para tratar de llevar las ruedas por la zona donde menos piedras hay.

Por razones obvias a mi lo que me angustiaba cada tarde cuando revisábamos el recorrido del día siguiente no eran las cuestas, sino las bajadas técnicas o peligrosas. Para mi era una alegría llegar a una bajada técnica y ver que había tantas piedras o era tan estrecha que teníamos que bajarnos e ir caminando.

La parte final de este intenso segundo ha sido para los paisajes que hemos visto. ¡Qué recorrido! Sólo habría que decir que hemos seguido los pirineos y no haría falta dar más explicaciones. Aún así a mi, que he recorrido estas montañas caminando, me ha sorprendido verlas desde otro punto de vista, subido a unas ruedas. He pasado por sitios que conocía y visto montañas a las que he subido, que me producían una gran emoción, pues de alguna forma son parte de mi. He podido ver animales de cerca, como caballos junto a los que hemos pasado con la bici y que han caminado a nuestro lado. Muchas vacas, por supuesto. También un par de cervatillos, buitre y algún águila.

Finalmente entro en el agua, ¡agradecido!
Etapa 0: El viaje a Llança
Kiko estaba nervioso, "¿como van a entrar las bicis debajo de las camas?, por si hay que desarmar los pedales, llevo una llave". Yo soy más de la opinión de subir al tren y una vez allí, ya lo solucionamos. La verdad es que algo de razón tiene, pues hemos tenido que hacer malabarismos para poder meter las dos bicis debajo de las literas. La de Kiko ha entrado regular, pero la mía que ha sido la segunda ha sido un poco chungo. Finalmente no necesitamos quitar los pedales, aunque si el asiento. El resto de las cosas las hemos puesto en una especie de maletero en la parte de arriba, con la colaboración del resto de ocupantes del camarote, que nos han dejado hacer. Uno de los viajeros viene de Gambia y está emocionado pues es la primera vez que viaja en tren. Cuando nos ha visto como hemos metido las bicis ha dicho que hemos sido "very clevers" (muy inteligentes). El tema de meter las bicis no es sólo un problema nuestro, nos ha dicho la revisora que a otros chicos les ha tenido que dejar su cuarto para que metieran las bicis... Encima hemos tenido suerte pues nada más acabar nuestra ruta han sacado una nueva norma los de Renfe que ponen aún más difícil, si no imposible, el llevar las bicicletas en trayectos largos. Vamos, lo normal, en vez de facilitar las cosas se ponen más trabas.

Dormimos con algo de calor y nos pegamos con el resto de viajeros para sacar nuestras cosas al andén al llegar a Barcelona. Rápidamente sacamos el billete a Llança en el primer tren que sale. No lo pudimos hacer por internet por si había retraso. Ni tiempo de desayunar algo tenemos. Vamos junto a otra pareja de ciclistas que van a hacer también la transpirenaica.

Kiko no ha parado en las dos horas y media que dura el trayecto. Se ha cambiado, ha preparado la bici, se ha dado crema..., que si, que es verdad que hay que hacerlo y yo también lo he hecho, ¡pero no durante la primera media hora del viaje!
Etapa 1: Llança - Sant Llorenç de la Muga (67km, 8h)
Ha llegado el momento, nos ponemos en marcha tras hacernos una foto en la estación. No queremos perder tiempo ni en acercarnos a la playa. Damos un par de vueltas por Llança hasta que conseguimos dar con el track que nos saca de la población por una pista que rápidamente comienza a subir. Es lo lógico si estamos a nivel del mar que tengamos que subir a lo largo de todo el día. Lo que nos sorprende es que las rampas son bastante duras. Parece que el recorrido quiere que tengamos claro desde el principio lo que nos espera. Hace calor y hay bastante humedad, que unido a que no hemos dormido demasiado bien, se nota en las piernas.
Poco a poco vamos alcanzando las primeras alturas en la Sierra de Baga Ferrán. Hay que parar varias veces a ajustar las cosas de la bici, el GPS, mi asiento, las alforjas... El paisaje es bastante árido pero colorido. La bajada a Ribós nos deja buen sabor de boca, sobre todo por tener que dejar de subir. Es un pueblo bonito, sobre todo el puente de la entrada con un río bastante apetecible. Paramos a tomar algo, pero sin mucha fortuna pues no tienen nada para darnos de comer, así que nos hemos tomado unas cervezas con unos frutos secos que llevábamos.
Durante el siguiente tramo nos encontramos un par de cosas curiosas. La primera son una especie de puertas que nos han dado un buen susto. Se encuentran en medio de la pista y son dos cañas con un muelle para que estén cerradas. Al verlas hemos pegado un frenazo hasta que nos hemos dado cuenta, de cerca, que están separadas y que solo hay que pasar empujándolas y se cierran al pasar. La otra cosa es un poco más inquietante... resulta que de repente nos encontramos con un cartel que dice "PELIGRO Caída de proyectiles. Zona militar" y estamos en medio de ella. Hemos tardado un rato en salir y en todos los cruces estaba el mismo cartel sin escapatoria posible. No creíamos que nos fuera a caer nada, pero ni hemos parado, ni hemos dejado de mirar hacia arriba...

Paramos a comer en Espolla, un bocata que nos hacemos nosotros y unas cervezas que nos sirven en el bar. No hemos tenido ningún problema durante el recorrido en poder hacer esto. Incluso la señora nos ha traído unos platos para que los usáramos.

Por delante tenemos varias subidas y bajadas nada cómodas. Sobre todo una de ellas en la que me he estrenado con varias caídas. Lo he pasado un poco mal pues hay bastantes trialeras y aún tengo las ganas de hacer todo el recorrido encima de la bicicleta. Conforme pasen los días, se me irán quitando las ganas y me bajaré de la misma sin remordimientos. El embalse de Boadella es como un bálsamo para nuestro cansancio, sobre todo cuando lo hemos bordeado y vemos que está tan alto que muchos árboles parecen crecer dentro del agua. Probablemente sea la parte más bonita del día de hoy.
Llegamos a Sant Llorenç de la Muga a muy buena hora. Con tiempo de darnos un bañito en el río y de recorrer esta bonita población. Nos han pasado varias cosas, resulta que la ventana de la terraza se ha cerrado y no somos capaces de abrirla, no podemos acceder hasta por la noche a cosas que tenía para hacer la colada. Cuando estamos cenando le pedimos a la chica un vino de la zona, de Muga le decimos. Que paquetes somos, los vinos de Muga son de la Ribera del Duero. Cenamos, muy bien, en el alojamiento que tenemos reservado. Lo traemos de Madrid y pensamos que es algo caro, pero la verdad es que al final nos ha salido bastante bien.


El presupuesto, para quien pueda interesar, nos ha salido por unos 100€ al día a los dos. Durmiendo en hoteles o casas la mayoría de los días y uno en un albergue. A media mañana nos tomamos un almuerzo, que suele ser una bebida y algo de comer, un montado la mayoría de la veces. Para la comida compramos pan, algo para poner dentro y fruta y lo tomamos en un bar con unas cervezas y un café o en medio del monte si las circunstancias así lo piden. Las cenas las hemos hecho en restaurantes o en las casas donde estamos alojados, pues nos apetecía cenar bien.
Etapa 2: Sant Llorenç de la Muga - Camprodón (73km, 9h30)
Queremos levantarnos pronto, así que no se han levantado a prepararnos el desayuno. A cambio nos han dejado una bolsa con un picnic que nos ha servido como desayuno y como comida. Nos ponemos en marcha y rápidamente llegamos a Albanyá, pueblo donde acaba la primera etapa que seguimos, pero que nosotros descartamos porque no sabíamos como se nos iba a dar lo del tren. Ya estamos en una zona mucho más verde, más de montaña, nada parecida a lo de ayer. En Albanyá paramos por si podemos tomar un café, pero aún no está abierto. Visitamos el pueblo y colocamos las cosas de la colada que no se han secado en la bici.

La subida al Coll de Riu es larga y muy empinada en su parte final. Lo peor han sido los primeros kilómetros pues vamos subiendo y rápidamente bajando lo que hemos subido. Un rollo pues nos desesperamos pensando en que toda la subida va a llegar al final. Nos vamos sumergiendo poco a poco en los bosques de montaña que nos acompañarán a lo largo de todos los días de ruta. Estos bosques irán cambiando según la zona, en general nos proporcionarán lugares pintorescos y bonitos además de buena sombra a veces. Casi en el collado nos cruzamos con dos ciclistas que bajan y charlamos de la transpirenaica, nos dicen que ellos la hicieron hace unos años y que esta es una de las subidas más duras de la ruta.
Ricardo, subiendo al Coll de Riu (V. Kiko)

La bajada hacia Sadernes es larga, pero buena. En un par de puntos tenemos que volver sobre nuestros pasos pues hasta que no nos hemos metido en la pista no se ve en el GPS que no vamos por el lugar correcto. Sin darnos cuenta llegamos a una zonas muy encañonadas y comienzan a aparecer senderistas. Hay bastante gente, propiciado porque es domingo. Algunos van con perro y luego veremos que hay un guarda de seguridad a la entrada al parque que lee los chips de los perros antes de dejarles entrar. Pasamos por algunas zonas de escalada donde hay gente subida a las paredes, otros están dándose un baño en el río, un sitio bien chulo.

Antes de tomar la pista que sube al Collado de Sant Pau hay una indicación de un pueblo Castellfollit de la Roca. Kiko me ha hablado de él pues lo visitó en unas vacaciones, está a un par de kilómetros, así que me acerco a verlo. Se trata de un pueblo que está situado al borde de un acantilado. Desde la carretera por la que me he acercado la vista es espectacular, ha merecido la pena el recorrido extra. Comenzamos a subir con alegría, hasta que algunas de las rampas nos cortan el resuello y hacen que incluso haya que bajarse de la bici para empujar. Creo que he subido hasta arriba sin bajarme, pero también puede ser que me haya olvidado de algún tramo empujando la bici. Kiko empieza a estar agobiado con esto de empujar la bici, creo que no pensaba que fuera a tener que hacerlo tan a menudo. Lo que si nos iremos dando cuenta poco a poco, a lo largo de los días, es que no hay cuesta que se resista. Que con paciencia y poco a poco se van subiendo todas. Al final del día no es tan importante lo que te ha costado subirla, sino lo bonito que es o las espectaculares vistas una vez alcanzada la cima.

Hemos parado junto a un caño a beber agua y descansar. Nos damos cuenta que el árbol que tenemos justo encima es un cerezo, ayer le dije a Kiko que tenía ganas de comer cerezas, así que hemos cogido unas cuantas del mismo árbol y las hemos comido. Un poco más adelante estamos buscando un sitio para parar a comer. En nuestro itinerario no parece que haya ningún sitio propicio, así que le preguntamos a una mujer que sale de su casa si hay algún bar cerca. Nos dice que no, que no hay nada. Le pregunto si tiene un par de cervezas para vendernos..., dice que no. Y al preguntarle si tiene agua fresca, nos señala una fuente que hay frente a su casa. Hemos comido de maravilla, a la sombra y bebiendo agua fresquita. Kiko dice que me ha hecho la boca un fraile por haberle pedido las cervezas. Ni lo he pensado, ella ha dicho que si las tuviera nos las daría sin cobrarlas, no nos lo acabamos de creer.
En el Coll de Sant Pau se abre una pequeña meseta con una población. Comenzamos a bajar con la alegría de que ya no nos quedan más subidas y que en pocos kilómetros llegaremos a Camprodón, nuestra meta de hoy. La parte final discurre paralela al río Ter, por una pista asfaltada muy cómoda, con rampas sorpresivas eso sí. Vamos junto a una acequia y en algún punto hay yacimientos mineros a la vista. Paramos en la plaza, es pronto y tenemos muchas ganas de tomar una cerveza. Hablamos con unos chicos que se quedan alucinados pues dicen que ellos están matados y solo han hecho dos días... Nos tomamos dos cervezas de medio litro y acabamos medio mareados. Kiko se siente inspirado y comienza a escribir la crónica del día con el mareo por la cerveza. La mala suerte es que le ha fallado algo y lo ha perdido.

Camprodón es un pueblo muy bonito, con rincones curiosos como el Pont Nou (Puente Nuevo). Pasamos la tarde paseando y escribiendo nuestros respectivos diarios; Kiko para subirlo a su blog y yo a la manera tradicional en una libreta. Cuando estamos a punto de irnos a cenar nos encontramos con la pareja con la que coincidimos en el tren. Cuando estamos hablando dice el chico, espera que voy a poner el "freno de mano". Nos hemos quedado impactados con el invento. Una simple goma puesta en el mango de la bici y cuando quiere parar la pone en el freno para que la rueda se quede bloqueada. Ha sido el invento de este viaje, "¡mejor que la gaseosa!", se lo hemos dicho a todos los que nos hemos encontrado. Nosotros pondremos unas gomas para el pelo que nos van muy bien. Cada vez que queremos parar en una pendiente fuerte para hacer una foto o mirar algo, ponemos el freno de mano y cuesta muchísimo menos sujetar la bici.
Etapa 3: Camprodón - La Molina (Estación de Esquí) (59km, 9h)

Nos hemos levantado pronto pues nos han dicho que podemos desayunar en un bar cercano. Así es, pero sólo tienen un donuts para cada uno que mojamos en un café. Salimos de este bonito pueblo cruzando su emblemático puente, el Pont Nou. Tomamos la carretera nacional para desviarnos pasados unos pocos kilómetros hacia La Roca, otro pueblo que está en lo alto de un cerro. La subida se hace cada vez más dura pasado el pueblo, cuando Kiko se tiene que bajar de la bici dice "¡Hasta aquí ha llegado el donuts!", el mío debía ser más grande pues me ha dado para un par de rampas más. Estamos subiendo La Collada Verda. Por suerte hoy no tenemos bajadas y subidas, todo lo que subimos es válido, sea a pie o en bici. Eso anima bastante. Las vistas son una pasada pues vamos dejando atrás un valle muy amplio y todo lo que nos rodea son campos llenos de vegetación. Nos paramos en varias ocasiones para tomar aliento, disfrutar de las vistas y tomar unas fotos, todo a la vez.
Poco a poco, inexorablemente, vamos subiendo, ganado metros al altímetro. Se alternan rampas duras con tramos más llevaderos. También hemos abandonado el asfalto hace rato, pero la pista no es del todo mala.

Llegamos arriba y sin darnos cuenta estamos bajando. Kiko va bajando más rápido, yo me caigo con tan mala suerte que se me suelta un pulpo que tenía sujetando la alforja (lo he puesto por ponerlo, no porque sea necesario). No me he dado cuenta de que se había soltado y continuo bajando. El pulpo se ha enredado en los cambios. Bajo como puedo hasta donde está Kiko y nos ponemos a quitarlo. Hemos estado 45 minutos cortando trozos de goma que están entre los piñones. Gracias a que llevamos una navaja y una herramienta multiusos lo hemos podido solucionar. En Pardines paramos a tomarnos nuestro merecido almuerzo, un pan con tomate y tortilla francesa que nos sabe de miedo. Encima las vistas desde la terraza son magníficas y hace un día precioso. Estamos dándole vueltas a avanzar más en la etapa de hoy, vamos a ver si llegamos a La Molina.


Nos han dicho que la bajada es más fácil por la carretera, así que eso hacemos. Hemos pasado por el tren cremallera que sube hacia el valle de Nuria. Después de comprar algo de comida comenzamos a subir hacia Plagnoles. Hoy tenemos el día de avanzar y vamos por la carretera nacional en vez de tomar las pistas por las que nos llevaría la ruta. Comemos en Plagnoles con las nubes amenazando descargar. Estamos un poco indecisos pues la subida hacia La Collada de Toses para bajar a La Molina es larga. Pensando que nos puede llover en cualquier momento nos ponemos en marcha por la carretera. Es una subida larga pero muy continua, lo que nos permite ir ganando altura y haciendo kilómetros con bastante rapidez. En La Collada no paramos mucho pues las nubes son cada vez más negras. Llegamos a la parte alta de la estación de esquí justo cuando empieza a llover, con el tiempo justo de resguardarnos bajo una marquesina. Llamamos a Eva y a Rosa para que nos busquen alojamiento en el pueblo de La Molina, mientras nos metemos en una cafetería esperando a ver si escampa. Tras un café, charlar con los camareros y escribir el diario y la crónica nos decimos a nosotros mismos que ya hay que salir, que no tiene pinta de parar de llover. Así que con chubasqueros y mucho cuidado, nos lanzamos en la bajada hacia el pueblo de La Molina. Llegamos calados al albergue donde nos vamos a alojar. Está lleno de niños que están de campamento. Como hace bastante malo, decidimos comer el menú del albergue. Una monitora se acerca a nosotros y nos avisa que esta noche es noche de terror, que se oirán gritos...
Etapa 4: La Molina (Estación de Esquí) - Tuixent (74km, 9h)
Etapa clave. Se puede decir que aquí hemos pasado el bache más grande de la Transpirenaica. Habrá etapas incluso más duras que esta, pero es aquí donde hemos pasado el punto de inflexión. Donde incluso se llegaron a pronunciar las fatídicas palabras ("¿Nos volvemos a casa?"), por suerte nos repusimos y continuamos adelante.

La noche de terror no ha sido un problema. Se oyeron gritos hasta las 23h30, según me cuenta Kiko, pues yo me desconecté y ni me enteré. El desayuno es como la cena, de batalla, pero podemos comer todo lo que queramos. Hace un día espléndido cuando salimos carretera arriba. Nos toca volver a la parte alta de la estación donde nos empezó a llover ayer. Son tres kilómetros que empezamos con algo de fresco mañanero pero que rápidamente se convierte en calor cuando llegan las rampas. Siguiendo la carretera nos dirigimos a la estación de La Masella, donde empieza la subida "especial". Un tramito de asfalto y ya estamos, nos encontramos en una pista verde de la estación de esquí. ¡Qué horror!, nunca pensé que fuera tan horroroso subir en bicicleta por una estación de esquí. Lo primero es el entorno, que sin la nieve es más bien feo ya que está lleno de postes indicadores y de cañones de nieve. Y no es solo eso, en la pista sólo hay hierba o una especie de camino muy ancho de arena. Los árboles sólo están fuera de las pistas. El primer tramo es muy empinado, sumado a que hay piedras y arena, nos obliga a bajarnos de la bici y empujar. Luego hay un tramo algo más asequible en el que yo me subo y Kiko va a ratos subido y otros empujando pues dice que casi avanza más andando. Tras un par de giros llegamos a una senda llena de pedrolos por los que nos cuesta mucho ir empujando la bici, para mi es el peor tramo. Luego volvemos a la pista, que ya es más tendida y nos permite ir pedaleando. Al llegar a un collado nos encontramos con dos chavales que bajan desde la parte alta de la estación con unas bicis especiales para estas bajadas y que llevan el cuerpo lleno de todo tipo de protecciones. Por fin salimos de la estación y vamos subiendo agradablemente por una zona más normal que se encuentra encima de La Molina. En el punto donde empieza la carretera está la frontera entre Gerona y Barcelona. Hay dos coches parados y unos cuantos señores jubilados. Comienzan a preguntarnos que estamos haciendo y a donde vamos, se van excitando unos a otros, cada vez hablan más y más deprisa, cuando nos marchamos parecen cotorras.
El collado de Pal está un poco más allá, pero se llega muy fácil por la carretera. En vez de tomar el itinerario del track tomamos la carretera pues llega al mismo sitio, al pueblo de Baga, y no hay casi tráfico. Estamos frente a la sierra del Cadí, un lugar al que le guardo mucho cariño, me gustó mucho cuando lo visitamos. Las vistas durante toda la bajada son espectaculares, dan ganas de parar continuamente a hacer fotos. Al poco de comenzar a bajar nos hemos topado con un vaquero que va subido en su todoterreno conduciendo un grupo de unas 20 vacas que van corriendo por la carretera. Utiliza el claxon y un perro para dirigirlas. Cuando hemos llegado a una curva con guardarrail ha parado y nos ha dejado pasar. Al parar él el coche, las vacas han parado y hemos pasado despacio.


En Baga almorzamos y compramos algo para comer después. Es el sitio donde se terminaría la cuarta etapa, como nosotros ayer avanzamos más, hoy seguimos más adelante. Salimos por una pista asfaltada, pronto tenemos que abandonarla y continuar por una pista sin asfaltar. Está bastante mal en algunos tramos, aparte de ser bastante dura. Tras una hora o más de luchar con esta pista llegamos a un pequeño collado, y cual es nuestra sorpresa cuando nos encontramos con que la pista asfaltada que dejamos atrás llega hasta aquí. Si la hubiéramos seguido habríamos llegado al mismo punto, prácticamente haciendo la misma distancia, pero mucho menos cansados. En fin, cosas de la Transpirenaica!
¡Curiosas puertas!

De todas formas aún nos queda mucho por delante. Tenemos que llegar al collado de Torn. Estamos bordeando de lejos el Pedraforca, punto más alto de la sierra del Cadí. Nos queda mucha subida que no es tan dura como las rampas de atrás pero que nos obliga a hacer un esfuerzo continuo. Las vistas del macizo del Pedraforca son fabulosas, también el resto de la sierra que vamos dejando atrás. Lo malo es que las nubes son cada vez más negras. Tenemos hambre y ya es la hora, pero no queremos parar por si se pone a llover como ayer y no para en toda la noche. Llevamos un saco en las alforjas, pero creo que no sería una noche muy agradable... Con la obsesión de avanzar antes de que caiga la tormenta vamos dejando collados a nuestras espaldas. Paramos en un lugar donde hay unos postes indicadores nada claros, la ancha pista por la que venimos continua bajando. Mientras que un camino muy estrecho (de caminantes) sale de frente por entre la hierba. Menos mal que nos hemos parado a mirarlo bien, pues lo lógico era seguir la pista, no meterse por el camino como tenemos que hacer.

Ha sido una bajada que he disfrutado mucho. Es difícil, pues el camino es estrecho y en varios puntos no es ciclable. En otros hay trialeras que tengo que bajar muy despacio o caminando. El hecho de estar bajando hacia la civilización nos permite ver las cosas con más alegría. Si se pone a llover ya no lo vemos tan mal. Nos hemos puesto algo de abrigo pues hace frío, aunque no demasiado. Vamos disfrutando de cada trampa que nos pone el camino hay pasos de arroyos imposibles para ir montados, y eso que se supone que el recorrido de hoy era ciclable al 100%. De repente Kiko se para y me dice que me de prisa. Hay unos cuantos buitres leonados un poco más abajo, el ha visto salir volando a dos, y otros dos salen cuando yo llego. Lo más impresionante es que hay unos cuantos más en tierra y que van subiendo la montaña dando saltos. No hemos visto que estuvieran comiendo ningún animal, seguramente fuera así.
Buitres leonados
Ricardo baja un tramo 'ciclable' (V. Kiko)
Estamos bastante cansados cuando llegamos a la carretera, por fin! Teníamos pensado bajar todo lo que pudiéramos, pero decidimos quedarnos en el primer pueblo grande que tenemos a unos 6km, se llama Tuixent. Por supuesto el pueblo está en un alto, hay que volver a activar las piernas después de la larga bajada. Los primeros metros de estas subidas son los peores, luego las piernas se calientan y ya subes lo que sea necesario. En el pueblo no hay nadie, salvo unos extranjeros franceses que nos dicen las cosas por señas. Nos acercamos a la plaza del pueblo donde hay dos bares con mesas en la calle, que están cerrados y vacíos. Uno de los bares está cerrado, el otro está abierto pero está todo a oscuras, parece como si la gente hubiera desaparecido. Eva y Rosa nos han reservado un sitio, les han dicho que están fuera y que llegarán dentro de una hora. (Imaginamos que habrán tenido que decir que queríamos hablar de Tolstoi para que nos dieran alojamiento). Así que nos ponemos a comer, que tenemos un hambre bárbara, en una de las terrazas. Estamos liados haciéndonos unos bocatas de sardinas con toda la mesa llena de cosas y pringando de aceite cuando aparece... tachán... la guardia civil (no era Saza, ni dijeron nada del libre albedrío, pero el mosqueo ya lo teníamos). Nos preguntan que si no hay nadie, "pues no, en este pueblo no hay nadie o son todos unos hijos de p***" (no lo dijimos pero lo pensamos), ya no están ni los extranjeros (ahora que lo pienso es posible que fueran americanos y vinieran de una universidad). Nos dicen no se que y se meten por la puerta abierta del bar..., nunca más supimos de ellos. Al poco baja el dueño del bar diciéndonos que estaba arriba y que había dejado la ventana abierta para que diéramos un grito si queríamos algo... ¡como todo el mundo sabe cuando llegas a un bar que está a oscuras tienes que dar un grito! Cuando un rato después habíamos tomado un par de cervezas y nos habíamos comido el bocata de sardinas, empezamos a pensar que finalmente "Amanece que no es poco".


El pueblo es muy bonito y está en un sitio idílico, rodeado de campos y de montañas. El alojamiento en el que estamos también está muy bien, también la cena y el desayuno del día siguiente. La verdad es que el otro sitio donde nos podíamos haber alojado también tenía muy buena pinta y el dueño nos pareció muy majo. Cuando acabamos de cenar le dijimos a la señora que si le pagábamos para no tener que hacerlo al día siguiente con prisas y nos dijo un dicho de la zona que nos ha gustado mucho: "Music pagát no sone bo". Al principio no le hemos entendido nada, nos lo ha tenido que explicar: "Músico pagado por adelantado, no suena bien". (También nos podía haber dicho que como se nos ocurre plagiar a Faulkner, con la devoción que se le tiene en el pueblo).

PD: Para quien no entienda algunas de las cosas que pongo de nuestras vivencias en el pueblo de Tuixent. Son de la película "Amanece que no es poco" de José Luis Cuerda. A mi manera, eso si.
Etapa 5: Tuixent - Llavorsi (89km, 10h)
Etapa larga que nos ha dejado con muy buen sabor de boca. Sobre todo porque hemos hecho una pequeña trampa y hemos cambiado un poco el itinerario para evitar la bajada final a Llavorsí que es algo mala.

Los primeros kilómetros son de bajada, y además por carretera sin tráfico. Son un auténtico regalo ya que el paisaje es precioso y el frescor de la mañana hace que vayamos realmente a gusto. El sol poco a poco va iluminando las montañas primero, luego los prados y finalmente a nosotros que tenemos que parar a quitarnos la chaqueta. Tras pasar varios pueblos pequeños y un camping comenzamos la primera subida del día. Es fácil pues seguimos por la carretera. No hay rampas duras sino un puerto muy tendido que nos permite disfrutar tanto de las vistas como del sonido de la naturaleza ya que no hemos visto apenas ningún coche.
El Coll d'Arnaut es el punto final de este tramo de carretera. Tenemos que abandonarla e introducirnos por un camino para comenzar la bajada. La primera parte además de ser fácil es una maravilla. Vamos dentro de un túnel de vegetación que hace que vayamos en sombra. Además el color del suelo es marrón arcilloso que contrasta primero con el verde claro e iluminado donde da el sol y el verde más oscuro en las zonas umbrías. En el resto de la bajada hay de todo, tramos fáciles y agradables y otros con piedras o pequeñas trialeras. Tomamos una carretera que lleva a varias explotaciones ganaderas que nos lleva a la carretera nacional. Este, creo que es el peor tramo de la transpirenaica. Son unos dos kilómetros por una carretera con muchísimo tráfico. Vamos pegados al arcén con algo de miedo en el cuerpo. Sobre todo cuando pasan los camiones a nuestro lado y tenemos que ir bien agarrados al manillar. Por suerte salimos enseguida y nos dirigimos a Noves de Segre.

Curioso pueblo este también. Preguntamos a un señor que resulta ser un trabajador del ayuntamiento (el alguacil). En contra de lo que suele ser habitual nos da información muy precisa. 1º En el pueblo no hay bar, lo cerraron hace unos años y nadie lo quiere coger. 2º Tampoco hay tienda. Pero si queremos comer, beber o comprar algo ahí está la casa de la señora María. Llamáis a la puerta de metal y os atenderá. 3º La bajada a Llavorsí es muy mala, nos recomienda otro camino que nos lleva a la carretera que baja a Sort (que tiene poco tráfico). Lo mejor de esta información es que el hombre lo ha hecho en bicicleta por lo que sabe bien como es el camino.

Efectivamente la señora María nos ha preparado dos bocatas de tortilla que nos han sabido muy buenos. A la hora de pagar nos ha pedido 12€ por los dos bocatas y dos bebidas, nos ha parecido que ha dicho lo que se le ha venido a la cabeza..., nos ha parecido bien.

Comenzamos a subir hasta Beren. Pueblo de cuatro casas y una balsa (pilón) donde rellenamos los bidones de agua fresquita y charlamos con un paisano. A partir de aquí ya no hay más asfalto. Solo pista en bastante buen estado salvo la parte final. Cuando llegamos a esta parte empezamos a encontrar tramos con algo de cemento, por lo que empezamos a pensar que estamos llegando arriba y que a partir de aquí va a ser mejor el camino. Nada de eso! Parece que hay cemento donde les ha venido bien ponerlo, ni siquiera en los peores tramos. Hay algún punto con muchísima arena y agujeros en la pista que nos han hecho tener que empujar la bici.
Llegamos a la carretera de Sort y tras subir a un collado nos lanzamos en una bajada de 20km. He llegado a ver el cuentakilómetros a más de 50km/h. Kiko, como siempre lo ha resumido fenomenal, "¡me temblaba todo!". Comemos un menú en Sort pues son más de las 4 de la tarde y no hay nada abierto para comprar. Ya solo nos quedan 11 kilómetros de carretera en ligera subida a Llavorsí. Cuando llevamos 3 kilómetros Kiko se da cuenta que nos hemos dejado los papeles en el restaurante. Dice que no volvemos a por ellos que nos apañamos como sea. Por suerte alguien del alojamiento de Llavorsí pasara por allí y nos los traerá más tarde.

Comenzamos a discutir el tema de no avanzar más etapas. Hemos ganado una etapa con respecto al itinerario previsto, avanzando más durante 3 días. Kiko es más partidario de ganar terreno, ir avanzando hasta donde se pueda, mientras haya tiempo y ganas. Yo soy más partidario de hacer las etapas tal y como están previstas, pues de lo contrario nos podemos encontrar con que el siguiente punto para dormir está muy lejos, además prefiero ir más relajado y si llegamos pronto a un destino, relajarnos. Nos pasaremos dos o tres días hablando de esto, hasta que he descubierto un argumento definitivo para convencerle: Resulta que hemos dicho que si llegamos al Cantábrico, nos bañamos en la playa vestidos de ciclistas (con casco, guantes, zapatillas...) y además hemos hablado de que Eva y Rosa van a subir a buscarnos ese fin de semana. Si llegáramos el viernes (ganando otro día), resulta que nos bañaríamos en la playa nosotros solos, sin que nadie conocido nos viera. Sin embargo, si no ganamos ningún día, llegaríamos el sábado con lo que estaríamos con ellas y nos verían hacer el ridículo. Aunque le seguirá dando vueltas al tema, le ha gustado la idea.

Coincidimos en Llavorsí con Santiago y Alfredo (valencianos), con los que nos iremos viendo durante varios días y con los que compartiremos las alegrías y durezas de la ruta. Ellos nos han contado que han hecho la ruta original y que la bajada a Llavorsí es tremenda, que han tenido que bajarse varias veces de la bici.

Estamos alojados junto al río Noguera Pallaresa, con la ventana abierta. Nos hemos dormido con el rumor del agua justo debajo de nuestra ventana.
Etapa 6: Llavorsi - Espui (59km, 9h)
Tenemos por delante la gran subida. 30 kilómetros de subida ininterrumpida hasta el Coll de la Portella. Creemos que serán fáciles, ya que pone en la guía que la subida es continua, que no hay descansos ni bajadas. Además hoy alcanzaremos el punto más alto de toda la transpirenaica (2.250m).

Con la comida que compramos ayer y el pan que hemos comprado al salir en las alforjas, nos ponemos en marcha por la carretera. Unos pocos kilómetros de subida muy suave y fresca a estas horas de la mañana. En el desvío hacia de la carretera la vista cambia. Van desapareciendo los árboles para dar paso a una vegetación más baja y campos de labor. Aún así las vistas son magníficas ya que todo está muy verde y frondoso. El pequeño pueblo de Arestui es la última población que veremos hoy, se encuentra a 11km de Llavorsí y cuenta con un albergue para aquellos que quieran alargar la etapa anterior un poco. Además tienen un pequeño taller por si hay que arreglar algo fácil. Kiko ha preguntado pues quiere cambiar sus cubiertas que las tiene muy gastadas. Nos dice que no tiene, que sólo tiene unos pocos frenos, cables y poco más. Aún así nos ha parecido un sitio muy agradable y los dueños muy majos. El pueblo, además, se encuentra en un lugar espléndido. Encaramado a un resalte de la montaña con el valle a sus pies.

Pronto se acaba la carretera que se convierte en una pista en muy buen estado. Aunque la mayoría del recorrido se hace por zonas despejadas, a veces entramos en una zona con algunos árboles, no muchos. Es en una de estas zonas cuando me encuentro con Enrique (el bombero de Figueres). He ido un rato a su ritmo, charlando con él. También está haciendo la transpirenaica, a su ritmo. Lleva una etapa de retraso, pero aún así está encantado pues ha ganado una apuesta con un compañero que le decía que no aguantaría 6 etapas.
Vamos subiendo a buen ritmo. Paramos a comernos una manzana a la altura de los últimos árboles en una zona donde podemos ver bastantes picos nevados. Creo que lo que estamos viendo es la zona de la Pica d'Estats y también el parque Nacional de Aigüestortes. Las vistas a estas montañas nos han ido acompañando toda la subida, y aunque están algo lejos nos recuerdan que nos vamos acercando a la parte central de Pirineos. Alcanzamos un pequeño collado a partir del cual la subida se hace más tendida. Nos quedan bastantes kilómetros aún, en los que iremos haciendo continuas curvas por las laderas de las montañas. En esta parte alta hay varias pistas que nos llevan a confusión sobre el lugar al que nos dirigimos. Cuando todo parece indicar que vamos hacia un collado que tenemos de frente, llegamos a una bifurcación con una pista que no habíamos visto en ningún momento y el GPS nos dice que tenemos que ir por esta. Pasamos por una zona donde hay caballos pastando. Están muy tranquilos y son preciosos, hemos visto alguna estampa de ellos realmente bella.


La que parece ser la última desviación está muy cerca de un refugio con un pilón de agua. A partir de este momento nos vamos cruzando con muchos ciclistas que vienen en sentido contrario a nosotros. Un par de chicos nos han contado que la mayoría son gente que está haciendo la Pedals de Foc. Una ruta para bicicleta que pretende emular a los Carros de Foc de los refugios de Aigüestortes. Esta ruta se puede hacer entre 3 y 6 días y suele estar organizado de manera que te llevan tu equipaje al siguiente punto, para que no tengas que ir con peso en la bici. Estos chicos nos cuentan que en vez de comer algo en la cima, que sigamos bajando un par de kilómetros más, pues hay un lugar con un riachuelo y unas mesas.
Estamos de nuevo solos, Kiko va un poco por delante. En un alto, se para y me hace señas para que me acerque deprisa. Hay un par de sarrios (corzos), que salen corriendo al vernos. Son una madre y su cria. Como han huído monte arriba nos ha permitido poder observarles durante un buen rato. También nos hemos cruzado con un par de grupos de caballos. Pasamos de uno en uno disfrutando de ir junto a estos animales, que caminan un poco con nosotros. También había un grupo de vacas en medio del camino, Kiko me ha dicho, "pasa, que te toca a ti". También nos hemos encontrado un par de neveros junto a la pista. Según nos contó el del albergue de Arestui unas semanas antes había que atravesarlos con la bici a cuestas. Me han servido para hacer un poco el tonto intentando ir con la bici por ellos, no he podido pues está dura y la bici ni entra en la nieve.
¡Haciendo el tonto con la nieve! (V. Kiko)

El punto más alto de la travesía, Coll de la Portella, no tiene ningún indicador ni nada que te diga que estás en él. Tanto es así, que nos lo hemos pasado. Hemos continuado por la pista hasta que nos hemos dado cuenta que llevamos un rato con tendencia a bajar y que ya habíamos alcanzado la altura del collado. Nos damos un abrazo para celebrarlo y continuamos bajando hasta el lugar donde nos han dicho que podemos comer. El sitio en verdad está muy bien. Un par de mesas junto a un río y un lugar que parece un parking. Hay un tablón con un mapa que nos indica que estamos dentro del Parque de Aigüestortes. Nos hacemos ilusiones de que si pueden llegar vehículos hasta ahí, la bajada estará en buen estado y quizás sea una carretera. No es así, no creo que suban muchos coches hasta ahí.

Según la guía la bajada es vertiginosa. No es así, al menos al principio. Tenemos que hacer unos cuantos kilometros subiendo, bajando y llaneando por pistas que van por la ladera de la montaña y que no nos dejan ver hacia donde nos dirigimos ni cuanto nos puede quedar. Por fin llegamos a un collado con unos indicadores que indican cláramente Espui, que es hacia donde nos dirigimos. La bajada no está asfaltada, pero si está bastante bien la pista. A mi no me ha resultado fácil pues hay muchas sombras y en ellas me voy tragando todas las piedras que hay en el camino. No recuerdo, en este tramo, ninguna caída, pero es posible que alguna haya tenido.

El puebo de Espui está en un alto, ¡como no! Hay dos maneras de llegar a él: una fácil tomando una curva larga y otra difícil por una carretera en construcción muy, pero que muy, empinada... no hace falta decir por cual hemos ido. Es un pequeño pueblo, típico del pirineo, con todas las casas construidas con piedras.

Estamos alojados en Can Sastre, un sitio muy recomendable, sobre todo por la cena. Nos han puesto unos entrantes de productos típicos de la zona que nos han encantado: fuet, aceitunas, un pate, un ali-oli de membrillo, queso... Este lugar lo usan los que hacen la Pedals de Foc. Hemos cenado con un par de chicos que nos cuentan lo que nos espera mañana pues ellos lo hacen en sentido contrario a nosotros. Que no nos pase nada, mañana tenemos que llevar la bici a cuestas durante varios kilómetros...
Etapa 7: Espui - Pont de Suert (56km, 9h)
Etapa que nos deja con sabor agridulce. La primera parte, que se suponía iba a ser la mala, me ha gustado mucho y la he disfrutado un montón. La segunda que parecía iba a ser fácil y cómoda ha sido dura por el tipo de pista, de piedrecitas.

El desayuno, magnífico como la cena de anoche. Como es temprano cuando salimos y la bajada está en sombra, tenemos que ponernos algo. Hay que quitárselo en cuanto comenzamos la subida a Aguiró. Pasado este pueblo es donde está el meollo de esta etapa. Sin casi transición pasamos de la carretera a un camino muy estrecho, junto a una valla de piedras, por el que baja el agua corriendo. Enseguida llegamos a una cascada, último punto para poder coger agua.
A partir de aquí son cuatro kilómetros primero subiendo y luego bajando en los que hay que empujar, izar, y llevar en vilo la bici con las alforjas. Hay piedras que sortear de medio metro de altura. Kiko ha definido esta forma de desplazarnos como "A la diabla". Yo me lo paso fenomenal aunque sea duro, además el paisaje es bien chulo: el suelo es marrón rojizo, las piedras son blanquecinas, las jaras son verdes y están llenas de flores blancas. Hay tramos con mucha vegetación, otros muy áridos. La parte más dura es la primera hasta que llegamos a una ermita. En el resto del camino nos hemos podido subir a la bici alguna vez, unos pocos metros.
Kiko, luchando con las piedras
Hay un punto en el que nos hemos perdido todos. Los valencianos nos lo cuentan después, ellos han tirado para adelante y han salido a las bravas. Nosotros nos perdemos y damos la vuelta y a Enrique le hemos avisado cuando veíamos que se estaba metiendo por el lugar equivocado. Lo mejor es que de los cinco, el único que ha visto el desvío he sido yo, los demás se han ido por el lugar equivocado. En nuestro caso, cuando nos hemos dado cuenta de que el camino era demasiado estrecho e iba desapareciendo le he dicho a Kiko que me parecía haber visto el desvío un poco más atrás. Vuelvo para comprobarlo y, efectivamente, el camino lo hemos dejado atrás. Justó ahí está uno de los escalones más altos de la ruta, nos lo enseñaron ayer los chicos con los que cenamos en una foto. Nada más pasar el escalón, Kiko se da cuenta que tiene pinchada la rueda delantera. Mientras la estamos arreglando pensamos en si cambiar la cubierta delantera por la trasera, ya que esta última está más gastada. Nos da pereza y no lo hacemos. ¡Error!, pues nada más ponernos en marcha resulta que también está pinchada la rueda de atrás. Ahora si que cambiamos las dos cubiertas. Hemos estado entre unas cosas y otras más de media hora al sol. Enrique ha tirado para alante tras ofrecernos su ayuda.
Tras coronar el Coll d'Oli comenzamos a bajar. Por aquí el terreno no es tan malo y avanzamos más deprisa. Aún así tenemos que cargar la bici en algún tramo también.

Cuando conseguimos salir de esta zona y llegar a la carretera, nos desviamos un poco a un pueblo que se llama Las Iglesias para comer algo. El "bar" es la casa de la señora 'Gloria', que nos prepara unos bocatas y unas cervezas con mucho cariño. Debe tener más de 70 años y sigue, lo ha dicho ella misma, al pie del cañón. El precio lo ha calculado igual que la señora María de hace un par de días y le ha salido lo mismo, 12€.

Retomamos la subida por la carretera hasta Sentí, aquí se acaba y comienza una pista. Tras coronar bajamos muy bien hasta el pueblo de Sas que parece estar en medio de la nada. Sin previo aviso comienza el calvario. Unos 15 kilómetros por una pista de piedras horrorosa. Mal para subir y aún peor para bajar. Me he pegado dos buenos costalazos. Uno por cambiar de carril, y eso que habíamos comentado un poco antes que no hay que hacerlo. Kiko iba por el lado derecho y yo por el izquierdo cuando ha llegado a un paso canadiense. He pensado que debía cambiarme por si había algo raro y no lo veía, he frenado la velocidad y me he cruzado con cuidado, la bici ha decidido otra cosa y me la he pegado. La otra caída ha sido un derrape más fuerte que los muchos anteriores.
Al salir de la pista llegamos a una carretera y subimos 3 kilómetros al pueblo de Malpás. Vamos secos así que nos lanzamos casi de cabeza al pilón. Preguntamos y nos dicen que la mejor manera de bajar a Pont de Suert es por la carretera, que la pista es parecida a la que hemos pasado. Ni siquiera lo hablamos, no nos apetece nada bajar otra pista igual. Por la carretera llegamos enseguida a Pont de Suert. Kiko compra dos cubiertas para sustituir las que traía y que estaban bastante gastadas. Vamos a comer algo cuando nos llaman los valencianos que ya están por aquí. Se han alojado en el mismo hostal (Can Costa) que nosotros. Un lugar muy, muy recomendable. Al sentarnos en el bar me he tropezado con una jardinera y le hemos dicho a los valencianos lo que veo. Se han quedado flipados, casi no se lo creen.


Damos un paseo por el pueblo, que es muy grande. Nos tomamos una cerveza en un soportal y compramos la comida para mañana. Cenamos con los valencianos y con Enrique. ¡Que cena!, ¡espectacular! Nos han puesto tres platos y nos ofrecen repetir siempre y tanto como queramos. De segundo plato, ha insistido Santiago, pedimos Rabo de Toro que está de escándalo. Han traído una bandeja enorme que no hemos podido acabar, Kiko le ha pedido al camarero que se la llevara para no seguir comiendo.
Etapa 8: Pont de Suert - Senz (60km, 9h30)
Nos hemos enrollado charlando con Enrique y salimos algo tarde, no demasiado. La primera subida es por asfalto, que nos ayuda a entonar las piernas. Pronto dejamos este y tomamos una pista con muy buenas vistas. Alternamos pistas en muy buen estado con otras regulares, también tramos entre árboles con otros abiertos, pasamos junto a campos de labor o a prados llenos de florecitas. Vamos camino del alto de Bonansa. Estamos casi llegando cuando Kiko se da cuenta que algo falla en mi transportín. Se debió romper ayer, pues noté notando algo raro y cuando me bajé para mirarlo no vi nada. Hoy si que lo hemos visto, se ha roto uno de los tubos. No me extraña, con el ajetreo que sufrió ayer por las piedras. Lo reparamos como podemos con unas bridas, para que no se mueva.
Por delante tenemos un tramo fácil y relajado por una carretera comarcal sin nada de tráfico. Hasta que tomamos un desvío hacia Gabás. A partir de aquí las rampas son tremendas, tanto de bajada como de subida. Hay tramos que somos incapaces de saber si vamos subiendo o bajando ya que a una subida empinadísima sucede una bajada igual. Por lo menos las vistas han sido espectaculares durante todo el tramo, tenemos los picos nevados enfrente que nos van motivando. La bajada a Gabás es algo mala, pero nada comparable con lo que nos espera después...
En Gabás solo hay un pilón y un señor sentado en su balcón, nada más. Nos ha comentado que el pilón es el único sitio fresco para comer, que no hay bares ni nada parecido. Como no tenemos más opción y si mucha hambre nos ponemos a comer junto al agua. Yo he estado a gusto, pero Kiko no ha parado de rezongar. Dice que no sabe que hacer con las piernas, que está muy a disgusto sentado en el suelo. Aún así, estamos bien a la sombra pues hace un calor tremebundo. Las bridas que le hemos puesto al transportín se han roto. Busco un alambre infructuosamente, para salir nuevamente del paso le ponemos una abrazadera de un cuentakilómetros que tiene Kiko y que no usa.

La bajada de Gabás hacia el valle de Benasque es tremenda. Muy empinada, con unas lajas enormes que tenemos que ir sorteando con mucho cuidado. Además hay tramos de pedrolos "como torrijas", (ha dicho después Enrique). Tenemos que bajarnos en varios puntos de la bici para poder bajar. Encima hace mucho calor y no corre ni pizca de aire. Cuando llegamos al asfalto y a la sombra, dan ganas de besar la carretera. Un par de kilómetros después estamos en la carretera que sube a Benasque, en el pueblo de Seira. Hemos parado a tomarnos un café que nos repusiera moral y físicamente del estres de la bajadita.
Paramos en un pueblo que se llama Senz, a cuatro kilómetros de Campo. Subiendo, por supuesto. El pueblo es pequeño pero animado. Tiene una quesería y un par de lugares donde te puedes alojar. Eso si, son casas particulares. Nosotros estamos en un apartamento donde también entra Enrique, que viene un poco más tarde. Arreglamos el transportín, esta vez para que no nos vuelva a dar guerra, poniéndole alambres. Nos dice la mujer que nos hará pasta para cenar y algo de carne. Debe ser que todo el mundo que hace esta ruta le pide pasta, que supuestamente es lo mejor. Le hemos pedido si puede ser algo de legumbre, que estamos un poco hartos de pasta. Se ha mostrado encantada y nos hace unas lentejas al estilo colombiano. Ella es de allí, dice Kiko que seguramente llegó en una caravana de mujeres.
Etapa 9: Senz - Fiscal (77km, 11h)
Amanece un nuevo día, comenzamos la rutina diaria. Nos levantamos hacia las 7h30, desayunamos, nos ponemos en marcha, cuando llevamos un par de horas almorzamos, comemos un bocata que nos hacemos nosotros si puede ser tomando una cerveza, llegamos al destino entre las 17 y las 18h, nos duchamos, hacemos la colada, damos un paseo, cenamos, a la cama y vuelta a empezar.

Estoy pensando ahora mismo, al escribir esto, que una de las cosas que más me gusta de hacer una ruta así es el ir siempre hacia adelante. Es decir, no tener que hacer una ruta circular para volver a donde dejaste el coche. La idea de salir de un punto y terminar en otro, que no tiene nada que ver con el que empezaste, me atrae mucho.

La etapa de hoy va a ser especialmente bonita. Primero bordearemos la Peña Montañesa. Pico emblemático por el que se pasa muy cerca en la carretera de Ainsa. Luego recorreremos el Cañón de Añisclo (bueno, la parte de abajo por donde va la carretera).
Salimos con la fresca por la carretera hacia Viu. Ahí termina es asfalto y comienza una pista con rampas duras y otras muy duras. Por suerte estas últimas suelen estar cementadas, lo cual ayuda bastante. Casi todo el camino es entre árboles y vegetación. Comienza a abrirse cuando estamos llegando al collado de Cullibert, primero de la jornada. Este es uno de esos lugares idílicos difíciles de olvidar. Una pradera extensa donde pastan las vacas, un caño con agua muy fresquita, una montaña cullas paredes se elevan muy cerca nuestro y una vista algo lejana a los picos de la zona de Ordesa y Monte Perdido. Recuperamos fuerzas con la idea de que se ha terminado lo más duro de la primera parte. Según el perfil de la etapa que tenemos, nos quedan unos pocos kilómetros prácticamente llanos. Para nada, como siempre. El primer tramo es con tendencia a bajar pero por un paso para caminantes. Es muy estrecho y en muchos puntos tiene una buena caída. Tengo que ir bastante rato bajado de la bici, Kiko lo ha pasado casi todo montado. Cuando salimos del pequeño bosque por el que discurre esta senda, nos encontramos de nuevo con una pista bastante ancha, pero que esconde una sorpresa. De nuevo, nuestras amigas las piedrecitas que nos dificultan la subida. Creo que Kiko se la ha hecho toda en la bici, yo me he tenido que bajar un par de veces pues no me puedo poner de pie en la bici porque patina mucho.

Pasando un tramo que pensábamos sería fácil
El premio lo merece, estamos justo a los pies de la Peña Montañesa. Tenemos por debajo nuestro el valle que lleva hacia el parque de Ordesa. Un cartel explica la singularidad de la Peña Montañesa y por qué sus laderas están llenas de piedra suelta. Es por la erosión que provoca la diferencia de temperatura y que va arrancando trozos de piedra que van rodando colina abajo. Muy buena la explicación, pero que gran fastidio para bajar. He tratado de ir muy despacio y aún así me he dado un par de viajes. Uno ha sido especialmente fuerte cuando he entrado en una zona de sombra y he chocado contra algo. Al levantarme me he dado cuenta que había una piedra, como un balón, en mitad de mi camino. Me he hecho un buen moratón en la mano. He bajado pensando que para mi lo más difícil de esta travesía están siendo las bajadas y que lo que tenía que haber entrenado más es a apretar los frenos, no a subir cuestas.

La carretera nos salva de más piedras y nos baja a Laspuña. Nos avituallamos en todos los sentidos, lo mejor ha sido coger agua a la salida del pueblo en una fuente muy fresquita. Una bajada muy rápida nos lleva hacia Escalona, antes de llegar nos desviamos hacia el Cañón de Añisclo. Hacemos unos cuantos kilómetros compartiendo espacio con muchos coches que están aparcados a la orilla del río. Hoy es domingo y se nota.

Pronto entramos en el cañón propiamente dicho. Aquí la carretera es en un solo sentido, lo cual está fenomenal pues podemos ir disfrutando y parando todo cuanto queramos sin tener que estar pendientes de si viene un coche de frente. Además la mayoría de los coches que van en nuestro sentido son de turistas que están recorriendo el cañón, van despacio y paran constantemente para hacer fotos. He visto a Kiko encantado, disfrutando mucho de este tramo. Creo que yo lo he hecho alguna vez en bus, pero no es lo mismo que vivirlo encima de una bicicleta. Paramos constantemente para disfrutar de lo que vemos, hacer fotos o comentar algo. Hay trozos de la carretera que parecen robados a la montaña. El río corre de color azul por debajo, en algunos sitios lo tenemos bastante cerca y en otros está a bastante distancia. A pesar de que las paredes se elevan bastante verticales, es un lugar muy frondoso con mucha vegetación. Aunque hace mucho calor, no lo sufrimos pues vamos casi siempre a la sombra de las paredes o de los árboles. Hemos pasado algún túnel pequeño sin problemas y con la tranquilidad de que no viene ningún coche de frente.
Siguiendo a Kiko en unos túneles

Al salir del cañón paramos a comer. Estamos algo desmayados, tenemos mala suerte pues unos metros más alante había una fuente. Hemos tenido que beber poco para que no se nos acabara el agua. Encima el bocata de hoy nos ha quedado bastante seco, jamón de york con tomate.

El tremendo calor que hace lo notamos en la subida primero a Nerín y luego a Fanlo. Kiko ha llegado con la cara desencajada, como cuando corre una maratón. Aunque el entorno es bonito por las montañas que se elevan al final del valle, hay mucha menos vegetación que antes y la que hay es en forma de arbustos. Apenas si hay algún árbol junto a la carretera para poder parar a beber algo de agua. El pueblo de Fanlo se encuentra en un alto y sabemos que a partir de ahí todo será bajada y además por carretera. Comenzamos a bajar por una zona de curvas que nos hacen ir despacio, luego viene alguna recta donde cogemos velocidad. También hay alguna cuesta que nos pone las piernas duras como piedras en los primeros metros. La última recta antes de llegar a Sarvisé es larga y rápida, he visto el cuentakilómetros a más de 50 con la bici dando botes.
Sarvisé era el final de etapa de la guía. Nosotros hemos decidido bajar un poco más a Fiscal puesto que es en bajada y así nos lo quitamos para mañana. La carretera es mala, estrecha y con mucho tráfico (al menos hoy domingo). Hemos pasado un momento muy malo cuando un coche ha adelantado a Kiko mientras venía un coche en el otro sentido. No ha pasado nada porque Kiko le ha visto venir y se ha pegado al borde, pero el susto ha sido tremendo. Hemos empezado a gritar y a levantar el brazo. Que pena que no hubiera habido algo que le hubiera hecho parar para decirle cuatro cositas.

Nos alojamos en el Hostal Río Ara. Un sitio, de verdad, para recomendar en general y en especial para ciclistas. Además de un pequeño taller donde poder reparar lo que necesites, tiene un sistema de lavado que es una caña. Tiene una bomba que suelta agua a presión y un lugar donde poner la bici elevada para que se pueda limpiar bien desde abajo. La plataforma además es giratoria para que puedas limpiar cualquier punto. En el garaje ha instalado candados para que dejes tu bici tranquilamente. El hombre dice que "está todo inventado ya, solo hay que querer hacerlo". Hemos cenado con los valencianos de nuevo. Con ellos coincidimos un día si y uno no ya que un día duermen en tienda y al siguiente en un pueblo. La cena ha estado bien y el desayuno de mañana será espectacular, tienen hasta leche de arroz.
Etapa 10: Fiscal - Larres (55km, 9h30)
Esta ha sido una etapa corta, pero para mí de las más duras de la travesía. Sobre todo la primera parte de la subida a Peña Oturia. Eso si, el final ha sido apoteósico, en todos los sentidos.

No estamos saliendo muy temprano, habitualmente lo hacemos entre las 8 y las 8h30. Seguramente sea el mejor momento del día para pedalear, hasta las 11 que ya empieza a apretar el sol. Además, al salir, la luz suele ser muy chula, pues el sol aún está detrás de las montañas. Son momentos en que coincidimos con la gente que va a trabajar o que ya lleva un rato haciendo las faenas del campo. Solemos cruzarnos con tractores o con personas que suben a ver como está el ganado en la parte de arriba.

Nos alejamos de Fiscal por una zona de sembrados que nos llevan hacia el oeste. A lo lejos podemos ver los puentes de la autovía que se ha abierto hace poco. Pensamos que tendremos que pasar por debajo o por encima de ella en cualquier momento. Sin transición pasamos de un camino asfaltado y relajado a una pista muy empinada y con piedra suelta. Pasamos detrás de la autovía por un sitio malísimo. Se ve que la pista se ha estropeado debido a la construcción de la carretera. Tenemos que empujar la bici por unos tramos muy empinados y en muy mal estado. En un tramo regular oigo unos gritos, me paro y escucho de nuevo. Como no se que es, paro y me bajo con la cámara a buscar a Kiko. Menos mal que me ha dado por parar pues cuando le alcanzo resulta que se le ha roto la cadena. Ninguno de los dos había usado nunca un troncha cadenas. Así que nos hemos tirado una hora para quitar dos eslabones, pero hemos conseguido arreglarla. Nos da moral, pues sentimos que podemos con todo lo que se nos ponga por delante. Después nos vamos a pasar una hora o más por un sendero que desaparece por momentos, debe de haberse dejado de usar al construir la vía. Está lleno de maleza, de surcos y de piedras. La verdad es que vamos por el camino correcto, según el GPS, pero yo tengo la sensación de que tiene que haber otra manera más fácil y mejor. Llegamos al pueblo de Sasa con la impresión de llevar mucho tiempo luchando contra los elementos.

Tras un pequeño respiro nos metemos en una pista ancha pero en mal estado. El problema aquí es que hay muchos charcos y barro. Eso hace que el suelo esté bastante mal y que no haya manera de coger ritmo. Cada pocos metros hay un charco grande que obliga a pasar con mucho cuidado por un lateral, a veces incluso caminando. También hay mucha vegetación suelta, sobre todo palos, que hay que sortear. Vamos algo justos de agua y estamos buscando una fuente. Vemos un pequeño hilo de agua que sale de unas piedras. Está rodeado de barro, pasamos un rato cogiendo agua y poniendo piedras para pisar mejor. Cuando estamos en estas, vemos venir a un hombre con dos perros. Es extranjero, pero parece que lleva mucho tiempo por aquí. Nos dice que nos queda poco para llegar a la falda de Peña Oturia. Efectivamente, un poco después hemos llegado a un collado donde hay una casa prefabricada con una bici apoyada en la pared. Hemos pensado que seguramente el extranjero viva aquí.

Ya estamos viendo Peña Oturia. Es una colina redonda que tenemos que bordear. A partir de aquí la pista es mucho mejor, está en buen estado y además no sube demasiado fuerte. Llegamos a un pilón en un lugar que parece ser el punto más alto que tenemos que alcanzar. Como corre algo de aire y no vemos que pueda haber ninguna sombra más adelante, paramos a comer. Aprovecho para llamar a mi amigo Manolo Suarez, que vive en Sabiñánigo, por si podemos tomar una cerveza esta tarde (Cuento esto, porque luego resultará fundamental su ayuda). Comemos de maravilla, hemos metido una botella de horchata en el pilón y un ratito más tarde estaba bien fresquita. Kiko ha conseguido sentarse medio decentemente en una piedra, no ha protestado tanto como en el pilón de anteayer.

La bajada no es mala, lo único es que tenemos que ir con cuidado pues salen varias pistas y hay que mirar bien cual es la de nuestro recorrido. En la parte final nos encontramos con una carretera en construcción, está en el mejor momento para nosotros pues está asfaltada pero no pasan coches. Un par de ciclistas viene de frente, van a hacer un tramo de la ruta. Les decimos que quizás sea un poco tarde pues no hay nada hasta Fiscal, uno parece que tiene ganas de tirar, el otro no tanto. Nosotros continuamos bajando y nos empezamos a encontrar con campos sembrados de cereal. Tienen un color muy bonito entre dorado y rojo, no se muy bien. Contrasta además con el verde de los campos sin sembrar o con el marrón de la tierra. Antes de llegar a Senagüe pasamos por El Puente de Pilas, una construcción de madera bastante curiosa por la que mola pasar con la bici. Senagüe es el punto final de esta etapa en la guía, nosotros hemos decidido avanzar hasta Larres, que está a 6km. Estamos dándole vueltas a pedirle a Manolo que nos lleve a Sabiñánigo (se ha ofrecido antes cuando le hemos llamado), para cambiar yo los frenos pues las zapatas están muy desgastadas. Kiko tiene problemas con su cadena, ya los tenía antes de quitar el eslabón roto, no le cambia bien el plato y a veces se tiene que parar a cambiarlo con la mano. Otras veces se encuentra de repente en una rampa de subida dura y va sufriendo por no cambiar al plato pequeño y le salte la cadena. ¡Qué brutos somos!
Nos comentan que a Larres se puede ir por carretera o por la pista que marca el track. Decidimos ir por esta última. Ha sido una aventura, sobre todo lo que os voy a contar luego, pero quizás no sea recomendable ir por aquí. No hay términos medios o subidas tremendas o bajadas fuertes, todas por pistas con piedra suelta que nos impide ir cómodos. En esas estamos cuando sin darnos cuenta nos encontramos en el medio del cauce de un río. ¡Sí, en el medio del cauce, entre las rocas! Vamos caminando hasta llegar al agua, tenemos que cruzarlo pues el camino sigue claramente al otro lado. Tendrá unos 5-6 metros de ancho y baja agua hasta las rodillas. Kiko va a ver si hay algún puente y a preguntar. Viene diciendo que nada de nada, que hay que atravesar "a la diabla". Llevamos las zapatillas llenas de arena y barro así que decidimos pasarlo sin descalzarnos ni nada. Yo he llevado la bici rodando pues mis alforjas son impermeables. Kiko ha pasado la suya a cuestas.
Ricardo cruza el río (V. Kiko)
Ahora le toca a Kiko
Al salir del río tenemos una rampa bastante empinada delante. ¡Pues ala, al lío! En la parte de arriba se ve la tapia del cementerio, ya estamos llegando. R: "Que tal vas Kiko?", K: "Bien" Se oye un ruido. K: "Bueno, se me acaba de romper la cadena de nuevo" Ya está decidido, tenemos que ir a Sabiñánigo y llevar las bicis a reparar. Llegamos al alojamiento, se está celebrando una boda. Qué contraste, ellos bien vestidos y nosotros bien sucios. Le he dicho al novio que somos invitados de la boda de broma. Llamamos a Manuel, nos ha dicho que sube enseguida y que tenemos que darnos prisa para que no cierren la tienda. A la carrera nos duchamos y medio lavamos las bicis.

Manuel llega apurado. No sabe si van a caber las bicis en el coche. Resulta que la furgo está en el taller y le han dejado un coche de sustitución. Por suerte entran bien las bicis, aunque yo tengo que ir atrás sentado casi sin sitio para meter las piernas. Dejamos las bicis en la tienda, nos las tienen mañana a primera hora. Nos tomamos un par de cervezas, muy a gusto, con Manolo y Chenia (su chica). Ha sido muy agradable tanto la compañía como el ambiente, pues ha caído una pequeña tormenta que ha refrescado la tarde.

Durante la cena, en Larres, nos da un poco de charla el novio que está un poco bebido. Dice Kiko que tiene acento maño, el tío es rumano, de la misma Rumania. Lleva 8 años trabajando aquí, dice que tiene una bici buena pero que ni la ha usado. Le dice a la camarera que el nos invita al vino, que no nos cobre la bebida. Un poco difícil pues tenemos media pensión. La chica le ha dicho que si, que no nos lo va a cobrar para quitárselo de en medio.
Etapa 11: Larres - Echo (70km, 7h)
Hoy creemos que será una etapa tranquila. Vamos a hacer bastantes kilómetros, si no todos, por carretera para solventar el tema del arreglo de las bicis. Manolo viene de nuevo a buscarnos para bajarnos a Sabiñánigo. Llevamos todas las cosas para salir de allí cuando nos den las bicis. Mientras abren tomamos un café con él. Muchas gracias Manuel, por todo! La tienda de bicis es realmente recomendable (BiciAventura). Nos han dejado la bici fenomenal, nos han tratado muy bien y nos dicen que siempre hacen un hueco para los de la transpirenaica. A Kiko le han reparado la cadena y un portabidones que lleva en la parte de atrás del sillín, a mi me han cambiado las pastillas de los frenos y me los dejan fenomenal.

Para retomar la ruta tenemos que pasar cerca de Jaca, por lo que hemos llamado a mi amigo Moisés para almorzar con él. Hoy es un día relajado y de relaciones sociales. No hemos estado mucho rato pues está liado con el trabajo, pero hemos hablado un poco de la transpirenaíca y de su próxima expedición al Muztagh Ata (AMENADI - Club Medio Natural y Discapacidad). Como no tenemos track nos hemos liado un poco para salir de Jaca. Entre que Kiko no se ha enterado bien de las indicaciones de Moisés y que le ha preguntado a la persona incorrecta, nos ha dicho que fuéramos al contrario de como teníamos que ir, hemos pasado dos veces por la calle principal de Jaca.


Seguimos por la carretera hasta Castillo de Jaca, donde ya nos reencontramos con el track. Ya estamos en la ruta, tenemos que hacer varias subidas y bajadas. Eso si, las hacemos por la carretera. Hace calor y tenemos que ir cogiendo agua por los pueblos que pasamos. Paramos a comer en Aisa, un bonito pueblo. El único sitio que vemos abierto es un Restaurante Sidrería. No tenemos claro que nos vayan a dejar comer, así que entramos a pedir dos cervezas y si nos dejan comer nuestros bocatas pues bien, si no nos las bebemos y nos vamos a una sombra. Le ha dicho la camarera a Kiko, "No se puede, pero si lo hacéis con discreción, yo no os he dicho nada". Así que muy discretamente nos hemos tomado otras dos cervezas, un café y nos hemos comido nuestros bocatas.


La etapa de hoy acababa, en teoría, en Aragües del Puerto. Pero ya nos ha avisado la gente que es mejor evitar el primer tramo del día siguiente que va de ese pueblo a Echo por un camino peor que el del Coll d'Oli. Dicen que hay que llevar la bici a cuestas por más de 7 kilómetros. Y lo que es peor, que encima el sitio es horroroso, está lleno de postes de electricidad y que no hay nada de vegetación. No ha hecho falta que nos lo digan muchas veces para convencernos. Así que tomamos la carretera que nos lleva directamente a Echo. no hay casi nada de tráfico y es en bajada, por lo que vamos bastante deprisa. Eso si la carretera está en obras y nos ha tocado pasar por debajo de varias palas/grua. Los operarios se daban cuenta de que no sabíamos que hacer, así que paraban el motor para que pudiéramos pasar.

En Echo están también los valencianos que han tomado el mismo camino que nosotros. Esta vez no estamos alojados en el mismo sitio, pero se han venido a cenar a nuestro sitio. La verdad es que el pueblo estaba un poco apagado y encima la cerveza que nos hemos tomado en la plaza no estaba muy fría.
Etapa 12: Echo - Isaba (44km, 6h45)
La de hoy ha sido la etapa más fácil de la travesía, también la que menos hemos tardado. Un poco ha sido culpa nuestra pues hemos bajado por una carretera en vez de tomar el camino, un mal entendido, Kiko pensaba que yo iba por delante y en realidad estaba detrás de él. Sin embargo, el recorrido ha sido espectacular, hemos pasado por sitios muy recomendables. He ido pensando en buscar un recorrido más asequible para hacer la transpirenaica con Eva.

Como casi todos los días comenzamos subiendo. Vamos por la carretera que está llena de árboles a ambos lados. Voy por delante buscando un sitio para hacer una foto al valle que vamos dejando abajo. Entro en una explanada, pero tampoco tiene vistas así que tiro. Kiko está llegando y me ve salir, continuamos. Un poco más adelante hay otra explanada, está inclinada hacia abajo y es grande, he avanzado con la bici hasta el final sin ni siquiera parar pues tampoco se ve nada por los árboles. Cuando me doy la vuelta veo a Kiko pasando justo delante de donde estoy yo, pero está elevado y por eso él no me ve a mi. Entre que salgo a la carretera y que he subido relajado, Kiko ha llegado arriba pensando que yo iba por delante. Ahí está el desvío que tenemos que coger para seguir nuestra ruta. Como el piensa que voy por delante se ha puesto a bajar a toda pastilla para cogerme. A mi me ha parecido que él ha comenzado a bajar, pero no lo tengo claro. Nos hemos juntado unos cuantos kilómetros más abajo y claro, ya no es plan de subir de nuevo para retomar el camino. Así que nos bajamos hacia Ansó por la carretera.
El pueblo de Ansó nos ha parecido precioso desde la carretera, como además tenemos tiempo, hemos entrado a recorrerlo. Es relativamente temprano, casi no hay nadie por la calle, únicamente los trabajadores atendiendo comercios y poco más. El pueblo es de piedra y se encuentra en uno de esos entornos privilegiados de pirineos. El camino continúa por un desfiladero en subida que nos lleva hacia el valle de Zuriza. El desfiladero es bonito y fresco, muy agradable. El tráfico que hay son personas, sobre todo mujeres, caminando con la fresca. Kiko se ha parado en un sitio donde el agua está cerca y muy apetecible. No hace mucho calor, pero decido meterme. Está fría, fria! No le he dado tiempo a Kiko ni de hacerme una foto. Me dice que me meta otra vez, ha sido un acto de fe porque está congelada. Así que me meto deprisa, lo justo para que me saque unas fotos y no ahogarme pues no respiro hasta que salgo.

El desfiladero por el que vamos va ascendiendo poco a poco. Hay mucha vegetación y bonitos rincones, cada vez tenemos más cerca las cimas de las montañas que antes veíamos a lo lejos. Cuando se abre el paisaje, nos encontramos en el camping de Zuriza. Un sitio donde merece la pena plantearse pasar una temporada o visitar de vez en cuando. Paramos a almorzar, el del bar nos dice que si queremos una cerveza que se llama Pirineo. La hacen en el valle de Echo, de donde venimos. Dice que no se ve fuera de esta zona pues no hay apenas distribución, que las grandes marcas no dejan salir a estas pequeñas. Nos ha gustado mucho.
Desde el camping, nos queda poca subida al Puerto de los Navarros. Salimos de Aragón "pues", y entramos en Navarra. Aquí viene una de las grandes bromas de la ruta de la Transpirenaica... por evitar la carretera asfaltada por la que hemos subido y que apenas tiene tráfico, la ruta se mete por un camino durante unos cuantos kilómetros. Este camino es para caminantes, no para bicis. Pasamos un buen rato luchando con raíces, piedras, con no caer por las laderas, con el barro que hay en algunos puntos... y lo que es peor, todo esto viendo la carretera a apenas 50 metros a nuestra derecha. La primera parte entre los árboles ha sido más chula, pero una vez que hemos salido a campo abierto no le vemos el sentido. Hablamos de llegar hasta la carretera y salir de este camino, no podemos pues hay un pequeño río en medio. Cuando hemos visto un sitio para cruzar el río, no nos lo pensamos. Saltamos una valla quitando las alforjas y pasando las bicis a pulso al otro lado. Andamos unos metros por el sembrado y volvemos a saltar la otra valla que da acceso a la carretera. Cuando estamos ya en la carretera le digo a Kiko, "ahora que hemos salido a la carretera, seguro que había un acceso más fácil". Efectivamente, como dice la ley de Murphy, 50 metros más adelante estaba el acceso que nos hubiera facilitado la operación, pero que no habría sido tan entretenido como saltar las vallas con pinchos.
Llegamos a Isaba pronto, es la hora de comer, así que buscamos un sitio para comer un menú. Luego hemos buscado alojamiento, teníamos varias ideas que nos habían pasado Eva y Rosa y con ellas vamos paseando por el pueblo. Vemos salir a una mujer de una casa con toallas en la mano y le preguntamos. Ella es la que lleva una de las casas que estábamos buscando. Se llama Catalingarde y nos ha parecido muy recomendable. Aparte de la habitación, tiene un salón en la buhardilla donde hemos estado escribiendo los diarios. La mujer nos ha contado muchísimas cosas y ha accedido a darnos el desayuno mañana bastante temprano.
Etapa 13: Isaba - Orreaga (Roncesvalles) (78km, 9h15)
A las 7h30 estamos desayunado. Ayer la mujer accedió a levantarse pronto, se lo agradecemos pues nos viene muy bien, ya que la etapa de hoy es larga. Desayunamos charlando con ella en la buhardilla. Tenemos que cortar de hablar porque si no no hacía falta que nos hubiéramos levantado tan pronto. Nos habla de carreras que se hacen por la zona, entre otras cosas.

Kiko está hoy especialmente nervioso (excitado), porque vamos a pasar por la selva de Irati. Ya la conoce, estuvo de vacaciones hace unos años. Creo que le hace ilusión recorrer con la bici algo que ya conocía. Algo parecido me pasó a mí los primeros días, que estaba deseando llegar a algún sitio que ya conocía caminando para verlo desde otra perspectiva. De momento nos esperan dos subidas por la carretera. Primero hemos subido por un bonito desfiladero saliendo de Isaba, aunque más modesto que el de ayer de Ansó. Hay bonitas vistas, pero no las podemos apreciar del todo porque hay muchos árboles que nos impiden ver más lejos. Llegamos temprano al punto donde dejamos la carretera para tomar una pista. Hay un bar, aunque es pronto para almorzar. Estamos mirando el GPS y hablando cuando sale Patxi del bar. Es un guarda forestal que nos cuenta que está discutiendo con el del bar cual es el mejor camino para los ciclistas. Resulta que han balizado varios tramos (nos pasa un folleto con los recorridos) y que el piensa que es mejor uno de los nuevos que han creado en vez de el que tenemos en el track. Nos está contando esto cuando se asoma el del bar por la ventana, "no le hagáis ni caso, es mejor el que tenéis en el track". Se les ve de buen rollo, pero con ideas distintas. Nosotros no nos vamos a salir del track pues no sabemos muy bien quien tiene razón. Luego veremos a Patxi varias veces por el camino que el está recorriendo en su coche con su perro y charlaremos con él.
El camino es bueno, aunque a mi me ha venido mal. Casi nada más empezar me doy las dos galletas del día. La primera la ha visto Kiko y todo. En una curva estaba frenando y se me ha metido la rueda de atrás en un surco que no he visto, es decir, me he puesto la zancadilla yo mismo. Lo peor es que la arena de la pista es muy blanca y me hace daño a los ojos, me cuesta mucho ver lo que hay en la pista. He cogido algo de miedo y me he pasado el resto del día bajando con excesiva precaución.

Por suerte pronto entramos en La Selva de Irati, llegamos a la sombra y comenzamos a disfrutar. Es cierto que la época más espectacular para visitar este lugar es en otoño, cuando caen las hojas. Aún así nos ha parecido un lugar mágico. Los árboles están verdes y se encuentran por todos lados y en todo tipo de laderas. El suelo está lleno de vegetación y en la pista por la que vamos bajando se ven tonos rojizos. Por una parte el suelo es marrón y hay restos de hojas y ramas de las hayas. Casi todo el tiempo vamos circulando por un túnel de vegetación y a ambos lados entran los rayos de luz desde arriba haciendo que algunas hojas brillan mientras otras están en sombra. Sólo se oye el sonido de pájaros y el viento que mueve las hojas y nos da en la cara de vez en cuando. Nos sentimos como si estuviéramos pasando por un lugar mágico, quizás sea así. Recorremos el interior del parque bordeando el embalse de Irabia. Si antes era bonito ahora es aún más pues el agua es de color azul turquesa o de un azul casi negro. Hemos parado en un punto donde se ve el agua al fondo entre los árboles, parece que estamos en Las Tres Gargantas del Yantze (China), también paramos para ver unas vacas que están junto al agua con un color de piel muy claro y que nos dan la impresión de encontrarnos en un país asiático junto a una playa de aguas turquesas.
Paramos a comer a la salida de Irati, en Mendilatz. Aquí fue donde Kiko estuvo alojado. Le he hecho una foto en una portería, que es la misma que se hizo en aquellas vacaciones y se la ha mandado a las chicas para que lo recuerden. Hemos tenido una nueva rotura, esta vez ha sido el soporte del GPS que va enganchado en el manillar. No nos extraña que se rompan las cosas, dado el ajetreo a que sometemos el material. Continuamos hacia la fábrica de armas de Orbaizeta y comenzamos uno de esos tramos del principio de la transpirenaica con constantes subidas y bajadas, empinadas unas y súper pendientes las otras que nos sofocan o nos tienen en tensión respectivamente. En estas estamos cuando llegamos al último alto de la etapa, el Collado de Nabala. Yo he sentido algo especial aquí, de lo que me doy cuenta ahora. La sensación de que lo vamos a conseguir. Nos quedan aún dos etapas por delante, una que creemos larga y quizás dura y otra, la última, que pensamos que será fácil. No será así, estaremos equivocados y nos quedan por delante dos etapas muy duras. Muchas veces hemos bromeado con que ya hemos pasado lo peor, ya no nos queda nada, si hemos pasado esto ya llegamos... Pero es en este momento donde yo tengo la impresión de que lo vamos a hacer, de que ya no se nos escapa.
En Roncesvalles no nos sentimos del todo a gusto. Ambos habíamos estado aquí antes, cuando hicimos distintos Caminos de Santiago con distintos compañeros. En aquella ocasión la impresión fue distinta. Hoy no nos ha gustado como se aprovechan de los peregrinos y de los que pasamos por aquí. Eva nos había avisado: "no paréis en Roncesvalles que he leído en un blog que os van a timar, que todo es muy caro y no os va a gustar". Lo hemos hablado y pensamos que bueno, no será para tanto. Es la opinión de uno que pasó y se alojó en uno de los lugares, no nos tiene que pasar a nosotros lo mismo. Hemos encontrado un buen alojamiento, la cena y el desayuno no han estado mal, pero no ha sido, para nada, como lo que hemos ido encontrando a lo largo de toda la ruta. Y, como digo, lo peor es la sensación que tienes de que te tratan como mercancía: "esto es lo que hay y si no lo quieres, tengo a diez detrás de ti, esperando". Si lo llegamos a saber habríamos buscado alojamiento fuera de aquí, aunque tuviéramos que hacer alguno kilómetro de más. Por otro lado resulta curiosa la mezcla con peregrinos que van a hacer el Camino de Santiago: primero mezclarnos con mucha gente que va caminando o que lo va a hacer caminando, los hay que han andado su primer día y vienen con ampollas tremendas, dan la impresión de que no van poder continuar; por otro lado está el hecho de que la mayoría de los que están aquí están a punto, o acaban, de empezar su recorrido, mientras que nosotros estamos a punto de terminarlo.
Etapa 14: Orreaga (Roncesvalles) - Etxalar (73km, 11h30)
Ya huele el mar. Nos quedan solo dos días y además hoy vienen Eva y Rosa a donde acabamos, Etxalar.

Salimos por la carretera, en un par de kilómetros llegamos al alto de Ibañeta. Aquí nos desviamos por una carretera, más bien una pista asfaltada, que tiene unas fuertes rampas al principio. Pronto llegamos al punto más alto, donde está la frontera con Francia. Un poco más adelante paramos en una granja donde están esquilando ovejas. El resto del camino es una bajada trepidante dentro de un túnel de vegetación que me ha gustado mucho. Hemos parado varias veces para comentar algo y para relajar las manos, que se adormecen de tanto frenar ya que estamos en una carretera de montaña llena de curvas y contra curvas.
Llegamos abajo, cerca de una población, y como siembre sin transición comenzamos a subir al collado de Elorrieta. Aquí comienzan las rampas-muro que conocimos en el Camino del Norte. El inicio es tremebundo, con rampas (he leído por ahí) del 18%. Subimos, si!, pero gracias a que la carretera está asfaltada o cementada. Los tramos con cemento suelen tener surcos cada pocos centímetros, esto es para que los coches nos se vayan para atrás. Para las bicis es un incordio, pero dan una idea del desnivel que vamos subiendo. Kiko ha empezado a utilizar la táctica de ir de lado a lado para que la subida no sea tan fuerte. Lo bueno es que estas rampas suelen ser cortas, se suceden tramos duros con llanos o con tramos más relajados. En el alto de Elorrieta termina la carretera para nosotros, que tenemos que salirnos y continuar por un GR (camino marcado con una raya blanca y una roja y que indica que es un Gran Recorrido). Comenzamos encima de la bici, pero pronto nos tenemos que bajar e ir llevando la bici. Hay muchas piedras que nos hacen ir muy lentos y encima caminando. De vez en cuando viene gente subiendo que trata de animarnos diciendo que ya estamos casi abajo, debe ser un casi muy grande pues tardamos bastante en llegar a una pista.

¡Si la pendiente es muy fuerte, se hace menos pendiente!

En Erratzu paramos a tomar el Amaiketako (lo de las once, almuerzo) y aprovechamos para comprar la comida, ¡menos mal! Es uno de esos pueblos típicos de navarra, entre montañas y con las casas mezcla de blanco y de piedra. Cuando hemos hablado de tomar el Amaiketako, se nos ha acercado el cartero para hablar con nosotros. Nos dice que llegamos un poco tarde, que si hubiéramos venido un rato antes encontraríamos todos los bares llenos.

Por delante tenemos unos pocos kilómetros en bajada, por la carretera. Se ve a mucha gente con la bici de carretera pues por aquí hay mucha afición. Al llegar a Elizondo comenzamos la última subida del día. De nuevo rampas muro como las de Elorrieta. Parece increíble, con la cantidad de campo que hay por aquí, que tengan que hacer las pistas tan verticales. Noto algo raro en el transportín, por lo que paro a la sombra de un roble. Se ha roto otro tubo, esta vez del otro lado. Menos mal que cogí un poco de alambre donde la otra vez (Senz) y puedo arreglarlo. Cuando vamos a salir, Kiko se da cuenta que el suyo también va mal. Un tornillo está a punto de salirse. Lo hemos arreglado cuando llegan dos chicos de Barcelona con los que coincidimos ayer. Charlamos un poco y nos ponemos en marcha. Ellos van más deprisa, entre otras cosas porque llevan unas alforjas mínimas.


Tras varias rampas mantenidas y una fuente donde hemos repostado, comienza la parte infernal de la etapa. Sin venir a cuento, eso nos parece a nosotros, la ruta abandona una pista asfaltada y comienza a subir por una pista rural. Voy delante y me encuentro con que la pista acaba en un prado donde están cosechando. Cuando llega Kiko mira el GPS y descubre que el track va un poco más abajo, ahora si vemos el camino. El señor que está en el prado también nos grita lo mismo. Intentamos bajar por otro prado a la pista, pero no se puede pues hay alambre de espino y un fuerte escalón para bajar al camino. Acabamos dando una vuelta al prado lleno de paja para acabar teniendo que retroceder hasta donde empieza el camino. Es algo que siempre pasa, intentas atajar para llegar al camino cuando la opción más rápida y fácil es dar la vuelta. Este camino es algo peor que el anterior y se va haciendo peor por momentos. Pasado otro rato nos damos cuenta que volvemos a estar fuera del track. Resulta que va un poco más arriba de donde nos encontramos. Decidimos volver para ir por el buen camino. Cuando llegamos se nos cae el alma a los pies, ante nosotros sale un GR como el de esta mañana pero esta vez en subida. Hale, a empujar la bici. Por momentos el camino es una pista en mal estado, pero siempre hacia arriba. Hace un calor tremendo y no hay mucha sombra a la vista. Kiko ha parado al lado de un hayedo, dice que comemos aquí que no se ve otra sombra por ningún lado. Justo en ese momento viene un chaval caminando hacia donde vamos. Le preguntamos y es extranjero, la verdad es que da igual de donde sea, se le ve bastante empanado y apenas si es capaz de responder algo inteligible. Comemos en el pequeño hayedo que se encuentra en un terraplén. Kiko debe ser que se está acostumbrando, pues ya se sienta bastante bien en una piedra y no se ha quejado casi. Enseguida que nos ponemos en marcha llegamos a la parte alta, comenzamos a bajar. La medio pista que traíamos se convierte en una bajada llena de piedras como la de esta mañana. Estamos algo más relajados después de haber comido, pero no dejamos de tener la sensación de que esto no es una ruta para hacer en bici. Nos alegramos cuando vemos una carretera bastante cerca, al llegar a ella resulta que el track la cruza y sigue por un camino similar al que traemos. Kiko está harto y busca si podemos llegar a Etxalar por la carretera. Efectivamente, se puede, la cogemos. Primero vamos por una carretera en buen estado y enseguida tomamos un desvío donde viene indicado Etxalar por una carretera en mal estado, aún así mucho mejor que empujar la bici por los caminos. El recorrido es bien chulo con bonitas vistas y pasando entre grupos de caballos. Llevamos un buen rato llaneando cuando comienza la bajada final a Etxalar con rampas muro esta vez de bajada.
Bajada por el GR
Disfrutando de los caballos
En la plaza de Etxalar están los chicos de Barcelona. Nos cuentan que han bajado prácticamente todo encima de la bici, ¡hay gente para todo! Pasamos un buen rato relajados charlando de las vicisitudes de la ruta y contándonos pequeñas anécdotas. De alguna manera tenemos una relajación especial pues solo nos queda una etapa.

Estamos alojados en Casa Maria Luisa. Un sitio muy recomendable, tanto la casa como el trato y el desayuno de mañana. Lo malo, o lo bueno según se mire, es que para llegar hay que subir 300 metros de rampas muro, que no hay que subir mañana. Eva y Rosa se han perdido un poco para llegar a la casa, por fin están aquí, otra nota que nos hace sentirnos más cerca de la meta. Pasamos la tarde contándoles aventuras y tomando una cerveza en la plaza. Cenamos en un asador, nos hemos puesto morados, demasiado quizás. Subimos andando a la casa justo antes de que descargue la tormenta del siglo. Al principio son solo rayos y truenos que parecen lejanos, pero que han llegado enseguida a donde estamos. Cae mucha agua, por lo que tenemos que cerrar las ventanas para que no se inunde la habitación. Ha llovido gran parte de la noche, mañana sufriremos las consecuencias.
Etapa 15: Etxalar - Hondarribia (Fuenterrabia) (45km, 6h15)
Qué rápido nos acostumbramos a lo bueno. Hemos tenido que decir que nos tenemos que ir porque si no seguimos todavía desayunado y charlando. Hoy nos preparamos más relajados, estamos con las chicas y se tarda más en hacer todo, la rutina ha cambiado. Seguramente se nos olvide algo..., ¡las alforjas no se nos han olvidado, las hemos dejado aposta! Hace unos días cuando dijeron las chicas que venían nos sugirieron que ellas se llevaban las alforjas. A mi no me acabó de gustar la idea, por aquello de hacer toda la ruta con ellas. Pero visto todo lo que hemos pasado, hemos decidido que ya nos hemos ganado el baño en el Cantábrico.


El día que ha amanecido es muy chulo. Como ha estado lloviendo toda la noche, hay mucha bruma y niebla. Podemos ver el pueblo de Etxalar bajo las nubes desde la ventana de nuestra habitación. Nos cuesta salir más que otros días, entre que nos despedimos, que nos dicen cosas las chicas, que si una foto... Salimos con los 300 primeros metros de la subida ya hechos, pero eso no quiere decir que nos libremos de ella. Tenemos por delante varias rampas muro en las que nos vamos dando cuenta lo bien que se va sin alforjas en la bici. Paramos de vez en cuando, a respirar y a disfrutar de las vistas de los pueblos y los campos bajo la bruma. Lo que si notamos mucho es que hay muchísima humedad, imaginamos que también tiene que ver la cercanía del mar, además del día que se ha levantado hoy. Kiko se va auto motivando diciendo el porcentaje de etapa que nos queda, primero dice 1/10 (una décima) parte, luego dirá 1/2 (la mitad), 1/3...
De nuevo nos encontramos con nuestro GR de cada día. Esta vez es en bajada por un suelo marrón y húmedo. A pesar de tener que llevar la bici en vilo hoy se ve de otra manera, lo de no llevar alforjas es una gozada. Además el entorno me ha encantado, vamos rodeados de helechos que parecen brillar con las lluvias caídas. Nos lleva un rato pasar esta zona. Son las 12 cuando llegamos a la mitad de la etapa y al punto más alto de la misma. Me he llevado una pequeña decepción porque pensaba que ya habíamos pasado las dificultades de la etapa, que a partir de ahora sería bajar por asfalto.
Kiko baja un tramo delicado

Estamos otra vez en la frontera con Francia, en Ibardín. Hay muchísimos coches y domingueros por todos lados, hoy es sábado. Paramos a comer algo y nos ponemos a hablar con un par de jubilados vascos que nos cuentan un montón de cosas. Ellos hicieron la Transpirenaica andando hace unos cuantos años. Nos han dado muchísimas indicaciones, seguramente muy válidas, pero no se han dado cuenta que llevamos GPS y que vamos a seguir el track que viene en el. Salimos por una pista por la que hay mucha gente caminando. El camino está en buen estado hasta que el track se decide a sacarnos de esta pista y meternos por una muy empinada y llena de piedras. Lo peor ha sido que casi nos hemos pasado la pista, hemos tenido que dar la vuelta por lo que no hemos cogido nada de velocidad para empezar a subir. Para colmo hay justo un grupo de padres e hijos que nos están mirando, hemos intentado subir en la bici. No ha podido ser, subimos empujando sin mirar atrás.

La pista ya no es tan empinada, pero cada vez es peor y hay más barro. Al salir de una curva nos encontramos con dos motoristas llenos de barro que están tirando de una moto. Resulta que se ha metido en el barro, ¡está enterrada la rueda delantera y el manillar! La sacamos entre los cuatro, nos están muy agradecidos pues debían llevar un rato tirando de ella sin éxito. Parecía una película con arenas movedizas que se iban tragando la moto. Han probado a arrancar y algo suena raro o bien, no lo sabemos, como en eso no podemos ayudarles, seguimos a lo nuestro. Cada vez hay más barro y el camino es más pequeño, comenzamos a bajar por varios tramos con piedras y muy empinado. En una de estas aparecen los chicos de Barcelona que nos dicen que sin alforjas es trampa. Nos damos la enhorabuena por si no nos vemos.

Por fin salimos a la carretera. Vamos paralelos al Bidasoa por una carretera rural muy bonita y agradable. Llegamos a Behobia desde donde llamamos a las chicas para quedar con ellas. Tenemos un tramo muy malo donde vamos por el arcén de una autovía. Circulamos muy pegados al borde, pero vamos encogidos de miedo. En cuanto hemos visto un desvío que pone Hondarríbia, nos salimos aunque el track decía que siguiéramos. Poco a poco vamos dejando las carreteras y nos vamos metiendo en la población, cada vez hay menos coches y más gente. Es el festival de Blues por lo que todo el mundo está en la calle y hay escenarios. Vamos exultantes cuando llegamos al mar. Nos esperan mis amigos Mabel y Jose además de Eva y Rosa.

La gente en la playa nos mira intrigada:
"¿A donde van esos locos con casco, zapatillas de bici, guantes, culot, maillot..?"
"Pues a darnos un baño, que nos lo hemos ganado"
Salud, república y rock'n'roll!
Para tod@s, todo!
Ricardo

5 comentarios:

  1. Me ha parecido una experiencia muy interesante, por lo que cuentas en tu relato, tuvisteis momentos agradables y momentos jodidos, sobretodo tu con las dichosas piedras, pero eso es inevitable cuando se va con la bicicleta por los campos.
    Enhorabuena por esa salida por el Pirineo.
    El Abuelito

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  2. Realmente admirable pasar con la bici por ciertos caminos por los que difícilmente se anda, y tener la moral alta para seguir a pesar de las caídas.
    Imagino tu sorpresa al ver el Pirineo desde esta perspectiva.
    Felicitaciones por esta aventura
    Abrazotes

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  3. Gran cronica y gran aventura Ricardo, como de costumbre he acabado con los dientes largos. He disfrutado mucho leyendola, recordando lo que me gusto hacer una parte de la misma y aspirando a hacerla entera algun dia con la misma fortaleza fisica y mental con la que la habeis hecho vosotros. Felicidades chavales, yo de joven quiero ser como vosotros.
    Un abrazo,
    Ivan.

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  4. Una puntualización al estilo "Faulkner" ya que le nombras es que el rumor del agua del Noguera Pallaresa para tí sin los audífonos era un estruendo tremendo para mí, pero no te preocupes que estaba tan cansado que me dormí sin problemas, con la única preocupación de que no iba a oir el despertador, el de mi reloj, que corría con el tiempo, lleno de imágenes que yo ahora casi no recuerdo o mezclo sin pudor pero que tú desmigas casi al detalle porque tienes una memoria espeluznante aunque te diría que lo que más me ha gustado es el principio de la narración porque destapas alguna que otra esencia literaria que tienes por ahí escondida y que, si no la utilizas después es porque le das más importancia a contar detalladamente la aventura, lo que también está bién que si no algunos no nos enteramos... (Faulkner habría utilizado menos comas, pero lo he intentado... ¡es difícil emular a este tipo!)

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  5. Felicidades por esta bonita y dura travesía en bicicleta.

    Un abrazo de Salvador y Paula y a seguir viajando.

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